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Joaquín Trincado

Posesión Portillo; Noviembre 12 de 1911

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 30 sept 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 6 oct 2023


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Buenas tardes, hermanos míos.


¿Por qué esta conmoción? ¿Por qué se alteran los espacios? ¿Por qué se agitan las masas en la tierra? ¿Por qué por donde quiera que voy buscando la tranquilidad, encuentro la incertidumbre? ¿Por qué el caos se funde sobre mi cabeza? ¿Qué he fundado yo? ¿Qué credo malo defiendo?


¡Ah...no!... Es la fatalidad la que me persigue; es el combate, producido por las ideas nuevas; por el choque de la luz con las tinieblas; por el choque de la ciencia con la ignorancia, y el odio, mi tiniebla...


Mi alma tenía la luz de la ciencia, pero no sabía amar a mis enemigos; no, no estaba en la obscura tiniebla, pero estaba en el crepúsculo que por su densidad me impidió ver antes la maravilla de la luz que da el perdón de los enemigos, aunque la ley nada perdona, y no hay en esto contradicción de justicia.


Mi Maestro, mi amado Maestro, vendido por mujeres, entregado por una mujer que en su magnífica belleza se encubría la cicuta que cegó aquellos ojos hermosos que recibían la luz de los mundos siderales, en un momento preparado por los envidiosos, por los impotentes de entrar en la nueva ciencia.


Conozco a los autores; ellos no se desgarran el pecho de dolor; son malvados y el inocente, el sabio, sucumbe por la cicuta, enlazado en su inocencia, por una mujer de bellas formas, y yo, su amado discípulo, muero odiando y con el alma partida de dolor.


No he estado en las tinieblas, sino en el crepúsculo y el entrevero de la luz me ha hecho sufrir; por fin, me traen donde ya no zumba sobre mi cabeza el caos y aún peno porque no lo alcanzo; lo llamo por todas partes y no lo veo y mi desesperación y mi odio crecía en ves de amenguar. ¿Acaso la cicuta pudo destruir tu grandeza de alma, la luz de tus ojos? Gritaba alocado en todo instante: “¡Antulio!... Antulio ven!” Yo lo llamaba como loco por todas partes... “Antulio... Antulio, ven... Vino en el crepúsculo y no puedo mirar; quiero ver la luz, ven...” y fui oído, y no salgo de mi asombro; la luz estaba en Oriente y la encuentro en un nuevo país, y la luz sobre otro que no es Antulio. ¿Qué país es éste? ¿Qué luz veo sobre vosotros y sobre este que ocupo? ¿Acaso, vosotros le habéis arrebatado la luz a él? Pero. ¡Oh, no! Esta luz es vuestra, es hija de vuestro esfuerzo, de vuestro amor y Antulio está detrás de ese crespón y me dice: “El odio, hermano mío, no puede arrimarse a mí, perdona, ama”.


¡Antulio… Antulio!... Ven… Descubre este velo… no me presentes tus verdugos, déjame absorber tu amor y entonces descórrerme el velo no me presentes tus verdugos, déjame absorber tu amor y entonces descórrerme el velo. Dime de una vez por todas: ¿Cómo se llega a la luz? Y, ¿por qué a ti no te veo? Los hombres en que veo luz en sus frentes me dicen que por qué aún odio. ¿Cómo no odiar a quien perdió a quien tanto amé?... Y a estos hombres, Antulio les enseña los principios de la vida... ¡Antulio, Antulio! Has aprovechado tu tiempo y has sido después... ¿He?... ¿El mártir del Gólgota, y estás al lado de la que te perdió? Si tu amor me enseñaste, ¿por qué odio? Sí, esta es mi tiniebla; sí, el odio, a ti no puede llegar y... Yo perdono a la mujer hermosa, que, si tu verdugo fue, hoy, por su esfuerzo, llegó a tu amor. –La emoción era tal, que la materia del médium hubo de buscar apoyo en la mesa. Luego dijo:


¡Oh, hermosura del espacio!... Ahora te veo más bella porque Antulio va unido a su consorte. Un beso para cada uno y esta flor de fragantes aromas que Iris me entrega, a vosotros la doy en señal de gratitud; me retiro, corro tras el camino luminoso que me deja la amorosa pareja; la víctima y su verdugo, por el amor redimida, que a mí me redima el amor, que el amor sea el redentor de mis hermanos. Volveré.

Joen.

Las causas que vibran

el alma de Joen,

al viejo y al joven

con fuerza le digan:

“Ama a tu hermano”,

y siempre perdona,

pues la ofensa es chica

y es grande... tu hermano.

Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I

Autor: Joaquín Trincado


 
 
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