Posesión P. Portillo; Septiembre 10 de 1911 (Hora 21)
- EMEDELACU

- 28 sept 2023
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Actualizado: 4 oct 2023

Aún no le doy lugar. Hacía el médium la plegaria y se la he cortado.
Paz, hermanos.
Todos somos llamados a juicio; y más estrechamente los que fuimos, es decir, los que debimos ser lumbreras en el planeta tierra y sólo fuimos la rémora, porque nos alimentamos de aberraciones, para las cuales fuimos instrumentos retrospectivos para el progreso.
El hombre que ocupa puesto de honor en la tierra, tiene obligación de dar impulso al progreso de los hombres; pero, por la debilidad humana y más por la malicia y sed de predominio, en vez de proteger el progreso, coarta las libertades; y cuando pasa de la tierra al espacio y ve la luz de la verdad, es de ley que venga a justificarse en espíritu y se encuentra en un caos; pero la justicia de Dios se impone y la razón acata esta voluntad y entonces nos humillamos ante nuestros hermanos; no digo bien: no nos humillamos; porque el cumplir un acto de verdadera justicia no es humillación. El Padre quiere corazones fuertes, que, si han faltado, digan: Padre, me equivoqué; quiero enderezar mis pasos, según tus fines; y por la ley de igualdad nos hacemos nosotros mismos justicia. Sapientísima ley. Yo la he visto y no quiero esperar el toque de justicia ya decretado.
Todos no pueden hacerlo con la misma facilidad y prontitud, pues los velos son más tupidos o más claros, según la conciencia de cada uno y la fuerza de su espíritu; por lo demás, la ley es igual y no tiene excepciones; hemos de aplicárnosla nosotros mismos. Esta es la ley suprema que la conciencia reconoce con la luz y esto es en la tierra, como en el infinito Cosmos.
Ahora bien. ¿Quién soy yo? ya sabéis un algo. He sido el jefe de un pueblo bravío y conforme al tiempo y a los hombres que debía mandar, fui bravío y aún feroz; pero en mi conciencia, cumplí con mi deber; en algo me engañé; pero mi espíritu, como el de todos los fuertes, se justificó ante el Padre y aceptó la Justicia; en esa existencia tuve mis afecciones; tuve mi prole; el hombre tiene afinidad dentro de las leyes de la carne y si cumple, mérito hace.
La familia se disuelve materialmente en la tumba y los espíritus andan errantes, buscándose. Cuánto placer. Cuánta alegría, cuando nos encontramos. Entonces vemos la grandeza del Padre, que de la oscuridad saca la luz; es la ley de amor la que obra tal prodigio. Santa Ley... Yo te adoro; pero entretanto, hay algunos que se olvidan y se corta la afinidad; pero es la ley de la justicia la que lo quiere, para que el espíritu causante de aquel olvido, ruegue y corra sin cesar hasta encontrarse; y al fin, en mérito a su trabajo, todos se encuentran; yo padecía este olvido, de uno de los de mi prole.
Pasaron los años y los siglos y hube de tomar cuerpo otra vez en la tierra y llegué a empuñar el cetro y la tiara. No es la aberración del espíritu humano; sólo se ven leyes dictadas por los humanos, a su hechura, en las que falta el amor y la justicia y en ellas el espíritu se atrofia y luego lloramos en las tinieblas; y cuando de nuevo recibimos la luz, hacemos propósitos y el que no supo ser rey viene a ser obrero, en virtud de las leyes de justicia por la igualdad y compensación. Oh sapientísima ley... Bendita seas... Pues por ti los hombres en la tierra suben y bajan de todas las categorías; más, ¡oh pobre humanidad!, que no sabemos aún comprender la ley de amor, ley de todas las leyes. Yo, como humano, tampoco la comprendí, y por esto no podemos dejar de pedir al Padre, porque hemos sido los continuadores de una obra inicua; más nosotros, quisimos enmendar lo que otros nos entregaron y no pudimos, por la presión, por las conveniencias y por la aberración. Hoy tenemos que confesar nuestra iniquidad, para desagraviar, para poner en su lugar al que representábamos contra su voluntad y entre vosotros ha estado, para que encontréis el camino expedito; y el que no cumpla, ocupará el triste sitio que le corresponda en la historia eterna de los hechos, para su vergüenza hasta su regeneración; y será mayor falta, puesto que Jesús os habla y dirige; felices vosotros, pequeñuelos, que tal merecéis oír su voz y que viva en espíritu entre vosotros.
Nosotros recibimos una continua acusación, que sale del fondo de las catacumbas y nadie puede sustraerse a esta acusación, ni aun los que no hemos participado en los hechos, pero que debimos reivindicar a los que en ellas sucumbieron y no lo hicimos, por falta de valor, porque meditábamos las verdades para nosotros solos y no hicimos luz, porque la carne fue más fuerte que el espíritu y nos llevó a la concupiscencia y a anular la ley de amor; por eso será la caída vergonzosa de esa obra inicua.
¡Oh diferencia estupenda! Las ovejas reciben la ley y los llamados pastores se envuelven en las tinieblas. A las moradas oscuras irán a parar. Yo ya las he visto y las confieso.
No soy refractario; con vosotros comulgo y comulgué con vosotros, pero no me fue posible declararlo en la tierra como hombre y lo declaro como espíritu y estoy bajo los auspicios del Padre.
¿Qué más os diré? Amados míos. Dejadme descansar; permitidme disfrutar entre vosotros que sois mis afines y ya os encontré. ¡Me encuentro tan bien entre vosotros!...
Tantos siglos hemos andado separados, que ahora, cuando me es concedido el permiso para hablaros, para escribiros, mi alegría es inmensa, porque sois mi amor de viejas edades.
Aún no estáis todos, pero hacia vosotros corren los que faltan y tendrán la dicha de veros juntos, si el que falta tiene valor de cumplir la misión que trajo; ¡pero está tan mal rodeado!... No me permiten más.
Recibid este beso y os doy la bendición del Padre. Adelante.
Hoy soy.
León.
Joaquín Peci o León trece,
El Rey Molmed y San Cayo,
es todo el mismo sayo.
Pero aún busca un otro trece
y lo busca en Granada,
y de mucho, tal vez nada
consiga del otro trece,
porqué estoy viendo que crece
la cizaña malhadada,
y si es así... ¡Pobre trece!...
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I
Autor: Joaquín Trincado
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