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Joaquín Trincado

Posesión P. Portillo; Septiembre 10 de 1911

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 28 sept 2023
  • 6 Min. de lectura

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Paz entre vosotros; amor os ligue entre sí. Heme aquí.


¿Por qué vengo? ¿A qué llego? Vengo a cumplir: llego a pedir.


Vengo a cumplir mi promesa de estar en medio de los que se reúnen en nombre del Padre; llego a pedir a los que vendrían tras de mí, que estén alertas porque el reino de Dios llega ya; porque se cumplieron los tiempos marcados en la profecía y es hora de que el misionero, cante el himno de Redención.


Muchos profetizan de lo que reciben; muchos ahondan ya con libertad en las cosas del Padre por mí y por otros dichas: los menos son los obcecados; pero éstos, aún empuñan en apariencia el cetro de la sabiduría y por su ceguera, ese cetro, es el de la ignorancia, la soberbia y la maldad.


¡Pobres mis hermanos!... Tienen la voluntad y no tienen el poder: no son los hombres contra mí todos; los hombres de progreso, los sabios que ahondan en las causas, todas las religiones que quieren estudiar su credo bajo la causa justa, no están contra mí; pero a todos les falta la luz: llevádsela vosotros misioneros del Padre y no temáis que nosotros trabajaremos en vuestro favor.


Yo fui un Mesías y no fui el único, ni solo. Fui el general de los Mesías de entonces y no di más porque equivocaron mi camino, que no era el del Gólgota. No vine a ser la víctima inmolada en la materia.


Hoy tenéis las grandes defensas preparadas por el Padre, para que los ciegos no sean los que os equivoquen el camino; más también entonces habían las mediumnidades y yo las poseía y con ellas me transformé en el Tabor, evocando el espíritu de mi compañero Juan... –Jesús, hermano mío... Perdóname: Te interrumpo para darte gracias porque con esta declaración, has rasgado un velo pesadísimo. Nadie, ante esta declaración, puede negar la reencarnación, pues Pedro reconoció a Elías.


–A eso he venido, a descorrer el velo; a cumplir mi promesa de aclarar mis actos, porque esto no era de aquel tiempo, y hoy es el tiempo. Afirmarlo en mi nombre y en vuestro nombre, porque somos enviados del Padre y en su nombre hablamos.


Los hombres degenerados, desaparecerán de la faz de la tierra; nadie los expulsa; el que levante la cabeza para ver la luz, su nombre será escrito.


La luz está sobre el candelero; hombres, miradla y seréis iluminados; aún es tiempo... ¡Ay!... Una parte de mis hermanos, quieren ser ciegos; están conformes con sus tinieblas y quieren llamarse hombres de ciencia y yo les digo: La ciencia es el amor del Padre. Sin éste, la ciencia os oculta sus grandezas.


Aún quieren más tiempo, y, los tiempos se han llenado para la humanidad terrestre. Quieren más tiempo para la carne... ¿Queréis carne?... El Padre tiene muchas moradas, que hoy os explicará el que a eso vino y a colocar a cada uno en la de su afinidad.


Sí; os lo dije en vida y lo repito en espíritu: “En la casa del Padre hay muchas moradas”. ¿No queréis el progreso, el amor, la luz? Pues iréis a la morada de los vencidos. ¿De carne sois? Con la carne iréis a luchar. Basta ya, el tiempo está en su plenitud.


Los espíritus de luz se comunican hoy en todas partes, porque el tiempo de la cosecha está cerca; ésta es la urdimbre del amor, para tejer el cerco del rebaño vencedor. La voluntad del Padre es ésta y se os dice: ¿Qué esperáis?


No más padecimientos en la tierra, en esta morada de expiación, porque ya es adulta y por su trabajo merece premio. El hombre que por su progreso ha luchado, es justicia que el Padre le recompense y quiere darle el disfrute de su labor en comunidad de hermanos.


¡Hombres de buena voluntad! Abrid los ojos a la luz; comulgad en la unión de los espíritus del Padre, con la mira de amor universal; hacer el reconocimiento de la transmigración de las almas, porque haréis justicia en vuestro favor y entenderéis la gran ley de las armonías; y... Adelante. Generales, mesías redentores de mesías, adelante portaestandartes del amor... Adelante, vosotros todos lugartenientes y estar en guardia....


Hermanos míos, rara vez me comuniqué y nunca estas verdades, porque no era hora; pero aquí lo vengo a hacer porque están mis afines, a los que explico, a los que pido, porque así es, justicia.


Aprovechad mis palabras, y no las guardéis para vosotros solos. Publicad sin miedo mis sentencias, que son del Padre y seréis benditos del Padre: la paz sea con vosotros. Amor, amor, amor.

Jesús de Nazareth.


¿Crees que te han de creer,

hermano mío Jesús?...

Dirán que no puede ser

que los fustigue Jesús,

porque, como Dios, es claro,

te adoran, pero clavado,

porque el látigo recuerdan:

y si tienes suelto el brazo,

usarlo otra vez pudieras...

Y así te quieren...Crucificado.

(Sin perder posesión)


Paz sea entre vosotros.


Felices de vosotros; más felices que yo, que en mi última existencia estuve rodeada de los retrógrados de los que venden mi amor; al que de aquí se ha marchado, y vengo a posar mi espíritu donde él ha posado.


Fui en mi última existencia a tomar materia, allá, a lo más alto de la tierra de España; siempre mi espíritu, buscando la más pronta salida del sol, porque en el sol adoraba la luz divina y aún en él veía la aureola de mi amado y la grandeza del Dios de Amor. ¿Era esto paganismo?... Pues que así lo sean todos y no serán esclavos del error.


Mi espíritu iba a la lucha, y para resistirla, hube de nacer de familia de alta alcurnia; mas, desde niña me equivocaron, y hube de vestir el hábito de monja. Pero esto lo acepté por las conveniencias y porque tenía que desarrollar mi ciencia reformadora, y entonces, no había otra ciencia que la de la Iglesia; trasladé al papel mis pensamientos y las inspiraciones de mi amor, a quien llamaba y veía y yo era feliz cuando me veía entre los ateos, entre los hombres de libre pluma. Pero, pronto los representantes de mi amor se percataron de mis ideas y se avergonzaron y trataron de obscurecer mi obra.


Pude, esta vez, desasirme, por los títulos de familia, y me dije, pues ya que de otra cosa no sea hora: haré conventos; y conventos levanté. Entre tanto, comía el trabajador; gasté mi fortuna y fui ayudada con óbolos de otros y pan di a las familias. Yo veía a aquellos hombres trabajar... No me atrevo a decirlo... (quiere decir como bestias), y comprendía que no ha venido el hombre a ser máquina, sino director de una máquina, y hoy, mi espíritu se extasía, al ver cómo esas máquinas automáticas que hoy tenéis, hacen que el hombre recobre el grado que le pertenece. Yo ideaba esas máquinas, pero ¿quién las hubiera hecho en aquel tiempo? Hasta los inventos, pues, los poseía, pero murieron como mi materia: por la atrofia.

Durante este tiempo, era la fundadora, la reformadora y escribía mis obras; pero mis votos de monja me obligaban a la Iglesia que odiaba; los jefes, viendo el peligro de mi libertad por mis escritos, me obligaron a profesar, y profesé; pero no me encerré, porque el humo de los cirios me eclipsaba, como densa tiniebla; y el murmullo de las letanías me hacía tan mal efecto, que aniquilaba mis fuerzas.


Yo quería la libertad, el roce de los pequeños, de los desheredados de la fortuna; la colina donde adoraba a Dios en el infinito templo de su grandeza; pero la libertad ya no la tenía; ya serían visados hasta los secretos de mi corazón, y sucedió lo que tenía que suceder: Que, de toda mi vida reformadora, me presentaron para firmar otra, que me hacía la mística, la ilusionada. A vosotros no han llegado mis escritos.


La intriga cayó sobre mí, y a vosotros sólo ha llegado lo que han querido. En estos momentos, llamaba a mi amor; oía su voz, le veía... ¡Pero estaba tan lejos!... Felices de vosotros que lo tenéis ante vosotros, que oís su voz y sus consejos: sois más felices que yo fui, pero tras él corro y me ayudaréis a llegar a él.


La paz sea con vosotros.

Teresa de Jesús.

Para muchos es sorpresa

Aquestas declaraciones,

Porque espíritus bribones

Quieren que sea Teresa

Lo que a ellos interesa;

La mística, la beata

Por gracia y no por sus dones,

Alcanzados por su esfuerzo.

Y es que, esos escuerzos

Son sus mistificadores.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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