top of page
Joaquín Trincado

Posesión M. Portillo; Noviembre 26 de 1911

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 30 sept 2023
  • 15 Min. de lectura

ree

Buenas tardes, el Amor os una.


Qué bello es el concierto; todo ha contribuido al éxito, todo el programa del concierto será hermoso cuando el principio tiene éxito.


Todas las páginas del concierto del universo son hermosas, porque su principio es bello, cuando bello es Dios; el programa de los hombres de la tierra, hermoso es; hay algunas notas discordantes, pero sirven para conocer el mal.


Todas las páginas de los hombres son grandes, según su genio; el escultor en su obra; el poeta en su poesía; el hombre de letras en sus libros... Pero la música... De esta diosa del arte, todos han tomado una parte. Por ella el poeta elevó el entendimiento, arrobado por las notas de la música, al espacio, porque la tierra era muy pequeña para su inspiración.


Por la música se eleva el sabio a las regiones etéreas, en busca del bien por el bien mismo.

Hermanos. Cada cual en su obra ve el átomo que le servirá en la naturaleza; y los ven como brotando en los frutos, en los árboles, en las flores, en las fuentes y en las aves; en todas partes, pueden todos ver su obra, la primera letra.


Pero el músico... ¿Qué podría componer con lo que recogiese en esta mínima tierra? Pobreza de notas; monotonías, tristezas, el músico no puede serlo sino después de haberse remontado a las regiones armónicas dentro de la cosmogonía, donde los mundos en sus movimientos hacen sonidos caprichosos, que resuenan en los espacios produciendo una armonía admirable.


Allí es donde el músico extiende sus vuelos en cuanto puede repasar la atmósfera pesada de la tierra, porque aquella armonía le atrae y porque su espíritu sabe que todas las cosas de la tierra hay que llevarlas a la música, porque ésta representa la armonía del universo, en la que las cosas más insignificantes, en la música tienen vida.


Estudiemos por partes; salid al campo en las horas más quietas de la noche, contemplando los astros que titilan sobre vuestras cabezas; subid a la cumbre de una montaña y oiréis la música (celestial diré poéticamente) si dais rienda suelta y libertad a vuestro espíritu, porque desde allí oís con más armonía los ruidos del mundo que habitáis; desde allí ya no son las aves, las fieras y los jilgueros que oís de cerca, ni el mugido de la gran bestia que os ensordece el sentido y os marca; oiréis la gran trompeta del animal cuadrúpedo que os hacía temblar de cerca, y allí es donde el músico recoge sus notas que reproducirá porque a medida que se eleva en la tierra y se acerca en las armonías del espacio, se afina, como si temiese hacer mal papel, en aquel espacio donde hay tantas armonías, ecos de otros tantos mundos, que revolotean en el gran Cosmos y es allí donde el músico recoge sus notas que reproducirá en el instrumento y con esas notas llevará a la música todos los actos de la vida.

Estudiemos más: os presento dos cuadros juntos, dos seres que cada uno es un cuadro; los dos se buscan, se encuentran y van juntos, según las circunstancias, lloran o ríen y forman un cuadro, cómico o sentimental; en sí, no tiene importancia; la poesía poco puede decir, la ciencia, aunque saque consecuencias, será una nota fría. ¿Queréis que ese cuadro tenga vida? Llevadlo a la música y a la escena y tomará cuerpo y vivirá.


Cuando aún no se componía música, para juntarse los hombres y llamarse para las luchas, la tea encendida era la señal muda; compuesta la música, ya el hombre no vela para ver si su hermano enciende la tea porque se encuentra en peligro, porque sabe que tiene una trompa, o un clarín, que vibrará en sus oídos, dándole en notas, órdenes, que comprende.


La carne se pegó a la tierra y por sí no se podía despegar; pero el espíritu lucha por elevarse, busca las armas de su razón que las caídas le enseñaron y se ilumina y se eleva a mejores regiones, a la verdadera patria de los espíritus, y éste ha sido el trabajo del espíritu desde el primitivo hombre que desgarraba el árbol y tiraba piedras a sus convecinos, los animales. Pero la música horrísona, producida con las pieles y los cuernos de aquellos animales, les cambió de situación.


Al presente, la guerra es horrible en sí misma; pero a los acordes de una marcha, el soldado se hace intrépido y recobra el valor, que tanto mayor será cuanto más atrevidas sean las notas de la marcha; caen heridos los hombres, pero oyen las notas de la música y el dolor cesa; puede más el entusiasmo de la música que el dolor de las heridas.


Después de las batallas, se encuentra decaído por las luchas y busca descanso; pero hay necesidad de una nueva marcha y de una nueva lucha; los trofeos tomados al enemigo le animan, los respeta, pero no le dan bríos; más la música entona una marcha alegre y guerrera y le recuerda el arrullo de la madre que lo espera y el soldado revive, se rehace y marcha desafiando al enemigo; no recuerda el cansancio de la anterior jornada y no siente esa carga a que llamáis cuerpo, porque la música le dio valor, fuerzas y decisión.


¿Veis cómo la música surte efectos hasta en los casos más funestos del mundo tierra? ¿Veis cómo es de necesidad estudiar la música? Al que la música nada le recuerda, ese espíritu está muerto; todos, todos si prestan atención, tendrán un hecho escrito en la música.


La música está escrita en todas partes y en diferentes tonos y armonías; pero cuanto más alto sube el espíritu músico, más elevadas y más espirituales serán sus notas.


Poneos al pie de una montaña donde corren fuertes arroyos que se despeñan en fuertes y majestuosas cascadas y sólo oís ruidos horribles que destrozan los tímpanos del sentido. Pero subid a la cumbre de una montaña y oiréis suaves murmullos y suspiros, que se convierten en armonía; y esas grandezas de la naturaleza, el músico tiene que llevarlas a la música y a la escena, para enseñarlas a quien no puede ir a contemplarlas al natural.


Hombres que os inspiráis, que trabajáis para descubrir algún secreto de la naturaleza y llevarlo a la ciencia, estudiad primero la armonía y os será fácil después observar como las plantas que veis en vuestros campos o jardines, como de día no crecen o apenas se percibe su crecimiento; es que no le es necesario esforzarse, porque su aliento le llega del sol; pero observad cuando el sol se retira, cómo la planta da vueltas para buscarlo y cómo cuando se oculta el sol, se estira y os admira a la mañana su crecimiento; es que la planta se revuelve, se estira, levanta la cabeza, para que antes le llegue el beneficio solar; estudiad y encontraréis el secreto. El músico lleva ese estudio a la música y da vida al entendimiento; pero sólo puede hacerlo el músico que ha salido de la materia y se ha elevado a la cosmogonía.


Hombres matemáticos, metafísicos, de ciencias, poetas y literatos, sabed que el músico es vuestro cóndor. El músico es el espíritu de misión que debe escribir en notas los ritmos de la naturaleza, entre los cuales está vuestro hermano que os ama.

Rossini.

Se volvió a posesionar el médium Portillo y dijo:


Buenas tardes. Amor, amor, amor os una, porque el amor es la verdadera justicia. Más el hombre no puede ver la justicia, si no es imperativo al hombre; es un error la imposición de la justicia imperativa, déspota, que saca al hombre enfermo de la sociedad y lo condena al no ser; la justicia así es un baldón de la humanidad; son hechos de los hombres de la carne, los que han dirigido por esos caminos a lo que llamáis justicia; y eso no es más que el resultado de los prejuicios que dominan al hombre legislador, que se alimenta de falsos principios y equívocas doctrinas, de orgullo y de supremacía, que absorbe todos los principios de opresión; lo que llamáis justicia es un delito de lesa humanidad; estos legisladores se han dedicado sólo a recoger las faltas de sus semejantes, que son faltas de esos mismos hombres de la ley, porque han mantenido en la ignorancia y han encendido los odios con el castigo y el retiro del enfermo de la sociedad.


Hay un caso mucho más lamentable, mucho más delictuoso. Veis en el arroyo seres desheredados, sin amparo de los hombres, ni de la ley, bañados en el vicio y corrupción de los degenerados hombres de la sociedad, a cuyos desgraciados seres les llamáis “los bajos fondos de la sociedad”. Es vuestro trato y desidia lo que los degenera y son, por necesidad, vuestra afrenta en sus hechos y vuestro castigo en la conciencia.


¿Por qué esos niños no han de llevarse a la escuela? ¿Por qué en esa escuela no se enseña el amor, la justicia del amor y la igualdad del amor? ¿Y decís que estáis civilizados? Estáis civilizados y se encuentran pequeños seres tirados en las calles, obligando a la madre a ser criminal, porque habéis creado una casa de maternidad, por vergüenza, no por amor; más la habéis legislado tan irracionalmente, que es camino penoso y vergonzoso y sólo por la recomendación puede llegar a ella el recién nacido, y esto, después de haber sufrido la madre todas las vergüenzas y el deshonor. ¡El deshonor!... La madre que da vida a un ser, porque a eso vino, cumple la infalible ley del Padre Universal, impuesta a todas las cosas.


Esa mujer es herida en su alma con la palabra “deshonra”, con que la castigan vuestras leyes civiles y sociales; leyes que son la antítesis de la ley divina, de la ley del amor. Esa madre es señalada con el dedo porque no puede ocultar eso que llamáis deshonra y la señala otra mujer más degenerada, otra mujer que mató en su vientre o abandonó a otras manos, cuando no lo asesinó, el fruto de una pasión, el fruto que debía ser de amor.


Es señalada aquella mujer, por esta otra degradada de la sociedad, de la posición, que ocultó su delito, verdadero delito, porque para no obstaculizar su pasión, para ocultar sus infamias, toma todas las precauciones de los malos principios y se opone a la ley de la naturaleza.


Es señalada aquella mujer por el hombre de... honor... que la deshonró, y ha puesto en la ley castigo y oprobio para la víctima y la absolución para el victimario. ¿Y os llamáis civilizados?

¿Os llamáis civilizados y no sabéis que todo ser que viene a la tierra, viene porque tiene qué hacer en ella, porque viene en cumplimiento de la ley del mandato del Creador?


¿Quién os ha dicho que ese ser entró en el mundo por la puerta falsa?


Ellos vienen a desempeñar el trabajo que la ley les impone en la eterna creación. ¿Por qué, si sois civilizados, no les ayudáis?


Recogéis a los menos en la maternidad que levantasteis por vergüenza, y aún imberbes o sin educación, o con educación equivocada, los ponéis a la consideración del pueblo prejuiciado de errores y patria y ese niño, ese ser, lo habéis degradado con nombres de desprecio. ¿En dónde, en todo esto, se ve el amor? ¿Dónde se señala un solo punto de civilización? Apenas si tenéis un poco de ciencia.


Registrad los hechos en vuestra historia y veréis los más grandes hechos, realizados por hombres nacidos en esa condición, de los que fueron educados y veréis que lo que hacéis es un delito de lesa humanidad.


Veis también que un hombre recoge un ser de esos; lo educa y lo quiere y no es un ser extraño y llega a ser un verdadero hombre; si estudiáis en la ley de los afines, tendréis la solución y comprenderéis que el hombre que educa al párvulo cumple la ley de la justicia impuesta en la ley universal; y es que aquel ser vino buscando a aquel que le debía aquella deuda.


Entremos en la lucha de clases; este aforismo es inicuo y ha ocasionado las grandes hecatombes que registra la historia y así seguirá hasta que os unifiquéis y desaparezcan las clases y las supremacías; llegaréis a la unificación, pero viene ésta con pasos muy lentos, porque el progreso que tenéis es sólo material y egoísta; pero es una acción que, aunque lenta, es segura.


Vamos a estudiar un caso: hay tres hombres, el primero, viene del arroyo o es, como lo llamáis, de la clase ínfima, sin suponer que sea vagabundo, porque si lo es no es suya la culpa, es culpa de los gobiernos, es culpa de las llamadas clases elevadas. El segundo, es un hombre de talento y disposición, un obrero, que, aunque de familia humilde o de mediana posición fue educado para el trabajo, en cualquiera de los ramos del saber humano; pertenece a la clase media. El tercero, es un ricacho acaudalado, o con engañosos títulos de nobleza; tiene todo lo que desea, se hace servir autoritariamente.


El primero de estos tres hombres lo llamáis el burro de carga; es pobre, no tiene más que sus brazos y trabaja de día y de noche para comer un mendrugo de pan duro y aún lame los pies al que le da trabajo; pero el Estado no se cuida de su nombre, sólo lo toma para llevarlo a la guerra; en vano intentará pedir justicia en un acto de abuso y de atropello en sus derechos de hombre; verá su hija corrompida y su mujer deshonrada por el de la clase alta, por el ricacho, por el de diferente sangre. El juez buscará y encontrará en la ley un subterfugio y libra al reptil corruptor y aún condenará al deshonrado hombre, burro de carga; éste, clama, lleno de ira, desea venganza y protestan con él otros deshonrados; pero sus corruptores harán descargar las armas fratricidas, barrerán a la multitud y la tierra será bañada con la sangre del pueblo oprimido. ¿Esto es justicia? ¿Es esto amor? ¿Y decís que estáis civilizados?


Al segundo hombre, ya se le toma el nombre; ya se le ocupa en los servicios de la ciudad; o es un artesano o un artista, o buen agricultor o literato, ingeniero, arquitecto, etcétera; y como hombre que en caso de necesidad sabe estudiar y defender sus derechos y muchas veces, por indignación de una injusticia sale en defensa del primero, y llega en un momento a ser el defensor honrado del pueblo; pero se trata de ganarlo y se le soborna algunas veces, pero es el freno de los desmanes del tercero; pero este hombre, sólo puede pisar en las calles de la ciudad; su vida es estrecha, porque tiene que guardar las reglas de la decencia y para esto tiene que privarse de lo necesario; vive muriendo no puede salir de las puertas de la ciudad; no hay un jardín donde extasiarse, ni un bosque donde poder estudiar a la naturaleza, porque pertenece al ricacho, al corruptor, al improductible y sabe que si va al jardín o al bosque, allí tiene el potentado sus perros fieles y si no lleva un salvoconducto, será muerto por aquellos, y si va sin ese salvoconducto, que casi siempre es negado a quien lo pide, aunque sea para estudiar, o para dar oxígeno a sus envenenados pulmones, paga ese atrevimiento con la vida y ya está juzgado, entró en propiedad ajena; no importa que el fin fuera bueno, él no tiene derecho a respirar. ¿Es esto civilización?


Pero el tercer hombre, el que no trabaja, el que humilla a los otros en su ostentación, el que tiene perros en sus jardines y bosques y matan al que no lleva el salvoconducto y la justicia nada tiene que hacer; el que lleva la corrupción al corazón de la joven y el deshonor al esposo y soborna a la justicia, ese, impera y se burla de los otros dos; ese tiene entrada libre en todas partes, aunque sea un imbécil. ¿Es esto civilización? Permitidme que os diga: apenas conocéis la A de la ciencia en vuestras leyes, pues no pueden unificar a los hombres, que es la civilización. Pero se está operando una reacción y las multitudes conocen ya los derechos que la verdadera civilización les da, debido al contacto y trabajo del hombre segundo con el primero, porque el del medio, es sabio y conoce que el primero es la fuerza que él puede dirigir para reclamar los verdaderos derechos de hombres y borrar las clases y enseñar al déspota, al tercero, las leyes de hombres, los derechos humanos, y esto llega con la implantación de la ley de amor.


La maldad de las leyes y el libertinaje de los poderosos, no sólo ha hecho clases en un pueblo, sino que hace leyes opresoras y destrucción de los hombres de color, y yo os pregunto: Si tuvierais un jardín en que sólo hubiese una rosa, por grande y hermosa que fuera, qué atracción tendría para vuestra vista y para todos vuestros sentidos? En todas las cosas la variedad hace hermoso el conjunto; y si a vosotros os llena y atrae la variedad del jardín y las rosas, ¿cómo comprendéis que el Creador no tuviera ese gusto en su jardín de la tierra y lo poblara de flores de todos los colores y de hombres blancos y negros, cobrizos, etc.? Y como en todas las cosas que son plantas de la tierra sembró la variedad, así en el hombre fósil puso los colores que le agradaron, sin sembrar en él la discordia, como no la sembró en las plantas; todos en el mundo son iguales para el Padre y tenéis el mandato de la unificación.


¡Hombres, hermanos míos que me escucháis y que habéis de leer estas notas que se escriben! Yo os llamo con amor. Estudiad en la unidad y habréis implantado la justicia; estudiando con los prejuicios y los falsos principios retardáis los hechos de la verdadera justicia y faltáis a todos los verdaderos principios.


Yo os lo digo, las supremacías no existen; la solidaridad no se compone de lo homogéneo. La unidad, la armonía universal es grande, porque se compone de todo lo heterogéneo; el hacer esta unión es la verdadera sabiduría, porque unir lo que es homogéneo, no es ciencia; ello sólo se hace solidario. El hombre, al hacer sus leyes que han de regir su sociedad, debía estudiar lo heterogéneo de todo lo que compone el mundo tierra, para unificarlo y haría código de justicia y haría alabanzas al Padre. Os llamáis civilizados y aún obra sobre vosotros un código de justicia irracional y egoísta.


Habéis visto en el ejemplo de los tres hombres, uno tildado, escarnecido, desheredado de fortuna y de protección, porque no conocía la llamada riqueza que da nombre en vuestra sociedad egoísta y este hombre se ve obligado a estar en discordia con el mundo entero. Vemos al segundo, que la sociedad sabe que no puede prescindir de sus conocimientos, pero le mezquinan sus servicios y se le condena a vivir muriendo y no puede ir al jardín ni al bosque sin un salvoconducto, y esto le obliga a estar en discordia y buscar en los primeros la fuerza bruta y promover tumultos para derrocar al injusto juez y al déspota gobernante, porque el tercero, el opresor, el corruptor, aprovecha el talento del segundo y el sudor del primero para hacer cadenas de opresión y sobornar al juez y al gobernante, que si no lo son por verdadera sabiduría, son parias con el sobornador, que a su pedido, el gobernante hará una ley caprichosa y el juez sentenciará al inocente, cometiendo delito de lesa humanidad.


Esto ha sucedido y sucede aún hoy que os llamáis civilizados, porque el hombre tercero, el corruptor, rebatió la ley de unificación predicada en todos los tiempos y se mató a los misioneros; esa ley de unificación es justísima; y a pesar del soborno y de la fuerza bruta, el hombre oprimido se atrajo con su justa protesta la mirada del segundo, que vivía muriendo y toma la justicia por su mano, no son aquellos responsables de sus desmanes, si en ellos no reina el odio.


¡Pobres hermanos míos! Pobres jueces y gobernantes, que no os inspiráis en el amor y la unidad del Padre. ¿Decís que sois civilizados?, apenas sois un poco ilustrados, y esto en la discordia; pero está el hombre del medio, que posee la sabiduría y se va imponiendo con la razón y enseña al primero a luchar con principios y no con armas y quiere unificar, llevar el amor fraternal como base sólida, y el de abajo y el del medio toman el aroma fragante de la flor de la unidad, que se llama amor y ha aprendido que puede esperar su rehabilitación y que hará reinar la paz y la armonía que ellos respiran en esa hermosa y aromática rosa: la fraternidad.


Ya estas dos clases se han unificado, y estudian los movimientos del grandioso panorama que divisa desde el sol saliente al sol poniente y por su grandeza, ha ido ahondando en la cosmogonía, porque oye voces en su conciencia, en el titileo de los astros que contempla en la serena noche; y el Padre, amoroso y solícito, manda a sus espíritus acercarse a la Tierra y venimos y os hablamos, en virtud de la universalidad.


El hombre tercero, embriagado en la miel de sus pasiones, es sordo a nuestras voces; el primero nos oye, pero está cohibido por su deseo de venganza, por la opresión y el desprecio; nada más puede dar en el primer momento; pero se instruye, porque el del medio es el misionero: a éste le hablamos, a éste le damos los secretos para llenar los vacíos; a éste le pedimos que implante la ley de amor, porque es hombre inmaterial, viviendo en la materia, pero tomando de la materia lo justo.


Este hombre, que ya es sabio porque estudia la cosmogonía, y ama el amor, no le satisface la ley de los gobiernos que establecen diferencias; conoce que el mundo tierra, con todos sus colores, es una sola familia y le pide al Padre, y el Padre le habla por sus espíritus y el hombre escribe y mañana dará una ley, que será de amor y justicia, que unificará a la humanidad.


En amor y justicia, venimos nosotros, espíritus de luz y de verdad, a hacer este llamado y a deciros, para luz vuestra, que aún no sois sabios, cuando menos civilizados y os concedemos sólo el título de ilustrados: sólo entre vosotros está civilizado el misionero, porque él castigará sin odio y ama la materia, sin materializarse; ved en él los dos niveles del Padre que unificarán a la humanidad: la Justicia y el Amor.


Que os desea vuestro hermano por la Universalidad.

Che Auffer.

Rossini nos llevó a un brete

en música... celestial...

Che Auffer nos da un membrete

en que se lee... Animal...

Hombres, hombres, estudiad,

que esos han dicho bien claro,

“Aún no sois civilizados” …

Y es el caso...que es verdad...

Terminó el tomo primero

Con dos cuadros reales, reales

que nos quitan los pañales

poniéndonos... andadores...

y los caminos bien llanos,

y con guías y escuderos

que el peligro nos señalen,

y da fe Joaquín Trincado.


FIN DEL TOMO I

NOTAS. –De la autenticidad y de haberse recibido así, doy fe. Los nombres cifrados o sustituidos por puntos suspensivos, quedan en archivo por convenir así aún.


OTRA. –No admitimos discusión de los nombres ni de los principios, pues para los disconformes, los sistemáticos, los aberrados y los espiritualistas, decimos: Ahí quedan, expuestos, fenómenos y principios y alguien los dio. ¿De quién queréis que sean, del Médium, del Espíritu o de Trincado?


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I

Autor: Joaquín Trincado



 
 
bottom of page