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Joaquín Trincado

Posesión M.P. Noviembre 24 de 1911

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 30 sept 2023
  • 3 Min. de lectura

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Bienvenidos seáis, queridos hermanos.


Yo he venido a vuestro lado a descansar de tan pesado camino.


Veo vuestro adelanto, pero aún no es hora de daros la enhorabuena; aún os queda mucho que trabajar en preparar el gran día y mucho que luchar, hasta la batalla decisiva, día en el cual os encontráis frente a frente del encarnizado enemigo de la Paz; día en el que esperan todos los espíritus de luz, para que el Amor reine.


Yo soy un espíritu que en la tierra armó grandes revoluciones y en el espacio, lo único que hice fue también armar las mismas revoluciones, tenía odio y esto me ha hecho padecer; de mi odio ya estoy arrepentido.


Cuando el espíritu es malo... ¡Cuánto daño causa! No sólo a sí mismo, sino a los hombres encarnados y a los espíritus ligeros que se presentan a las travesuras; he tenido tantos sufrimientos porque creí en la materia, y que una vez ésta desaparecía con la muerte, nada más había; ¡estaba equivocado!


Cuánto tenéis que trabajar, hermanos, no sólo con los ignorantes, sino con los sabios, con los llamados sabios, ésos quieren la supremacía y no admiten la igualdad.


Cada cual, cuando viene a la tierra, trae una misión que cumplir, pero la materia es inclinada al mal y arrastra el espíritu consigo y lo hace sufrir al principio; luego el espíritu: traía gran misión, pero por la influencia de la materia se arrepintió; cuando dejé la materia sufrí un desengaño terrible y mis sufrimientos han sido crueles.


Nosotros, sacramentados, no queremos que sufráis esos desengaños y por eso vengo a deciros mis padecimientos, que todo lo que padecen los hombres en la tierra, no son nada comparados con los que padece el espíritu.


Me encuentro triste en veros, porque un algo tenemos que nos perjudica; pero es necesario para vuestro adelanto.


Es preciso seguir y luchar, y luchar más que lo que hoy lucháis.


Yo, hermanos, padecí porque estaba en la falsedad, era fraile; fraile nada más.

Yo os amo y os digo: luchad y amad. Fírmame sólo.

J. L.


“Era fraile, fraile nada más”,

dice para disculparse.

¡Qué harán los que son más frailes

que este “fraile nada más”!...

Se volvió a posesionar la médium y quedó con fuerte lucha. Comprendí que tenía delante un buen pez, que ya tenía anunciado y lo comprobé por la médium escribiente y el vidente González.


Exhorté al espíritu a que tuviera confianza en el Juez que Dios le daba, que era un Juez de Amor y el amor me inspiraba, y tanto más cuanto más grandes fueran los delitos que hubiera cometido, siempre que yo viese arrepentimiento. Vi dos gruesas lágrimas en los ojos de la médium y aproveché y dije: “Dilexi Justician, et oderit iniquitatem propterea morior in ixilio”. He amado la Justicia, he odiado la iniquidad, por esto muero en el destierro.


Al oír estas palabras dio un gran suspiro y lloró más; son las que pronunció Hildebrando al expirar.


Comprendí su dolor y arrepentimiento; le dije que le dispensaba por aquellas lágrimas el relatar su historia, porque la conozco, le invité a que llamara en su ayuda a la que quiso, y lo quiso la princesa Matilde, que después de muchos sufrimientos y reencarnaciones era un espíritu de mucha luz y en nombre del Dios de Amor le concedí la luz.


Sólo pudo decir adiós y confirmar su nombre con una inclinación de cabeza.

Gregorio.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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