Posesión M.P. Diciembre 1 de 1911
- EMEDELACU

- 14 oct 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 7 nov 2024

Siento haber sido engañado en mi última existencia, por lo mucho que he hecho sufrir y yo he sufrido.
De niño fui engañado en esa falsedad que se llama religión cristiana, por cuyas doctrinas, fui delincuente por el fanatismo.
Fui un pobre obrero, y me llevaron a aprender un oficio; mi oficio fue herrero. ¿Para qué más infierno que el de mi fragua? Es ese el único fuego que he visto; no he encontrado el que me pintaron de niño en la Iglesia Católica; aquí no hay más fuego, ni más sufrimientos, que el remordimiento de la conciencia por las obras hechas en la tierra; y os lo digo para que así eduquéis a vuestros hijos; sólo el trabajo y el amor a los semejantes, debe ser la educación del niño.
A mí me enseñaron a trabajar, pero me llenaron de fanatismo y me enseñaron como aún enseñan en esa Iglesia; que todos los medios son buenos para conseguir un fin.
Como ya sabéis, la costumbre de los pueblos agricultores de madrugar para ir a la herrería a preparar, a “Aguzar la reja” se dice allí; pues bien, un día, estaba sudando como siempre al chorro, y cuando se juntan varios, de todo se habla; este día desgraciado, uno empezó a hablar y a decir mal de los curas y de la religión y se discutían las cosas de la Iglesia y del más allá, y mi víctima sostenía todo lo contrario de lo que yo había sido educado: y al decir que no creía en los curas y frailes, porque eran tales y cuales... Con el mazo grande le di en la cabeza y luego lo metí en la fragua.
Como predominan en la conciencia, yo no caí del todo en la indignación del pueblo y aún por la justicia, de mis hechos, se pedía indulgencia y yo, aún creía que había cumplido con un deber, por lo cual me recibirían los ángeles: pero pronto comprendí mi engaño y ahora veo mayor la falsedad de esa Iglesia.
El hecho debía realizarse por completo; en un momento se me presentó uno de esos que tanto predican esa falsedad y me aconsejó que, para no ser deshonrado en el patíbulo, debía acabar mejor y me dio un veneno y él, se marchó, tan tranquilo.
Dios mío. ¡Cuánta maldad se encierra en esa Iglesia infame!
¡Por mi educación y fanatismo corté la existencia de un ser que ahora es el que más me ayuda a salir de mis tinieblas; y mis consejeros, los dueños de mi conciencia, cortan la mía, porque mi deshonor les alcanzaría a ellos y huyen de mí en el espacio; mas yo ya os perdono y pido a Dios que os perdone!
Perdóname tú también, pues confieso que estaba equivocado; sí, hermanos míos, mi víctima me perdona; descorredme este velo que me puso esa fatal Iglesia y yo os ayudaré en vuestra obra; ya me dicen cuál es; pero no los odiéis a esos pobres comerciantes de las almas y de Dios; son ciegos en su conciencia y pedir la luz de su razón.
Gracias, hermanos míos, ya veo la luz y me baño en la Verdad y me voy con mi víctima, que se llamó F.O.; era de Tábara-Buena, yo de Toro y me llamé R.G.; mi espíritu es viejo y posee conocimientos que vendré cuando descanse a comunicaros.
Adiós.
Es remache de un herrero
que es difícil de romper
pues que confiera su hierro
impuesto por esa infiel
religión del Dios más fiero
que al hombre lo hace temer.
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II
Autor: Joaquín Trincado
%2014_30_25.png)


%2014_30_25.png)


