Abril 2 de 1912
- EMEDELACU
- 25 nov 2024
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Venganza frustrada de los espíritus de maldad, en la niña Estrella Barreiro, de 10 meses de edad.
Es demasiado grande este hecho, para dejar de narrarlo e incluirlo en el Juicio que estamos celebrando.
El espíritu que anima el cuerpo de esta niña es el que fue la gran Concepción de Arenales.
Esta, en espíritu y poco antes de encarnar, se nos comunicó y nos dijo: Hermano, vengo a la tierra para ayudarte en tu gran tarea. ¿Dónde encarnas y cómo te conoceré? Le pregunté.
Cerca de ti, seré mujer y me conocerás cuando te tenderé mis bracitos y te sonreiré. __ Ya he dicho en otro lugar el modo extraño como vino a mi casa esta niña con su amante madre. Pero el caso de este día ni yo lo esperaba y seguramente este espíritu ni lo pidió ni lo precavió.
El 31 de marzo, Xavier nos dice: “Estad firmes y sed fuertes nos dice el mismo día el hermano Segfag Segfag” lo que indica las malas intenciones de los “Negros de hollín” que dentro de pocas horas van a ser expulsados de los espacios de la tierra.
Hoy a las 13 y ½ estaba transcribiendo las últimas palabras de Segfag y se me presenta una señora Concepción J. de Trillo, prima de Salomé F. Barreiro, madre de nuestra Estrella con la niña en brazos, la cara cadavérica, los ojos hundidos y amoratados y la madre que apenas pudo llegar, se desmayó. ¿Qué había pasado? No había tiempo que perder; un poco de calor al corazón y débil latido, me anunciaba el desenlace en un segundo más. Tomé la niña invocando todo mi poder mientras que mi espíritu seguía el débil cordón fluídico. Ordenó inmediatamente la posesión a la médium y con la rapidez del pensamiento se posesionó María de Nazaret.
Tras largo silencio y gruesas lágrimas al propio tiempo que tratábamos de reanimarla, me tomó de las manos María y un ¡Dios… mío!... lastimero, indicó el terrible momento. La madre se había vuelto a desmayar y solo pronunciaba estas palabras: ¡Hija mía ya no te volveré a ver más!... Ante aquel dolor, ante el amor de la niña, mi espíritu que perseguía a la legión de espíritus serpientes, me sigue el doble de la médium y llegábamos a una atmósfera irresistible; la madre en su amor y desmayado su cuerpo, el espíritu nos seguía y arrancamos el espíritu, de sus vengativos perseguidores que huyeron despavoridos ante la inesperada visita de mi espíritu. En este momento que el cuerpo de la niña estaba frío y solo un poco de calor le quedaba en los centros de vida abrió los ojos y un amargo llanto rompió el silencio y buscó a su madre que a poco volvió en sí diciendo que había mucho humo y calor; no se daba cuenta de donde su espíritu venía.
María de Nazaret respiró y llorando dijo: Hijos míos, gracias, por vuestra voluntad y fe, estoy angustiada, me retiro, volveré pronto. Dad un baño caliente a la niña. Con un apretón fortísimo en el que pareció dejar todo su amor se retiró.
Auxiliamos a la madre, se preparó el baño y al darlo a la niña, se volvió a posesionar María, siendo ella misma que lo dio, entre tanto que yo atraía la influencia de los espacios de amor y luz; al decir María la venganza que quisieron tomar esos “Hijos desgraciados” la madre de la niña se volvió a desmayar y su espíritu voló al mismo punto donde arrancamos al de la niña y esta vez se tapaba la nariz porque no podía resistir la atmósfera pestilente de aquel lugar; es la atmósfera que rodea el mundo primitivo que ya algunos ocupan y que ocuparán dentro de pocas horas las legiones de sordos y ciegos.
Se retiró y habló el hermano Juan Bautista, que dijo: Vengo por ésta, todo se ha acabado; pero hermano, tienes razón; has dicho que, cuando del amor se ríen la justicia se impone. Pobres desgraciados… Pero el Padre todo lo puede en su amor y justicia; un segundo más y habrían truncado esta misión; que no le de la madre el pecho ahora y que se saque la leche y a la mañana que ella y la niña tomen una purga; valor que son los momentos terribles. Adiós.
Ahora bien. ¿Qué había pasado? Ya la noche anterior, la madre, dice, que hasta en el pecho, la niña daba chillidos como si le pegaran; hoy a la una de la tarde, la tenía en brazos un chico que estaba en el patio de la casa; y sin haber ningún estorbo, ni nadie que lo empujase, el chico cayó fuerte y hacia adelante: cosa extraña, si se tiene en cuenta, que el peso de la niña lo hacía forzosamente echarse hacia atrás, cosa que debía obligarle a caer también de espalda; pues fue lo contrario y a propósito para que la niña pegue en el suelo con el occipucio y soporte, además el peso del muchacho que pesa de 24 a 30 kilos. La niña sufrió congestión cerebral, que la medicina no habría podido volver a la niña, porque ésta no podía ver que era un asesinato, hecho por los que ciertos hombres podemos ver.
Confúndase la maldad y la incredulidad, ante hechos de esta naturaleza.
Pude luego apreciar en la niña una mancha amoratada en el mismo centro del cerebro, cuyo golpe es mortal de necesidad a todo ser.
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Buenos Aires. Abril 2 de 1912.
No creía que tuviera este cierre este cuaderno V de anotaciones, al que le sigue el VI que sólo contiene el Acto y Acta del Juicio.
Joaquín Trincado.
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II
Autor: Joaquín Trincado