Posesión de M.P. Noviembre 16 de 1911
- EMEDELACU
- 30 sept 2023
- 4 Min. de lectura

¡Qué prisión horrorosa! Dentro del agua fría y entre estos barrotes. ¡Qué poca compasión!...
Sola, abandonada, mi madre no viene a verme. ¡Pobre madre mía! ¡Qué dolor pasas por tu hija! ¡Qué desgraciada soy, por aquel infame que ha jugado con mi honor, que por amor le entregué!
¡Por Dios, misericordia!... Sácame de aquí, de esta agua... Pero... Esta voz no es la que oigo otras veces... ¿Quién eres? ¿Eres mi juez? –Sí, seré tu juez, pero de paz para tu espíritu; dime lo que has hecho, no temas la sentencia, que mi justicia es de amor; pero comprende que no eres ya mujer de carne, que sólo eres espíritu, y que los barrotes y agua que aún sientes, sólo están en tu ceguera, por el odio. Sigue ahora y dime por qué sufres.
–Yo tenía a mi prometido, que lo amaba y él también; por el amor que nos teníamos me venció y le entregué mi honor; luego se mofó de mí, porque otra mujer tuvo la culpa y aún se burlaba él de mí cuando me encontraba y le pedía que salvara mi honor.
Me armé de una navaja y se la clavé para salvar mi honor pisoteado, lo haría otra vez. ¡Cuánto me hizo padecer!...
–Pues, hermana, si persistes en el odio, yo no podré sacarte de donde estás; tú padecerás y tu madre también; en cambio, perdona a tu enemigo y verás a tu madre y poseerás al hombre que amabas.
–Pero, ¿qué juez eres que así me hablas? –Ya te lo dije, mi justicia es de amor; dime dónde fue esto, tu nombre y el de tu víctima. –Pero... cómo que te diga dónde fue, ¿pues, acaso, no estoy en Ávila?...
–Pobre espíritu; estás en América... –Si a América nunca fui ¿cómo es esto? –Cuando perdones y veas la luz, te lo explicarás todo.
–Pues, bien; soy de Ávila, mi prometido, José; yo, Josefina Golme.
–¿Conoces a Teresa de Jesús? –Sí, la veía en su Iglesia. –¿Perdonas a tu seductor? –Sí, lo perdono. –De modo que, si lo vieras, ¿no lo matarías? –No. –Llama a Teresa de Jesús, que ella te acompañe, y abre los ojos de tu espíritu y ve a tu amado. –¡Oh!... ¿Qué es esto? Esto no es luz, es fuego, y, ¿qué veo? ¡Ay... José!... Sí, te perdono.
Hermanos, gracias... ¡Qué ofuscación por el odio! Hoy no puedo más; os debo una gratitud, volveré, adiós.
Josefina Golme.
Quedó posesionada la médium, y dijo:
Por fin, gracias al Padre; bienvenidos seáis.
Vengo un momento a descansar de mis tareas... ¡Qué campaña, hermanos, desde que no os he hablado!... ¡Y qué sinsabores pasé por mi protegido; ya está cambiado; es cierto que mucho a penado y no menos nosotros; y como nos alimentamos de nuestro bien, como os falta, padecemos! Nosotros no nos alimentamos de lo que vosotros llamáis plata, pero vosotros la necesitáis y algo nos llega a nosotros; si ella os ayuda a pasar la vida tranquila, todo es bueno.
Qué felices seríamos los espíritus si no tuviéramos a nuestro alrededor espíritus (dejadme decirlo porque así lo entendéis) infernales, aunque los llamamos de cabeza dura y son los que nos desoyen en las exhortaciones y se vienen a rodearos, a influenciaros mal y nos tienen en continuada lucha y padecemos porque os hacen caer.
Ahora voy a responder a vuestra discusión que habéis tenido. Pobres hermanos míos, ¡qué equivocados estáis! Tened más miedo al muerto que al vivo; el vivo podrá haceros daño, pero él también se expone a recibirlo de vosotros, y, a menudo, el terror del uno al otro evita el mal de los dos; pero del mal espíritu, ¿cómo os libraréis, si obra a mansalva? El medio es sólo la oración; pero ésta no siempre beneficia al momento si el enemigo es un cabeza dura.
Es cierto, de todo lo que has visto (dirigiéndose al hermano González que asistía por primera vez y es médium vidente), parte es verdad; pero, en lo demás, también habéis de hacer provecho, estudiando; entre los mistificadores, los hay de tal poder y astucia, que en nada se paran y lo representan de modo que no es muy fácil distinguirlo. Esos ríos de sangre, los espíritus elevados muy rara vez lo representamos y, las más de las veces, vuestra materia imperfecta es la causante de ellos; pero, nosotros, hermanos espirituales, nos rodeamos de esas cabezas duras para así evitar el mal.
Vosotros podéis oír nuestras voces, si muchas veces pusierais cuidado, cuando sentís las malas influencias.
Aquí, en este momento, os rodean más de un millón de espíritus, que algunos oyen y todos podéis oír; afinando los sentidos, todos llegaréis a oír y entonces el espacio será purificado.
¡Qué tiempo, hermano mío, que no te hablo, y a mí casi me has olvidado! Aquella materia tan imperfecta tuvo la culpa de muchas cosas; orad por ella, hay que salvar a su espíritu que pronto recibiremos entre nosotros, no la dejaremos, porque sería terrible.
Cuando preciséis, hermanos, parad oído, que muchos de vosotros podéis oír y seréis consolados; escuchad, aprended, que, si trabajáis, pronto sabréis distinguir.
Hoy, sólo he venido a descansar, porque me es grato; pero no me olvido que tengo una deuda que cumplir sobre la creación del espíritu. Cuando quieras, hermano mío, menos hoy, daré la explicación, porque una vez hay que sembrar para ver qué frutos da la tierra, y en la segunda siembra, recoger buen fruto; yo, no he sembrado la segunda, y aún es necesario sembrar.
El Padre os ayude; yo os saludo y os acompaño.
Lázaro Ramos.
¿En dónde estará el descanso,
si Lázaro tanto sufre?
Yo sé que éste está en la cumbre,
Del consejo es secretario,
Viene y nos dice que sufre.
¿dónde está el Cielo cantado?
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I
Autor: Joaquín Trincado