Posesión de M.P. Julio 31 de 1911
- EMEDELACU

- 25 sept 2023
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A pedido de O. Oliver, se les dio esta sesión a él y a su padre, en conmemoración del día de Ignacio de Loyola, y dijo:
Amadísimos hermanos míos:
Gracias, ante todo, porque me concedéis este rato de alegría en medio de mis grandes sufrimientos de estos días de grandeza sarcástica, que me consagran los que de boca me llaman su Padre y con sus obras desmienten sus palabras; mis hijos serían, si lucharan como yo luché y como mi preclaro Xavier, tu protector, a quien doy gracias, por haberme permitido este momento de alegría de estar entre vosotros.
Nosotros defendíamos a Jesús por amor y por cariño. Mis hijos de hoy lo defienden con la astucia, con la intriga y con la más refinada hipocresía. Su premio es lo material, tras de lo cual van y alcanzan, no importan los medios. Yo huyo de sus insultantes templos y palacios y me avergüenza ante los espíritus de que me llamen con la boca Padre, mientras con las obras reniegan del título de hijos de Ignacio, tan respetado al principio de la Compañía.
–Hermano Ignacio, hoy los elementos han estado de tu parte, porque con un día tan terrible no habrán salido las damas y habrá sido menor la concurrencia y menor, por lo tanto, el sarcasmo.
–No, hermano mío; te equivocas. Porque, poseídas del consejo de ellos, han desafiado la inclemencia del tiempo y han acudido más, pues aun las que no habían de ir por deber atender otras visitas, y no siendo el día a propósito, como ya se habían preparado sus trapos, habían de lucirlos y ¿dónde mejor que donde se reúnen la beatería y la hipocresía?... ¡Ay!... No hablemos, hermano mío, más de esto, que tanto me atormenta; pero, pedir, rogar por ellos; no los persigáis con odio; ten en cuenta, hermano, que tú también lo fuiste, y les diste, por cierto, mucho trabajo:
–¿Te refieres, hermano, a esta existencia?
–No, en otra; pero no me es permitido revelarte más.
–¿Tú, protegido mío, no tienes que pedirme nada hoy?
–¿Qué quieres que te pida, hermano Ignacio? Tú sabes mejor que yo mis necesidades.
–Pues bien; yo te voy a conceder lo que me pides; el triunfo, lo tienes concedido desde ahora; y aunque no se quieren entregar por prurito, ya lo sienten, y el gusano de la conciencia les acusa. Sigue tu apostolado, que el resultado ya lo verás muy pronto, y en el día en que pasará algo grande, que no imaginas, ese día será el convencimiento. En cuanto a tu carrera, nada temas; tú aprobarás, pero estudia, vence tu hastío, porque esa es tu lucha; pero llegarás, porque así conviene.
Tú, guiado mío, ya leo tu pensamiento: ruega y espera, porque lograrás lo que quieres; pero no te sulfures, porque el fuego, si se sopla, suben las llamas más altas y causan mayores daños, porque alcanzan adonde no alcanzarían sin la ayuda del viento y se apoderan de los bomberos y su trabajo es perdido[1]. Me has dado días tristes, porque casi das un paso de funestas consecuencias. Fuiste bien aconsejado y no lo diste, gracias a quien te aconsejó; tú tienes el deber de ayudar hasta el fin y no temas, por lo que temes: Llegará.
Gracias, hermano querido; en tu lucha, no persigas a… mis hijos... Desgraciados... Dales la luz, pues llegará el momento que te oirán. Mi dolor, hoy, es grande; pero no durará mucho tiempo, porque la hora ya es cercana. El hermano Isidro os quiere hablar y yo me retiro dándoos mi bendición.
Ignacio de Loyola.
Se posesionó la médium y dijo:
Bienvenidos seáis, mis hermanos queridos.
Era precisa mi visita, y se me concedió por la justicia y el amor; más afortunado ha sido el hermano Ignacio de Loyola que yo, porque en su día os habéis acordado de él. En el mío, no me llamasteis; pero, no penséis que me quejo de vosotros, porque nosotros no podemos resentirnos. Yo, en aquel día, ¿sabes dónde estaba, hermano? –Estarías en los madriles. -Sí; en la pradera, tocando el pito; pero me marché porque hubo cordilla... ¡Siempre ha de haber algo que me amargue!... Y este año hubo demasiado. -Mira, hermano Isidro, lo que aparece por aquí.
–Hombre; mi madrileño... Yo lo quiero mucho, porque es muy liberal... Lástima que no pueda hacer lo que piensa hoy, pero... ¿andando el tiempo, lo hará?... Hay una equis por medio. Pero mi objeto y precisión de hoy, es algo grave; óyeme, protegido mío: Cuando vas al Banco cargado de dinero como vas, abróchate bien el saco y, el sobre todo, porque algo malo se trama y te quieren robar. Y lo malo no sería el robo, sino las consecuencias. Anda muy avisado, y el día del peligro yo lo avisaré al hermano. Ten calma, pero obedece y no temas, aunque nosotros trabajamos para evitarlo; pero, si no podemos, ya te lo avisará el hermano.
Ten mucho ánimo, que nada te pasará sin avisártelo.
Os doy mi bendición.
Isidro Labrador.
“Hay una X por medio”.
ha dicho el hermano Isidro.
Y cuando esto os refiero,
quince años antes lo miro,
y ha sido fatal el 13,
y la fatalidad crece,
porque va de yerro en yerro
y está al borde del abismo.
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I
Autor: Joaquín Trincado
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