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Joaquín Trincado

Posesión de M.P. Agosto 24 de 1911

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 26 sept 2023
  • 4 Min. de lectura

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A pedido del hermano Juan Bautista, se le concedió esta sesión al hermano M., que se veía necesitado, y le trajeron para su ejemplo al espíritu de Anita A., desencarnada hacía cuatro meses, la que fue mala contra su madre política y trató de envenenarla y por equivocación lo tomó ella.


Con amargos sollozos, dijo:


Fui mujer, hice mucho daño y mucho me pesa; sufro horriblemente y no sé cuándo acabarán estos sufrimientos; es justicia que tanta sufra quien tan mala fue, y por mi maldad no cumplí mi misión, que era de amar y no di, ni supe crearme cariño.


Me ahoga el pesar, porque presiento mis víctimas; ayudadme por caridad a quitar el velo que cubre mi espíritu y me retrasa.


Qué engañados vivimos en el planeta y cómo nos agobia nuestra maldad en el espacio cuando salimos del primer letargo; yo, ahora es el primer momento que recobro el conocimiento de mi estado, pero... no puedo más... (Se desmayaba la médium, y le interrogué su nombre, aunque por inspiración ya lo sabía). No me lo pudo decir, le supliqué me dijera a quién buscaba, y no podía por vergüenza y dolor. Entonces, dejándola reposar un momento, dije: Ya que no puedes decirme el nombre de quien buscas, yo lo pronunciaré... Luisa, acoja este espíritu que le pide perdón... –La médium cayó de rodillas con grandes sollozos abrazándose a sus rodillas y la levantó dándole el perdón y corrió al hermano M., padre político, con quien hubo la misma escena, y ya perdonada, dijo:


Ya mi conciencia no sufre tinieblas, aunque sufre remordimientos; veo luz, y los padecimientos con luz, son llevaderos. Encaminad, padres queridos, por el bien, a mi esposo y vuestro hijo, que ahora yo os ayudaré tanto como os odié, y a él lo dirigiré. Pero no puedo estar más, porque quien me trajo me ordena retirarme.


Hermano mío: Gracias, y que Dios premie tus obras. Adiós.


Volvió a posesionarse con alguna dificultad la médium, quizás por los fluidos demasiado materiales que dejaba el espíritu que se había comunicado; pero el comunicante despejó de fluidos a la médium y dijo:


Amados hermanos, saludaros quiero. Como vosotros decís, a cada santo le llega su día, y el mío ha llegado de declararme a quien debo. El respeto me retiene, porque es cierto que vuestra misión es grande y buen camino de cumplirla lleváis y seréis nuestro capitán. ¿Cómo no tener respeto? Pero, el respeto con amor invita a la confianza, y ésta me alienta y las órdenes de mi Maestro superior me llevan al cumplimiento de mi deber.


Triste de aquel que no cumpla su misión, como acabáis de ver. Yo la cumplí en mi última existencia, y disfruto del premio.


Vosotros tenéis muchas ventajas que no tuve yo y mis compañeros, por el progreso que habéis alcanzado; por esto es la hora de la venida del Espíritu de Verdad...


–Aquí empezó a ser mucho menos expresiva su manifestación, y casi balbuceando dijo, pero con cierto énfasis:


“Aquí tenéis al hermano Marcos Evangelista, y voy a dar las manos a mi protegido”. Se dirigió dónde estaba Martí sentado al lado de otro hermano cuyo protector es Agustín Obispo, nuestro familiar, y es a éste a quien alargó las manos, y le dije con aspereza: Hermano, tú te has atrevido a decir con jactancia que eres Marcos el Evangelista y aún te equivocas al tomar las manos del que dices tú protegido y has tomado las del protegido de Agustín. ¿Te parece que soy fácil de admitir mistificadores? –Soy el hermano Marcos y te lo juraré. –No necesito tu juramento, pues jurarás en falso importándote poco, y lo que te digo que Marcos Evangelista no puede equivocarse en tomar las manos de un hermano por otro y por tanto te ordeno te retires. –Soy... -Que seas el Espíritu de Verdad; no lo has demostrado y retírate; pero, si insistes, dime dónde te veneran, que yo conozco, y te creeré. –No puedo contestarte. –Y lo vi con gran pena pero humilde y aún con sonrisa se retiró, manifestándose sin despertar la médium otro espíritu que reconocí al momento, y dijo:

La eterna paz sea entre vosotros.


Soy vuestra madre. ¿Me crees a mí? El hermano que se ha retirado, pero que aquí está, es el hermano Marcos. Su proceder, tiene su misterio y no se ha enojado: cumplió órdenes superiores y por eso no ha podido contestarte; pero ya vemos con satisfacción que no será fácil engañarte; pues, aunque te has equivocado, no ha sido tuya la culpa sino del misterio que encierra, y que el hermano Marcos se ha emocionado mucho, y ahora viene y te dará explicaciones.


La paz sea con vosotros, y recibid la bendición de vuestra madre,

María de Nazareth.

Marcos: Este es mi marco,

del que por nada saldré,

y garantía daré

de la justicia que traigo.

Eché a Marcos, y si fuera

el mismo Padre Creador,

con ese mismo rigor

al Creador despidiera.


Se volvió a posesionar el hermano Marcos, y con gran sonrisa me dijo:


Hermano: Pregúntame ahora quién soy y dónde se me adora que tú conozcas, y te contestaré. –No tengo por qué preguntarte nada a ese respecto; pero sí he de decirte que escribo historia verdad y no consiento ni al Espíritu de Verdad una duda. Si esto hubierais hecho vosotros, a nosotros habría llegado la verdad escrita y no la verdad tradicional.


–Gracias, hermano, por tu explicación, y ahora autorizado te diré que nuestro Maestro y Jefe superior me ha ordenado engañarte, y a él reverenciamos y obedecemos por sus altos fines: No puedo declararte más. Él te da las gracias, porque sabes llevar la batuta. Ahora voy a lo mío: Tú, protegido mío, Martí, toma el ejemplo de cuánto has visto y escucha. Espera confiado; ensancha tu pecho, que trabajo tendrás y tranquilidad también.


Hoy no me detengo más, porque la médium ha trabajado mucho... Benditos médiums que nos asisten abnegados... Benditos vosotros, que los desarrolláis para ponerlos al servicio del Padre y benditos mil veces por el desinterés de vuestro amor y porque sois los enviados del Padre para consumar la obra empezada por mi Maestro Jesús; benditos sois por nosotros y por el Maestro Jesús, el Gran Maestro y Jefe Superior Francisco Xavier al que reverenciamos.

Marcos Evangelista.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I

Autor: Joaquín Trincado


 
 
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