Posesión de M.P. Agosto 22 de 1911
- EMEDELACU

- 26 sept 2023
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Gracias os doy, hermanos, por encontrarme entre vosotros.
Hora era de que volviera a vuestro planeta, donde como vosotros viví y donde ha tiempo que no promuevo revoluciones.
Y vuelvo a la tierra, deseoso de encontrar lo que perseguí y que no encontré en mis múltiples existencias, la unión, la igualdad y el amor. Eso busco, hermanos; y os llamo hermanos, porque, además de ser todos hijos del “Padre Celestial” (como os dicen), en una u otras existencias, hermano vuestro fui material, y por el título de hermanos, no debe, no puede existir entre vosotros el egoísmo; yo luché sin cesar en mi última existencia, que me dio la luz y grandeza de que disfruto; sin egoísmo, y sólo el amor a mis semejantes me llevaba a la revolución, por la libertad de los oprimidos; no tengáis egoísmo, y de chicos que sois, seréis mañana grandes; no veáis a nadie chico, porque, en regla general, bajo el humilde traje del obrero, se encierra un espíritu de progreso y miras elevadas.
Yo vengo enviado en enseñanza y mandado por el Gran Maestro Xavier a decirte: que no podemos evitar el choque que entre vosotros ha de haber. Tiene que correr sangre y correrá, sin que lo podamos evitar, a pesar de nuestros esfuerzos; y nosotros, que vemos más lejos que vosotros, lo sabemos y ya os prevenimos. –Hermano; yo pido que a costa de todo se evite. –A costa de todo, hermano mío, juran que encenderán la guerra. No podemos evitarla.
Yo habité el planeta que vosotros habitáis y fue en España. En esa España de las glorias, de la civilización y de la barbarie a la vez; la que llevó al mundo todo su nombre, sus leyes y su fe; la que dará al planeta toda la ley de amor, porque sus madres saben amar y sembrar el valor, y el general que en los Consejos de Dios está designado, de ese pueblo es en virtud de la justicia. Yo he desempeñado en ese suelo regado por la sangre de los mártires del pensamiento libre, todos los cargos y rangos de la sociedad, y sólo fui grande en mi última existencia, siendo el obrero humilde y honrado, sufrido y altivo y siempre me conformé con la voluntad de Dios. Dejé hijos educados y eduqué a mis compañeros de taller, en el amor a la santa igualdad.
En mi anterior existencia, había sido juez supremo, y por las faltas de amor de la ley y por la falsa educación recibida, era déspota y apliqué el rigor de la ley que corta la existencia de los seres. ¡Pobres jueces!... Espíritu que una vez lo ha sido, no quiere serlo en la otra existencia. Por esto vine yo a ser obrero y a sufrir aquellas mismas penas del despotismo, en compensación.
Fui un triste obrero, y mal mirado de algunos de mis compañeros; yo no los odié, y no importa aquellos desprecios. Dios me recompensó con el progreso.
Es cierto que cuando yo viví esa existencia en la tierra, había más desigualdad e indiferencia, y se miraba al pobre obrero mal; tan mal, que bien dicho será si digo, como a un perro.
Hoy veo progreso y que el obrero se hace atender, y mañana será mayor este progreso, porque será por amor fraternal, y esto me engrandece, porque por esto luché, y ya se dan cuenta todas las clases de la necesidad de la ley común; y para acicatear a los prejuiciados, yo os digo que los que se tienen por grandes serán chicos y los que se creen chicos serán grandes a los ojos de Dios.
El amor entre vosotros se ve crecer desde la primera vez que me comuniqué en la tierra.
Esta es la segunda, y lo agradece vuestro hermano,
Gabino.
Y yo que ando entre jueces
y palpo las consecuencias
de la falta de conciencia,
diré bien como Gabino,
por no decirles... latinos...
¡Pobres jueces! ¡Pobres jueces!...
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I
Autor: Joaquín Trincado
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