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Joaquín Trincado

Noviembre 26 de 1911 (hora 20). Portillo

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 10 oct 2024
  • 11 Min. de lectura

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Buenas noches. Paz entre nosotros, amor os una.

   

Heme aquí a vuestro lado. Habéis conmemorado un día(1) que, aunque como espíritu y haber pasado 19 siglos, yo no he olvidado tampoco; tiene este día eternos recuerdos de ventura y es una buena página de mi archivo.


  1. Los desposorios de José y María uno de los más felices de la humanidad.


Aunque me encuentro en mi luz tenue comparada con la de los grandes Maestros y en especial con la del Jefe Superior, el gran Xavier, no soy de los más ignorados; bastara que de mí procediera un nombre, para ser llamado el Patriarca de la humanidad; más quedan varios nombres de mis hijos y de mi esposa María y de la primera Débora y aun entre ellos, está el que hará la unidad de la humanidad, que será la verdadera Redención, primero planteada por Jesús y más tarde por otro que fue mi hijo, el mundo es llevado al progreso; por esto soy menos ignorado que algunos de mis hermanos.


Sin embargo, no fui en aquellos tiempos el que más luz hiciera; pero dentro de las leyes que nos regían, cumplí mis deberes y adelanté el progreso lo que me fue posible, porque el tiempo no era a propósito para hacer hechos de historia; pero sí para embellecer el arte y dar brillo a las obras, a la ley mosaica, la de los ocho mandamientos divididos en diez, que era buena ley, si no estuviera adicionando el egoísmo de los hombres; ley que comprendían bien y por eso se llevaba la atención toda de mi hijo primero de mi esposa María, causa por la cual, no encuadraba con mi carácter.


Yo, que era varón fuerte y comprendía más deberes en el mantenimiento de mi numerosa familia, no podía avenirme con aquel niño irreductible e inútil para el trabajo, porque se necesitaba para cubrir con decencia las necesidades de la casa; yo quería demasiado a mi joven esposa María y del trabajo solo esperaba para que nada faltara; gracias a su amor y buen criterio, María, cortaba mis abrumadoras miradas hacia aquel hijo; ella sabia y comprendía en su amor de madre en su amor de madre y esposa, la debilidad del uno y los deberes del otro y con sabiduría se imponía.


Dispuse y lo mandé a Jerusalén; encomendándolo a mi hermano en creencia y amigo, José de Arimatea, con el encargo de educarlo para ennoblecer el taller del obrero; porque, según mis conocimientos, la ley del trabajo era primero; en mi sencillez de hombre entonces, no podía conocer otra ley y no estaba equivocado; pero no penetraba en la misión de mis hijos.


Hoy comprendo y comprendí tan pronto mi espíritu pasó a la patria de los espíritus, que el trabajo se divide en puntos; vi que yo fui el obrero de un pueblo y que Jesús era el obrero universal y quería trabajar en la libertad de su espíritu; Vi que al mandarlo y encomendarlo a mis hermanos de Jerusalén, había cumplido una imposición de la ley divina, por cuya ley, también tenía afines que estudiaban el secreto de las cosas que la religión prohibía y esos afines, sirvieron al espíritu de Jesús llevándolo a la Cábala y allí rememorarían los espíritus su misión.


A mi hermano le escribí unas cartas cuyos términos conocéis; y fue sí llevada por Jesús; fue al templo, llegó a sus oídos la discusión de los doctores, los cuales no podían descifrar el problema del perdón entre hermanos; problemas pasables hoy por los conocimientos de los obreros; Jesús se empinó sobre sus pies y contestó a una pregunta que le fue dirigida, quedando los doctores conformes con su contestación: el niño, dio con el lugar que buscaba; dio con el germen que él traía y la luz apagada por la niñez, empezó a tomar fuerza y brillo y a reflejarse en la mente revolucionaria del mesías de la libertad; pero saliendo de las leyes que rigen la materia, el sentimiento de la familia, no hacía efecto en él. Por eso, el niño, no oía los consejos familiares; principiaba la emancipación de la familia y sólo oía la luz de su misión; y como descifraba lo que ninguno en igual edad podía descifrar, no le entendían, ni yo tampoco; unos lo tenían por loco, otros por iluminado y epiléptico y a mí me tenía siempre de mal humor, dado mi carácter fuerte y escasos conocimientos de las doctrinas que él exponía y explicaba; pero es que en mí podía más el amor de la sangre y la necesidad de su ayuda material en el trabajo del taller, al cual nunca se sintió dispuesto, ni su constitución endeble le permitía el trabajo de la materia, porque su espíritu, necesitaba toda la fuerza de ésta.


¿Cuál era el trabajo que él tenía? Ya lo sabéis: preparar el camino a los hombres para enseñarles el amor, porque esa era la misión que traía; abatir las supremacías y predicar la unidad y el amor, para dar la unificación de toda la humanidad; para hacer conocer que todo es un solo ser y triunfó por su principio; pero los sacerdotes, aquellos doctores que de niño lo admiraran en la contestación, cuando hombre, te temen y contra él le llevan la opinión del pueblo, que como estaba en la ignorancia y el prejuicio, Jesús, se ve perseguido por el mismo pueblo que lo acompañara y lo oyera en la Sinagoga.


Él se emancipa de la familia y yo parto a la patria verdadera de las almas, desde donde contemplo los triunfos de Jesús, es decir, el triunfo de sus doctrinas.


Estas eran aceptadas, porque Jesús atraía con sus fluidos; y con ello dio tal cúmulo de enseñanzas, que han perdurado a pesar de la desfiguración con que han sido presentadas a la posteridad.


Jesús no llegó al apogeo, porque sus doctrinas saludables anatematizaban el libertinaje y orgullo de castas y los sacerdotes y jueces, encontraron causa para llevarlo al suplicio; pero la revolución estaba hecha en la solidaridad de sus enseñanzas y la siguieron haciendo sus discípulos, por un tiempo, hasta la transformación de la Iglesia; de esta Iglesia apócrifa, que tanto nos ha hecho sufrir con su sucio comercio.


Ya sabéis la historia; la tradición había corrompido las doctrinas del epiléptico; no podían los padres de esta Iglesia establecerse sobre las bases de sacrificio; necesitaban ser solos, dominar y darse al fausto y a la concupiscencia y para eso, necesitaban bases sólidas y las tomaron de todas las religiones.


Los hombres del orgullo y de la carne; los que explotaban el alma del hombre y el nombre de Dios, fundan la religión y terminan por no darle el nombre del hijo de José y María y aún nos sacan a sus padres naturales, del derecho de ley natural; hacen una religión apócrifa y nos toman por su mejor mina y nos sacan de la unidad, para hacernos la singularidad irracional.


Fue muerta la flor sin dar el fruto sazonado; pero Jesús sabía que había dejado una rosa; pero una rosa llena de espinas. ¿Sabéis para qué la rosa tiene espinas? Para que no se le rodee la serpiente venenosa: la flor es delicada y el Padre la ha dotado de esa defensa; y esa rosa que Jesús sabía que quedaba y en su día daría el aroma a todo el mundo cuando los tiempos fueron llenos, afín suyo era y él ha cultivado con empeño esa rosa, multiplicando las aromas y belleza y rodeándola de espinas de mayor defensa, porque las serpientes se han vestido de una camisa más fuerte, que la que él lo rodeó.


Jesús, no fue tan humilde como lo quieren hacer hasta hacerlo un juguete; era humilde de corazón y entre los humildes; pero enseñaba las espinas de que su flor estaba adornada a los hombres malos, para que no se le enroscaran.


Ved sus contestaciones al hombre de desvarío y al publicano y colegiréis de aquellos momentos de cólera, como sabía enseñar sus espinas la humilde flor.


Es preciso que así sea el misionero; no pueden ser éstos humildes más que de corazón, que es la humildad que el Padre nos pide: el misionero, tiene que ir enseñando las espinas de su defensa, para librarse de las serpientes.


Los apóstoles que Jesús iniciara en la luz de la verdad, se repartieron por todos los lados cuando tantos errores había y sembraron la semilla de la libertad entre los pueblos esclavos, para los que proclamó la libertad: la libertad vino: pero las espinas de la flor eran débiles y pasó rápida la época de la flor y señaló época y nueva era, dándole a la doctrina el nombre apócrifo, que ha tenido que vivir de la sangre de sus componentes.


Más en medio de estos acontecimientos, hemos visto que la rosa se entreabría y Jesús la cultivaba: hemos visto la profecía cumplida, que Jesús recibió del Espíritu de Verdad; y cuando la rosa está en todo su desarrollo y sus espinas están fuertes para no dejarse enroscar y apretar por las serpientes, era el tiempo lleno y, he aquí porque ha descendido y habéis presenciado el advenimiento del Espíritu de Verdad, aunque hoy, como fiscal acusador.


Sí, los tiempos han llegado y los espíritus de Dios lo dicen en todas partes y difunden la buena nueva.


Son espíritus afines de Jesús que le han seguido como satélites y, alguno de vosotros sois de ellos y a él estáis unidos, no solo por la ley del trabajo, sí que también por la ley de la materia, para dar testimonio y la ley del amor, que él no pudo implantar porque las serpientes se le enroscaron y lo llevaron al patíbulo.


Es ese, hasta hoy desconocido careo que debía haber, en el que, cada cual buscará la mayor defensa.


La rosa enseñará sus espinas, repartiendo su aroma saludable; las serpientes se querrán enroscar y cortar la rosa por su tallo; pero se convencerán de su debilidad y el dolor de los pinchazos de las espinas que rodean al tallo de la rosa, a unos curará sus llagas por el arrepentimiento y otros, lanzarán hacia la hermosura y lozanía de la rosa, sus espumarajos y venenos; pero esa rosa del jardín del Padre, esa alma, está defendida por el Espíritu de Verdad y vigila a las serpientes.


Os da su bendición.

José el Carpintero.



N.B. Hice algunas preguntas de grandísimo interés que me fueron contestadas, pero no puedo publicarlas aquí; el día que sea hora las diré en público.

Seguida. Portillo.


No gritar. ¿Qué es ese ruido deforme? Lo prudente es estar conforme, también lo sé estar yo; y es mejor el ser humilde y cuando nos permite Dios, usar del médium que dice, lo que inspiramos y el bien sólo les diremos, a nuestros pobres hermanos, que en la tierra los tenemos y luchan, como luchamos.


Gritar y no conformarse, dice con toda elocuencia, que os creéis una potencia y debéis estudiar esta fase, que indica en vuestra conciencia, que aún vive la concupiscencia: es hora de transformarse y os lo pide con amor, un licenciado de… Dios... Del que, otro nombre oí, pero que aún no es para mí.


¿Qué es el hombre, qué es la vida, qué es la lucha, qué es virtud, qué es perfección y qué es luz? Pues me mandan que lo diga, lo diré con vuestros nombres y sólo será una ducha, porque el verbo humano... Hermanos... Es toda una imperfección para explicar los tesoros que no son brillantes y oro, de vuestro mundo glacial y sólo se puede explicarse de modo convencional.


El hombre es el ser que reúne, la esencia de todas las cosas, que componen la natura; y así es una criatura, que en sí lleva oculto el Lumen; si lo descubre, es la ciencia; si lo tapa, es la demencia; si lo traduce sin velo, su ser se llena de celos, y es... una concupiscencia, que obra las cosas atroces; pero al fin rasgará el velo, y por el Lumen conoce, donde ha de poner su dedo, para curar sus dolores.


Este es el hombre y su lucha es “conocerse a sí mismo”, porque en la materia, oculta, el germen de dicha y vida; y si no tiene el instinto de superioridad, aunque caiga se levanta y en la caída adelanta, porque empezará a estudiar; y el estudio es la virtud y el estudio le da luz y ventajas en luchar.


De la lucha el hombre aprende a consultar su razón y domina el corazón, y la intención se renueva y discierne y perfecciona, cada vez más y mejor; y llega al conocimiento, porque eleva el pensamiento, a la más alta región, y allí nuestro hermano aprende, que, en medio de la natura, no solo es la criatura también un creador.


Ya en este conocimiento y modo alto de pensar, en su reconocimiento, al ser Dios, crea un altar dentro de su corazón y allí lo hace adorar, a su antes loca razón y ésta toma por manjar, la esencia y Cosmogonía y en esta ciencia unifica, a la universalidad.


El hombre es el hombre y no puede decirse más, es la nata del progreso, de la tierra lo más bello, lo más grande, lo más bueno, lo más, lo más, lo más.


Pero se mantiene sólo de lo material y no pasó por su mente levantar aquel altar, porque un sofisma no aclara por perjuicios de maldad, que la materia opone a la espiritualidad y se rebaja, se condena a una vida animal y hace más grandes fierezas, que el más feroz animal; porque reúne la esencia y su torcida conciencia que solo sabe obrar mal, usa de su omnipotencia, con la esencia de la ciencia, que tiene, del bien y el mal; y es por esto héroe el hombre, para el bien y para el mal. Hay algo más, pero a veces no podemos explicar, y lo sentís en vosotros, pero que, como nosotros, no lo podéis palabrear; pero es una consecuencia, de la insuficiente ciencia, que aún en la tierra tenéis; pero como lo entrevéis y ya en buen camino estáis, porque a estudiar empezáis que el animal no divide, los tiempos y la armonía y sólo de instinto vive y que rige su armonía con las estrellas y el sol.


Pero el hombre adora al Padre y le pide saber más y estudia y saber pretende y cuánto más quiere aprende y cuando aprendió a amar, descubre el secreto y llega, a comprobar la verdad, que el espíritu, es una realidad.


Aún hoy vosotros decís, en ciencia materialista, “Más allá de aquí, la nada”; pero esto es porque dormís, porque no existe la nada; solo es que el pensar así es cómodo, pero la razón es falsa.


Porque cuando estáis dormidos, solo disfruta la cama la materia, porque el alma, va a ver a seres queridos y le manda los fluidos; pero volverá a encerrarse, en el cuerpo material, que como es terreno erial, no podrá hacer germinar la semilla que ha traído; y esto que le hace sufrir, porque concibe su fin, muchas veces se desata y hiere el cuerpo y lo mata; que aunque sabe va a sufrir otra lucha y otra prueba, a todos nos pide ayuda y se va a la nueva prueba; otra vez se reencarna en una nueva materia, hasta que por sus caídas y rehabilitaciones, llega a poseer los dones que a todos la ley impone, en la gran naturaleza.


La ciencia materialista, os dice: “Imaginación, es el hecho espiritista”. Realidad digo yo a esa ciencia indigna, de ser cultivada en el sentido que indica, relajación y bajeza para la humana grandeza, que es grandeza infinita; pero los materialistas, en su comodidad y pegados a la tierra, no se atreven a pensar, que fuera de la materia y del goce material, hay goces puros para el alma en el mundo astral.


Esto, ellos no lo conocen, hasta que, al desencarnar, se ven y no se conocen; y el error en que vivieron, porque esto no presintieron, reniegan, dudan y odian, a toda la humanidad; a los unos por la envidia, a los otros por venganza y a todos por la amenaza y a veces llegan por su ira y su ceguera fatal, a tener que amordazarlos y en la obscuridad cerrarlos para así evitar el mal, a todos nuestros hermanos.


Hermanos del mundo tierra; oídme, soy vuestro hermano; consultar vuestra conciencia, no neguéis la buena ciencia que os viene del espacio; oíd al espiritista, es un verdadero sabio, que estudia, indaga y comprueba, y escrito en la frente lleva el fruto de su trabajo; y vive como hombre en la tierra, como sabio en el espacio y sube que todo, todo hay que ganarlo, por la ciencia y el trabajo.


¿Por qué dudáis, hermanos, de nuestras comunicaciones, si hasta con los aparatos, que os hacen voladores, nos podéis oír y ver? Bastará solo querer vuestra regeneración y sabréis lo que es la vida, y sabréis lo que es la ciencia, pero esto no sin trabajo... No sin trabajo: basta hermano querido, que te recargo el trabajo, no acostumbro a versear y mucho me he extendido hoy. Soy.


Una Casualidad.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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