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Joaquín Trincado

Marzo 3 de 1912. (Portillo)

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 22 nov 2024
  • 10 Min. de lectura

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JUICIO A LOS ESPÍRITUS PERTENECIENTES A LA RELIGIÓN MAHOMETANA.


Se posesionó el médium y el posesionado, elevó una plegaria en árabe y luego dijo:


Paz entre vosotros, amor.


Llegó el momento… Juicio… Juicio… Juicio… Resuena en todas partes como formidable trueno, primero sobre el espíritu que ha trazado su radio sobre la tierra por el error y el prejuicio.


Estaba en la ley que llegaría este momento y sin poderse sustraer, mal que le pese al espíritu que, en su obcecación de su galardón en la posesión de la tierra, tiene que presentarse al tribunal y escoger entre la luz y las tinieblas.


Sé que estoy ante el tribunal. Represento un vasto imperio que se rige en religión por principios, unos abultados y otros desfigurados y todavía, en su principio, hay palabra de salvación.


Ese principio, donde estaba la verdad del Padre revelada y se rechazó, está en secreto. Para la supremacía de ésta nueva Iglesia, se declaró en el Corán, guerra al cristiano. Y habría sido guerra de principios y no guerra santa, si se llegara al símbolo metamorfoseado que cimenta al cristianismo.


Pero esta guerra fue contra los hombres que comulgaban en él y no contra el principio y de ahí el error y la causa del odio irreconciliable.


Y es que fui yo cegado por el orgullo de que recibía la revelación, que mis secretarios escribían y se arreglaban para que el pueblo pudiera oír la palabra recibida en la inspiración; que, si era concebida en amor y para dar el amor que poco antes había sido predicado por otro hombre, éste lo predicamos y lo escribimos, pero con odio a los que seguían al Jesús, hecho Cristo.


Es la acción de la carne sobre la carne que lucha para llevar la supremacía sobre el espíritu y de aquí el error.


Duli… Ven aquí… Solus… Ven aquí. Presenciad, responded.


Yo, el Califa Mahomet.


Yo, el fundador estático de una Iglesia, en mis posesiones dictaba el Corán, en un amor que desbordaba de la capacidad de los hombres de entonces. Quise abolir la rapiña de lo material y tuve la debilidad de no abatir la rapiña de la supremacía, que es más funesta que todo otro mal.


Hoy, que he refrescado mi espíritu en la sabiduría de Alá; que he estudiado la unidad y la igualdad de la ley, veo, que el mártir de los sacerdotes es quién me inspiró; pero, por debilidad, no impuse esa igualdad y con la luz que se me dio, creé las tinieblas.


Pero al partir de la tierra y ver la verdad en el espacio, mi alma adolorida, recordó la debilidad y mis yerros que vengo a depositar en este Juicio.


Vi, que en todas las religiones había errores y que la mayoría de los espíritus habían errado también y sólo algunos Maestros, entre ellos el hijo del Carpintero, el libertario, no había errado; y yo que recibía su inspiración clara, no debía errar.


Allí, en el espacio sugerido por la supremacía y la antagónica lucha contra el cristiano; rodeado por los que me seguían, caminábamos en obscuridad; pero buscábamos a Alá y no lo encontrábamos, por nuestro odio a las otras Iglesias, también de error.


Este odio, tenía un fundamento en nuestra ceguera; la persecución de los que representan a Cristo figurado en Jesús y no comprendíamos que una ley sola y omnímoda se impone.


Aún hay más, en mi existencia prehistórica a mi fundación, tomó carne en el seno de mi augusta compañera, un niño, que escribió y me hacía reflexionar sobre mi odio al cristiano; él decía: ¿No ves que este Jesús habla de otros mundos que hay en esas estrellas? Yo, poderoso rey, no le presté oídos ¡y aún niño, lo perdí!


Él me inspiraba en la Cosmogonía y poco fijaba sus ojos en el suelo que pisaba: yo miraba a la tierra que hollaba y no elevaba mi vista a las estrellas.


En mí, la pérdida del niño, dejaba un vacío que hasta poco ha no se llenó. Yo buscaba a mi hijo y aún lo encontré poderoso rey, hijo del estudio y no lo conocí después de haberlo visto y ya no lo volví a encontrar en todo el espacio.


Yo estaba ciego y buscaba la luz. Transido de cansancio, fui traído y guiado a la tierra y… Oh Dios mío… Me dan su materia, que ocupa como obrero humilde. Es el sabio de siempre y no lo conozco aún y es por él, por el hijo que buscaba que hablo al Juez al que fui expuesto al juicio; buscaba la luz y encontré a mi hijo: encontré al hijo y encontré la luz… Gracia Alá.


Entonces vi claro la grandeza del libertario Jesús, que tanto fue más grande, cuanto más se alejó de las supremacías.


¿Por qué tanta pequeñez, encerrándonos en este grano de arena? ¿Por qué las supremacías, si todos somos hijos del mismo Padre?


¿Por qué las razas y las castas y diferencias de religión, si una sola es la ley y uno solo el principio, axiomatizado hoy, tan claro como sencillo, por el que dirigió al sabio mi hijo?


¿Por qué nuestra ofuscación, si en el Corán revelé la unidad de los hombres?


Sólo el odio, sólo la supremacía pudo oscurecer la inspiración del principio que se me dio y se escribió para anular la Iglesia Cristiana, por apócrifa; sólo la debilidad fue causa de que la religión que implanté, no acogiese y convirtiese en una, a todas las otras religiones, que para eso era revelada.


Desde ese venturoso día, camino en la luz; sufrí mi primer Juicio, ante un solo hombre, siendo mi hijo la voz de su Padre.


Hoy, somos todos ante el mismo tribunal y el hijo nos sirve de intérprete, formando parte del tribunal que nos juzga y nos hace Juicio inapelable.


Nosotros hemos escrito en la tierra y con tinta de la tierra; ellos nos juzgan en la tierra, pero escriben con tinta del éter y viven en espíritu estudiando la Cosmogonía.

Nosotros, en el odio nos bañamos, ellos se bañan en el amor del Padre y se atraen las miradas y el amor de toda la Cosmogonía.


He ahí nuestra equivocación hermanos. Me dirijo a vosotros; y como mayor reclamo en este momento solemne la supremacía de que me habéis investido para daros el consejo de… Acatar la ley.


Más tenéis libertad de elegir, porque la ley no es impositiva más que en separar la luz de las tinieblas y porque, la hora del Juicio Universal llegó.


Ved, que, en su amor, nos muestran ese mundo que al frente veis… Con tantos horrores… Pero debéis clamar a Alá, que se nos descorra esta cortina donde aún se nos esconde la luz, para que obremos en libertad y amor.


No podemos estar más sobre la tierra los que tiznados estamos, porque, la luz, sólo cabe en la luz; y la tierra, pasa a la luz.


Ved que aquella cortina nos cubre la luz de Alá; y si nuestro principio es Alá y en la tierra nos habló Alá, ¿por qué no quitar el odio? ¿Por qué no abolir la rapiña de la supremacía?


¿No veis, que el código del que mi hijo nos habla, es consecuencia de aquellos escritos que vosotros guardáis y no queréis mostrar y suyos son, heredados de un mayor? Es código de amor, que, sirviendo a la voz universal, los grandes Maestros le traen al Maestro y Juez dado para la tierra, por el Padre, como para toda la Cosmogonía, de la que recibe el tribunal luz y poder.


¿No veis ahora, que la tierra, es un grano de arena, pero que la Cosmogonía nos pertenece y que mi hijo nos habla de amor universal, del que el Juez tiene el Código y por ese amor nos dan por mediador al libertario Jesús, que anunció la Universal Iglesia?


¿Por qué hemos de ser tan pequeños?... ¿Por qué ese rumor a mis recomendaciones? ¿No estáis conformes con mi defensa? Sustituidme; pero sabed, que ha tiempo camino en la luz: y si por mi estáis en el error, es justicia que sea yo quien os lleve a la luz, confesando mi error.


Mahomet. Solus. Tú, continuador y defensor de la religión mahometana. Entiende, que, si hubieras hecho uso de los escritos que mi hijo dejó, la religión por mí fundada con sano principio de unión de la humanidad, hubiera sido la llave o el ancla de salvación de todas las religiones y habría llegado por obra de los hombres la religión universal, que hoy el tribunal, regido por los espíritus viene a implantar; por lo cual, en justicia, tienen que juzgar inexorablemente a todas las religiones y anularlas. Pero en vez de aprovechar aquellos escritos, los has guardado y aún ahora no quieres entregar y por ello será juzgado.

  

Yo, ha tiempo que vivo en la luz, desde que encontré a mi hijo que hoy es parte del tribunal y porque estoy en la luz y porque reclamo aún la mayoría que me habéis reconocido, os invito a reconocer la supremacía única del Dios del Juez; que es nuestro principio, pero sin odio y sin supremacía. Pensad y hagamos la unidad.


Hemos escrito la doctrina de Alá, pero con el polvo de la tierra y ¿no veis en el infinito Cosmos, la vida universal? ¿No veis ahora, tantos mundos de los que nos llega la voz? ¿No veis que todos han sido juzgados, los de las otras religiones y que casi todos han entrado en la luz de amor?...


Si no me conceptuáis suficiente defensor, venid, sustituirme los que estáis en disidencia y yo me retiraré con los que me sigan.


Yo os he expuesto nuestros equívocos. Somos sometidos queramos o no, al Juicio, pero dejándonos en libertad de escoger la morada de nuestro gusto. ¿Por qué no habremos de ir con los que han acatado la ley de amor, a ganar los jalones que hemos perdido?


El Padre, Alá, en toda su grandeza, ha concedido al hombre su “Código de Amor” y estamos ante el Juicio del hombre anunciado para juzgar a vivos y muertos y está acompañado de sus secretarios y, hasta que no acatemos la ley de justicia, no se descorrerá esa cortina, tras la que se oculta Jesús, que, si fue y lo tuvimos por un revolucionario, lo fue para rebatir la prevaricación y él anunció al Espíritu de Verdad que ya descendió; él anunció el Juicio de los hombres por el hijo del hombre y todo está consumado y no hay apelación.


Yo, os invito a pensar un momento; pero yo, me acojo con los que me sigan, a la ley de amor; pero no quiero tener una espina que amargue mi erraticidad ni estorbe a mi espíritu en su trabajo. Si a la obscuridad os guíe, cuando yo he visto la luz, os muestro la luz y cumplo mi deber.


Deponed, pues, la actitud intransigente, porque en nuestro principio está el germen del bien; con un pequeño esfuerzo, podemos llegar a la meta y seréis mayores, cuanto más sacrificio hagáis por venceros; yo, os lo repito, que ha tiempo estoy en la luz de Alá y por eso mi empeño en que os convenzáis y por esto pido, sí… Pido… Al libertario Jesús y le doy gracias porque estoy al lado de mi hijo, que fue siempre más sabio que yo; y pido al Espíritu de Verdad, que descuelgue su ancla salvadora para muchos, ya que para mí solo, la tendió en Juicio particular.


Ahora, Juez de Alá: esperamos.


__ “Hermano mío; has hecho la defensa que correspondía para salvar a los que te siguieron y no podrán decir que tú rendiste armas, dejándolos en campo enemigo a sus solas fuerzas.


Recuerda que la misericordia del Dios Amor te trajo a mi presencia, en momentos que mi hombre viejo había pagado su tributo a la naturaleza, dándole lo que por la transformación le corresponde y quedando el armazón del vestido de mi yo, que fue revestido de nuevo átomos para dar cabida a la nueva existencia, en la que sin dejar de ser para el mundo el hombre que fue, renace un nuevo hombre llamado el Juez que estaba anunciado: tú, profeta de Alá, fuiste el primer agraciado y puedes dar testimonio del amor que me fue mandado usar, junto con el rigor de la inflexible justicia.


Pues bien; no quiero que ninguno de los tuyos vaya a la morada inferior y para eso, pongo por medio todo el amor que el Padre nos confió; pero diles a los disidentes, que veo que hay muchos que en la tierra ni en los espacios no pueden quedar y preparado está un mundo de horrores y penalidades para los rebeldes.


Diles, que, si el amor a su religión les retiene, en ello rebajan a Alá: y porque esa religión está falseada como todas, ella como todas, desaparecerá de la faz de la tierra con el Juicio Universal, para dar cabida a una sola religión universal en la que comulga toda la Cosmogonía; y si después de esto no depusieran su actitud… Me dolerá… Pero serán remitidos al mundo de la carne y de las supremacías, donde al fin y después de muchos siglos de desesperación, volverán a otro Juicio, para poder reanudar su trabajo en la tierra”.


¿Habéis oído? ¿Qué contestáis? ¿Habéis vosotros escrito ni pensado esto? Pues yo, os lo he prevenido y aun os digo: todos los hombres en su acción son un generador, que recibís las corrientes del gran dínamo, que es el Padre; el que rechaza esa corriente, está en el negativo y debe pedir un neutro para hermanar e identificarse en las funciones con el positivo; este neutro, es el amor que el Padre nos ofrece por medio de nuestro Juez y yo, a él me acojo. ¿Cuántos son conmigo?... Tres cuartas partes de toda la legión. Y, como ¿vosotros, no acatáis la ley?... ¿Ni la rechazáis?... ¿Disidentes?... ¿Por qué?... ¿Para pensar?... Juez de Alá. Por amor: son disidentes; quieren pensar; no acatan, pero no rechazan; concede un Juicio Particular; yo quiero llevarlos a todos.


__” Hermano. Sólo te concedería no remitirlos ahora a la morada de los rebeldes y dejarles para el Juicio Universal; pero es grande el número y considero que tú estarías por muchos siglos apenado.


A tu pedido pues, concedo un juicio más; pero en ese, no tendrán, ni prórroga, ni apelación”.


¿Habéis oído? Se os concedió un Juicio particular, sin prórroga, ni apelación; meditad, mirad el mundo terrible que a la vista tenéis; ved la magnificencia que se despliega; ved esas sílfides luminosas; oíd el himno del vencedor que entonan para la vuelta de nuestros hermanos al redil del Padre; contemplad el ancla que desciende en la cual somos llevados a Sion a cantar el Hosanna al Padre, para luego volver al trabajo.


Gracias hermanos míos, Jueces del Amor. Me retiro, gracias.

Mahoma.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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