Manuel Ruiz Zorrilla
- EMEDELACU

- 13 may
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Actualizado: 10 oct

Político español. Nació en Burgos de Osma, Pcia. de Soria, el 22 de marzo de 1833.
Sus padres eran comerciantes de dicha población.
Estudió en el antiguo colegio de Carabanchel, instalado precisamente en el mismo sitio donde después se levantó el famoso manicomio de su entrañable amigo el Dr. José María Esquerdo y Zaragoza, y después cursó la carrera de derecho en la Universidad Central, pero antes de concluirla quedó huérfano (1854).
Tuvo entonces que ocuparse de la educación de sus cuatro hermanos menores, contratiempo que no le impidió acabar sus estudios en 1856.
Comenzó ese mismo año una campaña política con una protesta enérgica contra el desarme de la Milicia nacional, de uno de cuyos batallones era comandante, y a pesar de contar sólo 23 años fué elegido diputado provincial, adquiriendo grandes simpatías por su carácter franco y resuelto, por lo cual, no bien cumplió los 25 años de edad, fué designado para la diputación a las Cortes, a pesar de las ilegalidades cometidas por algunos agentes del poder con el fin de evitarlo.
Desde el principio figuró en el partido progresista con Sagasta y Calvo Asensio, a los que les unía una estrecha amistad.
Reelegido constantemente hasta 1863, continuó siempre en la oposición.
En medio de las desavenencias políticas que empezaban a convulsionar a España, luchó cuanto pudo por evitar que la ininteligencia se apoderara de su patria, sobresaliéndose en un discurso pronunciado en 1864, en que demostró que todos los políticos de valía que se hallaban agrupados en las filas contrarias, habían sin excepción adquirido su renombre actuando en las filas del partido progresista, descubriendo así los medios de que se valen los políticos venables. Sólo cuando se convenció que la reina Isabel II transigiría únicamente con el partido reaccionario, fué cuando plantó la bandera de la revolución.
La insurrección militar del 2 de enero de 1866, a cuyo frente figuraba el general Prim, fué una de las primeras consecuencias de aquella actitud, pero después de una segunda tentativa ocurrida en junio del mismo año, tuvo que huir a Francia, donde se encontró con el general Prim, entre otros, con quien había trabado una íntima amistad.
Con Prim desembarcó en Cádiz en 1868 y triunfante la revolución, se encargó don Manuel Ruiz Zorrilla de la cartera de Fomento en el gobierno provisional. A los pocos días decretó la libertad de enseñanza primaria, declarando libre la elección de libros y métodos; suprimió de las universidades la cátedra de teología; simplificó, a fin de dar mayores facilidades a los estudiantes, algunas carreras especiales; estableció cátedras de agricultura en los institutos de segunda enseñanza; fundó premios para los artesanos que estudiaran en la Escuela de Artes y Oficios, al mismo tiempo que les concedía matrícula gratuita; autorizó a las Diputaciones y Ayuntamientos para fundar escuelas; sentó la base de las bibliotecas populares; corrigió con mano fuerte los abusos que se cometían en la venta de libros y material para las escuelas, etc.
No pudiendo conseguir que los Ayuntamientos pagaran a los maestros sus haberes atrasados desde tres años, hizo de esto una cuestión de gabinete, obteniendo del Ministerio de Hacienda 6'000.000 de reales para la satisfacción de esos pagos. También introdujo reformas en otros ramos de su ministerio: declaró libre la creación de Bolsas de Comercio, Casas de Contratación, etc.
Con el fin de entregar al país las inmensas riquezas artísticas y literarias que existían en las iglesias, concibió el pensamiento de hacer en un sólo día en todas partes el inventario y la incautación de estos objetos, y para evitar posibles fraudes y desmanes remitió a los gobernadores de provincias el decreto en pliego sellado, indicando en segundo sobre, el día y hora en que debía ser abierto.
A pesar de esta precaución, no faltó quien supo enterarse de lo que se proyectaba, pues cuando el gobernador de Burgos se presentó en la catedral de su ciudad, encontró en la iglesia un populacho hostil que lo asesinó cuando quiso hacer cumplir la orden de gobierno.
En junio de 1869 dejó don Manuel Ruiz Zorrilla la cartera de Fomento para pasar a la de Gracia y Justicia, en la cual introdujo también importantes reformas. Comprendiendo el interés de republicanos, carlistas y alfonsinos para que la nación no se constituyera, hizo en la Cámara y en el país cuanto fué posible para la solución del problema monárquico.
Después de haber apoyado la candidatura del duque de Génova, cuyo rechazo motivó su renuncia como ministro, al ser nombrado presidente de las Cortes Constituyentes unióse al general Prim, que apoyaba la candidatura de Amadeo de Saboya (Véase:
Don Cristino Martos y Balbi en (LA BALANZA No 74) y al ser votada ésta, marchó a la cabeza de una Comisión de diputados para ofrecer el trono a aquel príncipe.
La ascensión de Amadeo I al trono de España, que podía haber señalado una era de gran prosperidad para el país, convirtióse gracias a maquinaciones siniestras en un intenso drama que se inició con el asesinato del hombre cuya austeridad y decisión, constituiría el triunfo de la hazaña: el general Don Juan Prim. ¿Quiénes fueron sus asesinos?...
No queremos averiguar este dato; sólo recordaremos que siendo don Manuel Ruiz Zorrilla ministro aún bajo el gobierno provisional, había visto cómo los clérigos proponían la insurrección carlista o la capitaneaban, y dirigió con tal motivo circulares a los obispos pidiéndoles ordenar a los clérigos a que se abstuvieron de tal política; la contestación fué el anatema en pastorales y en los púlpitos.
En el primero ministerio de Amadeo (4 Enero 1871) se encargó Ruiz Zorrilla de nuevo de la cartera de Fomento, pero los desaciertos del intransigente Sagasta daban pie a la discordia en el seno del gabinete, por cuyo motivo presentó Ruiz Zorrilla su dimisión, encargándole entonces el rey la formación del nuevo gabinete. Sagasta, que había sido elegido presidente de las nuevas Cortes, envidioso de Ruiz Zorrilla, no sólo separó de éste dividiendo al partido progresista, sino que motivó una implacable enemistad entre ambas fracciones.
Esto fué la señal de guerra, pues con la indecisión que invadió todas las esferas, volvió a estallar la guerra carlista. Una vez más (junio 1872) formó Ruiz Zorrilla el gobierno en medio de un indescriptible desorden caótico, pues a la guerra civil y la honda división siempre creciente de los políticos que hacían estéril toda obra de gobierno, se producían otras chispas revolucionarias. Aún en medio de todo esto propuso y consiguió don Manuel la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Poco después, según afirman algunos, cometió un error que motivó el tan famoso conflicto de los artilleros, contribuyó a aumentar el desorden reinante. El rey, canso de tanta injusticia, resolvió renunciar al trono, sin que pudieran disuadirle los ruegos y súplicas de don Manuel Ruiz Zorrilla. La renuncia de Amadeo de Saboya, que conmovió a todos los. hombres conscientes, habla claro de su gran corazón.
Para la historia transcribiremos algunos párrafos que dicen así: "Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos largos. años ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la. era de la paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados como sufridos, sería el primero en combatirlos, pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la nación, son españolas; todos invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía, hallar el remedio para tamaños males... Estad seguros de que al desprenderme de la corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarla todo el bien que mi corazón para ella apetecía".
La amargura de don Manuel Ruiz Zorrilla fué intensa al ver marchar ese hombre cuya buena colaboración sólo fracasó mediante maquinaciones inconfesables, viviendo apartado de toda política, y cuando la proclamación de Alfonso XII le sacó de su aislamiento, intentó reorganizar el partido progresista con carácter de francamente republicano, siendo el resultado su expulsión de España. Como desde Francia continuaba en su empeño pidió el gobierno español que fuera expulsado de ese país, por lo que se dirigió a Suiza, donde reunió un congreso al cual asistieron numerosos prohombres españoles, como don Nicolás Salmerón, don José Echegaray, don Gumersindo Azcarate... etc. En 1883 organizó un movimiento subversivo que estalló en Badajoz, pero que fracasó con suerte tan adversa, que resolvió reducir su acción política a enviar de vez en cuando algún manifiesto a sus correligionarios. Desde 1881 había sido elegido casi constantemente diputado a Cortes, pero se negó a abandonar su destierro.
Hacía bastante tiempo que padecía una grave dolencia cardíaca, que agravó a principios de 1895. Para cuidar al enfermo el doctor Esquerdo se trasladó a París y ante la gravedad del mal, hubo de aconsejarle un cambio de clima y, previo el permiso del gobierno español, salieron ambos para España, eligiendo como punto de residencia la quinta que el Dr. Esquerdo poseía en Villajoyosa (Alicante). El día 16 de febrero publicó en el periódico "El País", una carta en la cual anunciaba su resolución de retirarse de la política y decía, entre otras cosas: "Pensé siempre morir en el extranjero o entrar en España cuando la República hubiese triunfado o en el momento que los republicanos contasen con elementos para presentar la batalla a las instituciones. La suerte no ha querido dejarme presenciar la victoria de nuestros ideales ni morir en la demanda. Una grave enfermedad me ha inutilizado; los médicos me imponen un absoluto reposo. No tengo derecho de suicidarme, y como en mil estados de salud no puedo ser útil a la causa, me retiro al seno de mi familia y me decido a prescindir de toda lucha política".
Los progresistas, a pesar de esta renuncia, reuniéronse en asamblea el 28 de marzo, acordando reiterar a su antiguo jefe su incondicional adhesión. Entre tanto, Ruiz Zorrilla, que no encontraba ningún alivio en Villajoyosa, decidió trasladarse a su finca de la Tablada, pero ante la gravedad del mal, tuvo que detenerse en Burgos, donde murió el 13 de junio de 1895.

Libro: Biografías de la Revista Balanza
Autor: Joaquín Trincado
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