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Joaquín Trincado

Herodes

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 15 may
  • 4 Min. de lectura


Rey de los Judíos: Llamado el Grande, era hijo de una familia de Idumea (País del Asia Occidental). Nació en Ascalon el año 72 (antes de Jesús).


Casó con Mariana, nieta del rey Hircano II (último descendiente de los Macabeos).


Herodes siendo muy joven fue designado para el gobierno de Galilea, que estaba en una época muy difícil de gobernar por estar infestada de bandidos.


Cumplió Herodes con su cargo; bien pronto la región se vio libre del elemento perjudicial que tenía atemorizadas a las personas de bien y gracias a las acertadas medidas del joven gobernador empezó a reinar la tranquilidad y la confianza entre las gentes.


Poco después éste empezó a cometer excesos y graves abusos que exasperaron a los Galileos, que hubieron de recurrir al Sanhendrín de Jerusalén, para que les librase de un azote que amenazaba hacerse peor que el que tenían.


Escuchados por el Sanhendrín tales quejas, Herodes fué llamado a Jerusalén para justificarse o en su defecto recibir el castigo merecido. El Gobernador no se negó, pero se presentó con tal séquito de amigos y soldados que atemorizó a los magistrados que debían de juzgarle.


Comprendió cuánto podía aumentar su poderío si adulaba a ciertos personajes y les halagaba en sus pasiones; fué así como después de la muerte de César se alió estrechamente a Cassio, a quien envió gran cantidad de dinero en cambio, de lo cual éste le dió el gobierno de Celesyria, y una escuadra y numerosas tropas que le sirvieron para vengarse de la muerte de su padre Antipater, que fuera envenenado por los favoritos de Hircano.


Más tarde Marco Antonio lo nombró uno de los tetrarcas de Judea en ocasión que Herodes se presentara en Roma en procura de protección cuando Antigono (hijo de Aristóbulo y tío de Herodías) se apoderó del reino ayudado por los partos.


Antonio consiguió del Senado un decreto nombrando a Herodes rey de Judea, y aun le facilitó dinero y gente con que vencer a Antígono. En aquella sangrienta lucha la suerte le fué propicia a Herodes y remató con la toma de Jerusalén (año 37 antes de Jesús).


Antígono fué vencido y hecho prisionero por los romanos, que le sometieron a tan horribles suplicios que le ocasionaron la muerte; sus parciales tuvieron el mismo fin sin que se librara ninguno.


La ciudad de Jerusalén que había sido medio destruída en esta guerra, fué testigo de los crueles asesinatos que diariamente se cometían. Todos los jueces del Sanhendrín que trataban de juzgar a Herodes, en tal ocasión murieron por su orden. Ni aun Hircano, por ser abuelo de su mujer y tener muchos años y desgracias, se libró de la muerte.


Roma habría podido demostrar su disgusto e impedir tantas crueldades, fingía ignorarlas.

La verdad es que Herodes había aumentado prodigiosamente sus riquezas, con la confiscación de los bienes de los vencidos y sabía ser generoso cuando convenía a sus intereses.


El reinado de Herodes se continuó así entre toda clase de calamidades. Además de las continuas guerras que tuvo que sostener con los árabes cayeron sobre la Judea, sequías, terremotos, epidemias y toda clase de plagas y miserias.


En aquellos momentos más críticos, Herodes más que como príncipe portóse como un padre de su pueblo por la noble acción de vender todas sus alhajas y vajilla de oro para llevar de los países que habían sido menos azotados, trigo, cereales y frutos para mantener a sus súbditos; esta acción valióle el renombre de Grande, con que se le conoce. Pero su popularidad disminuyó cuando para agradar a Augusto estableció teatros y circos al estilo de Roma. Cuando, empezó a recuperarla ocupándose en reedificar el templo, la perdió para siempre por haber vuelto a aquellas crueldades que le han hecho célebre en la historia.


Sus mismos hijos Arístides, Antipater y Alejandro, fueron acusados de conspirar contra él y perecieron en el cadalso con una cantidad enorme de personajes, culpables unos e inocentes otros.


La célebre matanza de los inocentes, no hay nada que confirme que la cometiera; todos los historiadores lo ponen en duda y algunos lo niegan. La verdad es que a pesar de sus muchos y grandes crímenes no puede haber cometido el de la degollación de los santos inocentes, porque está probado que este príncipe murió cuatro años antes que Jesús.


No es tampoco Herodes el Grande quien mandara asesinar a Juan el Solitario. Y como es necesario aclarar este punto para evitar confusiones y destruir errores, diremos como en la Genealogía de estos príncipes hubo varios Herodes que se hicieron célebres, más por sus maldades y vicios.


Herodes Filipo, se casó con su sobrina Herodías y fueron padres de Salomé. Herodes Antipas, era como Herodes Filipo, hijo de Herodes el Grande y de su esposa Mariana; es así como Herodías al abandonar a su esposo para ir a vivir con su tío Herodes Antipas, lo que aparte de guerras y muchas cuestiones, le quitó la popularidad entre los judíos que públicamente criticaron su conducta.


Juan el Bautista fué uno de ellos, por lo que Herodías le cobró un odio implacable y juró hacerle matar, se dedicó a perseguir al profeta de todas formas, aun calumniándolo varias veces ante


Herodes Antipas, pidiéndole que le diera muerte; pero sea porque no se atreviese a dar muerte a un hombre que sabía inocente, sea porque temiese dada la popularidad de que gozaba Bautista y porque aún él mismo sentía admiración por sus prédicas, la perversa mujer solo consiguió que le encarcelara. Temía ya no conseguir su intento cuando tuvo lugar el conocido festín en que bailara Salomé y le presentó la ocasión de obtener lo que su odio había convertido en obsesión.


Según muchos historiadores, los hechos no se realizaron en la forma relatada por los eclesiásticos.


El historiador Josefo, aunque sumamente riguroso para juzgar a Herodes y no le disculpa como otros autores que cediera por debilidad u ofuscación por su estado de embriaguez, prueba como no fué posible que la cabeza del mártir fuese entregada a la bailarina en una bandeja de plata, pues el banquete era celebrado en Tiberíades y Juan se encontraba preso en Macherun. Por la distancia de uno a otro punto era completamente imposible que apenas Herodes diese su consentimiento se hiciera la ejecución y la cabeza del ejecutado fuera presentada en la sala donde se realizaba la bacanal.



Libro: Biografías de la Revista Balanza

Autor: Joaquín Trincado

 

 

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