Jaime Francisco Tomás Ferrer Guardia
- EMEDELACU

- 13 may
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El ilustre pedagogo español, mejor conocido como Don Francisco Ferrer, nació en el pueblo de Alella, Provincia de Barcelona, el día 7 de junio de 1854.
Era hijo de Don Jaime Ferrer y Doña María Angela Guardia. Sus padres, siendo pobres labradores y teniendo que mantener a seis hijos, se vieron imposibilitados en dar una esmerada educación al joven Francisco. Este, a la edad de 14 años se dirigió a Barcelona encontrando empleo en una fábrica de paños y luego en una casa de Comisiones. En 1878, después de cumplir con el servicio militar, obtuvo un puesto de revisor de billetes en la Compañía de Ferrocarriles de Tarragona a Barcelona y Francia.
Falto aún de la experiencia para dar forma a las grandes ideas reformadoras que bullían en su mente, se mezcló Ferrer en la política esperanzado de poder emancipar a los pueblos de los prejuicios religiosos y civiles mediante el arte de gobernar. Fué así que estrechó amistad con Don Manuel Ruíz Zorrilla (Véase su biografía en LA BALANZA No 83) quien sentía por el joven catalán un sincero afecto; en más de una ocasión había dicho Zorrilla que con unos cuantos hombres como Ferrer triunfaría pronto la República en España.
Aprovechando su cargo de revisor de billetes que desempeñaba en la línea de Barcelona a París, se entrevistaba frecuentemente con Ruíz Zorrilla, que a la sazón se hallaba desterrado en Francia, actuando de correo secreto entre éste y el partido Republicano español. Pero el gobierno de España, al ser advertido de estos manejos indujo a la Compañía ferroviaria a limitar los servicios de Ferrer dentro de España.
Nuestro biografiado -Que en 1880 había contraído matrimonio con Doña Teresa Sanmarti, con la cual tuvo sus hijas Trinidad, Paz y Solamargado por la actitud de la Dirección del Ferrocarril que le privaba entrevistarse con su amigo Ruíz Zorrilla y contrariado por la vida que le daba su mujer, después de una nueva reyerta conyugal (1885) renunció a su puesto en el ferrocarril y emigró a París donde estableció un negocio de vinos importados. Con los medios que este comercio le proporcionaba regresaba a intervalos a España donde se graduó de maestro de escuela.
Obtenido su título de docente (1889) abandonó su negocio y se dedicó a dar lecciones en Español, dictando cursos en el "Cercle populaire d'enseignement taique", en la Asociación Filotécnica, como también en el Liceo Condorcet y en la Logia Masónica "Gran Oriente", además de clases particulares que dictaba durante sus horas libres.
Su mujer, que a los tres meses se había vuelto a reunir con él, le secundó en un principio en sus tareas docentes, aunque sin omitir medio para amargarle la vida, especialmente cuando notó que Ferrer buscaba formar un ambiente entre sus alumnas para ensayar un nuevo sistema de educación. Tal fué el rencor de su mujer, que después de una tentativa de asesinar a Ferrer haciéndole varios tiros de revólver (12 Junio 1894), marchó con su hija menor a Rusia donde se volvió a casar.
Si durante varios años continuó Ferrer adicto a la idea de emancipar al pueblo obrero mediante la revolución social como lo prueba un manifiesto que había compuesto para ser impreso y distribuído en un Congreso Internacional de Librepensadores que se reuniría en Madrid del 12 al 19 de Octubre de 1892 y a cuya realización ya había dado su autorización el jefe de gobierno, Don Antonio Cánovas del Castillo, consentimiento que luego hubo de retirar ante la gran presión de los elementos clericales fué enfriándose este ardor revolucionario al comprobar que mientras cada hombre no hace conciencia será la sociedad humana un juguete en manos de los eternos politiqueros y en esta convicción, después de la muerte de su amigo Ruíz Zorrilla, definió que la regeneración de la humanidad podía ser únicamente mediante un nuevo sistema de educación de la juventud. Así entendió este apóstol las palabras del mártir del Gólgota: "Dejad que los niños vengan hacia mí".
Entre los alumnos que acudían a sus clases de castellano había una solterona, Ernestina Meunier, la que a pesar de su opulencia y educación religiosa quedó tan admirada de los principios pedagógicos de Ferrer que le ofreció una renta anual de 16.000 liras para que pudiera realizar sus propósitos de fundar cerca de Barcelona un Asilo Modelo para la infancia.
"¿Cómo podía un joven, sin fortuna y sin autoridad luchar contra las hostiles influencias de la Iglesia y del Estado, y educar a su pueblo?... De repente, un inesperado golpe de la fortuna puso en sus manos un arma y volvió a España a fundar sus famosas escuelas, Entre los muchos que admiraban al joven maestro de la Filotécnica, y conocía sus fervientes ambiciones, contábase una católica, Mlle. Meunier. Contagióla su entusiasmo y al morir, le dejó una finca valuada en 30.000 libras. esterlinas".
Con estos medios comenzó Ferrer a realizar sus propósitos en compañía de su segunda esposa, Leopoldina Bonald con la que se había casado civilmente en 1899 y tuvo a su hijo Leopoldo fundando su Escuela Moderna.
Su método consistía sobre todo en arrancar mediante una sana educación las nefastas costumbres que la religión inculcaba en el corazón de las futuras madres, declarando que la mujer debe participar en todos los actos de la vida para cuando tenga hijos, poder inculcar en ellos la sublime pureza del sentimiento racional.
He aquí algunos de los conceptos emitidos por Don José Antich, en que juzga el ideal de gran pedagogo: "Ferrer era un sabio, en la más amplia y exigente expresión de la palabra. Vió claramente los defectos de la enseñanza y precisó los medios de corregirlos. Vió que mientras subsista el carácter de la escuela actual no será posible formar hombres relativamente perfectos, y descubrió las bases en que ha de fundarse la escuela nueva; por eso afirmo yo que era un sabio. La inmensa mayoría de les que pasan por sabios no lo son. Unos saben solamente lo que dicen los libros que han leído, pero lo saben de memoria; otros construyen fárragos de palabras incomprensibles en cuyo fondo no hay nada más que vacua y grandilocuente obscuridad con apariencia de sabiduría, pero ninguno de ellos es capaz de hacer avanzar la ciencia de su tiempo en la más mínima proporción.
Debe llamarse sabio al que descubre una verdad y acierta a sacar de ella consecuencias provechosas para el mundo. Ferrer fué un sabio porque descubrió que la maldad de los hombres actuales era hija de la educación que habían recibido. La sociedad manda a sus hijos a la escuela para educarlos, pero el resultado que consigue es su adaptación al medio de esclavitud social en que vivimos. La escuela educa a los niños para que, al ser hombres, sufran con resignación los errores, los prejuicios y las tiranías en que se funda el dinamismo de la humanidad... La vida de Francisco Ferrer se caracteriza por la acción; una acción constante y férrea, realizada por un ser de una voluntad potente. Fué fecundo en hechos como sobrio en escritos; pero no tanto que no dejara varías exposiciones gráficas de sus ideas. En el trabajo titulado "La renovación de la escuela" publicado en el número 1 del "Boletín de la Escuela Moderna" (Barcelona, 1 de mayo de 1308), es dónde están integralmente sintetizados los principios fundamentales de su credo... La forma que en él usa Ferrer es breve, robusta y transparente. Casi nunca rebasa la esfera de la sencillez; pero en los instantes en que evoca la silueta del hombre del porvenir que ha de ser hijo de la moderna ciencia pedagógica, alcanza una intensidad patética rayana en lo sublime... Lo primero que ocupa la atención de Ferrer es la elección del procedimiento que ha de seguirse para lograr la escuela perfecta. ¿Debe transformarse la actual? ¿Debe crearse una nueva escuela?... Hay un sin fin de intereses creados que sería necesario lesionar. Al sentirse heridos se defenderian con fiereza. Si desde un principio no se rompía con ellos entorpecerían enormemente la labor. Es necesario no darles beligerancia; es preciso no tratar con ellos, para no verse obligado a sostener una lucha en la que habría de conquistarse el terreno palmo a palmo, y para eso se impone crear la escuela nueva. La escuela es el medio de que dispone una civilización determinada para eternizarse.
Imponiendo sus principios a los niños, consigue vivir perpetuamente rejuvenecida. Variará algo en la forma, pero su entraña será siempre la misma si logra infiltrarse en los corazones juveniles. Pues bien: si la escuela moderna ha de ser un germen de liberación, si ha de ser el medio de crear ciudadanos robustes, inteligentes y libres, capaces de destruir todo lo que pugne con su manera de ser, es natural que la escuela antigua le ponga el veto. No lo hace ella, lo hace la misma civilización temerosa de su muerte. Por eso Ferrer no cree posible la realización de su obra más que prescindiendo de todo lo viejo y montando el edificio de nueva planta... Nadie defiende ya la incultura; todo el mundo pide la exterminación del analfabetismo; pero lo que en realidad se propone cada cual es aumentar el número de adeptos poniendo la enseñanza al servicio de los dogmas de su credo. Si un gobierno es católico quiere la enseñanza católica, si es republicano la quiere republicana, y lo mismo hace si es socialista u otra cosa; la cuestión es imponer por la fuerza sus doctrinas a todos los niños de la nación. Y no son solamente los gobiernos los que hacen ésto; lo hacen todas las fuerzas que tienen un interés creado. Lo hacen las diversas religiones y los diversos partidos políticos que viven en un estado. La escuela debería ser una fuerza renovadora. y ellos la utilizan como energía conservadora.
Nadie presta su concurso a una escuela que se proponga formar hombres; en cambio, todo el mundo protege a las que intentan formar católicos, patriotas, o socialistas, según sean sus opiniones... El cerebro del niño es una tabla, de cera blanda en la cual queda grabado todo lo que se escribe. Cuando la cera se endurece por virtud de los años, queda esterectipado lo que en ella se trazó, y es muy difícil entonces substituir el error por la verdad. Los principios religiosos que se inculcan al niño perduran en su alma eternamente. Esto lo saben muy bien las sectas religiosas y por esta razón quieren apoderarse de la escuela. ¿Cuál es la consecuencia? La eternización del error.
Para Ferrer la enseñanza es una: enseñanza natural... demostrar a los niños que mientras un hombre dependa de otro hombre se cometerán abusos y habrá tiranía y esclavitud, estudiar las causas que mantienen la ignorancia popular, conocer el origen de todas las prácticas rutinarias que dan vida al actual régimen solidario, fijar la reflexión de los alumnos sobre cuanto a la vista se nos presenta, tal ha de ser el programa de las escuelas racionalistas... El ideal del físico-pedagogo no ha de ser formar hombres exactamente iguales, sino todo lo contrario. La vida no es la uniformidad, sino la variedad.
La vida es una escala cromática de infinitos matices; cada hombre es un matiz, y la ciencia del pedagogo debe consistir en hacer brillar este matiz con la más intensa personalidad... La naturaleza humana es por sí misma, dada a los excesos, sobre todo en sus primeras etapas biológicas, sin duda por causa de la intensidad de vida de que goza; entonces es cuando debe intervenir el poder pedagógico moderador, pero no sacrificador. A veces es la voluptuosidad la que hace su aparición prematura en el niño. ¿Qué hemos de hacer entonces? ¿Destruirlo? Si lo intentamos formaremos un hipócrita. Hemos de enseñar al niño a no mentir, a no ocultarnos nada. Como pedagogo, nuestro deber es transformar, substituir esta inclinación por otra similar, no perjudicial: por ejemplo, la afición a las flores, el culto a las formas suntuosas. ¿Quién sabe si el educando es un futuro gran poeta erótico, y nosotros vamos a inutilizarle convirtiéndolo en un insincero? En la realidad de la vida no puede suprimirse nada sin substituirlo previamente; hay que amoldarse a lo que existe por sí mismo, encausándolo con atención... El respeto a la voluntad intelectual consiste simplemente en no violentarla, sino favorecerla; no obligar al que nació para médico a que sea abogado; no empeñarse en que sea literato el que no gusta de las letras. Esto parece una cosa muy sencilla y sin embargo, en la práctica resulta casi imposible de lograr, gracias a la ceguera mental en que vive nuestra sociedad. La mayor parte de los niños nacen ya con la vocación impuesta por los padres; vienen al mundo destinados a ser tal o cual cosa, sin tener para nada en cuenta sus aptitudes; por eso se ven tantos desgraciados que pasan la existencia de derrota en derrota. La experiencia nos demuestra todos los días los graves resultados que subsiguen a este inconsciente y tiránico proceder de los padres, pero la enmienda no viene nunca... Lo que ocurre es que los desviados de su curso natural por culpa de los padres o por otras causas, han perdido un tiempo precioso, y cuando dan con la verdadera senda ya no están en condiciones para triunfar.... La sociedad está llena de individuos inútiles; pues bien: si se respetara la voluntad intelectual de los niños no pasaría ésto: cada cual ocuparía su puesto en el engranaje social. No, hay nadie que no sirva para nada, todos servimos para algo; lo que acontece es que a menudo nos destinan a otro sitio del que nos corresponde y entonces fracasamos. Uno de los principales objetivos de los maestros de primeras letras debería ser el de descubrir las aptitudes de los niños y comunicarlo a los padres... La misión de la enseñanza consiste en demostrar la infancia, en virtud de un método puramente científico, que cuanto más se conozcan los productos de la naturaleza, sus cualidades y la manera de utilizarlos, más abundarán los materiales alimenticios, industriales, científicos y artísticos útiles, convenientes y necesarios para la vida, y con mayor facilidad y profusión saldrán de nuestras escuelas hombres y mujeres dispuestos a cultivar todos los ramos del saber y de la actividad, guiados por la razón e inspirados por la ciencia y el arte, que embellecerán la vida y justificarán la sociedad... La vida es buena y queremos gozarla como el niño cuando viene al mundo. El niño sabe más que nosotros lo que anhela el organismo humano; pero en cuanto empieza a vivir, va sufriendo una castración lenta y gradual de todos sus instintos e impulsos naturales. El mundo castra primero su voluntad haciéndole esclavo, después su inteligencia haciéndole dogmático y, por último, su sentimiento excitando su sensiblería y embotando su verdadera sensibilidad.
Nosotros queremos libertarla libertando al niño. Dirigiremos sus pasos en el sentido que él (Ferrer), les imprimía, y le daremos todo el caudal de conocimientos que podamos para hacerle más fácil su labor, pero no le desviaremos de su senda".
En estas palabras magistrales pronunciadas en homenaje al gran pedagogo se reflejan los conceptos que Ferrer se había formado de la sociedad y los medios para regenerarla.
Los resultados de su enseñanza no se dejaban esperar. En el Boletín de 30 Septiembre de 1903 se insertaron trabajos de alumnos de las diferentes secciones de su escuela, leídos en la sesión de clausura del segundo curso escolar, trabajos que han sido recogidos en la obra La Escuela Moderna de Francisco Ferrer", editada por J Portet, libro a que remitimos nuestros lectores. He aquí algunos de estos trabajos:
Una niña de 9 años presenta esta sensata observación, que entresacamos de la explicable incorrección de su lenguaje:
"Al criminal se le condena a muerte; si el homicidio merece esa pena, el que condena y el que mata al criminal igualmente son homicidas; lógicamente deberían morir también, y así se acabaría la humanidad. Mejor sería que en vez de castigar al criminal cometiendo otro crimen, se le diesen buenos consejos para que no lo hiciese más. Sin contar que si todos fuéramos iguales no habría ladrones, ni asesinos, ni ricos, ni pobres, sino todos iguales, amantes del trabajo y de la libertad".
Un niño de 12 años trata de la sinceridad y dice: "El que no es sincero no vive tranquilo: siempre teme ser descubierto; al paso que si es sincero, aunque haya hecho algo malo, su declaración sincera descarga su conciencia. Si se empieza a mentir desde la infancia, se llegaría a grandes diciendo enormes mentiras que pueden causar males enormes, Hay casos en que no se debe ser sincero. Por ejemplo: un hombre llega a nuestra casa huyendo de la policía. Si después se nos pregunta si hemos visto a aquél hombre, debemos negarlo; lo contrario sería una traición y una cobardía".
"Una niña de 13 años trata del fanatismo y después de considerarlo como característico de un país atrasado, busca y halla su causa diciendo:
"El fanatismo es producido por el estado de ignorancia y atraso en que se halla la mujer, por eso los católicos no quieren que la mujer se instruya, ya que la mujer es su principal sostén".
"Contra tan grave daño, señala un remedio eficaz otra niña de 13 años con este pensamiento que insertamos íntegro:
"La escuela mixta o de ambos sexos es sumamente necesaria. El niño que se educa, trabaja y juega en compañía de la niña, aprende insensiblemente a respetarla y a ayudarla, y recíprocamente la niña; mientras que educados separadamente, indicándole al niño que es mala la compañía de la niña y a ésta que es peor la de aquél, sucedería que el niño, hombre ya, no respetará a la mujer y la consideraría como un juguete o como una esclava, que es a lo que se ve reducida la mujer en la actualidad, Así, pues, contribuyamos todos a la fundación de escuelas mixtas en todas partes en que sea posible, y donde no, allanemos las dificultades que a ello se opongan".
Los que viven explotando las pasiones y la ignorancia del pueblo, no pudieron tolerar que tan sanos principios carcomieran su castillo de la iniquidad, por lo que se hicieron todos los esfuerzos posibles para restar popularidad a la obra de Ferrer y cuando uno de los profesores de su instituto tuvo la infeliz ocurrencia de realizar un atentado contra o entonces rey Alfonso XIII, fué aprovechada la oportunidad de ordenar la clausura le aquél centro de estudios y la detención del personal del mismo.
Después de recuperar Ferrer su libertad se marchó a Francia fundando en unión de otras personas la Liga internacional para la educación racional" con intento de continuar en el resto de Europa la obra empezada en España, dejando así de manifiesto que sólo la muerte sería capaz de sellar sus labios. Por eso salió del "buzón de crímenes” una vez más la siniestra sentencia de: "A la fosa con él".
Unos excesos populares cometidos en protesta por la guerra que España llevaba contra los moros, fué suficiente para arrastrar al apóstol hacia el patíbulo.
La indignación que ocasionó este inicuo "proceso fué grande entre los hombres con sentimientos humanitarios, bastando copiar un párrafo tomado del informe de defensa, leído por el defensor, capitán del cuarto regimiento mixto de Ingenieros, don Francisco Galcerán Ferrer: "Esta campaña es dirigida principalmente contra la persona de Ferrer por odio y por temor a la educación dada a la clase obrera, sea en su Escuela Moderna, que lograron tiempo atrás cerrar, sea en la serie de libros publicados por la casa editorial por él fundada, por temor, repito, de que con la ilustración los desesperados se ennoblezcan y sacudan yugos indignos de la raza humana. Para esto han mutilado y publicado después varios párrafos de los libros de textos; han hecho creer a los incautos que en ellos sólo se trataba de anarquía, por el sólo hecho de haber suprimido en su enseñanza la religión, que debe desechar de su seno al que no sabe perdonar y tiene por norma de conducta la venganza".
Toda protesta fué en vano; el simulacro de proceso había de dar los resultados ya prefijados de antemano: la sentencia de muerte.
Inmediatamente fué llevado a la capilla del castillo de Montjuich, y al protestar de haberse adornado su celda con un altar, se le amenazó de aumentar las luminarias. Sus últimas horas, que ocupó escribiendo cartas y dictando su testamento, se vieron amargados con la visita de varios sacerdotes incluso un obispo. Sin embargo nada pudo inmutar la mente serena de Don Francisco Ferrer, pues sabía que solo la semilla de los "falsos profetas" es la que ha de morir. Por eso pudo exclamar en el momento en que el piquete de soldados acababa con su hermosa existencia: "Soy inocente! ¡Viva la Escuela Moderna!"
A pesar de cuanto se ha hecho por hacer aparecer a este mártir de su convicción como ateísta, reflejase en sus principios la comprensión de la existencia de una justicia universal que gobierna al universo y por lo tanto que la vida es eterna y continuada.

Libro: Biografías de la Revista Balanza
Autor: Joaquín Trincado
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