Francisco Petrarca
- EMEDELACU

- 15 may
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Nació en Arezzo el 19 de julio de 1304. Era hijo de Pietro, a quien llamaban Petracci, diminutivo de Pietro, que ejercía en Florencia las funciones de notario y fué desterrado con Dante y otros florentinos del partido de los "blancos".
Entonces fué a vivir a Arezzo, donde nació su hijo, el que pasó los primeros años de su vida en Incisa con su madre Eletta Canigiani a la que habían autorizado para volver a Florencia, de allí fué a Pisa donde les esperaba su padre; contaba entonces siete años y le pusieron por maestro a Convennole da Prato, viejo matemático.
De allí se trasladó a Aviñón (1313) perdida la esperanza de volver a Florencia. En Aviñón se albergaban multitud de extranjeros especialmente refugiados italianos, pero alli era muy cara la vida, por cuyo motivo se trasladó con su familia al pequeño pueblo de Carpentras. En este pueblo encontró Francesco a su antiguo maestro Prato, quien empezó entonces a enseñarle gramática, retórica y lógica. En seguida marchó a estudiar Derecho en la Universidad de Montpellier en la que estuvo cuatro años (1318-1322) pero más que la Jurisprudencia le atraían las Letras Clásicas latinas, pero había adquirido varias obras de Cicerón, Virgilio y otros autores antiguos. Leía con entusiasmo esas producciones y deseaba imitarlas, pero su padre deseaba que se preparase para la lucrativa carrera que ofrecía entonces la Jurisprudencia, y le envió a Bolonia donde había la mejor escuela de Derecho. Petrarca trabó entonces relación con el poeta legista Cino de Pistoja y otros célebres hombres. Pero en este intervalo recibió noticias de la muerte de su padre y tuvo que regresar a Aviñón donde poco después perdió a su madre.
Huérfano y sin fortuna a los 22 años, se vió en la necesidad de vestir el hábito clerical, pero no entró en las órdenes.
Asistiendo Petrarca al servicio divino en la iglesia de Santa Clara, en Aviñón, sintióse atraído por la belleza de una joven que se hallaba junto a él y por la que había de concebir una pasión que duró toda su vida. (6 de abril de 1327).
Esta joven era Laura, hija de Audiberto de Novés y esposa de Hugo Sade, quien dispensó al poeta un amor platónico.
Tres años más siguió el poeta sus estudios clásicos y cultivó la amistad de Jacobo Colonna perteneciente a una de las más antiguas familias romanas y de quien Petrarca había sido condiscípulo en Bolonia. Colonna fué nombrado obispo en Lombes, y logró que el poeta le acompañara (1330) un tiempo en su diócesis al pie de los Pirineos, allí trabaron amistad con Luis, nacido a orillas del Rhin y con Lello, noble romano a quienes, el poeta celebró luego con los nombres de Sócrates y Loelius; juntos recorrieron las montañas y sostuvieron discusiones literarias.
De regreso a Aviñón, Petrarca fué presentado por Jacobo a su hermano el cardenal Juan Colonna, quien le alojó en su palacio. Al poco tiempo llegó a la ciudad Esteban Colonna, padre de Juan y de Jacobo, conocido en la Historia por sus disputas con Bonifacio VIII. Esteban acogió con favor al protegido de sus hijos, pero esta amistad y afecto no mitigaba su dolor por la indiferencia de Laura. Y así en busca de distracciones y olvido emprendió un largo viaje en el que visitó París, Flandes y Colonia. Pasó la selva de los Ardennes, estuvo en Lyon y regresado al punto de partido encontró la misma severidad de Laura; visto todo esto, se retiró al valle de Vaucluse, a poca distancia de Aviñón.
En su retiro cantó a su amada versos inmortales. Dedicaba además al estudio muchas horas y no descuidaba su porvenir.
Obtuvo del papa Benedicto XII un canonicato de Londres (1339).
En Aviñón había conocido al Señor de Parma, Azzo de Correggio, encargóse de defender en la corte pontificia la soberanía de Azzo, y obtuvo resultado favorable.
En aquellos días entró en relaciones con Guillermo Pastrengo, sabio que Azzo llevó a Italia; más tarde hizo amistad con el calabrés Barlaam, enviado al Papa (1339) por Andrónico el Joven, de quien aprendió algo de griego; estuvo algunos meses visitando la ciudad de Roma, cuyos monumentos deseaba conocer aprovechando también para visitar a sus amigos Colonna.
De regreso a Vaucluse prosiguió sus estudios y sus trabajos literarios. Empezó a escribir en latín una "Historia Romana" y un poema sobre "Escipión el Africano" y la "Segunda Guerra Púnica". Esta obra, de la que hizo varios cantos con rapidez le dió mayor fama que sus tratados latinos y muchas más de sus otras poesías. Sus amigos aprovecharon este momento para que se le concediera la corona de laurel, dada según tradición popular en tiempos lejanos a Horacio y Virgilio.
En el mismo tiempo, llegaron a manos del poeta las cartas en que el Senado romano y la Universidad de París le ofrecían la corona. Petrarca optó por la de Roma, pero en vez de ir directamente, se marchó a Nápoles para que el rey Roberto, considerado en esa época como el príncipe más sabio de Europa, reconociera sus títulos literarios. El examen solemne duró sólo tres días. Venció el poeta. El rey le nombró su capellán y despojándose de su investidura se la dió para que la luciera en su triunfo. La coronación de Petrarca se celebró en Roma, en el Capitolio (8 de abril de 1341).
Emprendió en seguida el viaje de regreso a Aviñón pero al pasar por Parma le detuvo el príncipe de Azzo Allí terminó su poema "África" y pasó un año que hubiese sido para él muy feliz sino hubiese perdido en ese tiempo varios amigos muy queridos, entre ellos el obispo de Lombes. Acababa de ser nombrado arcediano de la iglesia de Parma, cuando los romanos le solicitaron que con otros 18 ciudadanos principales visitará a Clemente VI, para rogarle que restableciera la silla en Roma.
En aquella ocasión habló Petrarca en nombre de sus compañeros. El Papa admiró el discurso, le dió el priorato de Magliarino (obispado de Pisa) sin salir de Aviñón. Petraca volvió a Vaucluse, de donde salió (septiembre 1343) por mandato del Papa, con una misión para Nápoles, donde reinaba Juana, hija de Roberto. Allí fué mal acogido y no hallando seguridad en Parma que se encontraba azotada por la guerra (1344) se volvió a Aviñón, de donde pronto fué llamado por Azzo y salió con el propósito de no regresar pues se había convencido que Colonna nada hacía por él. Pero apenas llegado a Verona, recibió apremiantes llamados de sus amigos; ruegos a los que cedió. Llegado a Aviñón, el Papa Clemente VI, le ofreció el puesto de Secretario apostólico, que el poeta no aceptó y siguió su vida de estudios y de poesías amorosas.
Nicolás Rienzi, uno de sus colegas en la embajada a Clemente VI, quería destruir el poder de la nobleza en Roma, restablecer la libertad y reconstruir la libertad italiana bajo la supremacía romana. Petrarca, que desde el día de su coronación era ciudadano romano aprobó con entusiasmo la idea aunque perjudicaba enormemente la influencia de los Colonna; apoyó así con todo su poder la empresa ante la corte pontificia y salió de Aviñón (1347) para auxiliar en Italia a Rienzi con sus consejos y su reputación. Cuando llegó a la península supo que casi todos los Colonna habían perecido y transcurrido un mes, Rienzi era desterrado, Perdidas sus esperanzas patrióticas, el poeta se instaló en Parma y luego en Verona.
En la primera de estas ciudades recibió la noticia del fallecimiento de Laura (19 mayo 1348). En todas las poesías que escribió en adelante dejó testimonio de su dolor y de su recuerdo que fué en todos los días. durante los 27 años que le sobrevivió. Decía estar en frecuente comunicación con el espíritu de la ausente y decía que a media noche se le aparecía para consolarle señalándole lo alto como lugar en el que se reunirían pronto.
Desde 1347 a 1348 fué para Petrarca un año de grandes penas, pues no solo tuvo que llorar aquella ausencia sino que también la desaparición de varios amigos.
Con motivo del jubileo de 1350 tuvo que trasladarse a Roma y se detuvo en Florencia para verse con Bocaccio, con quien había trabado estrecha amistad en Nápoles.
Estuvo luego en Arezzo, Padua y Venecia, en todas partes fué agasajado y le consultaban sobre los asuntos más importantes interviniendo para apaciguar las disputas entre los estados italianos. Por medio de Bocaccio, le fué enviado un mensaje del estado de Florencia que le anunciaba la devolución de todos sus bienes y sus derechos de ciudadano. Ofrecíanle al mismo tiempo el cargo de Director de la Universidad. Muy conmovido Petrarca lo rehusó para volver pronto a Vaucluse. Desde su retiro dió a Clemente VI sabios y prudentes consejos para restablecer el orden y la libertad en Roma. Rienzi se encontraba prisionero y pudo protegerle. Petrarca, aunque gozaba de una gran reputación y merecida fama, prefería la libertad a las altas dignidades eclesiásticas y políticas que se le ofrecían; lejos de presentarse en la corte pontificia, lo rehuía y salió para siempre de Aviñón (1353) que era entonces la residencia de los Papas.
Los pueblos y los principes se lo disputaban. Con cargosa insistencia consiguió Juan Visconti, príncipe arzobispo de Milán, que le acompañase algún tiempo. En 1354 le envió a Venecia para negociar la paz entre esta y Génova; pero aunque en Venecia fué recibido con mucho agrado, no consiguió que la paz se hiciera.
Al poco tiempo murió Juan Visconti y se repartieron sus dominios entre tres de sus sobrinos. Galeazzo, el más joven y más inteligente de ellos se unió a Petrarca, que mantenía correspondencia con el emperador de Alemania Carlos IV que a su llegada a Mantua le llamó a su lado, pues desde la caída de Rienzi, el emperador le veía como el único hombre capaz de llevar la paz a Italia; era con el propósito de interesarle por ella que había mantenido constante correspondencia epistolar, entre ella algunas cartas llenas de elocuencia que no habían tenido resultado favorable.
En 1350, Petrarca fué a Mantua y pasó algunos días con el emperador acompañándole luego a Milán, quien luego se dirigió a Alemania. Los Visconti desconfiaban de la intención de Carlos, y enviaron a Petrarca que halló al emperador en Praga, convenciéndose de que los temores de los Visconti eran infundados, se volvió a Milán ya con el título de conde palatino.
Fuése luego a vivir en Garignano, cerca de Adda en una casa de campo a que dió el nombre de "Linternun” en memoria de "Escipión el Africano".
Nacido de sus relaciones con una mujer de Aviñón, tenía el poeta un hijo natural llamado Juan, cuya mala conducta le ocasionaba grandes disgustos y era la única sombra que obscurecía su felicidad ya que era objeto de las consideraciones de todos.
Se había establecido en el monasterio de San Sulpicio en Milán, cuando Galeazo Visconti, le llamó para que fuese a París para felicitar a Juan II por su libertad; halló la mejor acogida por parte del rey y del Delfín, quienes deseaban retenerle. En sus "Epístolas familiares", describía el estado miserable de Francia y la terrible desolación de la guerra. El opuso su amor a su patria a las instancias y promesas halagüeñas tanto del rey de Francia como del emperador de Alemania, que uno y otro le hacían por la misma época.
La guerra y la peste desolaban a Italia (1360) por eso de Milán tuvo que ir a Padua y de allí a Venecia; a donde no mucho después de llegado ofreció su biblioteca a la Iglesia de San Marcos, quedando así fundada la célebre biblioteca de San Marcos.
Residió algunos años en Venecia, donde era considerado por el Dux y los más renombrados senadores. Visitaba con frecuencia Padua, Milán y Pavía para tratar con los Carrara y G. Visconti. En 1368 asistió al casamiento de la hija de Galeazo Violante con el príncipe Lionel de Inglaterra y de regreso en Padua recibió una invitación de Urbano V, que había fijado su residencia en Roma y deseaba verle con urgencia Petrarca resolvió concurrir aunque eran ya muchos sus achaques (1670) pero en el viaje perdió el conocimiento que recobró recién después de 30 horas y logró alguna mejoría gracias a los grandes cuidados que le dispensaron Nicolás de Este Señor de Ferrara y su hermano Hugo, pero los médicos dijeron que no podía continuar el viaje y fué vuelto a Padua en una barca.
Consérvese aún la casita que se hizo construir en la parte más alta de la aldea de Arqua, para poder pasar el verano; es la única que queda de las varias que ocupó en Parma, Padua, Venecia, Milán y Vaucluse.
En Arqua vivió acompañado de su hija natural Tulia, su yerno y un eclesiástico y continuó sus estudios y trabajos literarios; llegó a dar trabajo a cinco secretarios.
Entre otras obras escribió el tratado "De sui ipsius et multorum aliorum ignorantia"; en la que combatía a ciertos jóvenes librepensadores venecianos que se burlaban del Génesis. Algunos de estos jóvenes llegaron a tener la estimación de Petrarca cuando él residía en Florencia, porque tenían talento y eran muy instruidos, pero su simpatía decayó porque ellos admiraban la ciencia de Averroes y de Aristóteles que consideraba como un oráculo la ciencia de la naturaleza. Petrarca, en vez, no estaba de acuerdo con el estudio de las ciencias, lo que escandalizaba a los jóvenes naturalistas.
El aire de las colinas de Arqua no le devolvían la salud. Su médico Juan Dondi, le aconsejaba un régimen menos austero, prohibióle el abuso del agua, comer frutas y legumbres crudas y los frecuentes ayunos, pero el enfermo no tenía fe en la medicina y estimaba a Dondi sólo como filósofo; escribió cuatro libros de invectivas sobre los médicos.
En septiembre de 1373 se selló la paz entre Venecia y Francisco de Carrara, Señor de Padua, quien insistentemente pedía a Petrarca que fuera a Venecia, lo que hizo en compañía del hijo de Carrara y en el Senado pronunció un discurso que fué muy aplaudido.
Al año siguiente se agravaron sus achaques y empezó una fiebre lenta que le consumía. Trasladóse a su villa de Arqua para pasar el verano. Uno de sus servidores entró una mañana en la biblioteca y le halló sentado inmóvil, con la cabeza echada sobre un libro, como con frecuencia le veía en esa forma, no se alarmó en un principio, pero pronto pudo ver que su amo ya no era de este mundo.
A su sepelio asistieron en Arqua, Francisco de Carrara, el obispo, el cabildo y la mayor parte del clero de Padua, como toda la nobleza.
Tuvo Petrarca dos hijos naturales. El varón falleció antes que su padre y la mujer casó con Francisco Brossano, noble milanés que le erigió un monumento de mármol. Petrarca, conocido como poeta eximio, fué también un político amante de la grandeza de Italia, que influyó en los asuntos de gobierno más importantes de su tiempo.
Debe considerársele también como el más glorioso precursor del Renacimiento y el verdadero restaurador de las Bellas Letras en Europa. Apreciando con su buen gusto natural la belleza de las obras de Virgilio, Cicerón y otros, lo que junto con su entusiasmo por las producciones clásicas se comunicaba a sus contemporáneos provocando el movimiento intelectual que alcanzó los conocidos resultados de los siglos siguientes. Tanto que se ha dicho que, sin la influencia de Petrarca, todos los manuscritos de los autores latinos habrían desaparecido devorados por la polilla y el polvo de los monasterios. Puede ser que la apreciación no sea exacta, pero es innegable el empuje que él dió a las Letras no solo personalmente sino por sus amigos Bocaccio y Juan de Ravena.
Fué un gran viajero para su tiempo; en todos los sitios que visitó recogía o compilaba manuscritos, compraba medallas y otros objetos de antigüedad.
En Arezzo descubrió las Instituciones de Quintiliano; en Verona las "Cartas familiares de Cicerón" las "Cartas a Ático" y en Lieja dos discursos de Cicerón; en la Biblioteca Laurenciana de Florencia se encuentran copiadas de manos de Petrarca las "Cartas familiares" y las "Cartas a Ático".
No olvidó tampoco a los autores griegos y aunque no llegó a profundizar en todos, conoció los "Diálogos de Platón", "La Ilíada", "La Odisea", algo de Sófocles y de algunos autores, aunque los clásicos griegos nada influyeran en él. Insistía siempre y en todas ocasiones sobre las ventajas del estudio. En muchos pasajes de sus escritos, particularmente en su correspondencia, Petrarca atacó libremente los desórdenes y los vicios del Pontífice y su corte, a la que llamaba Nueva Babilonia y Babilonia de Occidente.
En estos se han fundado algunos para decir que Petrarca era un hereje. Era un creyente convencido y sincero, Petrarca no sería bien conocido como poeta italiano si solo se conociera a través de sus versos amorosos, es preciso leer también algunas otras de sus producciones especialmente las tres canciones que Leopardi calificó de únicas y verdaderas producciones líricas de la poesía de su época. Y no es por cierto la menos importante el "Poema Moral de los Triunfos" que representa una cantidad de visiones alegóricas sobre el poder del Amor, la Muerte, la Gloria, el Triunfo, y la Eternidad. La ejecución no es la más brillante quizá, pero cuando habla de Laura, se produce el brillo de sus mejores obras.
Debió mucho de su Escuela a Dante, a quien, sin embargo, no estimaba mucho, parecía como si en el fondo sintiese por él algo de envidia. Hay de él muchos manuscritos sobre variados temas y en distintas Bibliotecas de muchos países.
No se refieren ellos a un sólo tópico pues tratan asuntos políticos, filosóficos y líricos. Petrarca era también músico y cantaba con voz suave y sonora sus composiciones líricas.

Libro: Biografías de la Revista Balanza
Autor: Joaquín Trincado
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