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Joaquín Trincado

Filosofía Enciclopédica Universal 2; Al lector

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 5 oct 2024
  • 4 Min. de lectura

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Hemos puesto en tus manos los 12 libros anteriores que componen nuestra Máxima Escuela; y aun cuando por sus axiomas son el terrible rodillo de la ley que aplasta todo el error de las humanidades, religiones y dioses, no hemos temblado, aun sabiendo que la perversidad sus viejas armas contra nosotros; la vil calumnia que ha rebasado (para desgracia de ellos) todas las medidas de todos los códigos penales.


Mas al entregaros este tomo segundo de la “Filosofía Enciclopédica Universal”, sí temblamos. ¡Quién no tiembla ante la justicia!... Mas el temblor, ¿es por nosotros? ¡Oh no!... Hemos sido jueces representantes; hemos sostenido con valor y estoicismo las furias de los criminales más empedernidos y sin temblar hemos sentenciado en absoluta justicia y nada nos conmovió que nos hiciera vacilar. ¿Por qué pues, temblamos al entregar a los hombres este libro?... Temblamos, porque los aberrados que están (como nosotros) sentenciados no han de someterse a la inflexible justicia. Si la sentencia fuera del hombre, poco importaría la no sumisión. Aún les quedaría tiempo de otras pruebas y eso, en nuestro amor y desinterés, nos quitaría el temblor. Pero no es así. La sentencia la dió el hombre en representación del universal juez supremo y la sola duda del hombre aberrado, pone a su espíritu en manos del ejecutor. Conocemos lo terrible de ese justo destierro, porque como dijo el profeta por el padre: “Llegará el día de mi justicia y será el rechinar de dientes”. Jesús y Juan hablaron todos sus días de este juicio y aun, Jesús, con toda claridad dijo: “Se separará el trigo de la cizaña” y anunció “otras moradas”. Conocemos esas moradas que el Dante en espíritu recorrió y describió del modo que en su tiempo podía y que en este libro se describen en todo su horror. ¿Cómo no hemos de temblar al saber dónde van esos aberrados? ¿Cómo no hemos de temblar al dar este libro de juicios y sentencias inapelables?... Y temblamos también, por el temblor de los lectores que harán conciencia, y más temblamos por los que no la querrán hacer. Pero prevenimos a los que harán conciencia, que esa es la garantía de que su espíritu acató el juicio. Con cumplir su deber como hombres, saben que quedan en la tierra hasta su máxima perfección, para entonces pasar a empezar otro grado superior en el mundo de maravillas que también se describe en este libro. Más los que no harán conciencia, no temblarán hasta que desencarnaran y entonces será el “rechinar de dientes” y temblarán por millares de siglos. Por éstos, sí, temblamos. Pero, no podemos ser débiles y a pesar del temblor le entregamos al hombre estos juicios, diciéndole en toda Autoridad y Verdad. Cree: no creas. Acepta; no aceptes. Maldice o bendice; ama u odia; calumnia o crítica; se vil o noble; no podrás hacer que no sea, lo que ya fue tu juicio. En él, fue abierta y vista tu conciencia: asentó tu propio espíritu, ante el juez, tú debe y haber exacto y oyó la sentencia dada por el valor de las obras y no se tuvo en cuenta la fe, sino las obras, como había dejado sentado Santiago Apóstol de España. “Muéstrame tus obras por tu fe y yo te mostraré mi fe por mis obras”: “porque sólo las obras hacen fe” Y añade: “La fe sin obras es muerta, como es muerto el cuerpo sin el espíritu”.


El juez tuvo presentes esos principios y todo otro argumento no tenía valor ninguno, fuese emperador, pontífice o mendigo, el exponente.


El lector, pues, de este libro, no puede poner dudas a la recta justicia ejercida y más bien deberá ver, que, sin quitar rigor a la ley, se han dado los medios de amor que la misma justicia aconsejaba.


Algunos nos dicen ahora: ¿Por qué no dieron a la publicidad estos juicios de inmediato y muchos habrían enmendado sus yerros?... “Al mal pagador, nunca le faltan excusas”, dice el proverbio. Poca y ninguna sabiduría habría demostrado el juez ni el Espíritu de Verdad, llevando al hombre a este conocimiento, estando sus espíritus tan excitados con el conocimiento de la sentencia inapelable. Aun así, los furibundos espíritus perversos encarnados, encendieron la guerra, vergüenza que no ha terminado, por sus propósitos de destrozar el mundo, antes de su irremediable destierro al desencarnar, cuyos jefes y promotores casi todos han pasado ya y alguno que queda, está deshecho. Era al espíritu al que la justicia sentenció y éstos, todos presenciaron el acto terrible del juicio y la sentencia.


Desde esa fecha, sólo encarnan espíritus juramentados en el cumplimiento de sus promesas y acatamiento de la justicia, que ya empiezan a ser hombres y componen ya parte de la sociedad humana y, es ahora, la hora de poner en sus manos sus propios juramentos. Entre tanto, a los encarnados acatantes de la justicia, la “Escuela Magnético-Espiritual de la Comuna Universal” en sus 12 libros anteriores de eterna sabiduría, los ha puesto en grado suficiente para comprender estos juicios. Sin libros anteriores, éste, no puede ser comprendido, aunque sí creído: pero nosotros no queremos que se crea porque lo digamos nosotros, sino por la prueba razonada; es decir, filosófica, que en toda la obra enseña nuestra Escuela del Espiritismo Luz y Verdad.


El juez cumple el deber de esta advertencia y con ella el Maestro os invita en el “Año de quiebra”, a que meditéis en estos juicios, para que os libréis de la lista de los quebrados, cuyos procesos, en estos juicios están.


5 de abril de 1930. Día 17 del mes 7 del año 19. N.E.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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