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Joaquín Trincado

Febrero 4 de 1912. (Portillo)

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 29 oct 2024
  • 9 Min. de lectura

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Llamada al espacio y juicio a los jefes de la Iglesia Cristiana.


Se dio lectura a las comunicaciones de Che Auffer, María y Virret de Abus Amet. Para abrir los juicios de justificación.


Se posesionó el médium, viendo el vidente González una legión de espíritus eclesiásticos en actitud hostil, porque se les sometía a Juicio; el médium dijo:

Heme aquí, soy llamado; deteneos yo con vosotros; y como he oído y hemos oído un momento ha, que: “Estoy en la ley” vengo en nombre de una legión a oír el juicio que el hombre representante de esa ley nos hace acusándonos y no podemos excusarnos de comparecer.


Estamos en la ley y me lo prueba, que el juez me ha prestado un cuerpo de un hombre para poder hablar y defenderme o acusárseme, en tanto que el espíritu de este hombre que me presta su ayuda he ha alejado. De lo que resulta:

Que ahora comprendo una ley que no sabía y en virtud de esta ley de atracción uso este cuerpo; y como el hombre es humilde, aunque su espíritu es grande, me atrae su materia porque, yo y los que me siguen sólo de materias nos hemos alimentado.


No puedo negar aquí, que, para nosotros, la carne ha sido nuestro Dios y por ella hemos hecho y aún estamos dispuestos a hacer cuanto antes hemos hecho; pues aún no hemos decidido rebelarnos o someternos a la sentencia de, un hombre que nosotros habíamos sentenciado. Y... ¡Horror! ¿Qué veo?... Que también lo hemos sacrificado varias veces…


Pero me maravilla lo que presencio; lo que no puedo negar ya. Yo ocupo este cuerpo que no es mío y el tribunal y el juez, no puede ser más humilde; y si lo dudo, millones de voces me dicen: “Está en la ley”.


¿Puedo eludir esa ley?


Yo vivo en la libertad del espacio sí, es cierto, como acabo de oír leer, tiznado y tiznados los que represento, del barniz negro de color hollín creado por nuestras obras. Pero vosotros también habéis estado negros como nosotros y hoy os veo constituidos en jueces de nosotros que hemos tenido en nuestras manos la ley civil y religiosa, con la que nada ha podido contra nosotros. Pero ¡Oh justicia!... Hoy somos sometidos al juicio ante un hombre sencillo y me repiten: “Está en la ley”.


Nos resentimos, nos quejamos de rigor, porque, si estamos en la ley y hemos pertenecido al mundo tierra como hombres y sido Papas y Reyes y aún como espíritus seguimos perteneciendo a la tierra y defendiendo a la Iglesia que hoy llamáis “pequeña”. ¿Por qué se nos quiere mandar al mundo primitivo? ¿No hemos dejado en la tierra afecciones? ¿No nos elevamos a las dignidades? ¿Por qué no podemos ser jefes otra vez? “Está en la ley, me repiten, el juicio a que se os somete”.


Pues bien, no queremos excluirnos de la ley, pero pedimos tiempo para enmendar lo que nosotros hicimos... Si se cuándo se nos dio la tregua y ésta se cumple en este momento y, ya terrible y sonora suena la trompeta al espíritu y debemos optar, por ser los últimos en las filas de los ejércitos del Señor a ser jefes en los mundos primitivos; jefes de antropófagos, (como se nos ha hecho ver) donde los ríos humean y llevan aguas que parecen azufre y cuyas tierras son barridas por terribles vendavales y suena el trueno horrible y el rayo aterrador lleva la desolación. ¿Qué decís? Hay que decidirse; hay que optar por lo uno, o por lo otro; yo que hablo con los hombres y veo al juez, hombre humilde, pero que está en la ley y que, aunque fue ajusticiado por nosotros mismos como otras muchas legiones que presencian este juicio y no piden venganza, sino que piden a Dios, pero al Dios de Amor que ellos tienen, no al Dios que nosotros hemos creado, piden con Amor, aunque nosotros no tuvimos misericordia para nosotros que fuimos sus verdugos y tiranos.


Aun no me someto; pero estoy decidido a aconsejaros, que tomemos la resolución de ser los últimos en las filas de este Dios que no hemos conocido. Pensad, meditad y decidiros, pues oigo que, el tribunal no se levantará sin ejecutar la sentencia y, yo no quisiera ser jefe de antropófagos, puesto que la ley nos da un derecho y estamos en la ley: pensad.


La ley no prohíbe que la carne tenga sus expansiones en su medida justa; lo que prohíbe es lo que nosotros hicimos; hacer de la carne nuestro Dios y nuestro todo.


Estamos ante el tribunal, compuesto por una pequeña sesión de hombres humildes, pero todos más sabios que nosotros entre los que está el juez que juró reivindicar a Cristo, ¡Eh! No, a Jesús, me mandan rectificar los Maestros, vuestros Maestros, no quieren que quede escrito el nombre de Cristo, como agregado infame que pusimos a Jesús. Es cierto; hay que confesarlo, pues nos obliga la fuerza de la ley que nos obligó a comparecer y ser enjuiciados por un hombre sencillo, aunque sea el Enviado, al que nosotros hemos desfigurado.


Pero, he aquí algo tremendo que no podíamos pensar: nos obliga también la ley de la carne, porque de ella hicimos la suma felicidad que debíamos tener y esto nos acusa de corruptores e inmorales y justo es confesarlo; pero, dejadnos pues, en el mundo tierra y la enmendaremos, tomando lo que es propio de ella, pues veo delante de mí, un principio que dice: “Está vedado el manjar fuera de lo justo y natural”. Sofisma que nosotros impusimos a los pequeños y no era escrito para nosotros.


Pero, nos decís que “nos daréis mundo de carne”. Si nosotros hemos pertenecido a la tierra. ¿Por qué nos habéis de sacar de ella? ¿Por qué excluirnos de la obra que nosotros hemos trabajado? Es cierto que nos hemos equivocado y que se nos dio larga tregua que nosotros no la hemos aprovechado y nos hemos manifestado en muchos centros y reuniones de espiritistas y aun allí hemos impuesto nuestra voluntad; allí hemos fraguado e inculcado el nombre de espiritualismo, para buscar una reforma, aunque fuera amalgamando los principios de la Iglesia y del Espiritismo. ¿Por qué aquí no podemos imponernos? ¿Por qué aquí se afila la piqueta para demoler nuestra obra de cerca de 19 siglos?... “Está en la ley” oigo: y comprendo que esta ley es inflexible, porque la lleva el que juró salvar a Jesús y nos llamó y nos retiene a nuestro pesar y no valen nuestra protesta, ni nuestras vestiduras.


Pero esta inflexibilidad, no está conforme con la sabiduría; con la sabiduría nuestra; pero sí está conforme con la sabiduría del Dios Amor.


En nombre, pues, de ese Dios Amor, juez nuestro; dadnos tiempo para comprenderlo; nos limpiaremos de prejuicios: pero la obra de 19 siglos ¿por qué habéis de demolerla en un momento? “Está escrito y está en la ley” me advierten; pero por eso, en los espacios, estamos disconformes; el vencedor debe respetar al vencido”. “Vosotros no respetáis” me aluden. Es verdad. Pero ¿y el amor de vuestro Dios? “Nuestro Dios no necesita templos, altares ni sacerdotes, como la Iglesia pequeña” me dicen millones de millones de lumbreras y de martirizados. Oídlo vosotros, mis representados. ¿Qué decís? El momento llega; están cumplidas la tregua y la profecía. Pensad. No ha lugar a dudas y nos sometió la justicia.


Pero no es contra la ley ser admitidos en las filas del Juez, aunque en los últimos puestos. Aún no me atrevo, ni lo confesaría en la tierra ser el último en las filas del Dios Amor o el primero en el mundo primitivo; pero es duro, horrible; aunque no es ir al principio, es la continuación del principio. Pero, ¡Camaradas!... Aquellos cuadros terribles que hemos visto... ¿Qué nos importará ser los últimos entre los que llevan el amor del principio? El ser los primeros entre los antropófagos, siendo continuamente amenazados por el huracán, el trueno, el volcán y aquellas fieras colosales, ¿qué bien puede reportarnos? Yo me encuentro doblegado; yo, por mi parte, no quiero ir a aquella morada. Pero soy mediador; y como me han seguido, pido comunidad. Que ellos deliberen y tomen acuerdo. Yo, soy el último y no debe prevalecer mi voto. Pero, me horroriza aquella fragua; más hay que decidirse, porque la fuerza de la justicia es incontrarrestable y ni aun tenemos el derecho de las armas que tantas veces hemos usado; sino que, esta ley inflexible ya se empezó a cumplir y, seremos arrastrados por nuestra misma vergüenza porque, en verdad nuestra maldad, no cabe ya, ni en la tierra ni en el espacio de la tierra ni de otros mundos que no sean el que hemos visto, donde aún no hay ley.


Tenemos que entregarnos en derrota, al ver en parangonan nuestro Dios y su Dios y ser los últimos con este o los primeros en el mundo donde yacen los reptiles monstruosos que hemos visto. Meditad... ¿Qué es muy duro decís? …


Es duro, sí; pero, ver que no podemos eludir el juicio que nos celebra un hombre tan sencillo, a nosotros que hemos tenido en nuestras manos los códigos civil y religioso y hemos dominado naciones e imperios. Pero es la ley universal la que se nos aplica y no hay apelación posible:  en vosotros está; pensad.


Se nos ha dado la tregua desde la venida del Cristo... Jesús me rectifican, hasta hoy, que entre los hombres está porque señaló la hora la esfera universal, el que juró reivindicar al Dios Amor y salvar a Jesús. No hemos meditado, lo confesamos;  pudo más que nuestro espíritu la carne; y hoy que hemos oído el clarín y la trompeta del “Juicio”, no hubiéramos querido comparecer: pero la ley inflexible nos lleva al tribunal; sin que podamos oponernos; fui designado para hacer uso de la palabra, ante la inmensa legión de espíritus que presencian y que por amor nos exhortan y me dicen: “Esas son las ovejas descarriadas por vosotros mismos que encontraron al buen pastor y lo siguieron, porque eran sencillos de corazón”. ¿Qué hacemos nosotros? Deliberad; ver que habíamos preparado un proyectil y el tiro salió contra nosotros y ha hecho estragos, reduciendo a la impotencia a nuestro representante, que, aunque viste la tiara, lleva impresa en su mente la bomba que le mandó el juez que tenemos y, maravilla verlo tan sencillo. Sabéis que, entre los espiritualistas, logramos amalgamar; pero aquí, no hemos podido, porque estaba prevenido por sus grandes Maestros y porque él es el juramentado. Sí, no lo niego.


Aquí lo hemos intentado hasta por las formas bellas. No hemos podido amalgamar y quien fue mandado caro pagó y no puedo menos que confesar nuestro delito. Sois nuestros jueces; pero sois jueces de amor, esperando que aún no nos sentencéis, porque están los míos en asamblea; dejadnos deliberar.


Yo os digo, hermanos, que deliberéis lo escrito en la ley; pensad bien; yo soy individual; pero no quiero volver donde he estado presenciando horrores; no quiero ser jefe de antropófagos; me someto a vuestra deliberación, pero debo aconsejaros, que prefiero y quiero ser el último en las filas de nuestro juez, porque con sus principios adelantaremos: ¿Estáis conformes? ¿Cuántos hay en disidencia?


Estudiamos el mundo tierra y él es un Edén; si nos vemos en este trance, es obra nuestra. La justicia es justa y por dolor que nos cause, ante la ley que hoy veo, no cabemos en la tierra ni en los espacios de la tierra, porque ya habéis oído el pregón. Ha llegado la hora del reinado del Amor y solo nos falta a nosotros para ser felices en ella, esa ley de amor, amor, amor y amor. Imponeos hermanos sobre vosotros mismos; pero, acabar que es el último momento: elegir ser los últimos en las filas del Ejército del Señor o los primeros en el reino de la carne, jefes de antropófagos ¿Qué? ¿Pedís la última tregua? ¿Dos horas de tregua?... Juez del Dios Amor y nuestro Juez: dar dos horas de tregua que piden los míos. ¿La concedéis? - Las tenéis. Dos horas pedís de tregua. Las tenéis. - Tengo la palabra. Seis de la tarde.


Se retiró el espíritu y nos elevamos desdoblados, el médium el vidente González y yo, formamos en triángulo, viendo las deliberaciones; nosotros influimos a los disidentes entre los cuales había muchos que la Iglesia los cultiva como Santos. Aparecieron de seguida los Maestros, Xavier con el Ancla, seguido por Jesús, que estaba más agobiado que el día de su martirio y lo consolaban María y Teresa. Xavier le señaló donde nos encontrábamos nosotros. Entonces, mi espíritu, se vistió de túnica violeta, sin duda es la que vestía cuando el juramento en el Gólgota, porque me fue presentada una piedra donde se conocían las impresiones digitales de una mano y era en el Calvario; empezaron a llegar millones de millones de espíritus y los maestros de muchos mundos. La luz era tan intensa, que el Sol, no sería un fósforo en comparación de ella. Mi espíritu formaba como una columna salomónica e hizo asiento y salió de la misma columna y se unieron allí. Schuwitt y Ewits Maestros Espíritus del Sol.


En este momento llegó Ignacio de Loyola que se fue a Xavier y lo designó para hablar a una legión que llegaba más negros que todos, conocí algunos de ellos, al padre M. sobre todo, que arengaba a toda la legión de los suyos protestar, pero fueles señalado el tribunal y se taparon la cara de vergüenza.


Ignacio de Loyola les dijo: Yo os dije: “Os dejo el mundo que habéis de conquistar por la caridad y la ciencia; os mandé mendigar de puerta en puerta y que fueseis todos para todos. ¿Cómo habéis cumplido? Les señaló a Xavier y les dijo: “Yo quería que todos fueseis como él”.


No cedían, protestaban. Ahora llegó el Dante; y les fue mostrando el mundo a donde se les destinaba; el horror les hacía desmayar.


En este momento, Xavier, que cubría a Jesús, lo descubre y apareció crucificado y al pie mi juramento. Un segundo de pausa...  Y, una lágrima brotó de todos ellos: nos rodearon, pero les señalé a Xavier; éste tendió el ancla; a ella se agarraron y Jesús entonces apareció en la predicación de la ley. Un coro inmenso cantó el Hosanna y esta antífona. Ya brilla la luz del claro día; ya le quitaron la cruz al hijo de María. Rossini dirigía los coros que llegaron de Sión.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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