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Joaquín Trincado

Febrero 11 de 1912. (Portillo)

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 7 nov 2024
  • 15 Min. de lectura

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JUICIO A LAS HUESTES CRISTIANAS EN COMUNIDAD


Se dio lectura después de la invocación a las comunicaciones de 26 de enero de Che Auffer y María de Nazaret, viendo el vidente González y yo, las inmensas legiones de espíritus negros que llegaban conducidos por la justicia. Les guiaban con su luz, Juana de Arco y el Patriarca Joaquín a quienes escoltaban millones de espíritus de luz. Oyeron la lectura y entre tanto, les fue mostrado el mundo primitivo a donde se les destinaría sino acataban la ley de amor.


Posesionado el médium por un espíritu que parecía ser el caudillo de todos ellos y haciendo algunos aspavientos y extrañezas al verse, obligado dijo:


Deteneos, hermanos. No hay “Compañeros”. Hermano es la palabra que me imponen, deteneos aún. Hay que hablar; hay que defenderse y para eso me habéis delegado. (Hablaba a los espíritus traídos a juicio.) Es inútil, no llaméis “Compañeros”. Somos hermanos. Dejadme hablar, puesto que me habéis delegado en mi comisión de jefatura: oíd.


Yo con vosotros y os represento; pero oíd las melodías que se acercan. (Llegaba Jesús acompañado de gran séquito y Xavier descolgaba el ancla desde Sión). Preparémonos a la defensa y meditemos un momento; pero oíd como yo oigo el pregón de justicia que dice: “Se os llama a juicio, porque la hora es llegada y no podéis resistir un momento más“; terrible es el momento; suenan los clarines de llamada y baten tambores de lúgubre son. Es cierto, no es posible resistir un momento más.


Estamos entre dos cortinas; la una nos cubre la luz y la felicidad; la otra nos cubre el horrible mundo de fragua que se nos ha mostrado; los dos extremos se nos ocultan para que nos decidamos en voluntad; ese mundo de horrores que nos cubre la cortina de la izquierda, es el destinado a nuestra emigración forzosa y la ley en que estamos nos empuja irresistiblemente; no es culpa de la ley. Es nuestra; y nuestros jefes, juzgados antes que nosotros se libraron por el acatamiento de la ley, de que no les descorrieran esa cortina donde suenan los tambores lúgubres y fueron admitidos a la fiesta del Dios Amor que nos cubre aquella otra cortina. El momento ha llegado y os suplico hermanos que supliquéis al Dios de la Misericordia que aun, un momento más nos conceda para deliberar y ponernos de acuerdo; yo imploro a Dios por el juez que nos oye, encarnado en humildad; hombre es como nosotros fuimos y tiene el Código de Amor por base: pedid hermanos, como yo pido, puesto que me habéis designado por unanimidad para defenderos y os digo que la defensa no es posible en nuestra maldad, que es pública. Pedid, porque arrecia el ruido de los tambores y el clarín estridente de llamada resuena en todo el espacio que pertenece a la tierra, del que somos arrojados por la inflexible justicia de la ley; pidamos un mediador, no pidamos elevarnos en supremacía, pues este pedido implica descorrerse la cortina del mundo terrible que nos mostraron; pidamos la entrada en el ejército de los humildes por que los veo verdaderos sabios. Si, pedir; pedir un mediador; (lloraba con gran amargura) entre sollozos dijo: Juez de Dios, hombre dichoso que tienes la ley y tu voz ha resonado en el espacio obligándonos a comparecer a un juicio, que en nuestra ofuscación no preveíamos, ¡concédenos unos momentos, para reflexionar!; dadnos un mediador que nos presente al Padre, que reconozco que lo hemos desconocido; descorrednos la cortina de la derecha que veamos la luz donde la presentimos y donde salen voces que hasta nosotros llegan y donde se nos dice: “Sonó la hora en la esfera de la justicia; arrepentíos y entraréis en la morada del Padre destinada a los vendedores”. Tú, que a nuestros maestros juzgaste en amor, ¿serás más inflexible con nosotros que fuimos arrastrados por aquellos jefes, que ya fueron admitidos en la gracia de la ley?... Pausa y lloraba con verdadero dolor. Hablé yo.


Dura es la ley, pero es ley, hermano mío; y terrible la sentencia que recae contra los prevaricadores; pero el Padre es todo amor y depositó los poderes en el hombre que juró reivindicar a la justicia ultrajada. El amor del juez, identificado con el amor del Padre, está más pronto a la misericordia que al castigo y recibe tu pedido y tus lágrimas de arrepentimiento; las presenta al Padre y pide a Jesús el ofendido y a su Madre María, sean vuestros mediadores y a Xavier espíritu de Verdad y jefe superior de los espacios, que os tienda su ancla de salvación. Es la hora grande y... Descorreré pues, la cortina que cubre vuestras conciencias y ver la luz de Sión por un momento y que os ayude a decidiros por el bien. Sea.


Un cuadro grandioso se descubrió a la vista de todas aquellas huestes; descorrióse la cortina y apareció Jesús radiante de luz con las manos extendidas y les decía: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. María tendió su manto fluídico y acogiendo bajo él a todos los que lloraban, imploraba a Sión y descendió el ancla salvadora que estuvo pendiente hasta el final del juicio en que se asieron todos. El comunicante continuó exhortando a las huestes y les decía:


Ved el cuadro grandioso que se nos ha presentado; examinemos nuestros hechos y veamos que nos vemos desnudos: y que, si se nos sentenciara porque nuestra ofuscación al mundo que cubre la otra cortina nuestra vergüenza aceleraría la marcha, porque no podríamos resistir ni un momento la fuerza de la justicia.


Pero... ¿Nos hemos de dejar condenar como deudores morosos? ¿Hemos de dejar perder los bienes adquiridos en el mundo tierra, que, aunque delincuentes, también hemos padecido y estos padecimientos son una tela, que, si nos limpiáramos del odio y el prejuicio, con ella nos vestiríamos de túnica que podremos adornar con la luz de la sabiduría que nos muestran? Y las afinidades creadas, aún por el odio a nuestros semejantes, que por el arrepentimiento y el conocimiento de la justicia y el acatamiento de la ley convertiremos en afinidad de amor; ¿lo hemos de perder por nuestra aberración?


Y los vacíos que tenemos, ¿por qué no los llenaremos practicando el amor que nos enseñan? Hagamos justicia hermanos; reconozcamos que somos hechura de nosotros mismos.


Pidamos al Padre. Roguemos que nos deje continuar en la obra de la tierra donde hemos principiado y no bajemos a principiar de nuevo en ese mundo de fraguas.


Pidamos quedar donde dice esa cortina que cubre la luz y la descorreremos con nuestro esfuerzo; somos dueños de nuestro libre albedrío, de nuestra conciencia, pero nos es prohibido causar daño a nuestros semejantes. Hoy somos negros porque fuimos negros de conciencia. Nosotros somos los que gritábamos, amordazábamos, aniquilábamos los cuerpos de esos cuerpos que eran envolturas de grandes espíritus; contra esos mismos espíritus que condenábamos al no ser y aún hoy que nosotros somos espíritus y no lo confesamos por nuestra maldad. ¿Qué podremos hacer cuando la justicia ha marcado su hora? Lloraba muy amargamente, porque aún había algunos indecisos y continuó:


Pidamos que se descorra para siempre esa cortina que nos cubre del bien y ganemos su posesión por la acción continua de nuestro trabajo; quisiera descorrerla para todos ahora, pero no puedo porque estoy desnudo y me avergüenza llegar a la luz en este estado.


Pero, pido. Pedir conmigo, que está en ley, está en la armonía del Universo que nos han mostrado y acordémonos que Jesús lo dijo: “Pedid y recibiréis”.


Comprendamos que entorpecemos al progreso que es ley universal y porque está en mayoría, nosotros no cabemos más en la tierra ni en el espacio destinado a la tierra por lo que, la emigración es forzosa, con la más vergonzosa derrota.


No hemos sabido aprender la sabiduría que lleva a la morada del Dios de amor, porque adoramos al Dios de los Holocaustos hechura de nosotros mismos. El Dios de nuestro juez, es el ser increado y creador de las moradas de la ciudad universal. Salid de la aberración, pues veo marcarse el último instante y el juez nos concedió cuanto puede.


Somos del mundo tierra que ya es bello y bella morada de la casa del Padre y no podemos salir de él, sin llevarnos con nosotros la carga negra de nuestras obras porque está en la ley y esto aumentará los horrores del mundo de fragua.


La ley es Dios, pero el Dios de amor y el hombre la obra del Padre que no quiere la muerte de sus hijos: y vemos que el hombre errado, es susceptible de reformarse por el esfuerzo y la voluntad de mejoramiento aún en la materia que nosotros hemos endiosado, para llegar al trance duro de encontrarnos desnudos y acusados por la misma materia.


Nos encontramos en las capas de la atmósfera y somos espíritus y aún no nos hemos dado cuenta de nuestro estado de espíritus y vivimos en la orgía de la materia paralizando el progreso y no lo retrocedemos, porque retroceder no puede, por la fuerza de la ley.


Ved el cuadro horrendo que nos presentan como un plano; yo lo leo y me espanta su exactitud. Aquí marca un crimen, allí un incesto, allá una guerra, más acá un complot y todo él marca chorros de sangre, vilipendio, desamor, odio, venganzas, vergüenzas que me anonadan. Veo la mujer que clama por el abandono y el engaño que la hicimos compañera de nuestra brutalidad y prostituida siembra el crimen, por nosotros aleccionada; veo al claustro pudibundo donde la bacanal no termina. Veo... Horror... Ese monstruoso invento para cubrir nuestra maldad y desalojar de la conciencia el sentimiento, donde la niña escucha la soez palabra del confesor y pierde la inocencia; donde la esposa se deshonra y el hombre deja de serlo desde que se arrodilla.


Ved el otro monstruo, consagrado por nosotros; el celibato; que nos pone a cubierto de las obligaciones de que la naturaleza no excluye al hombre, porque es ley de la carne; ese celibato, protección del crimen y delito de lesa naturaleza porque la ley de la carne es ley inflexible y el celibato, ley absurda, es la sanción del crimen, el rebajamiento del hombre y la negación del mandato de Dios.


El celibato, pone al hombre por bajo del nivel de las fieras; pues mientras éstas luchan por la defensa de sus cachorros, el hombre célibe, a la mujer de quien bebió el néctar de la naturaleza, le enseña a matar el fruto, no del amor, sino de la posesión bestial y de prostitución.


Nosotros fuimos mil veces peor que esas fieras, porque matamos los frutos de la ley de la procreación; y cuando nos lamentamos por impotentes ante la misma ley, con nuestra lujuria, atraíamos los espíritus libertinos, en vez de espíritus de amor y unidad.


Por el celibato y por nuestra maldad inmediata, fuimos los verdaderos culpables del estancamiento del progreso, que a nuestro pesar avanzó y por el somos hoy llamados y en juicio estamos.


Yo estoy dispuesto a acatar la ley; estadlo también vosotros, porque ya suena el último segundo de la tregua y os digo lo que oigo y pido por mí ser admitido en la luz para adelantar el retraso que tenemos, por nuestra voluntad para el mal.


Por el celibato faltamos a la ley y corrompimos la carne, y es preciso volver a la tierra a pagar las deudas a la ley, no faltando a la ley y atraer hacia nosotros espíritus de amor, por el amor.


Es preciso empezar a estudiar y a aprender la sabiduría, no de dogmas y falsas máximas, sino de la ley de la Cosmogonía y hago éstos propósitos, de toda mi voluntad, acatando la ley, para que me descorran ya ésta cortina que ha despertado mis ansias.


Hasta aquí, los cristianos, hemos falseado la ley y nuestros superiores en juicio anterior, se convencieron. Veo en las filas de los espíritus de luz, hombres de todas ideas y religiones que las repudiaron; y aunque fueron muchos cristianos de la Iglesia que hemos mantenido, ellos han ido a la luz; pero no eran sacerdotes, ni tenían el celibato: eran hombres, padres de sus hijos, mientras nosotros corrompíamos su conciencia y lo confieso.


Así pues... Dios de las misericordias... Descorre para siempre esa cortina que nos oculta tu ley, que acatamos. No queremos supremacía en el mundo de la carne que nos queréis dar; queremos reivindicarnos y vindicarnos en la tierra, porque vemos que tu vienes a los humildes... Lloraba y una pausa. Pedí al Padre que les tendiera sus brazos y, el ancla fue asida por todos. Conmovido el espíritu se levantó y el médium dijo rebosando de alegría:


Bendito sea el amor. Bendito el Dios de Amor y del Universo. Bendito el que ilumina a los ciegos de voluntad. Bendito Jesús, que nos muestras la verdad y nos aclaras lo que erróneamente nos enseñaron, otros que sabían las escrituras, pero por malicia las falsearon; más ellos también han sufrido el juicio y por el amor han pasado a la luz y como ellos, nosotros queremos formar en el guarismo de los agraciados. Gracias por tu bondad, Jesús.


  Y... Esa mujer... Que hoy está radiante de luz y de amor; una joven pastora que recibió en su seno el fruto que no hemos sabido cultivar. ¡Oh gracias, María! Madre hermosa de Jesús y de la humanidad, por el amor... Gracias espíritus amorosos que tanto amor habéis intermediado entre nosotros y el Dios de las bondades a quien no hemos conocido... Y... Para ti… Para vosotros, hombres de amor entero, pero inflexible en la justicia... Fáltame palabras y fuerzas... ¡Gracias nuestro juez y ayudantes secretarios autorizados del Padre para recibir nuestro juramento y absolvernos en verdad de verdad! Nos dais la luz de vuestro amor y por la justicia. Tenéis el partido poderoso de la estabilidad universal. Por ello me doy cuenta de vuestro poder, pues, sólo cuando habéis pedido después de nuestra promesa y acatamiento de la ley se han movido los espacios y el ancla salvadora descendió. Partido poderoso que forma en comunión con los Maestros de la sabiduría, Secretarios y Consejeros del Padre. Comunión que desciende de Sión y la dais a los hombres con el nombre del Espiritismo, que nosotros hemos rebatido porque nos descubría nuestra pequeñez y maldad y para destruirlo, lo amalgamamos en el espiritualismo.


Pero, tú, habías jurado reivindicarlo y la luz que muestran no la pueden resistir las tinieblas y, cae la amalgama con el descrédito más vergonzoso de los amalgamadores.


Gracias... Juez de amor, porque nos diste este cuerpo que nos ha servido de intérprete... Gracias... A todos, porque vuestra plegaria llega al centro de las Misericordias y por ella fuimos acogidos en los brazos del Padre, que llegaron hasta nosotros en el ancla, sin ver la faz de su amor... Gracias, Jesús, Gracias, María... Gracias a todos.


Permítame el juez hablar ahora a mis hermanos que consternados a mis pies están. Puedes hacerlo, pero sed breve... porque la materia del médium trabajó mucho.

Escuchad. El mundo de la tierra y el espiritual, mundos son ambos, del Padre, causa primera. Pero hemos visto por primera vez, la verdad de las verdades, de que hay otros mundo habitados y que todos deben marchar paralelos; que hay mundos primitivos y que la tierra tiene partes de todos los mundo de luz y primitivos; que los hijos de la materia, desconociendo la causa primera, hemos truncado nuestro progreso y retardado la paz de los espíritus de luz; que la ley es una y pertenece en justicia a la mayoría, causa por la que, no cabemos en nuestro estado de desnudez entre los que supieron tejerse el traje de luz que visten; que aun siendo la materia y el espíritu una misma cosa como hijos de la causa misma, la materia es una y el espíritu otra, que si tienen el mismo principio, el fin o destino es diferente y debe servir la una al otro marchando paralelos, pero dando a la materia lo que le pertenece y al espíritu lo que es suyo, no pudiendo desmentirse que ambos tienen que cumplir un mismo progreso y caminar al mismo fin, al progreso indefinido e infinito; que la materia es ciega y el espíritu consciente y por esto el espíritu, es preponderante de la materia; que si la materia sirve al espíritu, la materia también irradia luz; y si la materia sirve a la materia, se tizna de hollín, trunca el progreso del espíritu y causa el mal que lloramos; que la materia perfecta brilla y cuando es perfecta, con el espíritu llega a la gradas de la Divinidad; que divinizando y haciendo nuestro Dios  de la materia, es ley justísima que se nos destinará a la vida en mundos de materia y del grado de nuestra materialidad;  somos pues hijos de la materia y hechura de nuestras obras y no hay injusticia en la sentencia que se nos preparaba; es la morada que nos hemos labrado en tantos siglos de aberración y materialidad y ya no la ocuparemos.


Pobres hermanos míos. Si no fuera por el amor del juez, por la plegaria de nuestras mismas víctimas, por la bondad y amor de Jesús y María, a quien tanto hemos vilipendiado y sacado de la ley general y por la misericordia del Padre que recibió en su seno a sus hijos pródigos, llorad, sí, llorad de arrepentimiento pues estaríamos en este momento en aquellos horrores del mundo que nos mostraron y odiándonos los unos a los otros y disputándonos la supremacía. ¡Cuántos siglos hubieran pasado y al fin tendríamos que sufrir otro juicio, para volver a pasar por lo que ya hemos pasado por el mundo tierra!


Alabemos el amor de nuestros jueces e intermediarios; bendigamos la misericordia del Padre y acatemos la ley sabia y justa.


Estudiemos estas verdades opuestas a nuestros sofismas e impongámonos la conciencia de las cosas para no ser ciegos de voluntad y obedecer lo que antes no obedecimos.


Es cierto hermanos, el reloj de los tiempos marcó la hora oficial de la justicia; ésta tiene un tribunal inflexible, pero tiene el amor del Padre por base de su Código, por lo cual, hemos sido acogidos en la gracia del Padre, como lo fueron nuestros Maestros de maldad de la religión cristiana.


Veo y ver conmigo el error que nos ha cegado; hagamos el firme juramento de enmendar nuestro error al que nos ha mostrado en nuestra desnudez y nos demuestra la justicia del lugar, que, salvo la misericordia, deberíamos ocupar, pero sin salir de la ley; y debemos proponernos elevar el alma a la gran sabiduría, cuya biblioteca es la gran Cosmogonía.


Veo y ved  vosotros que nuestros jueces, son hombres que viven en la tierra y son humildes, cuantos sabios y poderosos, porque ven, aun encarnados, lo que nosotros no hemos podido ver aun cuando espíritus, desdoblándose y estudiando esa Cosmogonía, en tanto que su cuerpo material queda desempeñando las funciones de su deber en la tierra y son conscientes en la materia y en el espíritu y toman para la materia lo que en ley le pertenece para ayudar más y más a su espíritu que se alimenta en la sabiduría de Sión, donde el juez coteja lo estudiado en los mundos que recorre.


De esta sabiduría y amor de que están saturados, ha dependido nuestra admisión de nuevo al trabajo en la heredad de la tierra, gracia que el Padre de las misericordias nos concedió tendiéndonos el ancla, tan pronto el juez, reconociendo nuestro arrepentimiento, pidió la gracia.


No hay duda, hermanos, que éstos desdoblamientos son el premio a la virtud, al trabajo, a la humildad y la sabiduría y nosotros la negamos aun teniendo el ejemplo del caso público de Antonio de Padua, que tan malamente hemos explotado.


Nosotros, libres en el espacio y ellos encarnados en la tierra, nos dominan, se elevan, nos ven y no los vemos nosotros por nuestra ceguera; nos llaman a juicio y por una fuerza que no vemos tampoco y aun no nos explicamos, somos arrastrados queramos o no a su presencia y no tenemos argumentos para rebatir su justicia; nos pone los dos polos y nos vemos en la necesidad de escoger. Pero el positivo nos repele y el negativo nos atrae por nuestra obra; pero el juez, tiene un neutro; es el amor y lo interpone y hace que el positivo y negativo den la luz a la conciencia y sirven a la justicia viviendo en armonía. ¿Qué mayor sabiduría puede haber? Reconozcámoslo que es lo menos que podemos hacer.


Este es el momento, en el que el juez de amor inclina la balanza hacia la misericordia; cuando entran a ejercer en bondad y en amor Jesús nuestra víctima cruenta y María madre de amor y nos cubre y nos protegen y nos   enseñan a respetar la ley, pues no se interponen hasta que el juez hombre encarnado, se pronuncia en amor, pero en rigurosa justicia.


Perdónanos Jesús; como te ofendimos te justificamos. Perdónanos María; como te vilipendiamos, te amaremos. Vedla hermanos míos. Hoy se presenta en familia; grande por ser madre de muchos hijos, pero nos presenta al hijo que más le costó, porque venía a ser Mesías de la libertad y el amor en nuestro planeta, en el cual ya, por gracia quedamos.


Nos presenta la esfera del planeta, para demostrarnos que la ley que traía no era para un pedazo de la tierra, ni para una Iglesia pequeña que nosotros hemos mantenido a costa de sangre humana y que se desmorona por su falsedad y huyen de su ruina los reyes y naciones, que al fin han descubierto su error y la prevaricación de sus ministros.


Nosotros somos efecto de una causa; y conocido el error, por nuestra desnudez y la irracionalidad de esa Iglesia Cristiana, debemos ayudar a su caída, trabajando, inspirando a los que aún militan en ella para facilitar la acción del juez que le ha de pedir cuantas, y la demolerá para implantar la Iglesia Universal, sin templos ni sacerdotes, en que comulga toda la Cosmogonía, que nos mira y recoge nuestros propósitos.


Helos hermanos míos, después de las consideraciones que os expongo y por nuestro propósito del bien, por el bien mismo, Helos esos millones de espíritus de luz, cantan el Hosanna al Padre de las Misericordias, por la vuelta de sus pródigos hijos. Prosternaron ante la magnificencia, pues ya se descorrió para nuestras conciencias la cortina que nos cubría la verdad.


Ya formamos en la armonía del concierto. Loor a nuestros propósitos. Gloria al Dios de las bondades; gloria a nuestros intermediarios; gloria a nuestro tribunal.


¡Bendita plegaria... Bendito amor: bendito Jesús que nos enseñas el camino!: ¡Bendita mujer, María, que nos cubres con tu manto de amor rebosando alegría! Bendita ancla salvadora, sostenida... No vemos por quién... Porque de seguro, no podríamos resistir su grandeza.


¡Oh, hermanos míos!... ¡Los hombres que se desdoblan, cuyos cuerpos están cumpliendo las funciones que les corresponde, pero cuyos espíritus van en la manifestación que nos conduce a Sión, sirven a la historia y, contaos, dar el número exacto y yo, en nombre de todos lo firmaré! ¿Cuántos? 1.384.434 espíritus eclesiásticos que fuimos, y quedamos convictos y confesos y juramos quitar la cruz que a Jesús pusimos y firma.


Solferín de Box 1639 el 31 de agosto desencarnó.

Monje de Mont-Blanc.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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