Enero 14 de 1912. (Portillo)
- EMEDELACU

- 17 oct 2024
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Sabíamos lo grave del asunto del indulto de Juan Joen y por este motivo pedí a la concurrencia un acto de fuerza suprema, pues era el momento crítico. Empezamos por influenciar el Rey que por cierto estaba agobiado. Se manifestó un espíritu que dijo:
Paz hermanos; amor os una y la bendición del Padre os fortalezca.
Yo entre vosotros. ¿Por qué estoy aquí? ¿Me habéis llamado? No sé, aturdido ando; aturdido acudo a donde tantas voces y tan poderosa fuerza se ejerce; donde en nombre de la justicia del Padre se reúnen sus hijos para un acto tan hermoso y que tanto me place. Este acto, sella lo testamentado por el Padre en su Justicia; no en la justicia de la tierra que aún no refleja la bondad de la ley que el Padre imprimió a la ley de amor que predicáis; ley sideral en la que se bañan los espíritus y los hombres que viven por el bien y que implantaréis en día no muy lejano y los hombres la obedecerán sin prejuicios y por amor.
Cuánto bien brota de vuestra fuerza y voluntad. Mirad, ella se ha impuesto en todas partes y piden sin cesar, influenciados por vosotros y esperan alcanzar. Aun los más retrógrados se han movido y piden, aunque inconscientes, pero llevados del movimiento general, que arrastra impetuoso todos los pensamientos.
Bendito seáis: felices de vosotros, que desde este apartado rincón donde lucháis por la existencia, vivís en espíritu en medio de los movimientos de allende el mar y sujetáis la ley que condena a un delincuente de esa ley de conveniencia, represión, de castigos corporales, que llega hasta sancionar la muerte del cuerpo.
Triunfaréis y mi alegría y mi gratitud serán eternas. Pero es el momento crítico; y si pasado este instante no hubierais influenciado, todo sería perdido. Pero se duda, se vacila y se redobla el pedido. Es una inmensa ola que no encuentra barreras y quiere borrar las huellas de la ignorancia.
Influid, pesar sobre los poderes en este momento solemne del perdón de las ofensas. Imponed la majestad de la ley de Amor, a la majestad de la ley de la tierra, que el pueblo, influenciado ya por la perspectiva de una ley que no puede equivocarse, se opone en compactos movimientos a la ley que destruye y mata un cuerpo, para que el espíritu se llene de odio y cause los más grandes males.
He aquí el pueblo de actualidad, que en su plebiscito para anular por su soberana voluntad la ley que los degrada. Lo estáis viendo: agrupaciones corren sin descanso en este momento y ven en su conciencia, algo que sus ojos materiales no ven; pero son arrastrados por la fuerza invisible que transmitís y que vuestros Maestros hacen sufrir y acrecentar su fuerza en el último momento buscando los polos de acción continua, para tener la satisfacción de arrancar de las manos del verdugo, a un enfermo. El Padre nos ha oído; más solo el Rey puede hacer esta gracia conforme a la Constitución por la cual tiene prerrogativas.
Los hombres jueces de la ley equívoca que condena a los hombres sus hermanos a lo que el Padre prohíbe en su armónica ley universal, se encastillan en sus fuerzas y no quieren ceder, dicen, que por disciplina; pero cederán en este momento, por vuestra fuerza los retiene en la firma definitiva y corren comisiones intuidas por vuestros Maestros. Benditos sois del Padre y os bendigo yo, que ya descanso y os aliento a que sea cercano el día de que implantéis esa ley de Amor y los hombres la obedezcan por que los dignifica.
Bendita humanidad si partes tu camino del Jalón del Amor y pides por tus hermanos; si vas ya en comunidad, ¿cómo no has de alcanzar lo que te propones? Si vas en solidaridad, ¿cómo no has de recibir los efluvios del Padre?
Por esto, hoy, porque vas en comunidad de amor (no por caridad que la caridad ya pasó de su órbita) porque estudias en la razón, todos los maestros de la luz, todos los espíritus de progreso, trabajamos al unísono. Nosotros hacemos como la abeja; vosotros sois hoy, las flores donde tomamos el polen, la dulzura del néctar que depositamos en la colmena.
Lamentáis la caída de vuestro hermano; perdonáis la ofensa que contra la sociedad cometió, pero lo consideráis enfermo y pedís su vida para que de esa caída salga la rehabilitación; no queréis dentro de la armonía de la ley que vuestra alma presiente, destruya un sólo tentáculo del cuerpo de la gran familia.
Si se cumple la sentencia, hombres del poder, no podréis invocar el altruismo en vuestro favor. ¡Oh hombres de la toga y del fajín! La libertad será un momento desatendida y obscurecida si en este momento no oís. Pero el día cercano del imperio de esta nueva ley, os juzgará en verdadera justicia, no en represalia, que ésta no tiene cabida en la nobleza de la ley sideral.
No en balde trabajan, influyen y se desdoblan los espiritistas para pesar en espíritu sobre el que invocando una ley que fue necesaria, aunque cruel, en tiempos anteriores. Mirad hermanos como vacila el juez; sobre él pesa vuestra fuerza y tiembla al intentar poner la firma; su espíritu está con los demás que piden y su razón lucha entre el deber de la ley que mata el cuerpo y la ley de amor que se le impone por influencia.
Los espiritistas trabajáis y con vuestra fuerza retenéis la mano del juez militar. Se citan en espíritu y acuden en aquel punto no importando la distancia donde tenéis vuestras materias y a esa cita, han acudido como atraídos por un inmenso imán que habéis electrizado, todos los espíritus encarnados que forman el número tangible y todos los espíritus que encienden el sentimiento en el corazón de las muchedumbres y piden y quieren alcanzar y alcanzan, porque el amor los guía. ¡Oh ley de Amor desconocida!... ¡Tú triunfas!...
En este momento se mueven las masas que son estimuladas por los espíritus de verdad. Ved como vuestros espíritus recorren casas, centros y sociedades y, hay quien os ve y comprende la facultad y se acusa de falta de amor y sacuden la inercia y se mueven y corren a mover los resortes del único que, sin quebrantar la ley militar, puede salvar la vida de un hombre y dar ejemplo de grandeza de alma.
El mundo material y el espiritual están identificados y la armonía reina en estos momentos en el Universo y no quiere un mártir más por la acción de la libertad; el mártir, sólo fue creado por el negro catolicismo; pero aun es prejuiciado el juez; pero esta influencia de vuestra fuerza, disipa el prejuicio.
¡Hombre poderoso! Depón tu criterio del rigor supremo de la ley de la que eres juez; piensa que eres hijo de una madre como la que llora por esa víctima; piensa que dices que es necesario para curar a los demás y, si matas a la materia, no puedes matar al espíritu, que al ser ajusticiado partirá en odio, en venganza y, sombra es el delito que cometió para el mal que puede causar en espíritu.
Dar tiempo a la rehabilitación al humano ser, que él se dará cuenta del movimiento que todo un pueblo altruista hace en su favor. Una madre desolada que pegada está al ser que llevó en sus entrañas, mientras su cuerpo que sirvió de arca y amparo en su gestación y niñez, llama a tus puertas y a la conciencia del rey. Te diera ella hasta su vida si te fuese necesaria y todo un pueblo que se verá dignificado, te reconocerá por altruista y verdadero juez.
¿Qué temes faltar a un deber de esa ley? Pero debes temer mucho más que quebrantar la ley de unidad de todo un pueblo, que en su movimiento es el único soberano. El reo, no es responsable en estos momentos; no tiene conciencia de su situación y no podrás decir, que, en la ejecución, conseguiste llevar la calma a su espíritu.
Hermanos, pedir al Padre; vacila el juez; aún no está el pleito perdido; vamos ganando terreno; un esfuerzo más; es la acción decisiva este llamado y el juez está pronto al sí o al no; impongamos, pidamos, saturemos de nuestro fluido al que puede conceder la vida; este es el momento de redimir al reo y a los jueces y de coronar con aureola refulgente y alegría a un pueblo que sufre, a un pueblo que obedeció al influjo del espíritu de luz; triunfamos por la acción de los hombres y de los espíritus libertos, que esta acción lo rehabilitará aunque pase a negra mazmorra por un tiempo, que tampoco será largo.
Si lo abandonamos, el odio será su venganza: no puedo más.
¡Hermanos! Seguir hasta triunfar que yo voy a su lado.
Soy el guía del desgraciado Juan Joen.
Gracias hermanos. Firmado.
Antonio Rufo.
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En este momento desdoblé todo mi yo y acompañado por el espíritu del vidente dije: ahora llega un niño que pide al rey. En el acto se posesionó el médium de otro espíritu que dijo.
Ese niño le pide y lo llevo yo de la mano ya llega la comisión de madres que también imploran al ministro que se dispone a firmar; ¡detente hombre y piensa, que ese honor militar no será menoscabado por la indulgencia! Ese honor, nace del pueblo. ¡El pueblo lo da; el pueblo es la ley! El pueblo es el soberano y más en este momento que está poseído del amor y su voluntad deroga todas las leyes que lo denigran, e invoca una ley que presiente la ley del cielo, te diré, para que tu espíritu me comprenda.
Depón tu actitud, como el rey y el ministro, en virtud del poder del pueblo que te da el poder representativo.
¡Oh ministro de Guerra! ¡Hombre potentado, que no lo fueras si ese pueblo que te pide no te diera el poder! ¡Piensa que eres hijo de una mujer como la que llora por su hijo! Piensa que tu podrás haberte encontrado en el mismo caso y te sería grato ver un pueblo que te libraría de una ignominia que mata al cuerpo y llena de odio al espíritu.
Nosotros estimulamos el arte de la justicia, pero no la inflexibilidad.
Así, llegue a tu corazón el amor y cede. Hermanos, rogar, influir, es el momento del perdón.
Adiós.
Juan Rux.
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Posesionado de un guía el médium dijo:
Grato es este momento como lo veis, la última comisión de militares implora al ministro. Un momento más, no está terminado.
Seguimos yo y el vidente viendo todo, e influenciando sobre el ministro y las masas. Había, el ministro, mojado la pluma para firmar e hicimos correr por su ser un escalofrío y dejó la pluma, porque en ese mismo instante pedía el rey el decreto de indulto. Vimos arrollar un pliego y amarrarlo con una cinta azul; corrimos tras quien lo llevaba, subió a palacio y el rey firmó lleno de alegría. El pueblo se movía regocijado; el telégrafo empezó a funcionar a todas partes de la tierra. En espíritu, vi un telegrama redactado por un corresponsal, para “Le Temps”. Decía: “En este momento se ha firmado el indulto, Joen, se aclama al rey clemente”.
Joaquín Trincado.
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II
Autor: Joaquín Trincado
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