Don Cristino Martos y Balbi
- EMEDELACU
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Célebre político y jurisconsulto español; nació en Granada el día 13 de Septiembre del año 1830 haciendo sus primeros estudios en su ciudad natal, pasando luego a Toledo y después a Madrid.
Desde su niñez demostró poseer un espíritu dotado de una enérgica cuanto noble rebeldía que se oponía a todo lo que era rutinario o reacción de supremacía.
Esta virtud fué para él como lo ha sido para todos los grandes misioneros, un continuo tormento, porque la mayoría de los hombres, tal vez avergonzados o quizás irritados por amar más los vicios y la soberbia que el amor fraternal en que fingen basarse, temen en vez de amar a sus bienhechores sin dejar de aprovechar oportunidad para injuriarlos y aún expulsarlos de los pedestales que no sólo conquistaron, sino que antes les han ofrecido en las horas de incertidumbre.
Siendo estudiante aún, alcanzó gran popularidad entre sus compañeros y así, cuando en 1851 se dictaron unas disposiciones referentes a la reforma de la enseñanza en sentido retroactivo, sublevó Martos a sus condiscípulos con tan justa protesta, que la oposición se extendió a los centros de estudio de las principales ciudades españolas, obligando al gobierno a intervenir, optando por castigar a los revoltosos y especialmente a Martos, que fué expulsado de la universidad haciéndole perder aquel curso.
Esta primera desilusión lejos de abatir a ese gran espíritu, se afirmó más fuerte aún en sus ideales e inscribiéndose el año siguiente nuevamente en las aulas; terminó la carrera de abogacía, que comenzó a ejercer seguidamente alcanzando grandes triunfos desde el primer momento. Poco después, cuando sólo contaba veintitrés años de edad, obtuvo un éxito forense tan brillante, que su adversario, que era un jurisconsulto de mucha fama, le dedicó en público el mayor elogio diciendo: "Este joven ha de dar a la patria muchos días gloriosos". Pronto quedó de manifiesto cuán acertadas eran esas palabras, porque don Cristino Martos demostró no ser un abogado de profesión sino un legislador que todo lo sacrifica por el bien social. En las tentativas de reforma ocupaba los puestos más delicados por lo que entabló estrecha amistad con los principales personajes de la Revolución y formó parte de la Junta Secreta encargada de organizar el movimiento del 17 de Julio de 1854.
Fué él quien inspiró la idea de pedir el destronamiento de la reina Isabel II sosteniéndolo en un memorable discurso ante la Junta Central. La reina le hizo frente dando nuevas y amplias concesiones, lo que por eso no dejó de ser un triunfo para Martos, quien se entregó tan de lleno al empuje de la evolución de la democracia, que abandonó casi por completo el ejercicio de su profesión por lo cual se vió reducido poco menos que a la miseria y obligado a aceptar un humilde puesto para poder vivir.
Su actuación no se limitaba a la tribuna y a la prensa, pues predicaba con el ejemplo y en los motines. populares procuraba colocarse siempre en los sitios de mayor peligro. En la jornada del 22 de Junio de 1866 fué uno de los que más se distinguieron por sus ideas republicanas, siendo condenado a muerte junto con Castelar y otros prohombres, pero el gobierno, temiendo perder del todo su popularidad, facilitó la fuga de los condenados, dirigiéndose Martos al extranjero, donde tuvo ocasión de estrechar su amistad con el también famoso general y político Juan Prim.
Ambos Ilegaron a la conclusión que no era la hora de implantar en España el sistema republicano desde que las circunstancias provocadas por el clero como asimismo por la política internacional la convertirían como república en un estado caótico mucho peor que cuando monarquía. Pero no por eso dejaron de convenir en hacer todo cuanto fuese conveniente. Conforme supo don. Cristino de la sublevación de la escuadra en Cádiz, regresó a España, donde desde el primer momento formó parte de la Junta Revolucionaria, pero en oposición a Castelar y otros, abogaban por la monarquía, declarando que la forma de gobierno era accidental.
Cuando la implantación de la república (1873) trató de armonizar a las Cortes en las que ocupó la presidencia, pero ante la imposibilidad de lograr sus propósitos, desde que los diputados ministeriales parecieron haber complotado contra él, pues lo expulsaron del Congreso en un verdadero motín de insultos y amenazas.
Don Cristino Martos, dolorido por tanta ingratitud volvió por otra temporada al extranjero hasta que fueron disueltas las Cortes, aceptando la cartera de Gracia y Justicia, pero nuevas discordias lo alejaron nuevamente de la política hasta que en 1879 volvió a ser diputado y desde entonces lo siguió siendo hasta su muerte. En 1880 firmó un manifiesto en el que se anunciaba la fundación del partido republicano progresista, pero nuevas maquinaciones le convencieron que a nada conduciría, por lo cual se separó del partido aconsejando a sus amigos, entre los cuales se encontraba don José Canalejas y Méndez (véase su biografía en LA BALANZA No 69), que se aproximasen a la monarquía, si bien él continuó a "honesta distancia" de las instituciones, según su célebre expresión dicha cuando su discurso de disidencia con Sagasta, pronunciado en el Congreso de Diputados.
Después de 1886 luego de ser elegido por segunda vez presidente del Congreso, tras una sesión tumultuosa en la que Martos hubo de sufrir los insultos de la mayoría obligándole los diputados en un nuevo motín a dimitir, casi no figuró en la política hasta el día en que un síncope cardíaco puso fin a su triste existencia el día 17 de Enero de 1893.
Si don Cristino Martos y Balbi por su tesón merece figurar entre los grandes hombres que honran la misión impuesta por España, aún más, demostró sus grandes aptitudes en saber juzgar con una rectitud asombrosa los delitos humanos, pues al asumir la defensa de la tristemente célebre Bernaola, acusada de robo y homicidio y aún más, cuando defendió a un hombre acusado de homicidio que había sido condenado a muerte, Martos pidió el Código Penal y en medio de un silencio profundo y después de hojear el libro, respondió al tribunal con esta célebre frase: "Este hombre está acusado de crimen y hay un culpable, pero el Código para él no tiene pena, porque no hay ningún artículo que condena la culpabilidad del espíritu". ¿Cabe duda que don Cristino Martos entendía el significado de la frase: "Oh Felix Culpa"?.

Libro: Biografías de la Revista Balanza
Autor: Joaquín Trincado