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Joaquín Trincado

Diogenes de Sinope

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • hace 13 horas
  • 5 Min. de lectura


Llamado el Cínico. Nació el año 413 antes de Jesús en Sinope. (Asia Menor).


Dícese que su padre Icesio a quien se le había confiado el tesoro público se vió procesado por malversación y fué desterrado con su hijo acusado de complicidad quien huyó también a Corinto, donde comenzó su vida errante.


Marchó a la ciudad de Atenas, donde logró ser admitido en la escuela de Antístenes que enseñaba una moral rígida, lo que entonces como ahora no podía atraer a mucha gente y aunque el maestro quiso expulsarlo creyendo que era de los muchos que iban a burlarse de su rudeza Diógenes asistió constantemente y llegó a ser el discípulo más asiduo de Antístenes y un celoso propagandista de la doctrina que llamaron cínica se dice que por el lugar en que tenía su escuela (Cinosargo).


La escuela de Diógenes era en los lugares públicos, la plaza, el gimnasio, los pórticos de los templos. En tanto que Epeusipio, jefe entonces de la Academia se perdía en teorías platónicas, Diógenes despreciando en absoluto toda especulación, enseñaba con su ejemplo algunos preceptos enseñados con fuerza que se aumentaba aún más con sus sarcasmos.


Llevaba una vida independiente, libre de cuidados y de aspiraciones personales; el valor se oponía a los reveses de la suerte, la naturaleza a las leyes, prejuicios y conveniencias sociales y la razón a las pasiones. La sencillez de su vida era extremada. Soportaba el frío o el calor con la mayor paciencia. En invierno marchaba descalzo sobre la nieve y en verano permanecía sentado largo tiempo sobre la arena bajo un sol abrasador; pasaba el día bajo un pórtico y la noche en un tonel; iba cubierto de harapos, con una alforja a la espalda en la que llevaba algunos alimentos que le daban. Dejaba de andar cuando le vencía el cansancio, comía cuando el hambre era grande; bebía en una hortera que rompió luego, cuando vió a un niño que bebía en el hueco de la mano porque hacía profesión de vivir conforme a la naturaleza.


Se burlaba de los demagogos a quienes llamaba esclavos del pueblo y a este esclavo de sus pasiones.


La supremacía y los privilegios sociales eran consideradas por él como manifestaciones del vicio.


Ponía en ridículo a los adivinos y los iniciados, atacaba a los sacerdotes y sus misterios, acosaba a los afeminados en particular de los discípulos de Arestipo.


No tenía inconveniente en hacer largas marchas para refutar negaciones o aseveraciones absurdas. En pleno día encendía un farol e iba por las calles diciendo que buscaba a un hombre.


Cuando uno se lamentaba de la vida le dijo: "No consiste la desgracia en vivir, sino en vivir mal". Para él los que hablan de honestidad sin practicarla, son como el instrumento de música.


A un hombre de conducta desarreglada al ver que tocaba el arpa le dijo: ¿No te da vergüenza saber los sonidos de un trozo, de madera y no saber armonizar tu alma con los deberes de la vida?


Reprendía a los que pedían a los dioses lo que ellos juzgaban bueno, en vez de lo que fuera realmente bueno.


Para él los hombres buenos eran imágenes de los dioses. En viaje para la ciudad de Eguía unos piratas se apoderaron del barco en que viajaba y llevado a la isla de Creta para ser vendido como esclavo. Cuando el mercader le pregunta que sabía hacer: "Mandar a los hombres" contestó. Le compró a un tal Xeniades, quien se formó tan alto concepto de su esclavo, que le confió la educación de sus hijos, a los que enseñó a montar a caballo, tirar el arco y toda clase de ejercicios y manejo de las armas de aquellos tiempos.


Les sacaba de caza, les enseñaba a trabajar en todos los menesteres, a ser sencillos en el vestir al mismo tiempo que les acostumbraba a la sobriedad y la templanza, lo mismo les daba ilustración que educaba sus espíritus. Pasaba el invierno en Atenas y el verano en Corinto donde recibió la visita de Alejandro Magno.


Poseía singulares dotes de persuasión.


Sin familia y desterrado de su patria, se proclamaba ciudadano del Universo. Se decía libre aun en la esclavitud.


Quizá Luciano retrata a Diógenes cuando puso en boca del filósofo cínico estas palabras: "Tener por cama la Tierra, por cobertor el cielo, el mundo por hogar y todos los alimentos, poner lejos de mi el pernicioso deseo de amontonar, causa de todos los males; en una palabra preferir la escasez al amor de lo superfluo, tal es mi carácter... los mas sabios son los que tienen menos necesidades; Hércules el bienhechor de la humanidad era pobre e iba medio desnudo. ¿No es mejor imitar a ese héroe que a esos afeminados que viven esclavos de sus pasiones, arrastrados por la ambición, la cólera, las pasiones la sed de placeres como por otros tantos caballos furiosos e indomables?


Luciano que menospreciaba todas las filosofías, respetó a Diógenes y su doctrina con cuyo látigo fustigaba las supersticiones, los prejuicios, las locas ambiciones y lo ridículo.


Murió en Corinto en el año 323 antes de Jesús. No se sabe ciertamente cómo ocurrió su fallecimiento; unos dicen que falleció a consecuencia de la mordedura de un perro, otros de un derrame biliar, y algunos dicen que se suicidó conteniendo la respiración, lo cierto es que los griegos le elevaron un sepulcro y sobre él un perro.


Su filosofía se halla dividida en dos puntos principales.


El desprecio de toda especulación e investigación teórica y de la identificación del soberano bien con la virtud y de la virtud con la vida de acuerdo con la naturaleza. Por lo que respecta a la filosofía cínica su papel es completamente negativo.


Diógenes dice de su filosofía mordaz: "Mordiendo a los malvados y ladrando a los apáticos y voluptuosos". Pero hablar de la doctrina de Diógenes es un imperdonable error, pues solo ha dejado como ejemplo su vida y la manera de atacar sin descanso la superstición, la pasión carnal, la molicie, el juego, en una palabra todos los vicios que dominan al hombre y las pasiones que les esclavizan a las que deben aniquilarse ya que ello es derribar los tiranos del hombre. Esta idea que el estoicismo hizo suya, pertenece a la filosofía de Diógenes.


La filosofía de Diógenes es necesario que sea juzgada. seriamente si sus principios son realmente los que le atribuyen Luciano y su historiador Diógenes Laercio aunque ellas hayan sido desdeñadas por la brusquedad de sus palabras y la despreocupación de su conducta no se puede negar que era un hombre de moral pura ni es posible olvidar que su filosofía sólo adolece de exageración pero en el fondo es una derivación de la escuela de Sócrates, y su mejor obra es el haber resucitado la doctrina estoica quizá la más grande de la antigüedad.


Verdad es que el calificativo de cínico, por sí solo ha quitado el concepto real de la altura moral y espiritual de su filosofía, pero ya dijimos como esta se llamó cínica porque Antístenes empezó a enseñar en la ciudad de Cinosargos (Cynosargus) y Diógenes como representante y principal propagandista le apodaron el CÍNICO.


Debemos recordar que Antístenes fué discípulo de Sócrates, de ahí que en ocasiones se noten lenguajes y modismos que parecen dictados por este.


No hay duda que si Diógenes en vez de nacer 400 años antes de Jesús hubiera nacido 400 años después, habría ocupado un lugar preeminente entre los santos penitentes. Si hubiese actuado en la época presente se le habría tenido por un loco, por un excéntrico.


Para los detractores de la verdad, para los que sienten sobre sus propias lacras el ardor de la panacea, siempre es esta la que causa el dolor de la llaga abierta y no piensan que el dolor es porque hay llaga.


Así ocurre con las ideas, las filosofías y las doctrinas, raramente son ellas malas para un determinado grupo, se hieren los que aman las pasiones que señalan.




Libro: Biografías de la Revista Balanza

Autor: Joaquín Trincado

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