Diciembre 8 de 1911 (Portillo)
- EMEDELACU

- 14 oct 2024
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Amor os una; paz: adelante el mundo, que adelantar es la ley. Esta ley, es una para todos los mundos; pero está escrita como corresponde a la inteligencia de los moradores de cada uno; pero el Padre, la escribió toda igual en la Cosmogonía que veis y los mundos todos tienen que pasar de la órbita del que viven, para remontarse a mundos mayores.
Esta ley que está escrita al alcance de todos en leyes geográficas que divide a los mundos por sus grados de progreso, no es toda la ley; es una parte de la ley que debemos aprender y tener por único mundo, el en que se vive encarnado: y querer que toda la ley resida en lo que alcanzamos, en una pasión que solo el tiempo la cura.
Pero el hombre de la tierra y otros mundos tierra como ella es, ha visto lo estrecho de estos límites geográficos; y no por instinto, sino porque siente las voces de sus hermanos mayores, voluntariamente sale tras de aquella voz que oye en su conciencia y se remonta su espíritu, más allá de la esfera que su materia está y vuelve más sabio.
En esos viajes, el espíritu estudia; y estudiando por partes sabe, lo que es capaz de saber; pero la materia es una valla que detiene la marcha del espíritu y más en el mundo tierra que hoy estáis vosotros; pero los hombres sabios, los que han sabido elevarse sin prejuicios de letra, han aprendido a estudiar la Cosmogonía y van inculcando al mundo, la necesidad de estudiar, para progresar en los conocimientos de los otros mundos más progresados.
Los espíritus sabios, los misioneros, han ido preparando a sus afines, dentro de la ley universal. He aquí el problema que no entienden los hombres materiales, pero lo comprenderán y lo confesarán, aunque muchos no lo harán en el primer momento, por egoísmo personal. También esa pasión la curará el saciamiento.
De esta preparación hecha por los espíritus de luz, han venido los médiums y han conseguido que vierais y que escribierais el credo que rige a los mundos todos; credo de... Dios... que se llama Amor. Por la implantación de este credo trabajamos los habitantes de todos los mundos; será el encumbramiento del espíritu y por esto, aunque muchas veces se repita este credo lo hacen resistencia; y es porque, esos hombres que visten de negro y birretes rojos o morados, lo desfiguran. Por esto hoy, los espíritus de... Dios... sean o no pertenecientes al mundo tierra, estamos empeñados por el amor del Padre, en llevar al corazón de todos los hombres, la religión única y posible, que no desagrada y encumbra al espíritu a la Santa Ciudad de la luz, asiento de los consejeros del Padre.
Las religiones tienen en un principio una parte moral progresiva, pero para un corto tiempo. Los hombres fatuos, hacen de esas religiones un monopolio que los degrada y anula el principio filosófico-moral; a ellos porque se engríen y se sobreponen, por caminos nada encomiables, no llega la inspiración regeneradora y hay que hablarles a sus materias.
Hay en el espacio las mismas tendencias y pequeñeces que en la tierra entre los espíritus y son atraídos, o más bien, ellos vienen a cubrir su error del sacrificio y comercio ilícitos de lo más grande y de lo más bello y desafían extemporáneamente a la naturaleza, extrayéndole para sus fines, todo lo más bello del Padre; y en su soberbia, declaran la infidelidad de administradores y ponen de manifiesto su prevaricación y desacato de lesa humanidad y de lesa deidad, ya que obran a sabiendas.
Por esto, entrar al reino de los espíritus y ser conocidos desde lejos como se conocen en la tierra porque se mantienen con sus mismos trajes que para ellos es baldón, aunque vistan de grana, por ellos y por su obcecación, los acusar sus víctimas, tirándoles del traje que ni les pertenecía vestir, desde que no lo produjeron.
Estos trajes, que en el espacio les sirve de baldón y no les pertenecen, no porque no puedan vestir los hombres de la forma que les sea más cómoda, ni porque influya el traje en nada y las joyas en el progreso del espíritu, sino porque el traje es la divisa de lo que el hombre en su categoría representa: en ellos, representaría sabiduría y virtud y cubren con él, ignorancia y vicio.
Sí; son un baldón esos trajes y esas joyas por que indican progreso y arte en las ciencias y la mecánica: y ellos que los visten, no han puesto sus manos en los telares ni en el laboratorio ni en el taller: y, por lo tanto, en virtud de la ley, son usurpadores del trabajo del obrero.
El oro recamado de sus joyas, que sirve para deslumbrar y fascinar al obrero, el trabajador los acusa de ignorantes, porque aún no conocen ni siquiera el valor real de la túnica que arrastran.
En el mundo, han caído los escépticos tomando cuerpo para con su indiferencia acusar a los que no conocen al tejedor de su túnica y los siguen: pero no quieren concederles los derechos que se abogan. Pero estos escépticos, como los de las túnicas y ricas joyas, sus espíritus son obscuros y no pueden mirar la luz cara a cara y siguen afirmando absurdos y negando luces, los unos por sistema; los otros por odio a la luz que los descubre.
Yo, hace mucho que no desciendo a la tierra: pero oí un llamado de amor y acudo en mi deseo de vuestro progreso y me duelo aun de vuestro atraso; pero me congratulo, porque llega este día en que se divisa el alba del día de la luz. En mi descensión he oído decir, a los de los trajes con birretes, oro y joyas. ¿Por qué llega este día? ¿Por qué este llamado? No dirán pues, que no oyeron.
Duéleme y me congratulo, porque unos protestan y otros aplauden; los que protestan, son obscuros; los que aplauden, menos obscuros y desean la luz y luz traemos.
Yo veo a la altura que vive cada cual; el desequilibrio de los unos; la protesta de los otros y las necesidades de todos. Yo soy del campo neutral que está en medio de las cosas y sirve de mediador entre los campos opuestos; pero el desequilibrio de la carga por falta de un estudio unánime en la distribución y de una ley común que todos puedan aprender y poner en práctica, no puede el mediador cumplir con el fin que la ciencia indica y se ve obligado a desempeñar funciones de una u otra de las partes.
Después de mi larga ausencia del mundo en que vivís; al venir de nuevo respondiendo al llamado de los Consejos del Padre, recibí dolor y alegría y experimenté en mi ser la alborada de la primavera. Veo la primicia del progreso, por fin, arrancando a la naturaleza secretos y veo al hombre de la cabaña vivir en amor entre los suyos y tejiéndose por este amor, el traje de luz que vestirá en el día de su entrada en el reino del espíritu. Veo como el obrero hace palacios que embellecen las ciudades y hacen honor a la naturaleza. Veo como este obrero trabaja con amor al progreso, aun sabiendo que lo que edifica no es para habitarlo él y se conforma con la humilde habitación que le cobija: y este acto, el Padre lo premia y es el indicio inequívoco de un progreso verdadero. Pero no veo la comuna; trabajan pocos para muchos y no puede utilizar el que teje esa seda que recamada en oro para vestirla él; ni el que fabrica palacios puede habitarlos por que pertenecen por erróneas leyes al supremático; al que poniendo a contribución los dones de la naturaleza aprovechando viejas creencias, rutinas retrógradas, se apropia de la bondad moral del obrero, asalariado mal, lo más mal posible y, me duele, porque veo la dama adornada de preciosas joyas luciéndolas en el sarao o el palacio y aquellas joyas fabricadas por el obrero inteligente, son lucidas y llevadas con orgullo y allí no puede entrar el obrero que las trabajó. ¡Meditad hermanos míos!... ¿Cómo podéis vestir la seda u otra tela, adornaros con las joyas, sin pensar con amor en el obrero que las labró? ¿Es esto equitativo? ¿Vale más la joya que el joyero? Estáis obcecados.
Habéis olvidado también la ley de los afines y esta es la causa mayor de vuestros desaciertos; no os explicáis porque sentís afección al obrero, al humilde artista; pero le tenéis afecto y no osáis llevarlo a vuestra morada y menos mantener la amistad de amor ante las gentes de vuestra alcurnia, porque teméis los díceres de vuestras relaciones, que os toman por ridículos. ¿Por qué no meditáis que habitáis lujosa morada y adornáis vuestro pecho y vuestras manos de joyas que aquel confeccionó y que vosotros no sois capaces?
¡Pobres mis hermanos de la tierra!... Aún vivís en la barbarie, que apostrofa al que os sirve y que calumnia al que os adorna... Aun vivís de los prejuicios en medio de la luz que os envían los hermanos de otros mundos y llamáis sobrenatural las cosas naturales que se operan a vuestros ojos, porque eso os exime del cumplimiento de justicia, porque no estáis obligados a lo sobrenatural. Pero, lo sobrenatural no existe, más que en vuestra ignorancia; en vuestro egoísmo; y luego, cuando paséis al espacio, veréis desnuda la verdad que os atormentará en su belleza, porque os habéis acostumbrado a la fealdad de vuestras conveniencias.
Veréis como aquella afección que sentiste por el obrero y que desechasteis por el prejuicio, era la afinidad que se buscaba; y querréis entonces volver pronto a la tierra en virtud de la justicia y cambiaréis los papeles y cumpliréis lo que se os ha impuesto.
Veo y comprendo vuestras excusas y vuestros prejuicios, porque yo he pasado como vosotros, todos los caminos. Pero mi alma se ha saturado en los mundos de luz y aunque obro como neutral, obligado por el amor y por vuestro desequilibrio, vengo en justicia a deciros, que estáis equivocados; pero que llega el día de la luz y poned atención a la ley de amor que el misionero os dará escrita, para que la imprimáis en vuestras almas.
Pero entre tanto, pobres hermanos míos, me hiere una injusticia en medio de mi alegría de vuestro progreso material. Recorrí en esta mi venida a la tierra, todos sus ámbitos y veo las maravillas del arte y cuando las confeccionáis, las lleváis a vuestros certámenes; las estudian y son aplaudidas y premiada la obra; pero se desconoce al autor y se le da un premio a la obra; pero las más de las veces, no lo recibe el obrero que lo mereció. ¿Vale más la obra que el obrero? ¿Porque si la obra es llevada a la inmensa mansión, se deja al autor vivir en inmunda habitación? ¿Porque si apreciáis la joya no apreciáis al joyero? ¡Pobres mis hermanos!...
En religión os pasa igual; os engolfáis en los efectos revestidos de oropel y por los prejuicios no ahondáis en la causa, sufriendo luego terrible desengaño de la religión que os prejuicia; que no administra la justicia equitativa; que pone vallas al pensamiento que libre creó el Padre; lleváis el sello de falsedad. No lo veis, por que estáis uncidos al carro de la materia; porque vuestro orgullo os ciega y solo sois humildes ante el capelo y la tiara, que son los que os esclavizan, dándoos por otra parte el veneno de la distinción por el orgullo de títulos falsos, de sangre adulterada y de supremacías absurdas.
¡Pobres mis hermanos! Ha mucho que no paso por la tierra; pero arrastrado por la voz amorosa de vuestros espíritus de luz, vengo en el albor del día de una mejor epopeya; estos espíritus, son los redentores de la humanidad terrestre; de este grano de arena del infinito Cosmos; ellos suplican al Padre y reciben consejo. Pero ante la materialidad viciosa y prejuiciada de tantos siglos, por todas las religiones, tienen que venir espíritus juramentados y entre vosotros están estos ya; pero aun no los comprendéis y provocáis la batalla y, triunfarán porque llevan la justicia, el poder solidario de los mundos de luz y la ley del amor; ley común del Padre.
¡Pobres mis hermanos! Tienen ellos en sus manos la causa del bien y se cubren con el barro putrefacto de las pasiones más bajos; barro que salpica y empaña el reverbero proyector, pero, limpiará esas manchas por la lucha y brillará proyectando su luz en toda su fuerza. Dura, muy dura es la lucha amados hermanos míos misioneros; sois de los llamados para llevar este grano de arena; este mundo, pulido como un brillante, a los consejos del Padre. Sed fuertes y sabed que tenéis la ayuda de aquellos consejos. ¡Cuánto me duele veros luchar!...
Mi consejo, no lo necesitáis, porque vuestros hermanos mayores os hablan constantemente y oídles. Poner en práctica sus disposiciones, que ellos están en contacto con la universalidad de la ley que es una y de ello soy testigo y a afirmarlo vine del mundo al que pertenezco. En este y aquel, como en toda la Cosmogonía, la ley es, amor, amor, amor.
Mas seguir en su estudio hasta que se os mande dar la batalla y no os adelantéis precipitando los hechos, porque ellos ven con clarividencia inequívoca el momento propicio. Entretanto, limpiaros de todo prejuicio y conoceros a fondo a vosotros mismos en el examen diario de vuestra conciencia y elevar de continuo vuestro pedido al Padre, que de allí vendrán los efluvios de las eternas disposiciones de sus consejos.
El que recibe sus dones, recibe la luz eterna; y esta luz, no es para cubrirla con crespón sino para aumentarla con el proyector del amor.
Pero veo que para implantar esta ley que una a todos los hombres, estos, están aún muy pegados al terrón por la materia y esto es la causa de la lucha. Pero el espíritu del obrero quiere emanciparse ya y esto facilita la victoria, con la acción del progreso solidarizado del universo.
La voz, apagada hoy en este rincón de la tierra, repercutirá muy pronto en toda su redondez; y esta inspiración que se permite se escriba, será conocida por todos y será una prueba de la solidaridad de los mundos y de la existencia de sus moradores, que en amor llaman a sus hermanos menores.
Hermanos míos de la tierra... Prestad voluntad, que nada cuesta el estudio y la investigación racional y esta os llevará a encontrar el secreto de medios para vuestra óptica y, nos veréis como nosotros os vemos desde el mundo de luz que yo pertenezco, lo que el Maestro os describirá; creedlo, porque lo afirmo yo.
Prestad atención vosotros, misioneros y cumplir la grande misión que se os ha confiado; misión grande, que atrae las miradas de los habitantes de todos los mundos y no tan solo de las miradas, sino que os llegan sus efluvios, su voz y su ayuda decidida.
¡Hombres!... Oíd al hermano que viene por amor del mundo que está más allá de la órbita que recorre el vuestro y del que recibís por reflejo la luz del día y cooperar con la acción a la misión civilizadora y redentora del hermano a quien le hablo y con vuestro esfuerzo, estudiar el libro que tenéis ante vuestra vista y no desmintáis las leyes naturales que en vosotros residen, ni al hermano que por amor descendió del mundo a que pertenecen, mundo de luz, a vuestro mundo, mundo de tenue bruma que pronto rasgada será.
Hoy, aún, apenas encuentro un cerebro fuera del que en este momento ocupo, por el que pueda transmitiros mi inspiración; pero vuestros maestros los preparan para que os vengan los meteoros cada vez más potentes y sabios de los mundos perfectos y aún perfectibles.
Mi inspiración, es pobre de sonidos por razón de las leyes en que gravitan, porque aún no habéis hecho la unidad de ley; porque os rigen aun leyes que contradicen la razón y es una nota discordante en la altura de vuestro progreso material.
Saludar y no olvidar este código moral, para curar la lepra de los códigos de las religiones que os empequeñecen y os ponen en discordia, aun dentro del hogar. Huir del hedor nauseabundo de esa lepra y alimentaros del aroma de la rosa, para hacer con ella una dedicatoria al jardinero; al Padre común, cuyo nombre universal, pronto os será dado.
¡Pobres hermanos míos!... No descender de la altura que venís y si descendisteis, esforzaos y rehabilitaos como hombres.
Como hombres materia, tenéis derecho a la materia; como hombres espíritu, tenéis obligación de llenar la misión para que fuisteis creados; dad a la carne lo que es suyo y al espíritu lo que le pertenece; pero guardar el equilibrio, dando a la materia la materia con medida, para que sirva a su fin, que es, ser el vehículo del espíritu que ha de realizar el progreso, por el cual conocerá la ley de amor, que os desea y os da vuestro hermano que pertenece al mundo Sol en materia y como vosotros, a la universalidad.
El Padre os bendiga; yo os amo.
Schuwit, Schuwit.
Antes, hice alegre mi proclama.
Ahora, un emblema quiero hallar
Consulto el archivo de mi alma
Y ¡Oh! ¿Qué oigo?... “Siempre más allá”
Trincado.
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II
Autor: Joaquín Trincado
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