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Joaquín Trincado

Diciembre 17 de 1911, (Portillo)

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 14 oct 2024
  • 22 Min. de lectura

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Heme aquí, Paz a vosotros, amor sea vuestra norma.


Hermanos, heme aquí otra vez entre vosotros; todo está en la posibilidad de la ley armónica de los mundos, que son las distintas moradas en que el Padre dividió la Cosmogonía, que son habitadas por los obreros de las diferentes horas  que vinieron a trabajar su heredad, pero que están todos unidos por la cadena dulce del amor, en la carne y el espíritu; y todas estas moradas, son regidas por la misma ley, por los mismos sentimientos y a todos los arrastra la misma fuerza y los conduce al mismo fin: al eterno progreso.


Para vivir en el mundo de expiación sin otro objetivo que nacer y morir desapareciendo como flor de un día, no necesita el hombre de la luz de los mundos siderales; pero como nadie puede sustraerse al progreso porque es ley inflexible, el Padre ha puesto a la vista su gran libro, en donde se lee: “Que por el trabajo, por la sumisión a la ley, por el agradecimiento al legislador, por el conocimiento a sí mismos, por el amor a toda la común familia, os habéis de elevar y recibir en galardón, morada más rica; que tanto mejor será cuanto mayor será la obra ejecutada”.


Esta es la verdad eterna que os comunica el espíritu de Verdad; en vista de ello, hombres de la tierra, hermanos míos, trabajad y estimándoos más en vosotros mismos por vuestro origen y por vuestro fin, crearos la mejor morada, que en vuestra mano está el conseguirla; y para que no caminéis equivocados, venimos a descorrer el velo que cubre la verdad eterna; porque la concupiscencia de la carne, en su pasión por lo material y tangible en su rusticidad, no ve las cosas con clarividencia; para el espíritu en luz no hay opacidad; todo lo ve transparente y le llena de pena y gloria a la vez; el espíritu, en la clarividencia, extiende su pensamiento liberto, a donde están sus afines; que si lo entienden, se gloria en el Padre y se llena de satisfacción.


Cuando hemos logrado hacernos oír por uno de nuestros hermanos encarnados, este se eleva y busca al espíritu libre, mientras la materia reposa en el lecho; y su guía amoroso le enseña la igualdad de los mundos mayores del infinito Cosmos y allí ve, que nada puede el uno sobre el otro, sino que todos son iguales en el infinito y le queda un recuerdo, tal vez vago, pero lo suficiente para que le incite a estudiar y progresar; y estudiando y progresando, arranca secretos a la naturaleza que lleva a la ciencia nuevas ideas y nuevos medios, que harán leyes más equitativas, más en armonía con la fraternidad.


Los que exploramos los espacios y evocamos los recuerdos del Padre, vemos satisfechos el progreso vuestro; y cuando dirigís vuestro pensamiento al centro de la luz, gozosos y unidos corremos y elevamos el ramillete de exquisitas rosas, producto del trabajo y el progreso y nos bañamos en un piélago de amor y os hacemos partícipes, regalándoos como a hermanos menores y venimos a vosotros por la ley de afinidad.


Seríamos egoístas, si no volviéramos sobre nuestros afines; volvemos porque os amamos; porque queremos abreviaros el camino; porque la afinidad nos trae y os ilustramos; y cada cual se remonta con un fin encarnando en una de esas miríadas de mundos y cada uno trae lo que su grado de potencia, lo que su progreso le permite traer; y por vuestro estudio y por vuestra inspiración, se suman y se reúnen esos conocimientos que muchas veces los habéis tomado por sueños y mejoráis vuestras leyes, vuestras industrias, vuestros conocimientos y trabajáis en la acción provechosa de la regeneración de las costumbres.


No hay hombre en la tierra que no haya sido ilustrado por un espíritu afín, en la forma que dejo indicada: pero como vuestro estado, (todavía adulto y materializado) atrae también por afinidad u odio a los espíritus ligeros y aun malos, al par que un elevado enseñó el progreso de mundos adelantados, aquellos otros enseñan el retrogreso y la concupiscencia y de ahí vuestras luchas y hecatombes; pero fue provechoso para qué del mal sacáramos bien, por el sufrimiento y el desengaño.


Por esto, hoy que llega la luz en mayor grado que las tinieblas, debido a que hemos preparado a los médiums, vosotros y nosotros trabajamos al unísono y os damos de beber el dulce néctar de las bellezas de los mundos siderales y os dictamos el código de amor, que os ha de unir a los hombres, y llegar en haz compacto de mies sazonada, allá, a donde están los hermanos mayores. He aquí por que llegamos con la luz a los hermanos mayores. He aquí por que llegamos con la luz con nuestros hermanos afines; aquí damos las bases y hacemos el código; en otras partes lo damos velado y velados nuestros nombres; pero la acción es común dirigida por el Espíritu de Verdad, que manda a sus hermanos a donde están los que gimen, los oprimidos, los aún no libertos y él viene a los que dan la acción, que estudian y se sinceran y están juramentados en solidaridad.


Benditos mis hermanos, benditos del Padre. ¡Qué obscuros os ven los hombres porque no tenéis los títulos de la Academia! Pero yo les digo, son los espíritus que embriagados como nosotros, quieren embriagar a todos los hombres de la tierra en el amor; ellos os dirán hombres de títulos, lo erróneo de vuestras leyes; ellos os dirán, que las supremacías no existen y que estas han hecho rayas en el plano geográfico de la tierra, que divide políticamente o religiosamente un mundo pequeño en naciones, partes infinitesimales de la pequeñez de la tierra: que estas, han creado razas y castas que se odian unas a otras, regando muchas veces la tierra de sangre; ellos os dirán, que esa supremacía egoísta y tirana os lleva al absurdo de no reconocer derechos iguales a media humanidad, a la mujer, que es madre y tan grande en espíritu como el hombre y mayor fisiológicamente comparada; ellos son los meteoros del Padre, oídlos; no traen la palabra hueca del literato de la academia; traen la fuerza de la convivencia, la elocuencia de los hechos probados y son alimentados por el calor de la solidaridad de los mundos, por el poder del Padre y los mueve el fuego del amor.


Estos, en su luz y experiencia, ven sus caídas y revalidaciones; en sus fatigas múltiples y trabajo continuado, han aprendido a elevarse de los efectos a las causas y se han bañado en la ciencia del Padre y vienen como sus meteoros, para señalaros el derrotero que habéis de seguir, que es el principio de los principios: Helos ahí; son los misioneros salidos del centro de la luz, explicando su principio; pero ya habéis visto; todos en el mundo lloran; todos son agobiados porque no reina el amor. ¡Pobre humanidad! ¡Pobres mis hermanos! Acoged el principio fundamental que os dirá el misionero y llenaréis los vacíos.


Sí, hombres, sentís vacíos, por prejuicios; por principios erróneos que os han conferido los principios antagónicos de las religiones que han dominado y aun prejuician los estados civiles del terrón del mundo.


La tierra, poblada y dividida por rayas tendidas en el plano geográfico, no divide en su ley a las aves, ni a las bestias que viven en organizadas repúblicas y en perfecta comuna; solo hay dos que se disputan los derechos de supremacía; el león y el tigre; pero estos sólo se enseñan los dientes porque se impone la ley que da al león el respeto; pero este, por nobleza, no oprime ni se atribuye derechos primarios; antes es justiciero y mantiene la comuna en el usufructo de los productos de la tierra; todas las plantas obedecen la ley, como los habitantes irracionales; sólo hay una planta de todas las que la tierra sostiene, que se rebela y no cumple la ley; es la planta que absorbe todas las bellezas y dones de la naturaleza; es el hombre, primero de los seres. A este le hacemos un llamado y le ponemos a su vista las potencias de los reinos de la naturaleza que cumplen la ley y es necesario que él, primera potencia y resumen de las potencias todas, entre ya de lleno en el camino, ascendiendo de los efectos a la causa.


Pedimos al hombre de la carne, al hombre materialista, al hombre de estado y de la ley, que no vituperéis a media humanidad no reconociéndole los derechos que la ley universal le da; que establezcáis la comuna de la ley, reconociendo y recogiendo al niño desvalido y llevándolo a la escuela donde debéis enseñarle buena educación; todos debéis cooperar a la nueva ley que se os da, porque todos tenéis la misión del bien, de la justicia y con su cumplimiento os haréis grandes; no queráis haceros pequeños, porque os vilipendiáis a vosotros mismos.


Ahora bien; sucede, que las costumbres sociales arraigadas por las supremacías de la concupiscencia, están dominadas por errores en la ley orgánica de los pueblos. Estos, son, en general, regidos por el hombre obsceno educado en el honor de los títulos que cree ponerle fuera de responsabilidad de la ley común del pueblo; y es este el hombre que ha de administrar justicia y no conoce sino por la letra lo duro del trabajo y lo amargo de la vida. No puede administrar justicia equitativa, por desconocimiento del espíritu de la mayoría, que es el bajo pueblo que mal llamáis; y si a esto agregáis, que este hombre, por su impunidad es orgulloso, tendremos que su falta de respeto a los humildes, su desconocimiento de la vida práctica del obrero; la adulación de los de arriba y su falta de amor, en vez de hombre de justicia; es el verdugo que arranca la vida y esto es un delito de lesa humanidad.


Si alegáis ignorancia, os condenáis vosotros mismos; porque el Padre, en todo tiempo mandó sus legisladores y conforme al grado que en cada etapa se encuentra la humanidad ya sea un Moisés, un Sócrates, Platón, Juan y Jesús, hombres naturales y no extraordinarios; pero que sus principios fueron luz para sus épocas; el último fue Jesús, entre los mesías, que con la herencia que reciba de Juan y apoyándose en la autoridad que traía del Consejo de luz, predicó en el corazón de los hombres, porque sabía que “ la letra mata al espíritu de la ley”; pero la luz que traía, cegaba los ojos de los sacerdotes y hombres de la ley y para baldón suyo lo eliminaron; es la ley de la carne que se enseñorea de los hombres faltos de razón por la concupiscencia.


Más Jesús os lo dijo, “pasarán el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasarán”. Era la sentencia autorizada en los Consejos del Padre. Profecía llena de seguridad que se cumple: fue eliminado Jesús y los que le siguieron hasta poco ha, pero todos trajeron sus palabras porque es la única ley; ha quedado el germen en la tradición del espíritu y echó raíces y dará fruto en breve.


Pero la historia no apunta los hechos del espíritu; la tradición humana, traiciona estos mismos hechos, porque la tradición es prejuiciada por los hombres de la supremacía; el progreso y la experiencia, nos ha llevado al conocimiento de que, la ley escrita mató al espíritu de la ley; y la tradición sin la ley escrita, se corrompe.


Hoy, pues, viene el misionero que vio a Juan y Jesús, sintiendo la muerte del uno y presenciando la del otro y vio, como Juan y Jesús se entendieron, porque sabían, que los dos habían venido para continuarse.


Este misionero dará la ley escrita; pero cuya letra no matará al espíritu, porque al mismo tiempo habla al corazón.


Es el resultado del estudio de los efectos originados por una causa; la letra de esta nueva ley, habla al corazón; la palabra de Jesús, que era la misma de los anteriores misioneros, será repetida por éste y perdurará en el corazón, limpia de la traición de la tradición porque está escrita en ley de amor, que ya, nadie podrá tergiversar ni interpretar en otro sentido, que el que tienen sus palabras.


Juan y Jesús se entendieron acordando predicar la libertad del pensamiento; el Espíritu de Verdad oía y presenciaba en un cuerpo material esas prédicas; el misionero viene con el mismo principio y es ayudado por Jesús y Juan y defendido por el Espíritu de Verdad, que desciende a la tierra en el tiempo señalado.


Fue eliminado Jesús, primero de los mesías predicadores de la libertad del pensamiento; y al expirar, su espíritu va tranquilo porque sabe que queda un juramentado que salvará a los mesías y redimirá por completo a la humanidad.


Jesús no escribió, porque su sentencia de que “la letra mata al espíritu”, estaba comprobada en los hechos de entonces presentes; pero escribió en los espíritus donde no puede borrarse, aunque se enlode por las aguas turbias; estas reposan y la acción del tiempo barre la cargazón y se descubre impresa la escritura fósil, que a la luz vivificadora del sol de la justicia y de la Santa Libertad, del eterno amor, sus letras resplandecen: Jesús y todos los misioneros escribieron donde no pueden borrarlo la química; y hoy y después de aluviones seculares, se leen inéditas sus palabras; él lo dijo, y yo el Espíritu de Verdad, os digo en verdad de verdad, que estas cosas serán pesadas en la balanza fiel de las conciencias y el Padre será justificado, sus hijos elevados por su propio esfuerzo y los misioneros redimidos.


Más la malicia de los supremáticos ha prejuiciado a los espíritus rebajándolos a la impotencia; pero el Simoun tronará formidable y hará despertar a los dormidos, cayendo con valor sobre los que se han desnaturalizado y arrollará y borrará sus falsos principios enarbolando el misionero como bandera, el amor; único principio.


Los hombres de la ley y del poder no lo han encontrado, por su despotismo; la mayoría oprimida ha encontrado ese Santo Principio; nosotros nos dirigimos a esas mayorías; son inconscientes hoy; no importa; entre ellos está el misionero, oculto bajo el traje de obrero. Los espíritus lo saben; ver acercarse el momento de la batalla y se conmueven; la mayoría de los encarnados lo presienten y lo anhelan; la mayoría de los espíritus lo desean y trabajan. Pero ha habido que dar el tiempo necesario, porque no llega a Doctor el niño que entra a estudiar en la edad temprana, aunque se haya graduado en la letra de la ley; necesita experimentarse y ser mayor de edad, para ser responsable de sus actos; todo está en la ley.


Y hay otra ley, desconocida aun por casi todos los hombres; la ley de los afines; por esta ley que señala las epopeyas y que regida por la ley suprema llega y señala el momento histórico de la evolución y revolución, que no puede ser sino cuando ha reunido en el mismo punto los elementos afines que han de operar, uniendo en el mismo grado correspondiente a la materia y al espíritu, que son una misma cosa ante la ley y que obedecen inflexiblemente a un principio bien conocido químico-físico.


Estos principios, han llegado plenamente desarrollados luz en la mano, para formar un código moral y racional.


Las potencias, los plañideros de la ley, no reciben los efluvios del centro de la luz; en cambio, los ignorados, llevan la luz en la frente y entre ellos está el que viene de la ciudad de los consejos del Padre.


Hombres. No tomar los efectos por las causas; estudiar y ver primero los efectos y de su conocimiento elevaros a la causa y haréis obra buena.


    Venimos a restablecer el equilibrio, de lo que habéis anatematizado en nombre del mismo Dios, de este traemos su amor y poder; nuestra credencial es la luz.


No venimos a trazaros la línea de conducta que habéis de seguir para la consecución de los bienes materiales; esto obedece a sus leyes y a ellas responderéis como respondéis por la conveniencia con los tratados comerciales y políticos; estos progresan con la mayor civilización, pero cuando el mundo será regido por la ley del amor que traemos, las fronteras sólo servirán, para el cobro de derechos nacionales a quien correspondan como estado y en muy breve tiempo.


Queremos evitar en lo posible el derramamiento de sangre y nos duele, que todo no lo podemos evitar, porque se oponen a la igualdad y al amor los que se alimentan del odio y de las supremacías.


Pero ilustramos a las masas y atenuamos los odios y las represalias; a las masas y atenuamos los odios y las represalias; más, cuando estas masas hoy inconscientes, conozcan sus derechos tantas veces pisoteados; cuando conozcan que el sentimiento de Patria lo achica y le es un grillete; cuando verá que por la supremática imposición y la ignorancia en que se le ha obligado a vivir, lo embrutece; cuando conocerá que la injusticia de la ley, hace al pueblo ser carne de cañón, carne del presidio y del manicomio; cuando verá la insidia de las leyes que ponen a la mujer en la cuesta resbaladiza por la necesidad y la obliga a ser carne de prostíbulo; cuando por la ilustración que le damos haga caer esas pantallas que le cubren los ojos. ¿Quién será capaz de contener toda la ira popular? Nos duele, pero no podemos esperar más; nos multiplicamos y la inmensa mayoría siente el amor que inspiramos; pero hay tales ofensas hechas contra el pueblo, que, entre esas multitudes, es forzoso que haya una nota discordante. Las medicinas eficaces, todas son amargas; pero se dulcifican con los beneficios que rápidamente se experimentan: no es nuestra la culpa; la culpa no es del pueblo; es culpa de los hombres de la concupiscencia, que se atrincheran y hacen esfuerzos titánicos para mantener la mentira, pero es inútil su resistencia; ha llegado la hora del desalojo y ningún estado, ninguna nación la defenderá y será arrojada al río que rodea su castillo. (El Tíbet rodea el Vaticano).


Todo lo vemos, pero venimos a quitar las pantallas que cubren la verdad; evitemos las batallas de los pueblos; enseñamos el amor y en posesión de éste, el hombre, antes se sacrificará a sí mismo, que sacrificar a su hermano.


No es el hombre que ha venido de los consejos del Padre el que trabaja para su provecho; trabaja en provecho de la humanidad entera, aún faltándole lo necesario; veía como la humanidad se resbalaba en el arcilloso camino de su paso por la tierra y trabaja en silencio, hasta su hora, preparando la arena granosa que al extenderla, permitirá andar sin resbalar; para esto os decimos; la tierra toda, es solo una nación que el hombre libremente puede habitar y poseer en lo que le pertenezca y todos sois una misma familia, una misma cosa en todo el universo.


Hasta ahora el hombre encuentra en el camino mojones y estatuas, que le recuerdan que allí es extranjero; pero la misma nube arroja el agua a los dos lados y el mismo sol baña las cuatro caras. ¿Por qué, el hombre es extranjero en ninguna parte? Más el hombre de hoy se ilustra; rompe esas estatuas, se abraza con el del otro lado del límite y la paz se anuncia.


Rompe esas estatuas, porque nos oye y se ilustra y ve esos brillantes sobre su cabeza y sabe que allí hay otros seres que le miran y vienen a decirle que, la igualdad es la ley del hombre en todos los mundos y se engrandece. Ha llegado la hora de que se ponga el espíritu sobre la carne, en virtud de la ley de las armonías del Padre.


Todos podéis ver esas armonías en vosotros mismos, porque el hombre es un mundo en pequeño, pero completo; y ante este conocimiento, sois los meteoros fuertes que la ignorancia no puede resistir.


El universo todo nos pertenece, pero hemos de conquistarlo por la ciencia y el trabajo, bajo el código de amor; ésta es la ley que el misionero ha traído; el cambio ha de efectuarse; más esta generación y la venidera, ha de presenciar hecatombes que están en ley y porque los que gustan de las supremacías se encasillan y quieren a toda costa mantener el dominio de la carne.


Pero ha llegado el tiempo del reinado del amor y en virtud de la ley de los afines ha venido el misionero, trayendo tras de sí legiones de espíritus que encarnan y la universalidad de los mundos, los defiende.


El Espíritu de Verdad protege al misionero y organiza las batallas del Señor y os dice: todo es común en el Universo y amar al Padre sobre todas las cosas, lo que sólo conseguiréis, amando a vuestros hermanos.


La paz sea con vosotros.

   Francisco Xavier.

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De estos principios a dudar nadie se atreva:

pues quien los dice de reyes fue el heredero

“Si el alma pierde su derrotero

De nada sirve al hombre el mundo entero”

Sostuvo Xavier, cuando heredero de reyes era

¿Por qué pues, los malandrines,

pobres, falaces, ruines y perversos

agarrados de esa bestia a las crines

protestan en nombre del Dios protervo?

COMENTARIOS


Comentábamos la anterior manifestación. Había en la sesión hermanos socios de tres sociedades antiguas espiritualistas y discutíamos la apatía y convencionalismo que reina en ellos y se me pidió que intentase la unión: yo contesté “Que no se puede levantar ese monumento sobre paredes de barro; que lo más saludable era utilizar la piqueta y demoler y edificar de nuevo” se me observó, que entendían, que viniendo yo con la ley de amor creían que no se debía buscar motivo de crítica y crearse enemigos: yo contesté. “Que la amputación de un miembro gangrenado, es saludable para el resto del cuerpo; no podía pensar en la ayuda, por el momento, de ninguna de las sociedades que se pasan el tiempo discutiendo. ¿Quién será el primero? Y que, además, no han dado un paso delante de las doctrinas de Kardec, que solo son el prólogo de la gran obra; y que, en un momento que se necesitaba la acción compacta para recibir un reto lanzado descaradamente por el Papa Pío X, con la celebración de un Congreso Eucarístico en la capital de España: di la voz de alerta a la sociedad “Constancia” como decano de la sociedad de Buenos Aires y se me contestó. “Quién es Ud. ¿Es el enviado? Nosotros llevamos 35 años defendiendo el espiritismo y comprendemos que estamos por delante del que nos llama la atención” Contesté, me contestaron, volví a contestar diciendo la verdad y se callaron. Pero entre tanto, yo había emprendido mi campaña dirigiéndome al Papa negándole derechos divinos y haciéndolo responsable ante Dios y los hombres de la sangre que se derramaría por sostener una mentira impía y asegurándole que las horas de la Iglesia estaban contadas, firmando con mi nombre de guerra, dado por los Consejeros del Padre. Triunfé porque la fuerza de mi razón se impuso; varios diputados de las Cortes de España, levantaron la voz en el Congreso; el Presidente del Consejo de Ministros Don José Canalejas tomó la Cartera de Gracia y Justicia y el Papa dio contraórdenes, esfumándose aquel Congreso, tan retumbante, como unos fuegos artificiales y cerrándose, el mismo día que debía empezar, sin haber llegado a la Corte de España, muchos delegados, obispos y arzobispos.


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Durante esta discusión se posesionó el médium Portillo anunciándosenos la viajera; le pedí permiso y dijo:


Estas cuestiones son muy viejas: Nada observaré a vuestras discusiones; más peroraré después de saludaros.


Hoy, hermanos míos, el mundo está conmovido, porque aparece la verdad relativa, de lo que la tierra es capaz, porque la verdad perfecta no es de este mundo, que aún hoy es de expiación imperfecto en su materia y, por lo tanto, la verdad que se os da, es la que la tierra, su humanidad, puede comprender hoy: muy luego os darán más grandes verdades.


Un lazo de solidaridad une a la familia universal; pero en esta familia, conjunto de la Cosmogonía, hay hermanos mayores y menores; grados de perfectibilidad; y actos que desempeñar, según el mundo que ocupa cada humanidad y también el grado de progreso de cada individuo. Mas todos han de llegar al grado perfecto posible en cada mundo, pero siempre perfectible eternamente, e infinitamente. La tierra, mundo de expiación, tiene su grado marcado en el índice del Padre; cuanto más pronto lleguen los hombres a este grado, más pronto irán a mejor morada; los mundos mayores nos incitan y todos llegamos para trabajar en la perfección relativa del espíritu y pasar a mundo mejor, pero se os ha dicho ya, que solo ocurrirá esto, cuando la mayoría de los pertenecientes al mundo tierra, hayan llegado al límite del progreso señalado.


Hoy, en la tierra, hay gran adelanto de progreso material; tanto, que poco más podría adelantar sin dar paso en el adelanto del espíritu; se habla en la tierra de virtud; se hace gala de caridad humana; os preciáis de tener filosofías y, sin embargo, todo es ficticio, porque todo está prejuiciado; hasta la razón.


Veis vuestros conciertos armónicos; vuestras instituciones y todas vuestras grandezas y en todo ello, no hay más que lágrimas; pero éstas cesan, cuando encontráis la luz para vuestro espíritu.


Pero el hombre, en general, hoy es carnal, porque las religiones se apartaron de su principio y no han espiritualizado a los hombres y de ahí los vacíos.


Cuando el hombre prestara atención a su espíritu: cuando oirá a los espíritus de progreso, llenará los vacíos que siente y el mundo tierra será una morada de justicia, de igualdad y de amor.


Los hombres de la concupiscencia, por la supremacía que se han creado, se atribuyen derechos sobre los otros hombres y el derecho es sólo del Padre, que ha tenido que manifestar leyes cohibitivas, para un tiempo; hasta que la mayoría de los hombres sientan el amor a sus semejantes y deseos de justicia.


El humano sabe, prejuiciado por las religiones se ha encerrado en la estrechez del terrón del Planeta que os sirve de pedestal: han dominado los menos a los más por el terror y, se han unido en criminal consorcio los sacerdotes y los reyes de cada religión y esto ha ocasionado grandes hecatombes. Pero un trabajo continuado y paciente de los espíritus de progreso, ora en estado de espíritu, ora encarnados, ha conseguido despertar el deseo de libertad y de justicia y por eso, la luz se cierne ya hermosa sobre el mundo tierra.


La luz del espíritu es iniciada por los hermanos mayores; pero no es regalada por gracia; hay que ganarla por el trabajo, por el propio esfuerzo del individuo y hoy uno, mañana otro y luego todos, son poseídos de la luz y se establece un principio de armonía. Entonces los hombres, van buscando luz; pero la cohibición aparente impuesta, lleva al hombre a estudiar lo que pisa; y de consecuencia en consecuencia arranca a la naturaleza secretos que lo animan y llegó al grado casi perfecto del progreso material.


Pero, los hombres de la concupiscencia y los hombres del poder, mancomunados para el dominio brutal de los hombres de acción, o desfiguraban  los principios de progreso alcanzados por un hombre, o excomulgaban al hombre para poner trabas a los demás; pero el adelanto material, obra es el espíritu; y aunque un tiempo sea anublada su obra por los materialistas y materializadores de las cosas, el espíritu triunfa porque su acción es constante; y ese progreso material (que es de ley que sea antes para servir de base de estudio y elevación del espíritu), es sellado un día con el sello de la sabiduría y se llena el vacío que le rodea.


El espíritu que ve la luz, en incansable en su vida de encarnado hasta conseguir su objeto, porque la ley del progreso lo empuja invisiblemente. Recordar, cómo para el descubrimiento de esta parte del planeta, de esta América, un hombre vagaba de nación en nación, de trono en trono y, encontró la medida de su deseo, únicamente allí donde debía encontrarlo; en el pueblo destinado a dar luz; en la cabeza de la tierra, a la que esta viajera perteneció en su última materia. Por eso, todos los pueblos y palacios que recorriera aquel hombre, le negaron su apoyo. ¡Pobres hombres de la religión! Confesaban a Dios y lo hacían tan pequeño como ellos eran, no queriendo que hubiera otras tierras que las que veían. Aquel hombre veía en su espíritu esta tierra (han dicho los hombres), que hasta vosotros ha llegado en pañales y hoy empieza a ser adulto.


Los hombres entrarán de lleno en el progreso, cuando conozcan la ley de amor que ahora se predica. Es el código mayor de la Cosmogonía y el lazo de solidaridad universal: es la ley suprema del Padre, que se da cuando los hombres pueden comprenderla, porque los meteoros del Consejo de luz vienen a descorrer el velo de lo que los hombres de la concupiscencia han materializado; porque estos meteoros, se han robustecido en el amor del hombre, bañándose en la justicia y han recorrido en tiempos las naciones y las posiciones, hasta llegar en su etapa a la cabeza de la tierra a la que yo pertenecía y que hoy está fulminada por el deseo de justicia, ya que antes estuvo fulminada por las hogueras, por el despotismo y la tiranía, en lucha con la espiritualidad y luz que llevan en su alma los mandados del Padre que dejaron su semilla; y era de justicia que allí llegaran y de allí salieran los misioneros y el Maestro, después de recoger aquellos gérmenes y madurarlos para darlos a comer, a toda la tierra, porque todos sin distinción de colores y creencias, pertenecen al Padre.


Los hombres quieren fraternizar; lo hacen primero por la carne, por el comercio y por la industria, sacando el provecho material que se conceden las naciones; se ha puesto a precio la política y el progreso; pero la ley del trabajo se impone y domina, porque se apoya en el sano principio de la fraternidad, aun no apreciando por la ley social, porque esta ley, está prejuiciada por el error y restos de la tiranía. Pero el verdadero progreso avanza con paso firme y ya, el voto del pueblo decide sus cuestiones; pero el déspota que aún vive en sus últimos momentos de la agonía, promueve disturbios coartando la libertad del pensamiento y sobornando a los inconscientes. Pero ya se preocupa y pregunta: ¿Quiénes son esos meteoros que me arrancan y me llevan tras de sí, a mi antes esclava grey? ¡Obcecados! Son los espíritus de luz; son los hombres que han vivido en la tierra y que tú mismo has quemado, ahorcado y decapitado, que se han bañado en el Amor del Padre y han vuelto y están entre vosotros mismos.


Nosotros, por ellos os decimos la verdad, respondiendo a la ley de los afines.

    

Aquí hablamos para dar el código; en otros sitios velamos nuestro nombre y las doctrinas, porque aún no estáis preparados para recibir al desnudo la verdad.


Se dio el prólogo de esta obra y ha cegado a los noveles espiritistas, prejuiciados aun por los errores heredados; pero allí, levantamos sólo una punta del velo y poca luz podíamos descubrir. Y como esta poca luz no es resistida con firmeza. ¿Cómo habrían podido soportar toda la luz plenamente descubierta? ¿Cómo los espiritistas han podido retrogradarse? Con dolor hemos visto que así ha sucedido con muchos, por lo que, hasta ahora y solo aquí podemos hablar como las cosas son en su bella desnudez.


Nosotros, aunque veladamente, hemos dado la pauta del progreso en las doctrinas; se nos ha dudado, es justo dudar; pero no se ha ahondado, sino por unos pocos. ¿Y quién puede ser más que el espíritu, quien dé los puntos de la filosofía de principios que tenéis? En esos principios y comunicaciones, se apoya el código; pero en esos principios y comunicaciones, se han apoyado también los detractores, porque no nos comprenden; en esos mismos principios y comunicaciones que sirven de pauta, muchos espiritistas lo han tomado como fin y se detienen en el camino; éstos y los que toman más de lo que les pertenece, hacen daño a la causa.


Las religiones, han oscurecido el principio que en su credo está y los habéis ayudado en su obra por vuestros desacuerdos, por vuestros convencionalismos: pero hoy, gracias a los cuerpos cremados por la defensa de principios que hoy baten palmas entra la acción del progreso en su alto grado para los fines de la vida del espiritismo, apoyados en los tres principios de libertad del pensamiento, igualdad de la ley y fraternidad universal, recopilados en la sola ley de amor.


El principio es tan racional, que los hombres de las religiones y los poderes, ya no se imponen; buscan si podrán hacer reformas, porque creen ya en la transmutación de las almas, que está escrita en las conciencias y ha quedado al descubierto con el aluvión de tantas comunicaciones; pero, la reforma no cabe; hay que demoler: de aquí las batallas que se avecinan.


¿Qué es lo que falta? Fraternizar a los hombres tras de la batalla y la fraternidad será sellada y nunca más se romperá. Hoy, donde está la riqueza están las llagas también, porque falta el amor fraternal; más, sobre el hueso podrido no puede hacerse carne sana; es necesaria la amputación para la vida del resto del cuerpo.


Ver en el examen de vuestra conciencia cuando os echáis en el lecho del reposo, si habéis hecho el bien; o si por el contrario habéis ofendido al hermano y pedir perdón al Padre. Ver también, si en vuestro corazón se esconde con capa de bondad el pensamiento y la supremacía que origina las diferencias entre la familia y entre los hermanos: esas diferencias deben acabar, porque no hay mayores ni menores ante el Padre. Pero sabed que no es sabiduría edificar sobre cimientos podridos y lodazales sin sanear.


Sea la paz del Padre con mis hermanos y recibirá el ósculo del amor de vuestra hermana viajera.

    Teresa de Jesús de Ávila.



Y aquí se explica el porqué,

a Teresa, le quemaron sus escritos

porque con éstos principios,

“Reforma no puede haber”

Ni unión del Espiritismo

Con el espiritualismo infiel.


Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo II

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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