Carlos Roberto Darwin
- EMEDELACU
- 19 abr
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Célebre naturalista y fisiólogo inglés. Nació en Skrewsbury el día 12 de febrero de 1800. Era nieto del renombrado médico y poeta Erasmo Darwin. Hizo los estudios elementales en la Escuela de Gramática de su pueblo natal y marchó en 1825 a Edimburgo, en cuya Universidad, y en la de Cámbridge, aprendió las ciencias naturales, recibiendo en la segunda el grado de Doctor en 1831. En este mismo año aprovechó la ocasión que se le ofrecía de acompañar como naturalista a los expedicionarios que mandaba el capitán Fitz Roy, visitó el Brasil, el Estrecho de Magallanes, las costas occidentales de la América del Sur y las islas del Océano Pacífico, y regresó a su patria en Octubre de 1836, después de un viaje de cinco años. En 1839 contrajo matrimonio con la nieta de Zarich Wegdwood, inventor del pirómetro del mismo nombre.
En su viaje había recogido gran número de preciosas observaciones científicas, consignadas casi todas en la obra publicada con la colaboración de Owen y otros sabios, y titulada Zoología del viaje del "Beagle" navio de S. M. (Londres, 1840, 5 volúmenes). Darwin dió a conocer además el resultado de aquellas observaciones en diversos escritos suyos, sobre todo en el Diario de investigaciones sobre la Historia Natural y la Zoología de los países que había recorrido, cuya publicación él sólo dirigía.
Consagrado exclusivamente al cultivo de la Ciencia, pasó Darwin el resto de su vida casi siempre en el campo, aislado del mundo, sin que su existencia ofreciera hechos interesantes fuera de la esfera científica, en la que ocupó un puesto distinguido y eminente por sus obras y por las violentas discusiones a que éstas dieron origen. No precisamente por su tendencia, que en todas es la misma, sino por el objeto especial de cada una, pueden formarse con sus obras dos series: una que comprende los escritos de carácter general, y otra los trabajos que tratan especialmente cuestiones de Zoología, Botánica, o Geología. Pertenece al primer grupo las Variaciones de los animales y de las plantas bajo la acción do la domesticidad; el Origen de las especies por medio de la selección natural o conservación de las razas en su lucha por la existencia; La descendencia del hombre y la selección en relación al sexo y La expresión de las emociones en el hombre y los animales. En el segundo grupo figuran, además de las citadas, estas obras: Monografía de los cirrópodos pedunculados y sésiles y a la que muy pronto siguió un tratado sobre los cirrópodos fósiles; Sobre las diferentes circunstancias que contribuyen a la fecundación de las orquídeas de la Gran Bretaña y de los países extranjeros: es una obra de gran valor científico, que se distingue, como las mejores del autor, por la claridad del estilo y de la exposición, y por la solidez de las bases sobre las que Darwin asienta el edificio do sus teorías: Movimiento y hábitos de las plantas trepadoras; Las plantas insectívoras; De los efectos de la fecundación cruzada y de la fecundación directa en el reino vegetal; Los arrecifes de coral; Las formas de las flores; la Facultad motriz de las plantas, etc. También insertó un número considerable de Memorias en las Transacciones, en el órgano de la Sociedad Geológica de Londres, y en el segundo volumen de la obra de Agassiz, titulada Bibliographía geologioe ot zoologioe, que imprimió en 1850 la Ray Society. Dignas son de especial recuerdo sus observaciones geológicas sobre la América del Sur (1846), sus observaciones geológicas sobre las islas volcánicas, y otros escritos semejantes publicados en el periódico de la Sociedad Geológica de Londres. Las obras de Darwin se han traducido a casi todas las lenguas de Europa.
La aberración religiosa que en su afán de hacer un modus vivendi de los antiguos legisladores, profetas y moralistas, que fueron sin excepción denigrados, tergiversados en sus doctrinas y confundidos entre fanáticos, como dioses y santos, ha hecho doblemente meritoria la obra de los naturalistas que como Darwin, se esforzaron por arrancar a los pueblos del anestesio en que fueron mecidos por los que decían honrar a dioses, no sabiendo ellos mismos más que odiar y explotar a sus hermanos. Muchísimos siglos habían de pasar por ese mismo imperialismo religioso antes de que los hombres atinaran a sobreponerse en algo sobre el ritmo rutinario tributado al culto de la ignorancia y todas las pasiones degradantes y desmoralizadoras: recién en la edad moderna comienzan a popularizarse numerosos investigadores que llegan a conclusiones tenidas por atrevidas; pero tampoco estos sabios no pudieron librarse del dogmatismo secular; así al igual a los que tomando como base las excentricidades que aparecen al amparo del progreso de las industrias, modas, usos, etc. creen ver risibles futurismos para siglos venideros, así los investigadores en el campo de nuestro biografiado, no pudiendo liberarse de la interpretación que todas las religiones, pero en especial la católica, dio a la obra del Creador", no acinaron, al querer profundizar las causas fundamentales, más que oponer otros engendros fantásticos al error de errores.
¿No hemos de cantar un himno a Linneo, por ejemplo, al desmarañar éste la confusión en que se perdían las Ciencias naturales, estableciendo claramente la idea de los grupos zoológicos y una nomenclatura que permitía designarlos con bastante claridad, asignando a cada uno un nombre formado de dos palabras, la una del género a que pertenece o grupo de seres inmediatamente afines: por ejemplo, todos los osos denominarlo: Oso; la otra forma o especie que se considera: oso pardo, oso gris, oso blanco, oso ártico, oso marino, etc.?
¿No es una obra impagable el estudiar la vida animal y vegetal, su constitución, forma de vida, organización, reproducción, etc. todo de gran valor para el desarrollo de la vida humana?
Pero ¿qué hemos de decir cuando aparece un fraile como Tomás Roberto Malthus sosteniendo que "es necesario para la felicidad humana que la población aumente de una manera paulatina, y para conseguir esto, ningún individuo debe contraer matrimonio hasta tener los medios suficientes para atender a las necesidades de la prole, debiendo ser el deseo del matrimonio un estímulo para que el hombre, por medio del trabajo, se proporcione el bienestar que le falta; un hombre prudente que puede sostener dos hijos no se expondría al peligro de mantener cuatro o cinco; y de este modo, disminuyendo la oferta de brazos, alimentará el precio del trabajo. Aconseja además que retarde todo lo posible el matrimonio, y dice que si prevaleciera esta costumbre podrían establecerse entre los dos sexos relaciones de amistad más íntima, sin fines matrimoniales. relaciones que servirán para estudiar mejor las inclinaciones respectivas y dar origen a afectos más duraderos, sin los cuales el matrimonio está lleno de sinsabores''?
¡Dictar sentencia sin haber profundizado las leyes que rigen la vida universal ni las causas que originan el desequilibrio social! Hemos de recordar que todo el que legisla arbitrariedades no administra justicia, sino que vive de ella. Y lo más grave es que sirve como medio desmoralizador desde que tales dictámenes tienen por fin el anarquizar a los hombres e incitarles a cerrar sus ojos ante los grandes ejemplos que ofrece de continuo la naturaleza, sosteniendo unos instantes más el siniestro juramento de Lamel expresado a la sombra de un dios religioso: "Mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; yo empero endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo”.
Ante la obra de tantos sembradores de confusiones no es extraño que suelen perder su derrotero multitud de investigadores y se profundicen, a su pesar, en errores de conceptos que pregonan a gritos el escepticismo en que se hallan sus autores.
Detengámonos un instante a reflexionar: ¿En qué se basa la teoría del transformismo que defendió con tanto tesón Darwin? Examinemos algunos puntos:
"Los primeros seres que aparecieron no eran aún vegetales ni animales, eran protistas, reino intermedio que constituía con las formas más elementales de los dos reinos. De estos protistas los primeros fueron las móneras, o simples masas de protoplasma sin núcleo; a ellas siguieron las amibas, ya provistas de núcleo, y de éstas se derivaron las algas y hongos más elementales y todos los protozoos. De ellos salieron dos troncos distintos, el protascus o forma primitiva gastreada de las esponjas y celenterados, y el proteimis o forma primitiva de los gusanos. Estos dieron a su vez dos ramificaciones distintas, de una de las cuales derivaron los equinodermos y los artrópodos, y de la otra los moluscos y los vertebrados, pasando éstos últimos primero por los tunicados y Inego por acráneos a los peces, de éstos a los reptiles, a las aves y los mamíferos, y por fin al hombre.
"La poco menos que infinita cantidad de especies de seres vivos hoy existentes, las analogías y conexiones que entre ellos se evidencian, y las distintas floras y faunas que han vivido en cada uno de las épocas geológicas, hacen pensar en cómo ha podido tener origen un número tan considerable de formas, y cuáles han sido las causas de sus semejanzas. Si como afirmaba Linneo, las especies existieran desde un principio tal cuales son, las relaciones de los distintos grupos no sería más que semejanzas fortuitas, y en las distintas épocas geológicas debieran existir siempre las mismas especies. Pero si, por el contrario, las especies derivaran por evolución unas de otras, tendríamos explicada su semejanza como entre individuos de una misma familia, y se comprendería cómo a cada época geológica correspondería un mundo vivo especial, del cual descienden por evolución, por decirlo así, las especies de la época que le sigue.
"El mundo que habitamos y de que orgullosamente nos creemos reyes y soberanos, está poblado hasta en sus más ocultos rincones por multitud de seres vivos; los abismos más profundos del mar, los fondos de más de 8.000 metros lo mismo que las zonas más elevadas de las montañas, presentan una flora y una fauna que le es peculiar; el hielo, frecuentemente, contiene multitud de diminutas algas, "Protococáceas''; y las aguas termales están a veces pobladas de otros vegetales, las "sulfuríneas''; en el campo, a la luz del sol, multitud de vegetales. de aves, de insectos y de otros animales gozan de sus rayos, al paso que las aguas subterráneas y las grutas más oscuras están pobladas de animales ciegos que jamás ven sus rayos; las rocas del litoral están agujereadas por varios animales, y hasta en el interior de las plantas y animales viven otros seres parásitos nutriéndose de sus substancias.
No hay pues rincón en la naturaleza completamente desierto y deshabitado; en todas partes los seres vivos se procuran y disputan su sustento; el rumiante se come la planta y el animal carnicero al rumiante, que muere quizá a su vez presa de numerosos parásitos o invadido de diminutas algas, cual son los microbios. Por otra parte, la lucha se complica aún más por la reproducción de los seres vivos que tienen una tendencia a transmitir la vida, a sus descendientes, de tal modo que de una pareja en el curso de su vida salen mucho más de dos descendientes más menos numerosos en cada especie; el hombre y los grandes mamíferos, difíciles de sustentarse, dan relativamente poca descendencia; pero los mamíferos pequeños, los peces, los insectos, los crustáceos, etc., producen dilatada descendencia; y si calculamos la cantidad de semillas que puede producir un pino o un olmo, encontraríamos un número extraordinaria.
Todo este infinito número de individuos, que en poquísimo tiempo centuplicaría la población de seres vivos, lucha por la vida, y los unos disputan a los otros su sustento y sus medios de vida. La teoría de Malthus, que Darwin aplica oportunisicamente a esta cuestión, nos demuestra hasta qué punto es terrible esta concurerncia. Según probaba el ilustre economista inglés, las especies crecen en una progresión geométrica, es decir, en tal proporción, que en la serie de números cada uno es igual al anterior multiplicado por una cantidad, como por ejemplo 2 es a 4, es a 8, es a 16, es a 32, es a 64, es a 123, etc., serie en la que cada término o número es igual al precedente multiplicado por 2, mientras que los medios de subsistencia crecen solamente en progresión aritmética, y se llama así a aquella serie en la que cada término es igual al anterior más una cantidad, como 2 es a 4, es a 6, es a 8, es a 10, etc., en la cual el aumento de cada término es 2. Esta teoría, que Malthus aplicaba solamente al hombre para explicar lo difícil de su subsistencia, aplicada, como Darwin lo hizo, a los seres vivos, nos demostrará lo crudo que tiene que ser en ellos la lucha para poder subsistir y encontrar los medios de vida necesarios a cada individuo. Si todos los descendientes que puede producir una pareja encontrasen los medios necesarios para vivir, en número corto de años llegarían a una cantidad fabulosa, Sólo en el elefante, el animal quizá menos fecundo y cuya gestación dura cerca de dos años, al cabo de quinientos una sola pareja podría producir, a vivir todos, más de 15 millones de individuos; hágase el mismo cálculo para algunos peces en que cada postura consta de 3 millones de huevos, y piénsese el número extraordinario que resultaría.
"La lucha por el alimento es quizás más activa y cruel. Como hemos visto, las especies se reproducen en gran proporción, y los alimentos o aumentan muy poco y menos que ellas o no aumentan en absoluto; es, pues, preciso que llegue un momento en que sean de todo punto insuficientes para proveer a las necesidades de la especie, y en este caso un gran número de sus individuos faltes de ellos, tendrá que perecer. En esta lucha terrible unos estarán más favorecidos que los otros. Supongamos, en los animales de presa, unos más ágiles que otros, o más astutos o menos exigentes en su comida, e indudablemente éstos tendrán más probabilidad de vencer y de encontrar alimentos que los otros más torpes o más glotones. Los animales feroces destruirían pronto a los más inofensivos, si éstos no escapasen por su ligereza o no fuesen mucho más fecundos que los carniceros. Las malas hierbas ahogan pronto la vegetación de un campo de trigo, y la sustituyen porque son más fecundas y porque no exigen alimentos tan ricos para vivir.
En esta lucha, como en todas, vencerán siempre los mejor dotados, por su valor, por su belleza, por su canto, etc., o por mil otras condiciones peculiares a cada caso. Por ejemplo, en muchas arañas el macho es mucho menor que la hembra, y se verifica la cópula cargando el macho uno de sus palpos bucales con el líquido seminal y poniéndole en contacto con la bolsa copulatriz de la hembra; pero ésta, cruel y sanguinaria, se arroja sobre el macho y trata de devorarle; aquí el valor del macho no sería útil, pues si fuera fuerte y pudiera matar a su hembra mataría su futura progenie, y por esto es preciso que huya esquivando el combate y esto lo hace metiéndose debajo de las patas de su cruel amante y procurando evitar sus mandíbulas, hasta que escapa a todo correr. Indudablemente, si los machos fueran en un principio de igual tamaño que las hembras, sólo los que por acaso eran algo menores pudieron escapar, y reduciéndose así el tamaño sucesiva y constantemente pudo ir perpetuándose, pues sólo los machos menores eran los que lograban reproducirse.
"Sabido es que todo organismo se compone de una multitud de partes, de una comensalidad de elementos; los metazoos y metafitos. de células y grupos de células quo durante el proceso vital están sujetos a un cambio, en tanto que como elementos salen constantemente y son sustituidos por otros nuevamente formados. Existe además una lucha entre los tejidos y otra entre los órganos, que ha de conducir necesariamente, así al mayor aprovechamiento posible del espacio, como a la constitución de un equilibrio morfológico en armonía con la importancia fisiológica de las partes respecto a la totalidad. "En este conjunto de fenómenos aparece manifiesta la acción de la selección en la utilidad resultante de la adaptación directa, representando un factor importante para explicar las leyes de la formación; y sin perder en nada de su valiosa significación, queda sin embargo limitada al papel de un "regulador'' que elimina todo lo perjudicial y conserva y fomenta todo lo útil.
"La influencia de la teoría transformista ha sido tan grande en Geología que ha modificado por completo el criterio y método de esta ciencia, y paleontológicamente su interés figura en prime. término y antes que en la misma Biología.
"A pesar de lo incompleto de los documentos geológicos, basta el material que ellos nos suministran para lograr la prueba de un desarrollo progresivo desde los grados inferiores de organización hasta los más elevados, y para confirmar la ley del perfeccionamiento progresivo en la sucesión cronológica de los grupos.
Si el examen de la Geología y la paleontología hacen del orden y progresión de la aparición de los seres en el globo permite ver su perfeccionamiento sucesivo y establecer su árbol filogénico, el desarrollo embrionario de cada ser nos lleva a un resultado análogo. Un óvulo cualquiera, tomemos, por ejemplo, el de un animal superior, el de un mamífero, no es en su principio más que una célula comparable a un protozoo; pero luego, en virtud de la fecundación o conjugación con otra célula, que es, en suma, el elemento masculino, comienza la segmentación del óvulo y pasa éste por una fase de gástrula que morfológicamente refleja la organización de los espongiarios y calentureados, representantes de los primeros gastreados; más tarde aparecerá la circulación en el embrión y se manifestará en él un comienzo de segmentación, que luego será origen de las primeras vértebras, y entonces, a lo largo de su eje se formarán los nefridios rudimentarios; análogos a los órganos segmentarios de los gusanos anélidos; se construirá luego el esqueleto, y en la porción del cuello podremos ver aun en una fase avanzada del embrión los arcos y hendiduras branquiales, que serán morfológicamente iguales a los arcos branquiales de ciertos peces, y que, finalmente, desaparecerán para formar parte del aparato del oído y del suspensor de la mandíbula. En este estado el embrión aparecerá ya muy constituido, pero los de todos los vertebrados amniotos serán tan iguales que será poco menos que imposible el distinguirlos. Aun en esta fase más adelantadas, por ejemplo, en un embrión humano de cinco semanas, la semejanza con el de un perro será absoluta, y durante algún tiempo más conservará gran semejanza, y órganos como la cola, que no ha de conservar.
"Si se compara el esqueleto del hombre con el del gorila, nótase desde luego que el cráneo de gorila es menor, el tórax más ancho, los miembros inferiores más pequeños y los superiores más largos que en el hombre. En éste la columna vertebral, considerada en su conjunto, forma una curva en forma de S. Vista de lado es convexa en la región cervical y cóncava en la dorsal; después convexa en la lumbar y otra vez cóncava en la sacra. En el gorila las curvaturas son algo menos marcadas: ¡Y esto es todo!
"Admitida la derivación del hombre de alguna forma anterior, faltará decir cuál ha podido ser esta forma." No es un error: el transformismo existe y lo prueban todas las demostraciones de la vida, pero ninguna de ellas nos demuestra que una especie de animales, plantas o minerales fuese la progenitora de otra, sino de que cada especie nació en una época señalada, lo que indica que todo conduce hacia aun mayor perfección y sobre todo de que la ley es una, pero, podía llegar a tan sublime conclusión ningún hombre que llevaba en su mente la confusión de influencias caprichosas atribuidas a milagros religiosos? Por eso, si no hubiese sido por la política indigna llevada por los fanatizadores de las religiones, habría todo investigador podido leer en los hechos naturales como en un libro abierto, y no se hubieran aterrado nunca ante el "problema" de la procreación ni se originarían jamás esas discusiones ridículas de: “Si estaba antes la gallina y el huevo”.
¿Hubo necesidad de la venida de un mesías para llamar a la realidad? Fue por escuchar la voz engañosa de falsos ministros de los que la humanidad fue advertida en todos los siglos por sinnúmero de hombres abnegados, ¿De quién es pues la culpa de la confusión creada?

Libro:Biografías de la Revista Balanza
Autor: Joaquín Trincado