Poder de María
- EMEDELACU
- 3 oct 2024
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Bajo la Educación Social del mundo los hombres reconocen poder a los hombres, además de sus hechos, por su linaje, por sus títulos, por sus condecoraciones y en mil circunstancias de la vida llegan los hombres a esos hombres para pedirles su ayuda y mediación ante el Rey o Jefe de Estado, para conseguir un indulto o el cumplimiento de la Justicia.
Esto en sí (aparte del servilismo del que pide y la autocracia del condecorado, por la errónea educación general), entraña un hecho de Justicia y Razón, que, aunque sea todo material, lo material es base de lo espiritual, pues el Espíritu sin el concurso de la materia no puede progresar, no puede hacerse grande y poderoso, porque el mandato del Creador a su hijo el Espíritu es purificar materia eternamente y esto sólo puede ser por Ley y por verdadera Justicia, encerrándose en la materia hecha cuerpos; en los que cada uno resume la parte de materia que ha de purificar en cada prueba o existencia, además de la parte del trabajo que tiene que realizar en provecho común, porque su trabajo lo hace para la Creación Universal, Eterna, Infinita e Indefinida.
Es Justo y Razonable, que el monarca o Jefe de Estado atienda al pedido del condecorado, porque por esas condecoraciones está identificado con él, al propio tiempo que las ostenta por su valor o pericia, ya en las luchas políticas, civiles o militares, o agrícolas e industriales; pero que en todos los casos fue ayudado por el pueblo que lo acompañó y ejecutó los hechos que él dirigió o concibió; por lo que, esas condecoraciones representan al pueblo y no al hombre que las ostenta, porque la individualidad poco o nada puede por sí misma, pero la Idealización individual, lanzada y entregada a la colectividad, y ésta dirigida en fe por el idealizador, hacen juntos obra grande y el pueblo agradecido y para conmemorar su hazaña, reviste a ese guía con esas condecoraciones y en aquel hombre imprime su página histórica y es así también justo que en la necesidad, los hijos del pueblo, pidan a su condecorado que llegue a Jefe Supremo de los destinos de la Nación, lo que quiere decir que la condecoración es la insignia de Intermediario, entre el Jefe y el Pueblo.
Esto es en verdad lo que representan las condecoraciones y títulos en los hombres y es lástima grande, que, salvo unas pocas, pero honrosas excepciones, no lo hayan comprendido así los condecorados y los Jefes de Estado; sino que hasta de esas condecoraciones que no son otra cosa que páginas escritas por el pueblo en colectividad, porque en colectividad se hace todo trabajo, las han convertido en instrumentos de orgullo y gustan del servilismo, exigido por una errada educación, creada sólo por los principios religiosos, de lo que aquí nada toco ni entro en discusión por estar hecho en el “Buscando a Dios” y Asiento del Dios Amor”, en el “Código de Amor Universal” y en el “Conócete a ti mismo” y todo está confirmado por los Espíritus Maestros en la “Filosofía Universal” que leeréis y comprenderéis.
Los títulos y condecoraciones regalados o de gracia, nada son, nada valen y ningún poder tienen, porque no pueden invocar derechos, ni potencia, ni representación plebiscitaria y nadie está obligado a respetarlos; pero sí al hombre como hombre.
Pero los títulos ganados, creados e impuestos por el Pueblo, tienen valor, poder u autoridad, porque es una página escrita con el sudor y aún con la sangre noble del pueblo; y el Rey o Jefe de Estado atenderá al intermediario condecorado porque sabe que la voz de aquel es “vox pópuli”, por lo que el Intermediario y el Rey son sostenidos para la administración de Justicia y el reparto equitativo de los bienes comunes y bien común es la Justicia y el Amor que es por lo único que existen los mundos, el universo y los hombres, en los que hay grados de progreso y cargos, pero no hay categorías ni diferencias de hombre a hombre como tales, aunque sea el Jefe o el intermediario y esto lo entendió perfectamente el Legislador Jun, hijo de Ceres, en el remoto tiempo de hace 48 siglos, por lo que en Iberia, hasta hace poco en Aragón, existió la famosa fórmula que entraña la más alta Justicia y Sabiduría, con lo que daban autoridad a sus Reyes diciéndoles al coronarlos: “Nosotros, que cada uno somos tanto como vos, y juntos somos más que vos, te nombramos nuestro Rey; si bien lo hiciereis serás Rey si Non, Non.
Será bruta, si queréis, la fórmula, pero ¿cuándo la Ley mostró debilidad ni dulzura que signifique mengua?, ¿acaso por la fórmula con que eran consagrados aquellos Reyes, en la que cada hombre sin distinción le decía al Rey “soy tanto como tú y juntos más que tú, les restaba poder y autoridad? No, sino que, por el contrario, dio Reyes prestigiosos y severos como os lo dirá la historia, destacándose entre ellos Jaime 1°. y Pedro el Justiciero, llamado el Cruel.
Y era, que el Rey para serlo tenía que encarnar en sí toda la voluntad del pueblo y vestirse de sus reames y energías, único modo como podía ser y si non, non.
Todo lo cual nos prueba racionalmente, que el poder es la unidad del plebiscito basado en hechos de Justicia y que otorga títulos por unidad y mayoría a los que respeta y pide cada uno en particular siendo en la individualidad tanto como aquel a quien se le pide, pero que está por encima porque encarna el pensamiento y la voluntad de todos; pero que sus méritos lo propusieron a la consideración alta del plebiscito, que lo reconoce sin abdicar de sus derechos, cada hombre.
Ahora bien; no es capaz la materia en sí misma más que de su vida natural; no puede salirse de su Ley animal y por lo tanto no puede dar prerrogativas, ni títulos, ni condecoraciones y esto no tiene discusión ni argumentos, pues nos basta para su demostración el mismo reino animal.
Mas el hombre vive y germina por su cuerpo animal, sin diferencia ninguna (a no ser el refinamiento y malicia) de los animales, pero se crea autoridades, intermediarios y Leyes y por ellos se eleva al progreso y hace lo que no pueden hacer los animales: regir el mundo y sujetar las Leyes Naturales.
¿Cuál es la causa? En el “Conócete a ti mismo” está anatómicamente estudiado, por lo que digo, “que sólo el hombre lo es por el espíritu”; luego, el Espíritu sólo es el plebiscito y el que da cargos por méritos en Justicia y no puede equivocarse, porque la Ley Suprema está escrita imborrable en cada Espíritu por el autor, su Padre.
Mas aunque el Espíritu pueda obcecarse no puede dejar de cumplir la Ley porque siendo consubstancial del Creador, no cumplir el Espíritu la Ley que en él está latente por naturaleza, equivaldría a faltar el autor de la Ley, cuya Ley es el mismo Creador y por tanto el Espíritu que es consubstancial es la misma Ley y es imposible que no la cumpla porque no puede dejar de ser, y así tampoco puede dejar de obrar la Ley en su misma conciencia y por esto la Ley es inflexible y es como un ser sin entrañas ni sentimientos y sólo señala lo que puede señalar y de allí no pasará ni lo podrán pasar ni todos los hombres como hombres ni todos los espíritus como tales juntos, pero ni aún el mismo Creador lo podrá pasar, porque la medida no admite más que lo que cabe, si lo ponéis más se derrama, y la Ley es sólo la Ley y sólo es una.
Sentada la argumentación axiomática anterior, que ni el mundo Material ni el mundo Espiritual pueden rebatir ni argüir por falta de fundamentos lógicos y aun científicos, sin acusarse de irracionales los contradictores, voy a aplicar esa argumentación a María para ver que su poder es real y positivo y no dado de gracia, pero como son muchas las cosas a considerar voy a hacer puntos para mayor sencillez y claridad a todas las inteligencias.
Libro: Vida de María
Autor: Joaquín Trincado