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Joaquín Trincado

Los celos de José, sus causas; Párrafo 3

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 4 jul 2024
  • 7 Min. de lectura


Por el párrafo anterior mirado racional, científica y fisiológicamente quedan justificados los celos de José que lo declaran hombre en toda la Ley: hemos visto que María no suplica a José y pide al Padre que desvanezca la ofuscación momentánea del Espíritu de su compañero y progenitor de lo que se mueve en sus entrañas.


José no ofende ni maltrata a su joven esposa, ni la detiene en la calle ni la denuncia como adúltera, es él quien se retiraba en silencio y es comprendido en sus preparativos por María, la que se retira y llora y pide al Padre en humildad y amor, Luz para su esposo y fuerzas y tacto para ella.


José cuenta entonces 45 años y María poco más de 16. José cumplía todos sus deberes como ciudadano, padre y esposo y se ve atormentado un momento por los celos, disponiéndose a separarse de la niña y ya madre en sus entrañas y acude ésta a diferentes armas y a la petición humilde y amorosa al Creador y triunfa sin hablar al fugitivo. Cede él y se rinde ante la visión e inspiración de algo que le habla a su conciencia y razón y vuelve a los brazos de ella y ninguno se recrimina; se miran y lloran en su alegría y dan gracias al Creador y la Paz de sus Espíritus, por un instante amenazada, renace para siempre, aunque sus cuerpos no hallen esa Paz en su lucha permanente con el trabajo.


¿Qué causas hubo para que José sintiera aquella picazón en su orgullo de hombre honrado? Ya las he dicho en todas las razones del párrafo anterior, pero las repito en concreto aquí, pues es de todo interés dejar sentada la verdad.


Yo lo he oído del Espíritu de mi Padre José, en ocasión solemne, en que en familia le consultaba sobre este punto: “... ¿Qué quieres hijo si no?... era hombre y María era una hebrea... ya lo sabes tú más que nadie que estuviste en sus brazos y en su amor... en fin, era la Rosa de Jericó y en aquel valle se reúne toda la hermosura de la naturaleza en sus mujeres”. Estas son sus palabras.


Entonces. Los celos de José eran motivados por la hermosura y fragancia de la Rosa de Jericó y por tanto José era hombre vivo en la Ley de la carne, Ley que es justa como todas las del Creador y por tanto no hay quién pueda negar fundadamente que José no sea el Padre legítimo y natural de Jesús, lo que confunde el infame misterio de la virginidad, que pone al Creador en liza de loco y abre el camino Racional de la verdad de que si Jesús nació de María por obra de José, María no es virgen en la materia aunque sea pura en su Espíritu de Amor y tampoco adúltera porque José era varón fuerte y temido aún como hombre y María lo sabe y lo sabemos sus hijos, que por no ser virgen y adúltera pudimos nacer de ella y por José los seis hermanos de Jesús.


1. La palabra natural contenida en las leyes para designar los hijos nacidos fuera de matrimonio debe desaparecer. Hijos naturales son todos los nacidos; la legitimidad es un absurdo de conveniencia y malicia social.


Hay aquí una cuestión muy grande que dilucidar: las armas defensivas de María. ¡Oh, amantes esposas, cuánto os debe enseñar el procedimiento de María! Escuchad y atended bien que esto es de gran interés para todas.


Es indiscutible que la mujer es superior en percepción al hombre, como es indiscutible que el hombre es superior en fuerzas físicas, todo esto en Ley general, porque hay excepciones que no hacen Ley y que hay que estudiarlas en cada caso.


El hombre por la constitución de su ser y por el régimen físico-animal que no sufre interrupciones ni mayores peligros, es destinado en todos los mundos al trabajo para el progreso industrial que ha de proporcionar a las humanidades el mayor bienestar y comodidades.


El trabajo le ocasiona el cansancio de la materia y el hastío de sí mismo, por las fuerzas que consume y si se le descuida en sus necesidades o se le exaspera con importunidades, se revela con todo y aun contra sí mismo, porque sólo confía en sus fuerzas físicas y por lo tanto animal y no puede su espíritu estar tranquilo cuando considera que trabaja tantas horas como el sol le permite y quizás alumbrándose con luz artificial y no puede cubrir las necesidades de la casa porque su trabajo es mal retribuido.


Si el hombre, por desgracia, no recibió una buena Educación Moral que dé Luz a su alma del porqué del trabajo en aquellas circunstancias, temed mujeres de hablarle de las necesidades y de todo aquello que lo ha de exasperar más y muchas lloráis desgraciadas por vuestro poco talento o falta de educación como mujeres o bien porque sois casquivanas.


Si el hombre recibió una buena Educación Moral, el trabajo no le hastía, pero hay momentos que el exceso de trabajo debilita la influencia del Espíritu sobre el Alma y en ese momento la materia se rebela, más como no está acostumbrada a actos punibles no los obrará pero se volverá hosco y reacio hacia aquellos que le rodean y hay que templar bien las cuerdas de la lira para que no se corte la poesía del Amor del hogar y de esto es encargada la amante esposa con su discreción, con sus encantos físicos muchas veces, pero primero y siempre con los impulsos que el amor imprima a la mayor percepción que la mujer tiene en su Espíritu y que la comunica a su materia, siempre más bella por ser más depurada que la del hombre en razón de las funciones que viene a desempeñar.


José era educado, tanto como podía serlo un artesano, en lo Moral y material. En espíritu era muy elevado, pero poseía una muy fuerte materia y si agregamos a esto que las obligaciones eran cada vez mayores ya que la creciente familia le obligaba a alargar el día para que no faltara lo necesario y es extraño que tuviera un momento de hastío y pensara en tirar de sí la enorme carga que llevaba. Más oyó su alma la voz de su Espíritu y volvió sin cometer el acto premeditado, a los brazos de su compañera; es que él era Educado y acosado en Espíritu por la lucha de la materia y por otros Espíritus que no podían ver indiferentes que naciera el que los venía a derribar de su Supremacía y le hacían ver la hermosura envidiada de su joven esposa, para lo cual aprovechaban de la jovialidad de María, José que se había ofuscado momentáneamente, reaccionó y aún se sintió avergonzado de sí mismo y corrió a donde otro en silencio lo llamaba con voces de Amor irresistibles.


Efectivamente, vio María los preparativos de su esposo, en su clara percepción del destino de la mujer Esposa y Madre sabía que, si la causa de la separación la originaban los celos, siendo limpia nada conseguiría con protestar y manifestar su inocencia. Aunque tan joven, conocías sobradamente el corazón humano y al celoso; sabía que la protesta de su víctima más lo exaspera y que es necesario que el convencimiento salga de quien se celó... ¿cómo?, no mostrándose ofendida, aparentando no entender el celo del esposo y mostrándose digna sin gazmoñerías, incólume sin altanería y más amorosa sin fastidiar, pero sobre todo vivir en todo instante en el corazón del celoso adquiriendo en su imagen la mayor majestad e influyendo con toda su potencia en el Espíritu ofuscado y pidiendo a la vez con toda su humildad al Padre la Luz para su amado... y el Padre manda siempre su Luz sobre el afligido, por los guías que todos tenemos y estos piden ayuda a otros afines y traban batallas (que muchas veces hemos visto) hasta vencer a los influyentes del mal, que no escatiman medios para destruir la felicidad del hogar, base de la felicidad de los pueblos, en cuya felicidad se aumenta el Amor y pierde terreno el detractor y enemigo del bien común.


He ahí todo lo que pasó en los celos de José y también descriptas las cualidades de María y las armas defensivas que usó. Es cierto que María es Espíritu de Amor y Potencia no alcanzado aún en la Tierra, pero es verdad también que José era humanamente de los más fuertes de sus días y que como Espíritu se acercaba en potencia al de su esposa, aunque en Amor estaba muy distante de ella. Ello es porque la Ley de Afinidad había reunido en los dos esposos la potencia de la materia y la potencia del Espíritu y la suma de los dos debía dar el vástago que en sí sólo traía las dos potencias en consorcio, porque eran llegados los días anunciados en la Ley Eterna.


María en la fuerza de su Espíritu y en la dulzura de su amor, influyó en el corazón y en el Espíritu de José sin manifestarlo, por el pedido humilde al Padre y sin dejar sus obligaciones y José cedió en Espíritu, porque los Espíritus saben en Justicia, cuando son de Luz, que los dos son vencedores y ninguno vencido, lo que no sabe la materia en la que sí hay vencidos y vencedores y el triunfo es del más fuerte y en batalla material por fuerza animal, José hubiera vencido a veinte Marías; pero María en fuerza de Amor y potencia Espiritual hubiera vencido a veinte José y a veinte mil y aun ha vencido a toda la humanidad de la que sólo ella es la Redentora y no habrá necesidad de discutirlo al final de su historia.


¡Amadas esposas¡, estudiad en María como hija, como esposa y como Madre. Que ella sea vuestra norma, ya que todas la llamáis en el sublime acto de ser Madres, por el que llegáis a la Santidad única que se puede considerar en la Tierra. El título de Madre es el único que se debe tener y respetar por Santo (aunque no lo es), pero para ser Santas Madres, aprended a ser esposas dignas y no necesitáis saber más que lo contenido en este estudio provocado por los celos de José, para acentuar la grandeza de María.


¡José, son tus celos un defecto como hombre!, pero te hacen más hombre y hombre entero... y te dejo y dejo a María en donde os corresponde.


Libro: Vida de María

Autor: Joaquín Trincado

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