Las facultades del espiritismo; La sabiduría del espiritismo
- EMEDELACU
- 26 dic 2023
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¿Sabio y sin Amor? No lo creas. Hemos dado como alta máxima a nuestros discípulos.
Y es así rigurosamente, aun en los casos más extremos de sabios, aunque sufran por aquel momento ciertas aberraciones que sólo el espiritismo logra explicar, en sus comisiones de pasiones momentáneas, que siempre serán circunstanciales, aunque puedan ser premeditadas, como sucede en ciertos supremáticos religiosos, aunque parezcan civiles, pero que están bajo la aberración religiosa, como, por ejemplo, el tirano Juan Manuel de Rozas; y como él tantos otros en todo el mundo.
Pero la sabiduría del espiritismo se advierte en que, sabe sacar bien del mal y siempre toma del mal, el menos: y causa igualmente el menor mal posible, en sus actos de justicia.
Por esto, cuando hemos dicho: «El que ama más, es el que sabe más», hemos significado que, para ser sabio, es preciso tener un grado eficiente de amor universal, sin el cual no es posible imponerse el sacrificio de ser sabio.
¿Es sacrificio ser sabio? Tenéis el ejemplo de Moisés, de Giordano Bruno y mil y mil más, y lo queremos confirmar con lo siguiente que llega a mis manos por casualidad, dirían muchos. Pero yo sé que ésta no existe y sí existe la fatalidad.
He aquí lo que me llega y copio:
PARACELSO EL MAGO
«La vida de este hombre extraordinario es tan obscura como lo son en general las grandes figuras de la humanidad. Pocos hombres han sido objeto de elogios tan entusiastas y, por otra parte, de más profundo desprecio... Hermann, Heusler y Murz, le prodigan la admiración más vehemente, que contrasta con los juicios despectivos que le dedican Zimmerman y Gistanner».
Diversas circunstancias contribuyeron a difundir sobre la vida de Paracelso la misteriosa obscuridad que aún no ha disipado la crítica moderna.
El mismo Paracelso es responsable del extravío de la opinión por las charlatanerías que se creyó obligado a emplear para rechazar los ataques denigrantes que se le dirigían. Es, pues, tarea muy difícil reconstituir actualmente su fisonomía real.
Felipe Aureolo Teofrasto Bombasta de Hoheuheim nació en Einsiedeln, cantón de Schwyz, Suiza, el día 17 de diciembre de 1493. El padre, de origen alemán, ejercía la profesión de médico en la abadía de Einsiedeln.
El nombre de Paracelso, con el cual se le conoce, lo usó pocas veces, firmando generalmente Theophrastus ex Hoheuheim Eremita.
No faltan biógrafos que afirman que el nombre de Paracelso lo formó él para significar que era superior a Celso.
Emigrada a Carintia la familia, allí estudió con su padre los rudimentos de la medicina y la química, teniendo por Maestro también a Everardo Baumgartner, obispo de Lavant.
En 1506 fue a Basilea, en cuya universidad se perfeccionó en la alquimia. Visitó luego las principales universidades de Alemania, España, Francia e Inglaterra, viajando asimismo por el Oriente, donde se cree se inició en las ciencias ocultas.
Después de una ausencia de diez años regresó a su patria; obtuvo en Basilia una plaza de médico subvencionada, y en el año siguiente, 1527, fue nombrado profesor de la Universidad, inaugurando sus lecciones ante una formidable hoguera, en la que arrojó las obras de Avicena, Averroes, Galeno, etc., para demostrar que sus enseñanzas serían muy distintas de las hasta entonces en boga.
Curas felices que llevó a cabo, su rara elocuencia y el entusiasmo que ponía en todos sus actos, le valieron enorme popularidad. Príncipes y magnates le honraban y agasajaban a porfía. Y ello mismo fue la causa de la gran guerra que contra él estalló, patrocinada por sus colegas, que se sentían humillados, y fomentada por los farmacéuticos, cuyos abusos descubría y denunciaba. La atmósfera de envidia y odio creció en forma tal, que un día, Paracelso, acusado de magia, se vio obligado a dejar la Cátedra y retirarse a Stuttgart.
No lo dejaron en paz las persecuciones de sus encarnizados detractores, y amenazado con la cárcel, hubo de emigrar, acompañado de algunos fieles discípulos, recorriendo en su peregrinación diversos países, cayendo por último envenenado, según se dice, por sus perseguidores, en una Posada de Salzburgo, el 24 de septiembre de 1541. Esta es la versión realista de la vida del extraordinario personaje; para los adeptos a las ciencias ocultas, Paracelso no murió, como se pretendió hacer creer: cual otros grandes Maestros, vive, pues, su espíritu perfeccionado, le es dado dominar a la materia.
La figura de Paracelso es de las más interesantes, y desde luego, la medicina le debe innegables progresos, en terapéutica, sobre todo. Desterró los polis fármacos, hizo conocer los preparados antimoniales, ferruginosos y salinos; fue el primero en emitir la idea de que ciertos venenos en dosis moderadas, son medicamentosos; dio a conocer muchos preparados vegetales, viniendo a ser el creador de la doctrina moderna de los específicos, en oposición a la panacea universal. De sus escritos se desprende, aunque en embrión la teoría del vitalismo. Tenía una alta idea de la dignidad profesional, haciendo guerra sin cuartel a los charlatanes, que, naturalmente, se volvieron contra él. De la lectura de sus escritos auténticos se desprende que su obra ha sido más sólida y positiva de lo que vulgarmente se cree.
Escribió generalmente en alemán, con estilo claro, sobrio y severo, de lo que sus detractores dedujeron no conocía el latín, base en aquel tiempo de toda cultura, pero el cargo cae por sí mismo, ya que se conocen también notables escritos suyos en la lengua de Lacio.
Autor de un sistema teosófico de filosofía, creyente en la magia y la alquimia, sus discípulos le bordaron, con tales fundamentos, fantástica leyenda.
Paracelso –dice el doctor Michen– poseía una espada que le regalara un verdugo de Alemania, la cual encerraba en su empuñadura un genio familiar llamado Atoth, espada-talismán, de la cual jamás se apartaba. Cuando explicaba su cátedra o tenía que hablar públicamente, Paracelso se apoyaba con las dos manos en la guarnición de la espada, y si por acaso no lo hacía así, al separarse del preciado talismán, el águila perdía sus inmensas alas, caía de las nubes y la palabra lenta, difícil, incolora, reemplazaba a la inspiración, al prestigio inaudito, a la irresistible fascinación que ejercía con su habitual elocuencia. Gabriel Nandé piensa que el genio familiar que encerraba la famosa empuñadura no eran más que ciertas píldoras, los maravillosos arcanos que él mismo preparaba.
Para formarse idea clara del concepto que de sí mismo tenía Paracelso, basta leer algunos fragmentos del prólogo de «Paragranum» libro II, tomo I, de las obras completas del autor.
«Yo soy más que Lutero: él tan sólo era teólogo, y yo sé medicina, astronomía y química» …
«En contestación a mis enemigos voy a mostrar las cuatro columnas en las cuales fundo mi doctrina. Convendrá que os agarréis a ellas si no queréis pasar por impostores... Si me seguís, tú Avicena, tú Galeno, tú Razes, tú Montagna, tú Mesné y vosotros, París, Montpellier y Suabia; vosotros los de Colonia y Viena; vosotras, Italia, Dalmacia, Atenas, Grecia, Israel y Arabia... Yo seré vuestro Monarca... Vosotros limpiaréis mis hornillos... Mi escuela triunfará de Plinio y Aristóteles... He aquí lo que producirá el arte de extraer las virtudes de los minerales... La alquimia convertirá en álcali a vuestros Esculapio y Galeno y vosotros seréis purificados por el fuego…
«Me acusáis de plagio. Diez años a que no leo ninguno de vuestros libros... Lo que me habéis enseñado se ha derretido como la nieve; lo arrojé a la fogata de la noche de San Juan para que mi monarquía fuera pura... Queréis sepultarme entre el polvo, condenarme al fuego... Yo reverdeceré y vosotros seréis arbustos secos... Día vendrá ¡oh impostores! que el cielo producirá médicos que sabrán los arcanos del misterio... ¿Qué puesto ocuparéis vosotros entonces?»
En tal lenguaje se adivina la superior iniciativa del descubridor del hidrógeno y de otros mil secretos. Los teósofos consideran que el espíritu de Paracelso ha reencarnado repetidas veces, manifestándose en personalidades de la más alta y elevada categoría intelectual y moral. Los miembros de la cofradía dorada (los Rosa Cruz) son los que más han estudiado este enigmático genio. Helmont el Mayor nos cuenta: que habiendo Paracelso querido pasar a Rusia cuando tenía no más que veinte años, fue hecho prisionero por unos tártaros que le condujeron a la presencia del Kan, quien le retuvo a su servicio como médico, acompañándole en tal calidad en las guerras que sostenía dicho príncipe en el Asia, donde se inició en las doctrinas de los Lamas.
De aquí, sin duda, sus grandes conocimientos en las ciencias y filosofías hijas de aquellas regiones orientales, creadoras de las más grandes y abstractas ideas ocultas, por formas de ingenua poesía o simbólicos, «mitos que no a todos es dado profundizar».
¿Es o no sacrificio ser sabio? ¿No fue sacrificio para Séneca ser sabio y verse obligado por el singular Nerón a ver todas sus infamias, en las que Nerón no sufría y Séneca se consumía? ¿Y Galileo? ¿Y Sócrates? ¿Y Antulio? La historia la tenéis llena de esos mártires por ser sabios y ello nos releva de enumerarlos. Los nombrados sólo es para nombrar a todos.
Pero debemos dirigirnos a otro tópico.
La sabiduría del Espiritismo es sólo un punto menos que la absoluta sabiduría del Creador. No creáis ¡oh Pseudo Sabios! que blasfemo. Es todo lo contrario de lo que vuestra mentida sabiduría llamaría una blasfemia: pues en mi afirmación es donde se puede ver y apreciar la sabiduría del Creador.
Efectivamente. Decir vosotros que «Dios es sumamente sabio, poderoso» y que «Con sólo su poder hace todo cuanto quiere», no decís nada, y aun cometéis un absurdo, pues achacáis de injusto y parcial a Dios, que, por vuestra pretensión de sabios, no podéis elevar la ofensa al Creador, al que no conocéis, ni siquiera presentís.
En cambio, nosotros, al afirmar que «La sabiduría del Creador es un punto más que la sabiduría del Espiritismo», hacemos comprender esa absoluta sabiduría, puesto que conocemos la sabiduría del espiritismo en la creación de los cuerpos, mundos u hombres y en su gobierno dentro de la ley establecida por la Creación; y cuando se conoce un punto, se puede deducir el inmediato; aun cuando sea infinito.
Lo mismo sucede cuando decís que «Con todo su poder hace todo cuanto quiere». Y como vosotros habláis de iras de Dios, de castigos y venganzas, resulta un Dios tan ruin, que cualquiera de los más imbéciles hombres lo podría ofender y aun tendría razón, puesto que a él lo hizo imbécil o deforme y a otro lo hizo astuto y bello. Lo mismo que darle derechos divinos a los insolentes falaces y detractores y les quitaría todos los derechos a los más nobles trabajadores.
Nosotros, con la sabiduría del espiritismo, decimos que «El Creador hace todo cuanto debe», que es poner las cosas en su punto justo: con lo que dejamos demostrado, en lo que vosotros llamáis divino, la superioridad de sabiduría del espiritismo sobre las religiones.
Pero la sabiduría del espiritismo no tiene límites posibles, ni se circunscribe a unas cuantas cosas. Se extiende a todo lo que constituye el universo en su creación y gobierno; y hasta los pobres hombres de la tierra, tan vilipendiados por la religión y condenados al infierno después de una vida de perros y de un trabajo de bestias para mantener a sus propios tiranos y verdugos, hasta el pobre hombre de la tierra, repito, participa en el gobierno del universo y entiende de su sabiduría, que es un punto menos que la sabiduría del Creador.
Para participar en ese gobierno universal, cada espíritu ha sacado de su propia sabiduría y potencia, la fuerza facultativa de la elasticidad de su alma, con precisión matemática, igual al progreso alcanzado en sus luchas. Pero como éste es un punto trascendental hoy, vamos a estudiarlo en su párrafo correspondiente, para demostrar cuál sea su gloria y su infierno.
PÁRRAFO II
ELASTICIDAD DEL ALMA
Aun cuando este punto corresponde al capítulo «Desdoblamiento», aquí lo trataremos por lo que le corresponde a la sabiduría del espíritu individual.
El espíritu necesita por su ley estar en contacto con sus afines y acudir a los llamados que se le hacen; y sin una elasticidad suficiente del alma que le sirve de vestido, con el cual puede mostrarse en la figura que pueda ser conocido de aquellos a quienes quiere mostrarse por afinidad, por justicia y porque lo hayan llamado, no podría hacerlo y, sobre todo, mientras está encarnado.
De esta necesidad, el espíritu aprende a elastificar su alma para estirarse cuanto da el todo de su alma materia y tiene derecho de apropiarse en esos viajes y se apropia de parte del alma universal, equivalente a la resistencia de la gravedad que tiene que vencer para llegar al punto de su llamado, o al que su poder alcance.
Este punto de sabiduría tiene una importancia suma para el progreso general de los mundos, porque por él puede un espíritu de la tierra, estando encarnado, llegar a otros mundos de más progreso y traer lo que pueda aprender para el adelanto propio y común y llegar igualmente a mundos más retrasados a llevarles de nuestro progreso, en el grado que pueda recibirlo.
Cada hombre tiene conciencia de muchos de estos actos, a los que llaman sueños o pesadillas, y no son otra cosa que desdoblamientos de su propio espíritu, o visitas que reciben de otros afines, familiares o enemigos que se persiguen.
La desgraciada educación religiosa, ha puesto tupidos crespones a la verdad de estas excursiones y los hombres las han creído fantasmas; o en el mejor de los casos, obras maléficas, aun cuando en los casos que les ha convenido, han sido avisos de los Ángeles de la guarda. Pero que sean lo uno y lo otro, esas religiones, con eso se han visto en la necesidad de confirmar la emancipación del espíritu y las facultades del espiritismo, aun cuando desfiguradas bajo el nombre de alma.
Pero la razón filosófica abrevia camino a la ciencia que, a pesar de su pequeñez y bajo los fenómenos del sonambulismo magnético, descubriría el doble yo, el cuerpo etéreo o Periespíritu, en lo que quedaría confirmado que, en esas excursiones hay una fuerza inteligente que no puede ser sólo de la materia; y las pícaras ciencias echarían abajo el fantástico castillo de los falaces y caerían con estrépito esos diosecillos sin razón.
Y, cosa rara; bastó siempre la iniciación de una teoría científica, para que la religión la condenase. Pero parece que la condenación de las cosas por la iglesia católica, era la picazón de la curiosidad para estudiarla y todos querían saber el porqué de la condenación y siempre se encontró que era porque descubrían los embrollos y gatuperios de los ritos y los dogmas.
Pero los hombres, demasiado prejuiciados, luchan largo tiempo entre la luz que su razón descubre en la ciencia y el misterio que la religión había puesto sobre el principio en que se funda la ciencia; y en este litigio están los hombres hoy, con respecto al espiritismo, como lo estuvo con el magnetismo.
Más el espiritismo sabe aprovechar esos litigios de la conciencia y hace a los hombres idear métodos e instrumentos que les puedan demostrar un punto matemático o deductivo, y los encuentran. Resultando perjudicada únicamente la religión, que no puede desmentir los juicios de la razón, ni la comprobación de fenómenos inteligentes que desmienten el milagro, por el que ha vivido.
Pero volvamos a la cuestión de la elasticidad del alma, aun cuando en realidad no hemos salido de él, porque el razonamiento mismo es una prueba de la elastificación del alma, ya que, en momentos dados de un estudio, el pensamiento vuela al punto donde mil veces ignoramos para encontrar solución a un problema; y.… el pensamiento es el propio espíritu y éste no puede jamás marchar a parte alguna sin arrastrar su alma y sin romper sus ligaduras.
Tenéis el testimonio de millones de hombres que se han encontrado frente a masas incorpóreas o fluídicas, que han sido negadas por algunos disconformes; pero el testimonio de los asustados, que se han visto frente a frente, vale más que el juicio de los incrédulos; y para desvirtuar la negación, los mismos espíritus dieron las instrucciones para fotografiar las apariciones (materializaciones).
El espíritu no es materia y sin su alma, no puede tomar figura.
El alma es materia, y por esencial que sea, la materia se fotografía.
En esas visiones de fantasmas (como el miedo y la malicia los bautizó) han visto que se achicaban y se agigantaban, tomando proporciones hasta muchos metros, lo cual demuestra la elasticidad del alma, puesto que sólo el alma es la que vemos.
Esos sueños (así los llamamos) en los que nos vemos en países extraños estando nuestro cuerpo en el lecho, no podría ser si el alma (de la que el espíritu no puede salirse) no fuera elástica.
Mas no creáis que es necesario dormir la materia o cuerpo para que nuestro espíritu se desdoble; puede hacerlo y lo hace en vigilia, y no sería nunca el hecho inconsciente para la materia, si no fuera el hombre ignorante de las facultades de su propio espíritu, y por consiguiente del espiritismo.
Cuando tenemos conocimiento de estas facultades y derecho del espíritu, hacemos esos desdoblamientos conscientemente y nos damos cuenta de dónde vamos y copiamos lo que vemos. Pero esto ya son facultades bien desarrolladas y es preciso conocer el espiritismo. No conociendo el espiritismo, el hombre, como hombre, no quiere decir que no lo conozca su espíritu propio y que no se desdobla; pues no hay ningún espíritu que desconozca el espiritismo y que no se desdoble para el bien o para el mal: por el amor o el odio a otros, o al bien común.
Si no fuera así estad seguros que no habría músicos y poetas sublimes, ni pintores maravillosos, ni ingenieros, ni arquitectos tan capaces, ni químicos tan atrevidos; y ningún hombre sería capaz de dar nada más que lo que da el loro, la placa fotográfica, o el disco del fonógrafo; lo que le imprimieron; lo que entró por sus ojos de las hojas de los libros, o sintió del contacto de sus convivientes.
Si cuando decimos, estoy pensando: dijéramos estoy desdoblado, viendo o sintiendo para hacer esto o lo otro, diríamos más verdad.
De todos modos, la elasticidad del alma, es de necesidad para el desdoblamiento; y éste no puede alcanzar más allá de lo que conoce.
Pero no creáis que hasta ahí sólo puede estudiar. Él puede estudiar más allá de lo que conoce y se efectúa por el desdoblamiento hacia nosotros, de otros afines que podrán, por su progreso, vivir en mundos muy remotos, donde nosotros por más retraso, nuestra alma no nos da para llegar; y entonces ellos tienen el deber de venir a nosotros y nos representan los paisajes de su mundo, sus costumbres, sus ciencias y sobre todo sus amores.
Aun cuando se hayan dado muchos nombres a las variadas facultades de videncia, materializaciones, efectos físicos, aportes, etc., etc., no son sino desdoblamientos, por la elasticidad del alma.
El caso muy frecuente, de verse una persona, estando su cuerpo a muchos miles de leguas, como el caso de Antonio de Padua, que han llamado «Oblicuidad», no es más que un desdoblamiento, que puede ser consciente o inconsciente.
Para el espíritu individual, puede haber muchas barreras: tantas como tenga su mucho o poco progreso; pero para el espiritismo, no hay ninguna barrera ni nada oculto ni olvidado; pero para las individualidades, la tasa de sus facultades y posibilidades se las dará su progreso, con el mayor rigor de la justicia, que no podrá cargar un gramo más, ni pasar un milímetro de la elasticidad de su alma.
¿Queréis tener tanta elasticidad en vuestra alma, que lleguéis hasta el centro vibratorio estando encarnados? Purificadla al grado requerido por aquella atmósfera, toda vida y pura luz.
He ahí todo el secreto de la elasticidad del alma, a cuya pureza se ceñirán rigurosamente vuestras ascensiones, que llamaréis desdoblamientos.
Más cuando estáis frente a las ciencias, entended que ciencia no es más que las escorias de las facultades del Espíritu; y hacemos esta pregunta:
Si cada ciencia es sólo la escoria de una facultad del espiritismo y ¡tanto brillan las ciencias! ¿Cómo brillarán las facultades, que crean las ciencias?
Libro: El Espiritismo Estudiado
Autor: Joaquín Trincado