La voz universal solidaria; Justificación: El prólogo de Kardec
- EMEDELACU

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Abril 14 de 1912. Por el médium Portillo.
Paz, amor, unidad sea vuestro lema.
También soy yo de los crucificados, que están entre los que tienen que justificarse.
Yo sabía el efecto que en el mundo había de producir mi filosofía; mejor dicho: La filosofía que me daban los hermanos mayores por los médiums, que estaban repartidos por el planeta y que recogía con cuidado para darla al mundo, como prólogo de la obra que vendría después del juicio final de los hombres y de los espíritus.
Después de que se recibiría la palabra del Espíritu de Verdad, que queda escrita por el que había de venir y marcaría a los hombres el juicio y la verdad de la verdad.
Yo vine a la tierra, e hice una doctrina conforme al estado de la humanidad, cuidándome bien de anotar, que era progresiva y por lo tanto, no podía ser la ley, ya que como prólogo la recibiera y sólo en aquello, que el sentenciado cristianismo envolvía; cosa que a mí me fué vedado comprender cómo podría admitirse sin efusión de sangre.
Esta ley, hoy se escribe con la tinta de toda la cosmogonía y el que a ello vino, copia las palabras dichas a él mismo en los mundos que visita y luego repetidas y confirmadas por aquellos mismos maestros que descienden hasta él, lo justifican, justifican a Jesús el grande maestro, que nos puso en el camino de la luz y todos, justifican al Espíritu de Verdad, el que justificó a Kardec y su misión, porque solo vine a formar el prólogo de una doctrina de unidad. Y porque de el resulta ya una doctrina que desmiente a Roma, vino la calumnia en forma de crítica para amordazarla, porque veían claro que iba muy lejos, porque ya descubría el cieno de las conciencias.
Yo hablé como me era dado, a los espiritistas cristianos; y recopilaba las enseñanzas de los mismos que habían sostenido el cristianismo, que también venían a enderezar sus pasos; pero que no podían negar del todo el cristianismo, para no traer el desequilibrio brusco y así lo entendía Kardec.
Yo dije espiritismo y espiritismo dicen los maestros que ilustran y rodean al maestro, que escribe el código y Espiritismo confirman éstos y Jesús y los sanciona el Espíritu de Verdad.
Mas el mal era muy viejo; sus raíces aún conservaban fortaleza por la sabia chupada en la sangre de los apóstoles y mesías del pensamiento libre; yo, no podía hablar de la gran cosmogonía porque estaba reservado al que nacía cuando mi prólogo se imprimía y ante el cual me justifico.
Yo no llamé espiritualistas, ni dije espiritualismo; es hijo de la cobardía y de las conveniencias de los que encuentran en esas doctrinas atracción, porque no los condena como el dogma cristiano, pero que están pegados a la materia y no quieren dejar de imponer, tienen esos una ley cónica, que aplican para ellos la base, queriendo que los demás se sujeten a la estrechez.
Yo, en el día de mi desencarnación, ví cómo me coronaban de flores; mi espíritu padecía porque ví y hube de oír las palabras de mis hermanos que hoy os dan opúsculos que os son útiles, pero que no bastan, porque se han prejuiciado y no comprendido que, si el amor hacia Kardec les prohíbe adelantar su juicio sobre aquel prólogo, es dogmatizar aquella doctrina; es convertir en ídolo al que fue sólo simple instrumento; solo feliz precursor del que daría la luz descubierta, la verdad suprema; para lo cual y librarse de la mistificación, venía a ser el juez del Padre y limpió los espacios de tinieblas con el juicio universal.
Venid hombres y oíd. Yo soy el autor; yo os digo; en el fondo de mi obra, solo podéis ver el prólogo de la gran ley; solo es el medio de estudiar las mediumnidades de entonces y hasta ahora; solo es el jalón, que debe servir de partida para el resto del camino.
Yo, en mi filosofía, labré la primera piedra que pudiera servir de asiento a la piedra angular, porque aquella piedra es muy pálida, comparada con el Código de Amor, que se escribe y con la filosofía de máximos vuelos que lo acompaña, cuyos dictadores son, Jesús el grande y aun muy pequeño, visto con los maestros de toda la cosmogonía, que ilustran al que yo era su precursor.
Benditos vosotros, hijos de Sion, que sabéis llegar a los mundos de lejanas nebulosas y os atraéis aquellos maestros y os confirman por el tribunal y juez del Padre, para que escriba el código de amor para todas las generaciones venideras y para eso, los espacios se han limpiado de tinieblas.
Benditos vosotros hombres, si con mi prólogo y el nuevo código en la mano, adelantáis para vosotros el día del amor… Oigo el Hosanna que cantan en la luz los espíritus de hoy hombres de mañana, que se preparan para recibir ese “Código de Amor”, que hará de la tierra el jardín ameno de aromas y fragancias, porque la verdad en él es la luz y la luz circunda ya a la tierra... Era muy grande la emoción e hizo una pausa. Sigue.
Esa ley suprema, es el máximum de la ley de los mundos de amor y endulzará las amarguras que aún sentís, mientras pasan las tres generaciones que quedan sentenciadas y que aún son hijos del prejuicio y del error. ¡Ay de vosotros dogmatizadores del prólogo de Kardec! ¡Ay de vosotros espiritualistas, que anubláis por vuestra cobardía la luz que os dejé para orientaros y disponeros a recibir la totalidad de la luz!... Temblad... porque la sentencia se dió y no hay apelación. Ese código que se os da, es el crisol en que os podéis purificaros y en él está concentrada la santa comuna en la tierra, como está en los otros mundos de luz, en cuya cadena ya la tierra entró.
Heme aquí pues, satisfecho y lleno de alegría al poder justificarme, por que veo y me oye el espíritu grande de la verdad que tremoló su ancla: Veo a Jesús, que ocupé en el lugar que en mi amor le reconocía de grandeza, pero que hoy lo veo en el que en ley le corresponde.
¡Jesús!... Descansas al fin, por que tuviste el valor de cumplir lo que la tierra te trajo, después de otras existencias de pulsación y grandes luchas y... en la que te falta triunfarás, porque ya la luz se difunde; porque sigues el camino derecho que te trazaste, en el que te dirige el Espíritu de Verdad... Foco luminoso, que en su luz se bañan los mundos de siete y media nebulosas, que a mí no me fué dado ver y que aún no puedo caminarlas, sino por grados.
Loor a los luchadores, mi saludo a los trabajadores, mi amor a toda la humanidad, y mi fuerza y respeto al juez y su tribunal.
Allan Kardec.
Libro: El espiritismo en su asiento
Autor: Joaquín Trincado
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