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Joaquín Trincado

Definición del hombre

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 1 sept
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 4 sept

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Voy a dar una breve definición del hombre, pero firme y asentada para tener fundamento de saber ¿de dónde viene?... Razonemos.


Sostiene el materialismo “que el hombre es un conjunto de átomos que se reúnen en virtud de la ley de atracción (yo digo de afinidad), para dispersarse después de la muerte y constituir otros organismos”[1]. Por más que las religiones positivas proclamen en el hombre “una alma imperecedera y un cuerpo mortal”. Aunque el panteísmo diga que “es un destello de la gran luz, una parte del todo que vuelve a él, cuando deja de existir en este mundo”, y haya tantas divisiones de esto, cuántas escuelas hay y no llegan a un acuerdo racional los sistemáticos, malgastando el tiempo en la discusión de “si el hombre es materia o espíritu, o conjuntamente las dos cosas”; y todos se apoyen o busquen razones en que apoyarse, yo, apoyo y confirmo (porque ya lo he dicho) a Williams Krokes. “Sólo una substancia existe en absoluto”, llámesele Pantógeno. Éter o Cósmica, esto no importa: en los idiomas hay muchas palabras.


En la antigüedad, se creía diferente el hielo, el agua y la nieve y es la misma cosa en diferentes estados; veían en todo una diversidad absoluta, porque los sentidos engañan y el estado rudimentario de los hombres en su escaso desarrollo intelectual, les hacía apreciar las cosas por sus aparentes formas.


En el orden político-religioso, hemos pasado del individuo aislado, a la familia, a la tribu, al pueblo, a la ciudad, a la nación y de aquí, hasta el derecho común entre naciones, para llegar un día muy cercano a la familia universal: Pasamos del ídolo bárbaro y despótico por una inmensa variedad de dioses particulares y hoy llegamos al conocimiento del Dios único, Verdadero, Padre universal, al que llamaremos Dios de Amor[2].

 

En el orden físico y por grados, hemos visto desprenderse (metafísicamente), grandezas aún inapreciables (por los prejuicios), pero palpamos la conversión del calor en luz y la luz, en movimiento; el movimiento en fuerza, la electricidad en magnetismo, el armónico canto, en estrepitoso y horrísono trueno. Y visto en la ciencia fría todas estas manifestaciones mágicas, en tan variadas formas y sonidos, ¿qué son? Una sola cosa; una vibración; una partícula del infinito lago del éter.


Inútil es ya pensar el error de las religiones positivas, admitiendo dos principios absolutos en la creación, puesto que la ciencia nos demuestra (y si aún no lo demostrara habría que enseñárselo con el sentimiento de la razón) que “Dos principios absolutos, se excluyen mutuamente”. Lo mismo sucede con dos substancias absolutas.


En este punto os digo como Jesús dijo: “Si os entendéis, hablad como queráis”. Llamad espíritu, fluído universal, éter, sustancia cósmica, y si queréis materia. Una es la sustancia, viva por esencia y activa por naturaleza, de cuya actividad proviene el movimiento; del movimiento las infinitas combinaciones, y de éstas, por consiguiente, las infinitas formas. El átomo, unido a otros átomos, forman la molécula: las moléculas afines se atraen, se unen y forman los cuerpos. De este principio (ley física), con sus leyes de atracción y afinidad, se formó el insecto, la flor, la piedra, la montaña, los mares, los continentes, el planeta entero y el hombre. De aquí también, el sistema donde gira nuestro mundo; así los espacios interplanetarios y los infinitos soles con sus legiones de sistema, mundos y humanidades que bullen en ese inmenso torbellino, girando con la rapidez del pensamiento en todas direcciones y sin estorbarse el uno al otro, bajo la dirección de una sola ley impuesta por el Dios de Amor, que está presente en todas partes, visible en la sublime hermosura de tan grande armonía!!!!


Al proclamar al hombre “rey de la naturaleza”... se comete un grave error y se le saca de su verdadero ser.


El hombre en la naturaleza y dicho propiamente en el universo, es un complemento del todo universal.


Sin el hombre el universo no existiría. Ni existiría el universo, si faltara la laboriosa hormiga: y cuando dijo Víctor Hugo: “Si llegara a extinguirse la pobre esencia de un animalillo microscópico, se extinguiría el universo”. Dijo cuánto se puede decir.

 

Lo que hay es que, el hombre tiene las funciones de ordenador, de administrador si queréis de la creación y es su trabajo ordenar; poner cada cosa en su lugar, pero sin poder salirse de la ley impuesta a las cosas y para ésto, el creador le ha dado su luz inteligente, que no tiene otro ser y como el creador es todo armonía, no podía privar al cuerpo humano (que debía servir de máquina al intelecto) de lo más sublime de la esencia de lo que llamamos tierra o materia que palpamos, pero que no deja por esto de ser materia viva, que aunque obedece a la disposición inteligente del hombre, ella tiene su ley invariable, de la que el hombre no la puede apartar por capricho. Parece que el espíritu y la materia, por razón de sus funciones, hagan cosa diferente pero en el fondo y por distinto camino, hacen la misma cosa, el progreso.


El hombre, en el intelecto, es la esencia de la vibración de la creación. En el cuerpo, es la esencia de los efectos de la misma vibración, que por una ley de afinidad (muy poco profundizada por las ciencias), se reúnen en la esencia del movimiento o vibración (espíritu), todas las esencias de los efectos, o sea la esencia de cada cosa que hemos llegado a catalogar, desde la rústica cal, al diamante; desde el insecto, al más perfecto animal; desde la simple hierba hasta el árbol de la quina. En una palabra: el hombre, en espíritu y materia, en su todo intelectual y animal, es la esencia viva de las cosas vivas. Y ya he dicho, que todo tiene vida.


El trueno, la música, el dolor, el resoplido de la fiera, el mugido de los mares, el terremoto horrible, el movimiento de los astros y nuestro aliento suave, todo, todo es la misma cosa; una vibración del éter; una manifestación del creador en la eterna creación; un hálito de la entera y eterna vida, del autor de la vida, de todas las cosas.


¡Cómo se agranda así el concepto del universo, el del creador universal y el de nuestro ser y destino ¡Cómo se aclara y se comprende de una ojeada la unidad en la infinita variedad!... Nada hay sin objeto y todo está donde le corresponde; todo depende del todo y nada esclavo de otro; todas las cosas se son necesarias las unas a las otras y ninguna existiría, si no concurrieran las demás.


En la igualdad, vemos las jerarquías dentro de su ley, en el sometimiento, está marcada la libertad; en la renovación continuada, la vida imperecedera; en la diversidad de funciones, la justicia; en la variedad, la armonía; en el movimiento, el orden y, la divinidad y grandeza del Padre, en todas sus criaturas.

 

Parece ser diferente el espíritu de la materia, por la diferencia de sus funciones; pero en realidad es la misma cosa; sólo que las apariencias y la educación falseada, nos hace concebir diferencias, para no ver la verdad; pero es necesario que así sea, mientras el hombre es ignorante. Porque ¿quién osaría llevar a su olfato la bella flor que nace en un estercolero, si sus sentidos se persuadieron que había de oler aquellas sustancias hediondas,que dieron belleza y aromas a la flor? Recibimos fragancia y aroma agradable y sin embargo, es el hedor del estiércol, pero transformado por las funciones de la naturaleza; pero es la realidad, que la flor y el estiércol son la misma cosa y así es en todo lo que el universo tiene.


El espíritu, tiene a su cargo la dirección de los actos y el cuerpo, la ejecución de éstos y uno a otro se complementan y el uno sin el otro, no pueden existir como hombre. Pero luego de cumplidas las funciones de la ley; desempeñada la parte del trabajo que el espíritu se propuso para su progreso, se separan y cada una vuelve a su centro (a esperar órdenes diremos), para entrar nuevamente en funciones; la parte material (cuerpo), será transformada en todos sus átomos, a propósito para ocupar un puesto en otro cuerpo de los que componen la infinita variedad: el espíritu, ocupará otro cuerpo, correspondiente a las funciones que debe desempeñar en otra nueva prueba de progreso y así eternizará, siempre agrandándose; siempre ascendiendo, siempre con el deseo de la perfección que jamás alcanzará, porque lleva en sí impreso el más eterno.


Pero en toda esta grandeza, siempre será la misma substancia, aunque bella y hermosa cada vez más (como la flor y el diamante), aunque ésta haya salido del estiércol y aquél del fango de la mina, pero que a uno y a otro, el trabajo los hizo hermosa y bello; y el trabajo continuado, hace hermosos los cuerpos y bellos y luminosos a los espíritus; esta es la ley, y digo:


No hay más que una substancia; y el espíritu y la materia, es una misma substancia, en diferente grado y función, en la eterna vida de evolución y progreso; se sirven mutuamente y se complementan uno a otro, cumpliendo la eterna ley del progreso indefinido e infinito y su vida es eterna, por que la substancia es eterna. El espíritu es ser racional y eterno ocupante de los mundos, en tanto que el cuerpo humano es transitorio en todos los mundos, pero eternamente transformado y destinado a la vida animal progresiva y perfecta, relativamente.


Recordaré resumiendo en una sola palabra lo dicho sobre el cuerpo del hombre. Es la esencia de las cosas, como producto o efectos del movimiento de la única substancia, como el espíritu es la esencia de la inteligencia de la misma substancia, por lo que, sólo una substancia existe.


[1] Con su misma afirmación, destruyen su obra.

[2] Cuando hacía este estudio en Mayo de 1910, aún no se me había descubierto el nombre de Eloí, en el que todo el Universo reconoce, al creador.



Libro: El espiritismo en su asiento

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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