Junio 17 de 1917. Por la médium Mercedes
- EMEDELACU

- 1 sept
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Buenas tardes hermanos: He tenido que ir (a recoger aquella que ya estaba mohosa). Sí, aún temen estos aberrados a la espada;[1] y ya que me perteneció, fuí a recogerla, porque hay que abrirse paso a hachazos entre estos aberrados. ¡Qué ceguera hermanos, en seres que ocupan cargos y dignidades y quieren pasar por civilizados!
Vengo triste: Mientras se preparaba la conferencia, fuí a dar una vuelta por la tierra y me ha contristado... ¡Está tan malo todo, por todo!... Y he visto también, muchos de los que han pasado por esta Escuela; y unos por apatía, otros porque se dejan influenciar por el detractor y otros porque quisieran ver milagros, se dejan vencer y esto me da mucha pena.
Pero aún más me aflige, que hay algunos, que porque han sido descubiertos, bien por superchería, ya porque no se les consentiría la explotación, tienen la calumnia por arma y esto es muy doloroso… En fin, como dijo el Padre José en conferencia memorable: “después que han exprimido el jugo a la lechera se van, dejándola escuálida (creen): y es que la lechera se pone rígida y oculta su néctar, cuando ve que se la ordeña para usar mal el líquido que debe ser digno alimento y lo reserva para otros que mejor lo aprovechen”.
Entender bien esta filosofía.
Sí: vengo de hacer una correría a muchos de los que deben jugo que han bebido de esta lechera y he visto que, unos porque quisieran leche en todos los momentos y no se les da porque se les ha conocido; y otros por mala voluntad y sin ninguna razón, odian y persiguen y eso no es lo que aquí se les enseñó a obrar. Pero digo: Si esta lechera les presenta sus ubres repletas de nuevo para que siguieran exprimiendo, ya en cosas materiales, ya morales, ya servicios personales, vendrían cubriéndose de hipocresía y luego os volverían a dejar maltrechos, marchándose con el botín, a odiar otra vez; a calumniar de nuevo. Pero ahora, por esos escarmientos, el maestro, se muestra rígido y no es suya la culpa; sino de los tratos que ha recibido y además, cumple órdenes superiores.
Pero acabo de oír del hermano Jesús una palabra (porque yo siempre pesco y os enseño a pescar peces nutritivos). Ha dicho, contestado a un hermano: “Lo que quieran para otros, ellos lo recibirán” y esta justicia recta, la reclamo yo para esos desagradecidos. ¿Qué no tengo amor? Mis obras son mi fé.
Hermanos, aquí no se os ha pedido nada de lo material; y si se os pidiera y lo tenéis, en buena ley, no podéis negarlo, porque véis que nada tampoco se os niega en todos los órdenes. De nobles es ser agradecidos; y paso a mi conferencia.
Os he hablado ya de varios puntos del consuelo del espiritismo; y os he probado y debéis vosotros confirmarlo, que nada hay que le iguale.
Pero tengo que repetir algo siempre, porque siempre hay nuevos, de lo que me felicito, aunque por esto tengan que fatigarse los que ya lo han oído; pero que no les viene mal reoírlo, porque esto, debe ser como el pan, que se come cada día y no hastía.
Os he hablado de los muertos, para probaros que, cuando los creéis muertos, están realmente vivos y lo comprobáis aquí oyéndolos hablar en cada instante y a cada uno de sus afines y hasta sabéis que están con vosotros y que os acompañan y sufren y gozan con vuestras penas y alegrías y que os avisamos cuando andáis extraviados.
Os he hablado de la ayuda que os prestan vuestros afines, vuestros familiares, vuestros guías y vuestros protectores. Sobre esto quiero hacer una salvedad, porque no quiero que os quede duda de esta ayuda.
No creáis que cuando sufre uno más, sea porque el Padre lo ame menos; también entonces llamáis y parece que no encontráis consuelo ni alivio. ¡Si pudiérais ver entonces los sufrimientos de los espíritus!... Es que no podemos entonces quitaros el sufrimiento, porque está en vuestro destino. Pero sí hacemos que tengáis resignación; y sabed, que es entonces cuando más amor recibís y también, que pagáis una deuda; pero no sois por eso menos amados del Padre.
Cuando habrá sido cumplido vuestro destino, se acaba el sufrimiento y aparecéis más purificados y en vosotros se denota entonces satisfacción, porque vuestro espíritu se quitó un deuda que le pesaba. Esa satisfacción es, eso que os han dicho gloria y que es sólo, el efecto del deber cumplido.
Hecha esta salvedad que os ponga en conocimiento de la verdad, voy a cumplir mi promesa del día pasado, que os dije que hablaría de vuestras esposas, de vuestras compañeras, que son las madres de los que formarán la futuras generaciones.
Acaso aún no es hora; pero algo os he de decir.
No veáis en vuestras compañeras, sólo la belleza corporal: Buscad en ella la belleza de su alma, la ternura de su corazón, el sentimiento de amor y de sacrificio y penetraréis en la verdad de las cosas que no sabéis aún comprender. ¿No véis esas mujeres vuestras compañeras, que decaen por dar la vida a los seres engendrados en vuestro amor y también por justicia? ¿Os habéis fijado en ese hecho fisiológico? ¿Qué consecuencias sacáis? Pensad y meditad, que ese sacrificio requiere todo el amor del compañero, toda su indulgencia, toda su delicadeza y todo su desvelo.
Yo que corro por los hogares... ¡veo tan raras cosas, tan variados tratos!... que duele ver aún, el retraso de la educación y lo rígido del derecho del hombre, en contra de los derechos de la mujer.
Veo, además, cómo se infiltra de poco en poco el desamor, que debía brillar más y más cada día; en vez, crecen las discordias y oigo a la mujer en su desesperación decir: ¡qué injusto es Dios!... no... Madres, decid: ¡Qué injustos son los hombres! Pero aún, considerar que todo eso es por la causa religión que enseñó sólo supremacía en el hombre y deshonró a la mujer desconociéndole todo derecho, hasta llamarla... ¡impura!... por el hecho sagrado y divino de ser madre y sólo protegió a la mujeres anestesiadas: que esto lo desmientan los hechos históricos de a diario.
Culpad, sí, a la religión de vuestro mal, porque es la raíz primera de todos los males; porque la familia, es el almácigo del amor universal y lo deshonra la religión con su parcialidad inmoral y desentrañando por su anestésico consejo a la mujer: Pero no odiar, mujeres, a vuestros compañeros, también mal educados por la religión porque, al caer en ese precipicio, no creáis que sean menos hijos del Padre. Si el odio nace en vosotras, el mal crecerá y de ahí esas páginas vergonzosas de los hogares en todos los órdenes de moral, de armonía y de dignidad.
Diréis ¿Por qué Dios nos da pobreza y esclavitud a unos y a otros riqueza y libertad, con lo que pueden tener satisfechas a sus compañeras? No he de entrar en ese punto a describir la vida de esos hogares que creéis que debe estar la felicidad, por esa riqueza: Pero he de decir, que allí hay más pesares y más desunión que en los del pobre. Más lo que hay es, hermanos míos, que esa situación de que os quejáis de injusticia vosotros, al hacer vuestro juicio para reencarnar, lo habéis pedido con el gran fin y doble fin de depuraros más vosotros y de que el rico mueva sus sentimientos. El rico, pidió también sufrir pobreza de corazón, para sentir y atender las necesidades de sus hermanos conciudadanos. Pero así como vosotros os olvidáis de lo que habéis pedido, el rico, por la educación errada que le dan, se olvida más fácil de su pedido y juicio y de aquí todo el desequilibrio y el desamor entre todos.
Sí. El espíritu, al encerrarse en su alma, se encuentra como una crisálida en su capullo. Se envuelve en su cestillo y no se acuerda en su sueño de su deber, hasta que el calor la desarrolla y sale para tejer su tela: y en el hombre, esa salida de su cestillo, está representada en su unión con la compañera, en el amor, ¡Calor divino! que funde en una, dos almas y germinan otra que les perpetúe. ¿Cómo no despierta el hombre ante ese hecho fisiológico, el más penetrante del sentimiento? ¿Cómo no despierta el sentimiento del rico, ante este hecho fisio-biológico de la pobreza de sus hermanos? La contestación es la misma. La religión mató los sentimientos. Si el rico no da, falta, porque se les dió para que den y eso está en su juicio. Vosotros diréis: ¿Para olvidarse el espíritu, por qué lo autoriza el Padre? El Padre, hermanos míos, estando en la justicia, todo lo concede; da todo lo que le pide cada uno en su juicio. Y si el rico se olvida, también se olvida el pobre de su destino y no lo podéis negar, por el trato que dais a vuestras compañeras, amargándoles aún más la existencia de sacrificio.
Tenéis, sin embargo, una ventaja sobre el rico y es, que cuando no cobráis del rico esa deuda que venís a cobrarle en la pobreza, vuestra deuda, por el mismo delito queda cancelada, siempre que la deuda sea de hombre a hombre y no sea a la creación; pues vosotros también habéis sido ricos y os olvidasteis de ese deber, que siempre, el rico trae de auxiliar al pobre; y cuando como ahora no cobráis, (no sólo por el olvido del rico, porque hoy no puede olvidarse del todo puesto que se le dice y se le pide) no cobráis, repito, porque se hizo moroso y aquí sí, hay delito que la ley ya no quiere tolerar más.
Voy a tocar, aunque sea superficialmente, a las mujeres. Y perdonadme amadas hermanas, si en algo os pudiera herir vuestra susceptibilidad; pero sabed, que será corrección amorosa y ver que antes de acusaros, os pongo la gran atenuante que os asiste; diré, que la religión, sin comprender lo que es la educación de mujeres (y no lo pueden comprender desde que los sacerdotes no quieren para ellos la carga del patriarcado), dió a la mujer la educación más equivocada que la malicia puede idear, para hacer de la mujer una esclava, siendo esto, contra la ley divina que declara a la mujer, la raíz del sentimiento, el arca del amor y la reina del hogar, por sus sacrificios de esposa y madre.
De esta educación religiosa equivocada, se desprendió lógicamente la educación social, que se cuidó de educar el sexo; mas no entendió que el hombre mismo se condenaba a mil descalabros y deshonras, porque no educó a la mujer como alma, como espíritu, como corazón, como fuente de vida y de amor y sólo la educa como sexo.
No se encuentra hoy, más que por excepción (debiendo ser la regla general) mujeres de corazón, matronas de majestad, de espiritualidad respetuosa, de amor fragante que trascienda del hogar a la sociedad, de la sociedad a la nación y de la nación, al universo.
Pero en cambio, véis y vemos, mujeres bellas y embellecidas, como atrayentes ramos de ordenadas artísticamente flores: Pero al olerlas, o pinchan, o matan con su perfume venenoso, o sólo tienen la forma de la belleza inodora, que sólo dura breves años y pasa sin dejar más que escorias; cenizas sin provecho. Estas son las mujeres de hoy, por causa de la mala y nula educación religiosa.
Educadlas, hermanos, como mujeres, no como hasta hoy, sino como mujeres en el amor, porque todas han venido para dar vida a otros seres y vosotros recogeréis el fruto, según la semilla que sembréis.
Vosotros, debéis estudiar ese algo recóndito que sólo la mujer tiene, porque ella representa a la madre naturaleza que da los frutos.
Vosotros diréis: ¿cómo las educaremos?... ¡Habría que decir tanto! ¡Habría que fustigar tanto! Habría que enseñar tanto de esta educación, que habría que empezar desde la cuna y antes de la cuna: desde que el ser se mueve en las entrañas de la madre y aun antes; desde el instante mismo de la concepción; y diré, que aun antes de ese supremo instante, puesto que habría que educar a los esposos, antes de su unión. Y esto es lo que hará esta escuela al establecer la Santa Comuna.
Veo que alguno dice: “Yo he educado bien y no he recogido ese fruto”; recordar que vosotros fuísteis educados equivocadamente y no podéis sembrar otra semilla; pero dejo este punto para otra conferencia.
Mi amor os dejo: La paz sea con vosotros.
Mactheuix..
[1] El comunicante, fue coronel del ejército y luchó contra el tirano Rosas a las órdenes del general Lavalle en la República Argentina.
Libro: El espiritismo en su asiento
Autor: Joaquín Trincado
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