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Joaquín Trincado

¿De dónde viene?

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 1 sept
  • 6 Min. de lectura
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Ya queda contestada esta pregunta arriba. De la substancia única. Pero hay que razonar para desvirtuar conceptos y aclarar errores que están arraigados en el pueblo.


Hay dos hipótesis muy dignas de estudiar: la del Adán bíblico, que supone al hombre formado directamente por Dios, de un poco de barro y animado por su divino soplo, está desechada por la razón y la ciencia; y ya dije y señalé lo que hay de verdad sobre Adán; pero hay que razonar algunos puntos aún sobre esta hipótesis, que son de este caso.


Decir que el hombre está formado de tierra; y decirlo en aquel tiempo en el que se creía que este mundo era centro y objeto y fin de la creación, aparte del error, da origen al hombre en la substancia universal, pero individualizando el principio que lo anima: El soplo divino.


En la biblia, Adán, es un símbolo; los símbolos, se presentan fácilmente al error; y cómo éste ha sido traído y llevado tanto, se ha hecho una cosa incomprensible, hasta ponerlo la ciencia, como caso perdido[1]... Virtud de las religiones... que todo lo desfiguran.


Pero en este símbolo, encontramos algo que prevalece como dogma en la expirante iglesia católica, y es que “La carne es enemiga del espíritu”. Y la católica religión castiga a la carne y la condena al suicidio por las potencias y maceraciones, contrario a la ley amorosa y armónica del creador, que destina la carne (entiéndase cuerpo humano), a ser la base del progreso del espíritu; a vivir juntos para su ayuda mutua y progresar bajo la misma ley.


No haré más observaciones a este gran error, porque al desaparecer la iglesia causa del error, desaparece el error efecto de aquella causa.


Estudiemos la otra hipótesis que parecería más racional: la de la evolución; para llegar a una afirmación de acuerdo con la causa única.


Si pudiéramos hacer un supremo esfuerzo de abstracción para imaginarnos ver por un momento el universo en reposo, sin tiempo, ni formas, siendo una substancia única, veríamos que todo estaba muerto. No se puede concebir vida sin movimiento; y sin éste tampoco pueden existir las formas. Es decir, la transformación de esa materia única, en la diversidad de las que llamamos cosas. Pero existen estas formas variadas. Luego existe el movimiento que las modula; el espíritu que les dá ser. Esto nos asegura que hay vida, y esta vida que palpamos, nos asegura que hay universo, con todas las cosas que componen el universo, vivas; que bullen y revolotean, sin estorbarse la una a la otra; esto es orden y, el orden es ley. La ley no puede hacerse sola; necesita un legislador. ¿La ha hecho algún hombre?... ¿No?... Luego, el legislador es el creador. Y como todas las cosas son regidas y se sirven unas a otras bajo la misma ley y con el mismo amor, desinteresado (pero no gratuito, pues todas a todas se sirven), hay la reciprocidad y hermandad, de la que nos elevamos por necesidad, al reconocimiento de la causa ley y encontramos el todo que asume el amor y reconocimiento de nuestra vida, de nuestro ser y lo llamamos ¡Padre!, por la fraternidad en que la ley nos obliga a vivir a todos, sirviéndonos unos a otros.


Pero hagamos otro esfuerzo y veamos ya todo lleno de cosas y supongámoslas paradas. ¿Viven? Aunque pudieran estar en ese estado de creación, no vivirían; porque la vida es movimiento eterno; transformación eterna; y sólo así hemos llegado donde estabamos y así será siempre necesariamente, porque la vida es eterna en la substancia única, siempre la misma, pero en eternas y variadas manifestaciones progresivas por la evolución misma de las cosas: y tenemos así probada la vida, ascendiendo de la unidad a la variedad y descendiendo de la variedad a la unidad, sin que nada, ni nadie, pueda desmentirla, en ninguno de los dos términos de la ley.

 

La ciencia y la experiencia nos enseñan. “Que todo ser, se adapta al medio en que vive”. Pero ya hemos demostrado que la paralización sería la muerte y ésta no puede existir y sí la transformación; y según esa afirmación de la ciencia y la irrebatible ley del movimiento y transformación para la demostración de la vida, llegamos a esta sublime afirmación: Que el primer acto de vida, modeló un segundo; éste un tercero; el tercero un cuarto y así hasta perderse al conocimiento humano en el infinito. Pero no se pierde para el espíritu que es la inteligencia de la substancia única y no tiene ayer, ni mañana, sino hoy; ahora; el presente; ese es su tiempo.


Este principio (que afirmo ser así) nos asegura también, que el hombre llegó a serlo por la evolución y cuando las circunstancias se reunieron en su punto (como nos lo afirma una ley físico-química) llegó a serlo, por innumerables evoluciones en su germen[2].


Y como la ley de evolución, tiene por necesidad que ir de la mano de la ley de conservación, que es un capítulo de la ley de justicia, tenemos: evolución progresiva del ser, sin salir de su ambiente, pero siempre con miras al más, porque, el espíritu sabe que la vida es la eterna ascensión.


Si el universo tuviera por fin manifestar las explosiones de su grandeza en crear y destruir, sería una grandeza monstruosa como las leyes de la mitología.


La naturaleza, no puede crear y comerse sus hijos; los crea, para que eternamente vivan en una eterna transformación; y por esto, el espíritu trabaja sin cesar, porque trabaja en la unidad y con provecho propio. Verdad racional irrebatible e innegable, que debe saberla todo hombre.


Pero... para llegar al grado de inteligencia en que está hoy el hombre. ¡Qué serie tan portentosa de evoluciones, ha desempeñado!... ¡Qué trabajo tan enorme! ¡Qué actividad! ¡Qué luchas tan incesantes por el infinito hasta reunir en un punto los elementos necesarios al ser!... Al dar una mirada retrospectiva a toda esa serie de evoluciones!... Tan grande se hace mi espíritu... que no cabe en la tierra, ni en los espacios de la tierra y... Se va... se va... se va lejos, muy lejos… visita remotos y grandes anuncios: tan grandes que la tierra es un grano de arena en su comparación y ni aun allí cabe... necesita todo, todo el universo para vivir y desarrollar sus facultades, su poder, porque es el poder de la substancia única, en todas sus manifestaciones, y ... esto es cada hombre...; esto es cada espíritu y ... de ahí, de ese inmenso... de ese infinito lagar de néctar, que emborracha su grandeza, de ahí... de ahí vienes hombre... desagradecido... y ... ¿Quieres hacerte tan miserable, tan insensato, tan... pequeñito?


Yo, que aún estoy en el primer grado de civilización, te digo ¡hombre que te llamas civilizado!... que sólo tienes un poco de ilustración ... Pero hoy se señala la verdad de la verdad y puedes verla, siendo llevado como yo soy llevado de la mano, al estudio de la verdad; por el Espíritu de Verdad prometido a la tierra, si como yo lo oí lo oyes tú ante cuyo estudio, te digo hombre hermano, que eres grande; tan grande; como el universo. Estúdiate en tí mismo y verás dentro de tí, todos los gérmenes de todas las cosas del universo y te harás tan grande, como de dónde procedes. Pero ten en cuenta que necesitas limpiarte de prejuicios, sin lo cual no puedes ni estudiarte a tí mismo, ni elevarte a aquel estudio. Desecha esos prejuicios y no creas más que a ti mismo cuando te estudies sin miedo. El camino para llegar a esto, lo tienes en el espiritismo y no existe otro fuera de su principio que te enseña la igualdad verdadera, por las sucesivas evoluciones o existencias.


Allí verás, que todos y cada uno a su tiempo, sufrimos la deformidad, la miseria y la ignorancia: Que a sí mismo y a su tiempo gozamos la hermosura, el placer y el triunfo. Verás que en el curso de la vida inacabable, todos gastamos la misma fortuna. Que en determinados momentos parecemos más pobres o más ricos, porque la justicia es inflexible y es de necesidad, que al despilfarro siga el hambre, hasta que aprendemos a nivelar nuestras acciones.


Entonces afirmarás, como yo te afirmo, que todos procedemos del mismo origen; que luchamos con iguales armas y somos regidos por las mismas leyes; que las desigualdades naturales y sociales, son una ficción del tiempo; que todos caminamos a la felicidad, que hemos de conquistar con nuestro esfuerzo; que la prontitud y la tardanza, sólo de nosotros depende; pero te señalo el camino recto: trabaja, ama.

 


[1] Busque y lea por su bien El primer rayo de luz donde se hará entera luz en ese punto tan importante.

[2] “Conócete a ti mismo” aparición del hombre en la tierra.



Libro: El espiritismo en su asiento

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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