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Joaquín Trincado

Abril 28 de 1912. Por el médium Portillo

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 1 sept
  • 6 Min. de lectura
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Amor y paz, será el lema que os unirá.


Yo entre vosotros; déjame, déjame respirar un momento el ambiente familiar. Quieres intimidades maestro, ¿no es cierto?, pero aún hay que hablarle al mundo: nuestros recuerdos, son lo último.


Venir, venir todos y escuchar al antiguo, al viejo pastor que vigiló de cerca, que bebió el amor en la mirada de la que albergó luego en sus entrañas al mesías de la libertad; a la que mucho se ha cantado por el egoísmo y la malicia, sacándola de la ley que hace grandes a los seres.


Pero que en el día de la luz fué justificada, ensalzada y reconocida en la ley; y si bien no es reina de los cielos, es la reina del amor y su amor la hizo grande; y su amor, es reconocido por los consejeros del Padre.

 

El designado por la ley escribe el código y a ella se le concede ser la primera en dar un principio y su artículo para la redención de la mitad de la humanidad. Ella dicta en justicia la elevación de la esclavizada mujer y dice: “Si los pueblos son representados por el pueblo mismo, ¿dónde está la justicia si se esclaviza y se saca de la ley a la mujer?”. “Y los hombres promulgan leyes y dejan a la mujer sólo el derecho de ser madres y no se le concede que legisle, porque su virtud mataría el libertinaje de la concupiscencia”. “Llevar el médium al palacio de las leyes y veréis la justicia equitativa”. “No pasará mucho tiempo, en que legislemos los espíritus y será el cómputo completo”.

 

Ya lo habéis oído: eso llegará porque es de justicia; vosotros no habéis hecho luz y leyes armónicas, porque en verdad, no tenéis la idea de justicia; y no teniendo idea de justicia, no podéis tener amor.


Pero ha llegado la luz a la tierra; están limpios los caminos y llegan los maestros de los grandes mundos; depositan la esencia de la ley y el hombre escribe el código con esa tinta y llega... María ... llena de amor y dice una palabra que a ella le fué reservada; canta el hosanna a la mujer redimida, que ha sido sujetada al capricho de leyes supremáticas de un ser sin derechos; de una esclava ... Y es que, los hombres no salieron del polvo de la tierra; pero con el polvo escribieron sus leyes y estas leyes, escritas con tinta negra de negros pensamientos, de supremacía y autocracia, no podían igualar a la mujer porque en realidad, tiene más percepción que el hombre, de la sabiduría divina, porque, por su cualidad de madre, presiente la grandeza del que la puso para la eterna creación.


El código que se le da a la humanidad, está escrito, no del polvo de la materia, sino del éter vivificante, y el cual, es producto del plebiscito universal, que vive en toda la cosmogonía y... ¿Lo queréis resistir vosotros?...


La ley de la tierra, dice: El gobierno es la representación del pueblo; y yo, que soy muy viejo, os digo ... que no es así; porque para buscar la ley, para hacer la ley, no habéis hecho plebiscito, aunque lo hagan los que se llaman representantes del pueblo. Para ser ley; tiene que sancionarla el pueblo y, la mujer es medio pueblo en número y el pueblo entero en percepción de verdad y amor.


Por esto, constantemente protestan los pueblos de las leyes deprimentes y faltas de razón, porque se le prohíbe a la mujer el derecho de legislar, porque para esto, la mujer se instruiría y en su moralidad y amor sobrepujaría al hombre sistemático y le mataría el libertinaje, que es en todo caso, lo que sostiene irracionalmente la supremacía.


Pero llega el día en que oiréis, queráis o no, el médium en la tribuna y se dictará la ley en justicia y equidad, en justicia y amor. Ley que sancionará el pueblo, en cómputo completo de hombres, mujeres y espíritus.


¡Bendita María, que has sido tú como reina del amor, la designada por el consejo para anunciar tanta grandeza; bendita la lengua que la ha pronunciado y bendita la mano que la escribe para trasladarla al código eterno, obra de toda la cosmogonía!.


¡Hombres de la tierra! No sois dignos sino por el amor del Padre de tantas grandezas, porque esto es amor, con aureola.


Ahora bien; venir conmigo todos los que representáis, los que legisláis: ¿no véis qué os falta el complemento del consejo?... ¿no véis qué la madre os aconseja con amor?... ¿por qué no os puede aconsejar la ley, si la familia constituye un eterno gobierno?... ¿no véis que la tierra no ha producido más que la materia y que la materia sin el espíritu, no sería el hombre?...


Pues si esto que es la A de la sabiduría lo ignoráis, o si lo sabéis, por malicia lo negáis ¿no véis en ello ignorancia?


Pues el amor del Padre que ve vuestras necesidades, dispone: “Que ya que los hombres no quieren elevarse hasta sus hermanos, desciendan los espíritus y les digan a los hombres”: “Aunque estáis tiznados de hollín, sois hijos del Padre” y descendemos por su mandato.


¿Por qué no nos habéis de oír si sólo amor y luz os traemos? Yo os lo digo y por viejo sé que la verdad del espiritismo como lo ha proclamado el hombre del código, es la fuente donde os lavaréis el tizne de la ignorancia; él es luz, sabiduría y amor.


El espiritismo enseña, qué es el hombre; qué es la ley; qué es justicia y, hasta la comuna; fin del ideal en todos los mundos de progreso, en cuya cadena ha entrado la tierra el día de la justicia; y que entra en la luz,... no lo dudéis... porque ya la baña ésta; débil sí porque no podéis resistirla aún las tres generaciones que estáis sentenciadas, tras de las cuales vienen los que disfrutarán de la comuna en toda su magnitud y vosotros, luego volveréis y la encontraréis perfeccionada.


Vuestras leyes, son tinta de la tierra y la tinta es negra y la luz, no es tinta. Las generaciones que llegan, no necesitan la letra vuestra que mata el espíritu; pero se os da la letra que vivifica, para que la tinta negra la convirtáis en tinta luminosa con la luz del espíritu; porque en el día que habrán pasado las tres generaciones, hasta las tintas se tornan blancas, porque la luz del espíritu, todo lo ilumina.


Más ya sabéis, que el lazo que une a la tierra con la cosmogonía, la obliga a tener hijos sabios en el amor y yo os demuestro el mío para que no digáis que faltó a la verdad; porque hasta esto lo olvidáis en vuestra ofuscación de la carne y no es extraño, puesto que no recordáis el beso de vuestra madre, demostrado en que no le dáis el derecho de la ley.


Pero si entramos en el nuevo día, ¿Por qué retroceder a lo que nos atormentaba hasta el día del juicio? Es que el amor, no tiene en cuenta que se haya decretado la sentencia, sino que está en la brecha el que ama, hasta que se conozca el acto. Y como vosotros estáis en la última existencia de prueba, en la que jugáis el todo... no podemos dejar de aconsejaros y enseñaros la luz.


Pero hoy, que el espíritu se sobrepone a la materia y los espíritus retrasados que inspiraban a la humanidad fueron separados, trabajamos con más ahínco para atraer al redil del padre todas las ovejas descarriadas y les enseñamos el camino despejado, para que se eleven a Eloí


¿Quién nos detesta?. Nosotros somos luz y sólo los hijos de las tinieblas no nos oyen. Pero dejadles; si no nos quieren oír, dadles sin cesar el aviso necesario, para que no digan que lo ignoraban. Nosotros cumplimos nuestro deber y cantaremos el hosanna al Padre y en cercano día nos veremos fatie a fatiem porque será de justicia que se justifiquen ante el tribunal que justificó a mi hija y a mi nieto.


Pero el espiritualismo, amalgama incolora de tantos colores que sólo pueden hacer el borrón en el que la luz no tiene cabida ni reflejo,... estos, han sido juzgados sin misericordia, porque ellos no han usado de misericordia: porque llegó el espiritismo y en él se confirma el intérprete Kardec, en la misión que se le encomendara de escribir el prólogo del código; en aquel, debían los hombres prepararse a recibir el código que sanciona y proclama axioma al espíritu y al espiritismo... Eterno como el Padre.


Kardec, en el día de la verdad, es justificado por el juez y Kardec se justifica.

El Espíritu de Verdad, vigila el prólogo y en su día dicta el código, proclama el axioma eterno y lo confirmo yo.

JOAQUÍN. EL viejo Pastor.


Libro: El espiritismo en su asiento

Autor: Joaquín Trincado

 

 
 
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