5ª; 4ª Exposición contrarréplica de Sr. Podestá (12)
- EMEDELACU

- 24 nov 2023
- 38 Min. de lectura
Actualizado: 4 dic 2023

"El mundo es eterno; Dios no es más que un nebuloso fantasma proyectado en los cielos por la imaginación supersticiosa de los pueblos primitivos". ("La Ciencia").
Tal es la proposición que el señor Montemayor escribió como encabezamiento de su primer alegato y atribuyéndola a "la Ciencia".
Al cabo de cuatro exposiciones del señor Montemayor, todavía debo resignarme a esperar más adelante la prueba de otra proposición, fundamental para nuestro debate, que reconozca la paternidad de "la Ciencia", y de que no es, al contrario, como lo vengo sosteniendo, una simple opinión tan distante de pertenecer a "la Ciencia", como lo está el señor Montemayor de ser su vocero.
El primer capítulo.
Es, pues, el "primer capítulo" insisto en ello, el que le queda todavía por escribir al señor Montemayor, y el que, por una elemental razón de método, debió escribir en su primera exposición, ya que, si como él pretende, es verdad que "la Ciencia", tiene a Dios por un "fantasma", le bastaba con probarlo para obtener la palma de vencedor. La religión habría fallado por su misma base, y toda ulterior discusión resultaría ociosa, superflua, superabundante. El señor Montemayor no necesitaría ya fatigarse hablándonos de incendios de bibliotecas, del "Concilio" (sic) de Salamanca, del "Telémaco" de Fenelón, ni de tantas otras falsificaciones históricas; ni traer citas apócrifas o equívocas de Le Bon o de Leibniz; ni finalmente, apelar a tergiversación, a la impostura lisa y llana, a la mala fé, con que pretende convencerme, por ejemplo, de que he incurrido en falsedad citando a Du-Bois Reymond como católico, siendo así que desde la primera que lo invoqué (v. mi segundo artículo), lo dí como "materialista", y haciendo de esta calidad, cabalmente, un argumento, dado lo que me proponía demostrar.
Verdad es que, para negar a Dios, el señor Montemayor ha aducido la "hipótesis" de la "eternidad de la materia". Pero también es verdad que yo he mostrado lo absurdo de tal "hipótesis" con citas no de teólogos sino de Du-Bois Reymond, "sabio materialista".
Cierto también, que para negar la creación, el señor Montemayor adujo la ley de la "conservación de la materia", debida a Lavoisier; pero no lo es menos que le hice ver que la interpretación de esa ley en sentido ateo, equivalía a sostener la eternidad de la materia. Pero, de las dificultades que esta hipótesis suscita, el señor Montemayor no ha dicho una palabra. A él le basta afirmar: "el mundo es eterno". Y porque lo dice él, habría que creérselo... ¡Declame después contra el dogmatismo!
Queda, sin embargo, una esperanza... El señor Montemayor, en su último artículo, promete ¡al fin! "ocuparse del problema religioso y probar la "inexistencia de Dios". Lo mucho que lleva escrito hasta ahora, parece que no es sino un "prólogo", algo así como para entrar en materia. Cuestión de método. Primero se habla de las hogueras de la inquisición, del anatema contra Copérnico, de Newton, y de sus leyes (gran argumento para probar... que, "el hombre que no cree en Dios es un loco"), y de la mar de cosas, y después... ya está en condiciones de entrar a probar la inexistencia de Dios… Mientras espero esta "prueba", que viene un tanto rezagada, voy una vez más, a seguir a mi adversario a través de su artículo, señalando sus tergiversaciones e imposturas, de las cuales juzgará el lector desapasionado... ¿Se sentirá fuerte un polemista que hace uso de semejantes armas? Yo, por mi parte, fortaleceré mi contraprueba, aprovechando la ocasión que la mala fé del señor Montemayor me proporciona.
"Ni un hábil sofisma..."
En rigor, debí comenzar este artículo, ocupándome por cuarta vez, del estilo insultante que emplea el señor Montemayor, y que es el recurso de todos los que no tienen razón. No he querido hacerlo, porque no he concertado con el señor anarquista, lo repito, un pugilato, sino una discusión. Los lectores juzgarán de los respectivos procedimientos.
Pero quiero dar una nueva muestra de ese estilo en esta breve frase: "En el pobre cráneo del buen Podestá se ha hecho el caos, y de su cerebro no sale "ni un hábil sofisma, ni el chispazo de una idea". Así es el estilo del señor Montemayor, así es él mismo. No le falta del todo la razón, por otra parte. Ningún sofisma me ha sido necesario; y en cuanto a los "chispazos" del señor Montemayor, a pesar de sus doctrinas igualitarias, ha de saber que no todos pueden tenerlos... Caprichos de la "materia eterna", que parece tener ella también, pese al igualitarismo, sus privilegiados. Testigo, el señor Montemayor.
El discípulo de Voltaire. –Otra vez los sabios católicos.
Vuelve a hablar el señor Montemayor de los sabios católicos, y llega en esta materia al colmo de la impostura. Muéstrase discípulo fiel de aquel tristemente célebre maestro que aconsejaba con estas palabras: "Mentid, compañeros, sin reposo; siempre quedará de ello alguna cosa..."
Ocupándose, en efecto, de los nombres de sabios, que le cité, afirma mi adversario: "En conclusión: materialistas, panteístas, vitalistas o espiritualistas, muchos; católicos, ninguno, menos, tal vez... el padre Secchi".
¡Ningún católico! Vamos a verlo.
Y desde luego, consideremos la última parte del párrafo transcripto: "menos, tal vez… el padre Sechi". Poca cosa, ¿es verdad? ¿Qué es para el señor Montemayor un… padre Secchi? ¡Bah, una insignificancia! ¿Qué es, sobre todo, comparado con el mismo señor Montemayor? ¿Quién no ve la enorme distancia que separa al padre Secchi, sabio y jesuíta, del señor Montemayor, personero de "la Ciencia"? Verdad que aquel sabio obscurantista genial, con "tonsura en la cúspide de la cabeza" (literatura del señor Montemayor), ha sido citado como autoridad en materias astronómicas, el otro día nomás por Martín Gil, el conocido astrónomo cordobés. Verdad, que aquel sabio tonsurado, jesuita, por más señas, es nada menos que el creador de la física solar, el inventor del meteorógrafo, el perfeccionador del espectroscopio; verdad que es autor de innumerables libros de universal reputación; verdad que fue miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de París, De la Sociedad Real y de la Sociedad Astronómica de Londres, de las academias de ciencia de Turín, Nápoles, Bolonia...; verdad que representó a la ciencia italiana en la gran Comisión Internacional convocada en París con objeto de aconsejar los medios para la propagación del sistema métrico; verdad que el jurado de Recompensas de su patria le premió con medalla de oro… Pero, ¿qué representa todo esto, si Secchi fue un jesuita, muy adicto a su Compañía, si fue, según las palabras de Cacciatore, director del Observatorio Real de Palermo, "un espíritu recto y honesto, que en medio de la adversidad porque en su época atravesó la Compañía de Jesús, a la cual perteneció, y cuyas reglas sirvió siempre fielmente, amaba a su patria como todo hombre honrado debe hacerlo"? ¿Qué valen todos esos títulos de gloria científica si el tal sabio "tonsurado" era un protegido de Pío IX, el Papa Angélico?
"Hasta que se trate de "un padre Secchi", pase", dice el señor Montemayor, con un gesto desdeñoso. ¡Claro está! El puede hablar así, porque frente a todos esos títulos que el padre Secchi ostenta, él tiene los suyos, muy superiores. ¿Quién no lo sabe a estas horas? El señor Montemayor es... autor de un manifiesto que va pregonando por esas calles su nombre oscuro e ignorado. ¡"Hasta que se trate de un padre Secchi, pase"! Y pensar que ha habido en Roma gentes extravagantes, que, sin tener la precaución de consultar antes al señor Montemayor, han levantado un monumento al glorioso sabio oscurantista, "con tonsura en la cúspide de la cabeza" jesuita para mayor escándalo!
Véase, entretanto, cuál es la táctica maliciosa, pero torpe, también, de este dómine audaz, que se cree con derecho para descalificar un gran sabio, sólo porque vistió sotana. Dogmatiza, afirmando que existe "un abismo insondable entre la religión y la ciencia"; y cuando se le menciona un sabio que fue al mismo tiempo sacerdote católico ejemplar, entonces trata de amenguar la fuerza de ese argumento aplastador, fingiendo un gesto de desdén que no sirve más que para desacreditarlo a él mismo, y diciendo que se trata de un jesuíta: como si este hecho, cabalmente, no depusiera en contra de su tesis, al evidenciar, cómo no sólo hay sabios que han profesado la fe católica, sino que, más todavía, los hay que han sido sus sacerdotes, y que han distribuído sus actividades preciosas entre el altar de Dios y el gabinete, entre el estudio y la oración!
El señor Montemayor, que si no negó el catolicismo de Secchi, es porque su propio carácter sacerdotal lo proclamaba, no ha advertido, sin embargo, que en el mismo caso de Secchi se hallan muchos otros sabios de la lista por mí presentada. Y se atreve, así, con inaudita audacia, a decir: "católico ninguno". ¡Ninguno! ¡Qué ilustración, qué ciencia, qué honradez!
¡Ningún sabio católico!
¿Y qué sería el barnabita Denza, célebre astrónomo, fundador de la Sociedad Metereológica Italiana, director del Observatorio del Vaticano?
¿Y el padre Algué, director del Observatorio de Manila, metereólogo de fama, quien hizo decir a Mr. Monroe, de la Universidad de Washington, que había oído con frecuencia decir que no era posible la armonía entre la ciencia y la religión, pero que comprobaba la inexactitud de tal afirmación, ante ese ejemplo de perfecta piedad religiosa y de ciencia profunda: el padre Algué, pregunto, sería un anarquista? No: era como Secchi, un tonsurado, un oscurantista, un miembro de esa congregación de eruditos y de sabios, que es la Compañía de Jesús.
¿Ningún sabio católico?
¿Y quién era René Just Hany, el creador de la cistalografía, profesor en el Instituto de Francia, miembro de la Academia de Ciencias de París, designado, a pedido de Laubenton y de Laplace, ilustre perseguido del anticlericalismo revolucionario, y hombre de tanta celebridad, al decir del eminente Dr. Zahm, que Lavoisier, Berthelot, Laplace, Lagrange y otros ilustres sabios franceses no se desdeñaban de asistir a sus conferencias? ¿Quién era, sino un sacerdote católico, canónigo de Notre Dame?
¡Ningún sabio católico! ¿Ni siquiera los "tonsurados"?
¿Y Juan Bautista Carnoy, biólogo insigne, fundador de la citología, qué habrá sido?
¿Algún ateo, o materialista, o panteísta, por ventura? No tal, sino otro canónigo, profesor en la universidad de lovaina, que comenzaba sus clases cristianamente, con la oración del "Ave María"! Pero el señor Montemayor, famoso autor del manifiesto de marras, dirá desdeñosamente, que se trata de un "tonsurado".
¿Y no fue un sacerdote Spallanzani, célebre por sus experimentos que contribuyeron a destruir el error de la generación espontánea?
Gregorio Mendel, biólogo, creador de la ley que lleva su nombre, uno de los fundadores de la embriología, ¿no sería católico? ¡Cómo no había de serlo, si era un monje agustino!
Y ya que de monjes se trata, ¿cómo no recordar a Mariotte, físico notable por sus descubrimientos en la neumática cuyo nombre se encuentra en cualquier tratado elemental de física y que fue prior de un monasterio de premonstratenses de Francia? ¿Tampoco éste habrá sido católico? Y Wasmann, entomólogo universalmente conocido y reputado, ¿no es acaso otro jesuita?
¿Y no lo fué también Grimaldi, ventajosamente conocido por sus experimentos acerca de la interferencia de la luz?
Y para terminar con los "tonsurados", dejando de lado una falange de sacerdotes que ilustraron sus nombres en el terreno de la ilustración científica, recordaré un nombre prestigioso: el del abate Moreux, astrónomo corresponsal científico de "La Nación" durante muchos años, actual director del Observatorio de Bourges, autor de importantísimos estudios sobre el problema solar, sobre las manchas del sol y sus consecuencias meteorológicas, también citado por Martín Gil, en la oportunidad ya recordada. He aquí un gran hombre de ciencia contemporáneo, con "tonsura en la cúspide de la cabeza" (estilo del señor Montemayor) y que hace honor a su tonsura, "defendiendo brillantemente en el terreno científico la fe católica", de los ataques de los charlatanes que hacen una profesión del ir pregonando por las calles la existencia de un fantástico "abismo insondable" entre la religión y la ciencia. (Véase las obras del abate Th. Moreux, intituladas: “D'où venons-nous": "Qui sommes-nous?: Oú sommes-nous?: Où allons-nous?
Aunque no hubiese más que esos tonsurados, el señor Montemayor se habría ganado en buena ley, el título de impostor.
Pero, los hay también, sin "tonsura en la cúspide de la cabeza", y que, sin embargo, bien pudieron llevarla...
Hervé Faye, astrónomo del Observatorio de París, descubridor del cometa que lleva su nombre, premiado con el premio Lalande por la Academia de Ciencias de París, profesor de la facultad de Nancy y de la Escuela Politécnica, católico convencido y práctico, de quien ya aduje una cita en mi anterior exposición, dice en su obra intitulada:
"Sur l'origine du monde":... Hay, pues, algo más que nuestro propio cuerpo, algo más que esos espléndidos astros; hay la inteligencia, hay el pensamiento. Y como nuestra inteligencia no se hizo ella misma, debe existir en el mundo una inteligencia superior de la cual deriva la propia. Síguese, que, cuando más grande fuera la idea que uno se forme de esa inteligencia suprema, tanto más se acerca a la verdad.
"No consideramos arriesgado considerarlo como autor de todas las cosas, ni atribuirle esos esplendores de los cielos, ni tampoco creer que no le somos extraños e indiferentes; y finalmente estamos dispuestos a comprender y aceptar la fórmula tradicional: "Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra". ¡Es ni más ni menos que el Credo, el símbolo de los apóstoles!
¡Ningún sabio católico!
Urbano Le Verrier, que ha sido llamado el "gigante de la astronomía moderna", era un católico ferviente, que tenía en su observatorio, dice Zahm, "dos cosas que se complacía con orgullo en mostrar: su gran telescopio a refracción, y su Crucifijo: dos objetos que él consideraba como símbolos de la Religión y de la Ciencia"..
El señor Montemayor, para probar el ateísmo de Laplace, había invocado la anécdota aquella de su respuesta a Napoleón, equivocadamente interpretada, como lo tiene demostrado la crítica. Yo voy a invocar ahora, no para probar el catolicismo de Le Verrier, que es ridículo discutir, sino su piedad, una anécdota, de sentido claro, inequívoco. Poco tiempo después del descubrimiento de Neptuno, Le Verrier recibía las felicitaciones del monseñor Robión, obispo de Constance, quien le decía, que él se había elevado, no hasta las nubes, sino hasta los astros.
El sabio contestó: "Monseñor, yo quiero subir más alto que los astros, quiero elevarme hasta el cielo y espero que Usía me ayudará en mi empeño, con el auxilio poderoso de sus oraciones".
Pero, ¿qué importa que Le Verrier fuera católico y piadoso, si al señor Montemayor le conviene afirmar que no hay ningún sabio católico?
Alejandro Volta, el sabio físico italiano, profesor de la Escuela Real de Como y de la Universidad de Pavia, inventor de la pila eléctrica, que le ha hecho célebre, fue católico convencido y un devoto de la Virgen. En 1815, escribía el sabio su magnífica profesión de fe, en la que no sólo declara su catolicismo, sino que también ha estudiado las objeciones de los incrédulos, y que ha salido robustecido en sus creencias. Hela aquí:
"He tenido siempre y tengo, por única, verdadera e infalible, "esta santa Religión Católica", y doy gracias infinitas a Dios por haberme infundido esta fe sobrenatural.
"No he descuidado, sin embargo, los medios aun humanos, de confirmarme más y más en esta fe y de descartar todas las dudas que hubieran podido surgir y tentarme, estudiándola atentamente en sus fundamentos, y buscando por la lectura de muchos libros, tanto apologéticos, como hostiles, las razones en pro o en contra, de cuyo examen surgieran los argumentos más valederos, que la hacen muy digna de creerse aún por la razón humana, de tal manera, "que todo espíritu bien puesto, no puede sino abrazarla y amarla". Pueda esta protesta que deseo sea conocida por todo el mundo, pues "no me avergüenzo del Evangelio", "non erubesco Evangelium", producir abundantes frutos".
¿Qué tal? ¿El gran físico del siglo XIX, llevaría coronita?
¡Ningún sabio católico!
Andrés María Ampére, otra gran figura del siglo pasado, profesor en la escuela politécnica, miembro de la Academia de Ciencias de París, descubridor de las acciones electrodinámicas, de quien ha dicho Mr. Maxwell que es el Newton de la electricidad, de quien ha escrito José Bertrand que su puesto está, por lo menos, al lado de Newton, era, no sólo católico, sino ferviente católico. Saint-Beuve, su biógrafo, dice: "Siempre le vimos aliar la fe y la ciencia sin esfuerzo y de una manera que llenaba de asombro y de respeto". Su intensa piedad, tuvo la virtud de salvar la fe de Ozanam, el cual se complacía en reconocerlo. Fue en presencia del mismo Ozanam que, en cierta ocasión, hablando Ampére de cuestiones científicas, llevó sus manos a la cabeza y mirando al cielo, exclamó arrebatado: ¡Qué grande es Dios, Ozanam, qué grande es Dios!.
Escuchemos ahora esta sublime acción de gracias del sublime físico: "Dios mío, te doy gracias por haberme creado, rescatado, e iluminado con tu divina luz, haciéndome nacer en el seno de la Iglesia Católica. Siento que quieres que yo no viva, sino para ti, y que todos mis momentos te sean consagrados. Oh, Señor, Dios de misericordia, dígnate reunirme en el cielo con los que me has permitido amar sobre la tierra".
¡Católico, ninguno! Ya se ve...
Juan B. Dumas, químico de los más ilustres del siglo pasado, secretario perpetuo de la Academia de Ciencias de París, hace esta explícita declaración de fe: "Creo en el Dios de la Revelación, como en el Dios de la naturaleza y de la razón: es un mismo Dios". Y en su elogio "Elogio de Faraday", escribe: "La ciencia no mata la fe, y menos aún mata la fe a la ciencia". Y en la Academia de Ciencias, en 1868, decía estas palabras: "¿De dónde viene la vida? La ciencia lo ignora. ¿Hacia dónde va la vida?
La ciencia no lo sabe. Se explicará el nacimiento de la vida, y la producción de la conciencia por simples transformaciones de fuerza... Quiérese que la vida y la conciencia después de la muerte, vayan a perderse en el vasto estremecimiento de los movimientos que agitan el Universo. Nacer sin causa, vivir sin fin, morir sin porvenir, tal sería nuestro destino! No.”
El geólogo Alberto de Lapparent, profesor en el Instituto Católico, decía en la Academia de Ciencias, de la cual fue secretario perpetuo, las siguientes palabras:
"Después de cien años de esfuerzos para explicarlo todo fuera de nuestras creencias teístas y espiritualistas, y contra ellas, la ciencia, libre de prejuicios, desprendida de todo apriorismo y fiel a su método de tranquila observación, ha llegado a proporciones cuyo enunciado es casi idéntico al de nuestros viejos dogmas... No temamos, pues, declararlo en voz bien alta: este fin de siglo es bueno para los hombres de creencias, y sobre todo, "para los católicos".
¿Pero acaso podrán todos estos testimonios impedir al señor Montemayor afirmar que la ciencia ha destruído los dogmas, y que no hay ningún sabio católico? ¿Qué le puede importar al señor Montemayor la verdad, si a él le conviene mentir? Señalaré otra cumbre: Agustín Luis Cauchy, a quien José Bertrand ha llamado "el primer matemático del siglo XIX" y de quien escribe Echegaray: "Cauchy, fue un espíritu eminentemente religioso, un católico a toda prueba; lo primero era la fe de Cristo, y después, y a distancia infinita, como grano de arena ante el cielo inacabable, el cálculo integral". Este gran sabio, miembro a los 27 años, de la Academia de Ciencias, a la cual envió más de 500 memorias, profesor de astronomía matemática en varios institutos oficiales, y en un colegio de jesuitas, no sólo era católico, sino también militante. Fué fundador, con Ozanam, de las conferencias de caridad de San Vicente de Paul, y acérrimo defensor de las órdenes religiosas. Vale la pena transcribir íntegra una página admirable de este gigante de la ciencia moderna. Hela aquí:
"Soy "cristiano", esto es, creo en la divinidad de Jesucristo, y creo, por lo tanto, en lo que han creído Tycho-Brahé, Copérnico, Descartes, Newton, Fermat, Leibniz, Pascal, Grimaldi, Euler, Guldin, Boscowich y Gerdil; en lo que han creído todos los grandes astrónomos, los más notables físicos y los más ilustres geómetras de los pasados siglos. Como la mayor parte de ellos, soy también "católico", y si se me pregunta la razón, la daré de muy buena gana, y con ello se verá que mis convicciones, son el resultado, no de los prejuicios de nacimiento, sino "de un profundo examen"... Soy católico sincero, como lo fueron Corneille, Racine, La Bruyère, Bossuet, Bourdalone, Fenelon, como lo han sido y todavía lo son, un gran número de hombres de los más distinguidos de nuestra época, y de los que más han honrado a la ciencia, a la filosofía, a la literatura y han venido a ser como el más preciado timbre de gloria de nuestras academias. Participo de las profundas convicciones que han manifestado con sus palabras, con sus acciones y con sus escritos, tantos sabios de primer orden, como los Rufini, los Hauy, los Laennec, los Ampére, los Pelletier, los Freycinet, los Coriolis; y si no cito a otros para lastimar su modestia, al menos puedo decir que es para mí un placer extraordinario el contar entre mis ilustres amigos, a hombres tales como el inventor de la cristalografía (canónigo Hauy), el célebre navegante que capitaneaba el "Urania" (Claudio María de Freycinet), y el inmortal autor de la electricidad dinámica (Andrés María Ampére), muestras todas ellas las más gallardas de la nobleza y sublime generosidad de la fe cristiana". (Considerations sur les ordres religieux-adressées aux amis des sciences).
¡Pierda cuidado el señor Montemayor! ¡Los monaguillos estamos en buena compañía!
La imposibilidad de extenderme más me obliga a dejar para otra oportunidad citas de otros sabios, como Chevreul, Branly, Lavoisier, Buffon, Calvani, Barrande, Roentgen, Grasset...
Pero no puedo dejar de recordar un nombre cuya gloria sobrepuja a la de todos los sabios del siglo pasado, por los grandes servicios que sus descubrimientos y trabajos han prestado a la medicina, a la cirugía y a la industria, y de quien ha podido decirse que es el hombre que en siglo XIX tiene más derecho a ser considerado como el gran bienhechor de la humanidad: Luis Pasteur, el de la fe de bretón.
Su teoría de la infección, la de la inmunidad adquirida, la sueroterapia, la antisepsia son sus cuatro grandes conquistas cuya sola enunciación basta para señalar su enorme transcendencia práctica. Pasteur revolucionó la medicina, determinando los modos del contagio y los medios para evitarlo. La cirugía le debe la práctica de la asepsia y la antisepsia, del aislamiento de los enfermos. ¿Quién ignora la importancia de las vacunas para los hombres y para los animales? ¿Y cuánto debe a Pasteur tan sólo Francia, cuya riqueza ganadera la salvó él del carbunclo que la diezmaba? Pasteur combatió la generación espontánea, contra toda la tradición filosófica y científica, y demostró su imposibilidad con experimentos definitivos, en el mismo momento en que la incredulidad comenzaba a utilizar ese error para apoyar sus negaciones.
Este sabio extraordinario y tan digno de la gratitud universal, que honró a la Academia de Ciencias de su patria, pudo llevar coronita "en la cúspide de la cabeza". Tuvo fe, y no se avergonzó de ella. Su ciencia profunda le confirmó en su creencia y estimuló su piedad. Decía: "Porque he estudiado y reflexionado mucho, he conservado una fe de bretón. Si hubiera estudiado y reflexionado más, habría llegado a tener la fe de una bretona".
Cierta vez, saliendo nuestro sabio de oír misa, algunos jovenzuelos, desde un balcón, le echaron agua. -¿A quién remojáis?, les preguntó Pasteur. -A Pasteur, el sabio y oscurantista, le contestaron. -Pues mirad-, les replicó, que Pasteur es uno solo, y que si es sabio, como creéis, no puede ser oscurantista, como pretendéis.
Y en plena Academia de Ciencias, hizo también Pasteur su profesión de fe, sin preocuparse de la mofa de los que, con presuntuosa ignorancia, quieren hacer creer que es necesario ser un obtuso, para confesar a Jesucristo y declararse hijo de la Iglesia.
¡Ningún sabio católico!
Y dígase ahora si no me asiste la más completa razón cuando digo que el señor Montemayor, ante la eficacia de un argumento incontrastable, ha apelado, para refutarme, a un recurso de vencidos: la impostura.
Y ante estas palabras evidentísimas que acabo de invocar, ¿qué valor tienen esos alardes de erudición científica, con que el señor Montemayor, confiado, a mi juicio erróneamente, en la credulidad ingenua de sus lectores, quiere cubrir la indigencia de su argumentación? ¿Será la impostura una razón científica?
Observaciones importantes
El señor Montemayor, insistiendo en una acusación que ya he levantado, quiere hacer creer a sus lectores que yo he dado como "católico", a... Giordano Bruno, a quien ni siquiera nombré jamás; a Newton (a quién no cité como católico, sino como "creyente" y "cristiano", que lo fue, pues creía, ¡y con la fe ardiente y entera! en el Dios de los cristianos, en la inmortalidad del alma, en la divinidad de Jesucristo, en la vida futura); a Lord Kelvin, a quien también dí como "creyente" en Dios y en la Biblia, y no como católico.
Esta es la verdad, y el señor Montemayor se fatigará en vano para tergiversarla porque la he de restablecer cien veces, si necesario fuere.
En cuanto a Galileo, su catolicismo no es por nadie puesto seriamente en duda, y baste por lo demás, decir que las contrariedades que hubo de sobrellevar, se debieron precisamente, al hecho de haber deseado apoyar su sistema en las Sagradas Escrituras.
Y respecto a Du-Bois Reymond, ya he dejado constancia de la torpeza en que incurre el señor Montemayor, al pretender que yo lo he citado como católico, cuando, al contrario, lo invoqué como autoridad insospechable para el caso, por ser materialista, a fin de poner de manifiesto las grandes incógnitas que deja planteada la absurda hipótesis de la eternidad de la materia, que el señor Montemayor presentó como postulado científico, y sin preocuparse para nada de apoyarla en razones.
¡"C'est épatant", dice el señor Montemayor, que no se resigna a hacernos gracia de su francés tan a destiempo traído. Yo lo diré en castellano: ¡Es realmente pasmosa la audacia del señor Montemayor!
Y es también pasmoso que insista en una de sus afirmaciones más antojadizas: la del "Concilio" de Salamanca. Con el mayor de los respetos, yo me permito preguntar al señor Montemayor si sabe lo que es un concilio...
* * *
Dice el señor Montemayor, que Buffon, por sus ideas expresadas en su "Teoría de la Tierra", fue "arrastrado, en 1794, delante de la Sorbona", y obligado a abjurarlas, lo que hizo para "no ser torturado y quemado vivo".
En primer lugar, haré notar que Buffon "murió en 1788" (16 de Abril), de suerte que no pudo ser "arrastrado" en 1794. Por donde se ve la extraordinaria autenticidad de los datos con que el señor Montemayor trata estas cuestiones históricas.
En lo tocante al temor de ser "torturado y quemado vivo", y a lo de haber sido Buffon objeto de vejaciones ("arrastrado" delante de la Sorbona"), son simplemente, solemnes falsedades.
El 15 de enero, de 1751, recibió Buffon de los miembros de la Facultad de Teología de París la siguiente carta:
"Hemos sido informados por uno de entre nosotros, de parte vuestra, que cuando supisteis que la Historia Natural, de la que sois autor, era una de las obras que han sido elegidas por la Facultad de Teología para ser examinadas y censuradas, por contener principios y máximas que no están conformes con los de la religión, le habéis declarado que no habíais tenido la intención de apartaros de ellos, y que estábais dispuesto a satisfacer a la Facultad, sobre cada uno de los artículos que ella hallara reprensibles en vuestra obra aludida. No podemos, señor, elogiar suficientemente tan cristiana resolución; y a fin de poneros en condiciones de cumplirla, os enviamos las proposiciones sacadas de vuestro libro, que nos han parecido contrarias a la creencia de la Iglesia". Y seguía el texto de catorce proposiciones.
El sabio, el 12 de marzo de 1751, contestaba: "He recibido la carta que me habéis hecho el honor de escribirme, con las proposiciones sacadas de mi libro, y os agradezco el haberme ofrecido la oportunidad de explicarlas de manera que no quede duda ni incertidumbre alguna sobre la rectitud de mi intención; y si lo deseáis, señores, publicaré, de muy buena gana, en el primer tomo de mi obra que aparezca, las explicaciones que tengo el honor de enviaros".
Por el examen de estos documentos puede apreciarse la veracidad de las afirmaciones del señor Montemayor. El tono de respetuosa consideración en que están escritos, no parece concordar con la siniestra descripción del señor Montemayor, que nos pinta a Buffon "arrastrado" ante la Sorbona "rumiando el credo, y renegando de sus propios sentimientos y creencias" para "no ser torturado y quemado vivo" (estilo de los novelones de quiosco). Y para que sea más burda la fábula, nos habla de hogueras y torturas inquisitoriales, en Francia, en 1794, es decir, ¡en pleno imperio de la Convención! Si al menos hubiera hablado de las guillotinas del terror...
* * *
El señor Montemayor presenta a Claudio Bernard como "materialista", y dice que él es quien ha desalojado al vitalismo de sus últimos reductos...
¡Lástima grande para el señor Montemayor que el propio Claudio Bernard se encargue de desautorizar completamente tan falsa afirmación.
"Sin duda, dice Bernard, no soy de los que aplican brutalmente la física y la química a la explicación de los fenómenos de la vida. Aún creo haber probado que hay, a este respecto, en los seres vivientes, modalidades de actividad fenomenales que les son especiales; pero he insistido, por otro lado, en hacer ver que, en todos los casos, las funciones vitales tienen por condiciones de sus manifestaciones las leyes físico-químicas del organismo, en lugar de ser incompatibles con ellas".
Por donde se ve, que lo que Bernard combate, es cierta teoría, que se denomina organicismo, y según la cual las propiedades físicas y químicas de la materia, son opuestas a los fenómenos de la vida, consistiendo ésta, en el triunfo de las fuerzas vitales sobre las fuerzas de la materia. De ahí, a decir que Bernard "desalojó" al vitalismo de sus últimos reductos, media tanta distancia, como de la verdad al error.
Bernard, no fue, pues, materialista. Y él mismo lo ha dicho: "Podríase, dice, ceder a la tentación de clasificarme entre los materialistas o físico-químicos. No les pertenezco".
La afirmación es categórica.
Tan admite Claudio Bernard la existencia de la fuerza vital, lejos de haberla desalojado de sus últimos reductos, que ha sintetizado su pensamiento sobre esta trascendental cuestión en las siguientes palabras: "La fuerza vital" dirige fenómenos que no produce: los agentes físicos producen "fenómenos que no dirigen".
No puedo extenderme más al respecto, porque necesitaría un espacio de que no dispongo. Pero para dejar refutada la afirmación falsísima de mi adversario sobre las ideas de este gran sabio, basta y sobra lo dicho.
¡No será, ciertamente, Claudio Bernard, quien lleve agua para el molino del señor Montemayor!
* * *
Puesto a confundirlo todo, el señor Montemayor llega al colmo de confundir la "antigüedad de la vida sobre nuestro globo" con la de la aparición del hombre.
Y dice que, "según los geólogos", resulta que la humanidad "existió muchísimo tiempo antes que Dios pensara en crearla".
El señor Montemayor "sabe" cuántos años han transcurrido desde que el hombre hizo su aparición sobre la tierra. Y lo sabe, porque, según él, lo dice la ciencia.
Y como lo sabe, lo dice: "La ciencia establece que el hombre existe desde casi un millón de años".
¡La ciencia establece!
¡Los sabios discuten, conjeturan, dudan, confiesan que aún no saben nada definitivo sobre ese problema! Pero el señor Montemayor, de una plumada, resuelve la cuestión, da su fallo, cargándole en cuenta a la ciencia, otra hipótesis, aventurada entre tantas otras.
Oigamos a de Lapparent, sabio geólogo que he tenido oportunidad de citar: "La parte de la era moderna que se ha designado con el nombre de época cuaternaria, está caracterizada por la aparición del hombre sobre el globo...
Por cercana que se halle esta época de la nuestra, lo cierto es que se presenta aún muy misteriosa. La sucesión
de las capas está todavía muy obscura. La ausencia o escasez de los residuos orgánicos, hacen particularmente delicada la determinación de la edad relativa. La ciencia no ha llegado aún a lisonjearse con razón de haber descubierto un "cronómetro" que le permita medir el tiempo transcurrido hasta el período que precedió inmediatamente al nuestro. Lo prudente es esperar del porvenir esta conquista; a nosotros bástenos haber establecido que todos esos cálculos que distribuyen
generosamente centenares y millares de siglos entre las diversas fases de la época cuaternaria están desprovistos de base rigurosamente histórica"
¡La ciencia establece!
Y hasta el mismo Vogt hace esta declaración: "Los esfuerzos hechos hasta el presente para establecer cierta medida cronológica del tiempo transcurrido desde la aparición del hombre sobre la tierra, no han tenido hasta hoy, éxito alguno" ¡La ciencia establece!
¡Con cuánta ligereza se habla en nombre de la ciencia! ¡Y con cuánto aplomo se asegura, se da como cosa certísima, averiguada, lo que no ha pasado de la categoría de mera hipótesis, más o menos fundada, más o menos antojadiza! ¿Por qué se para el señor Montemayor en un "millón" de años? ¿Por qué no dice diez, cien, mil millones? Lo mismo daría, y desde el punto de vista científico, tanto valdrían esas cifras como la que da por averiguada y cierta... Ninguna de ellas está más probada
que otra.
Bien podría el señor Montemayor entregarse a poner de acuerdo a los geólogos, antes de pretender usar de algunas hipótesis para convencer de error a la Escritura, que nada de formal nos dice, sobre la antigüedad del hombre: y para combatir a la Iglesia, que nunca, jamás, definió cosa alguna sobre esta materia.
En fin, de todas maneras, los lectores habrán agradecido sin duda al señor Montemayor que no haya vuelto por vez tercera, a hablarnos... del Pitecantropo de Java…
Tiene razón el señor Montemayor cuando dice que la ciencia "no puede amoldarse a las ideas preconcebidas..." El se refiere a las ideas mías, pero como los lectores pueden notar, lo que la ciencia no hace, lo que no puede hacer, es ajustarse a las fantasías del señor Montemayor y de los autores, en los cuales se inspira...
* * *
La ciencia sería "estudiar" todos esos graves problemas que el señor Montemayor nos presenta resueltos a su gusto y talante. Los sabios discuten y plantean hipótesis, que hoy se aplauden y mañana se rechazan, que hoy parecen satisfacer y mañana resultan inaceptables. Para el señor Montemayor no hay dudas, no hay perplejidades.
El gran Cuvier escribió en defensa de la Biblia contra los ataques que se le dirigían.
Para el señor Montemayor en la Biblia se leen los "cuentos superlativamente absurdos y bestiales de Moisés".
La mayoría inmensa, casi la totalidad de los sabios, creen en Dios, le confiesan su fe, y la reclaman en su ciencia.
Las mayores cumbres de la sabiduría humana, cree, además, en el Dios de los Cristianos. Para el señor Montemayor, "Dios es un fantasma", como para muchos autores de novelas y gacetillas.
Y todavía más, lleno de vanidad y presunción, afirma que esa aseveración pertenece a "la Ciencia".
Hombres de primera fila en las humanas ciencias, se precian de su fe católica. El señor Montemayor, porque sí, lo niega. Dice que no, que no puede ser, que no y que no, y que la ciencia dice que no... Tal vez, el padre Secchi...
Pero, en fin, repito lo que dije al principio; el señor Montemayor quiere alimentar mi esperanza. En el próximo artículo demostrará la "inexistencia de Dios".
Y ante esta proeza, yo declaro sinceramente, que admiro la decisión, el valor, el coraje estupendo del señor Montemayor...
¡Aunque tarde, probará la inexistencia de Dios!
¡Qué lástima que no ande por acá Voltaire! ¡Al fin, el cínico maestro se convencería, oyendo a su discípulo, de que Dios no existe!
J. B. PODESTA
Octubre 17 de 1917.
Mis Observaciones 4ta. de Podestá
Ha defraudado mis esperanzas: y para esto; pues aquél no lo puede hacer mientras el hombre no lo enseña. me ha hecho esperar 17 días, lo que prueba, que cuesta mucho más al loro hablar, que al hombre; pues aquél no lo puede hacer mientras el hombre no lo enseña.
¿Por qué prometió usted encauzar la controversia, por un camino más razonable para seguir en esta exposición la misma monserga?... Y el caso es que usted exige respeto a su contrincante, y no sólo no lo tiene para él, pero ni para los que por interés siguen la controversia.
Debe saber que usted, dice, que su emblema, su distintivo, es la humildad, y veo una vez más, que la humildad esa es una hipocresía mal disimulada; pero es efecto de la causa y el efecto no puede ser diferente a su origen: la humildad católica está bien definida en sus hechos impositivos, en sus hazañas de destrucción para el predominio: y no me dirá que calumnio yo; la historia lo dice y aun la historia epitafiada "Con licencia de la autoridad Eclesiástica": y por sobre todo lo que diga esa llamada historia, está la opinión de 1400 millones de seres no católicos, y de 190 millones de católicos de nombre, que confirman, que los sacerdotes católicos son soberbios e inmorales; pues esos mismos sacerdotes lo confiesan hasta en los púlpitos, donde dicen: "haced lo que os digo y no hagáis lo que yo hago" ¿es esto también mentira? Pero dejaré de endechas para hacer algunos párrafos que sean autos, de este proceso, sin poder seguir un orden de número como en los anteriores, porque, además de la defraudación hecha según su promesa anterior, en esta réplica no ha hecho usted párrafos, y por añadidura es el mismo tejido. No puede salir de ese círculo y ¡hay tantos grandes puntos por donde romper esa férrea muralla!... Pero, claro está que se saldría de los estrechos límites del catolicismo y no los puede tocar, porque si usted mismo probara la existencia del creador, se vería desmentido y anulado el Dios católico y religioso de cualquiera religión y aun ha tocado el borde de ese creador, que no es Dios-Ídolo religioso. ¿Con qué la inteligencia, eh? ¿Acaso los anarquistas y los materialistas y todas las ciencias, no adoran la Inteligencia? Y pues si la adoran los que no son católicos, no puede agregársela la Iglesia católica, porque es incompatible con "Fuera de la Iglesia Romana no hay salvación": por esto, el Dios católico es cada vez más raquítico, hasta ser ya microscópico, invisible, en tanto que el creador, el autor de la vida, el fundador y único maestro del espiritismo, es cada vez mayor por la "Inteligencia" que en los hombres se descubre mayor, en cuanto rompen el yugo religioso y más el oprobio católico. ¿Qué tal? ¿Por qué no encauzó usted la controversia, con fundamentos de esa altura? "De donde no hay, no se puede sacar", dice el adagio castellano.
I
Sobre su argumentación general, en la que se ven muchas manos y cabezas llenas de amorfa masa, volveré a decir que todo eso está ya juzgado en el número 2 de mi
juicio, de la 2a- exposición del señor Podestá y en otros puntos de todo este proceso, tan enmarañado, por lo que, aténgase a aquel auto y será hora de no traer más a colación a los que "por fuerza" son considerados sabios católicos en ciencias, porque no puede hermanarse la ciencia, con el dogma que exige creer lo que no se ve. "La ciencia es todo ojos, mientras la religión es ciega". Sofisma este, que ni aun el señor Montemayor ha sabido traerlo en su defensa y es porque aun no lo pronunció tampoco ningún hombre de las ciencias, porque no era hora; porque no les fué dado; porque "cada cosa en su tiempo" y por quien corresponde, da la ley, sin distingos de mentidas posiciones y títulos, ni jerarquías, ni creencias. La suprema ley sólo sabe que hay hombres.
II
Aunque se trate del padre Secchi, mientras es científico, no puede ser religioso; y menos, siendo Jesuita: porque la Compañía de Jesús, no es católica ni cristiana y no sólo es un cisma, sino un Verme en el cuerpo católico.
El señor Podestá, no sabe nada de la Compañía de Jesús: es sólo un fanático admirador de los jesuitas y demuestra que él no puede ser ni coadjutor jesuita: ¡cuánto menos padre profeso! Y por lo tanto, no sabrá nunca el secreto de la compañía de Jesús, como no sabe el secreto del dogma católico.
Pues bien: que el padre Secchi, fuera un protegido del Papa Pío IX, no demuestra más que una cosa; que el padre Secchi, con lo poquísimo que hizo, no como religioso, sino como hombre de ciencia, (aunque se puede enmendar mucho su obra y por lo tanto no era infalible) era, sin embargo, infinitamente más infalible que su protector Pío IX. ¿El Papa Angélico? ¿Pero qué es esto? ¿ No teme que le diga la Masonería, que el conde Mastai era un libertino? ¿Por qué no va el señor Podestá a Sinigaglia y sabrá las lindezas de aquel condenado por la Logia, por inmoral? A no ser que lo llame Angélico por la proclamación de la virginidad de la madre de Jesús, que la escuela de los esenios lo desmiente dando los 7 nombres de los 7 hijos de José con María, 4 varones y 3 hembras; pero sin necesidad de ir a aquella escuela, también el fanático Pablo (San) le dirá: “Que reconoció como jefe del apostolado, a Santiago el hermano del señor”.
Lo que hay es, señor Podestá, que ningún ciego puede hablar de colores y la razón nos enseña que, ningún fanático es imparcial: y por añadidura, parece que han tomado al señor Podestá los frailes como cosa sin valor y no les importa su descrédito. Y ya verá usted, que cuando se vea por fuerza vencido, por la fuerza de la verdad, todos ellos dirán “fue cosa suya; la Santa Madre Iglesia no lo autorizó a lo que ha hecho y por eso le falló la inspiración del Espíritu Santo”: y no será extraño que aún sufra el señor Podestá, una excomunión mayor.
Si yo me fiara de las apariencias, vería en la amistad del Padre Secchi con Pío IX, al paria del equivocado Infalible Pío impío; pero mi cristal es claro más que la luz solar y, no se manchó Secchi en el conde Mastai; sino que el padre Jesuita, iba a cumplir el secreto de la fundación de Loyola, que repetiré para que no se olvide, es una solitaria puesta en el cuerpo de la Iglesia católica para que le comiera la vida: y ya lo ve el mundo, que se la ha comido.
En definitiva, que el Padre Secchi (como cualquier Jesuita) por sus reglas, son anticatólicos y anticristianos y no pueden ser invocados como sabios de la Iglesia católica, aunque ellos quieran; pues si ahora confesaran ser de la Iglesia católica; y yo sé, que aún consintiendo en la desaparición de la religión católica y cristiana, dirán: “Somos de la Compañía de Jesús” porque, “Jesuita habet satis, si habet Jesús”.
¿“Verdad que sí, solitarias”?
Es una lástima que tengáis por defensor a este polemista que no sabe de los Jesuitas, ni la J, ni la H, ni la S, y no puede por lo tanto comprender el “Per diametrum”, que sí sabía el padre Secchi para fumarse al angélico Pío IX, como era su deber: y había que haber visto, cuál de las dos sonrisas era más sardónica, la del angélico Pio, o la del Luzbélico Secchi. Sí, Luzbélico Secchi, porque si Luzbel, (según la Iglesia católica) es el ángel rebelado y el Dios católico no tiene más mundos que la tierra, al descubrir el Padre Secchi otros mundos, es rebelarse en las mismas barbas de su representante angélico Pío: y es así el P. Secchi, un servidor de Luzbel, “Luz bella” y yo, me quedo con el Padre Secchi y no quiero saber nada con Pío IX aunque sean tan angélico como infalible.
Nadie niega a los jesuitas que son sabios: y ya ven que, hasta el anarquista Montemayor les hace paso, prudentemente, que vale mucho más que la oración fanática de Podestá; pero nadie que conozca a la institución de Loyola los recibe como religiosos, porque jamás pueden ser católicos ni cristianos aunque ellos lo quieran, porque dejan de ser jesuitas; si quieren ser algo, no pueden ser más que jesuítas; si lo dejan de ser, como católicos o cristianos, no serán nada.
I I I
He dicho hablando del P. Secchi: “Aunque se puede enmendar su obra” y he aquí que el mismo Podestá me da ocasión para observar algo sobre la “Física solar”, que según (al decir de Podestá) “El otro día no más” “Martín Gil, el conocido astrónomo cordobés, ha citado al P. Secchi como autoridad en materias astronómicas”; y como el conocido cordobés y astrónomo nos habla a cada instante del “Manchas en el sol” y el señor Podestá nos dice que el Padre Secchi es nada menos que el “creador” de la física solar, querrá decir, que Martín Gil, ha debido aprender del P. Secchi y entonces, éste, habrá señalado en su física, las manchas solares. De modo que, ¿ni el sol está limpio? ¿No dicen que es fuego? ¿No dijeron después que, “es una masa fofa e incandescente?” ¡A cuántos errores garrafales llevó a los hombres la fe ciega y el prejuicio dejado por ella! ¿Aún siguen creyendo los astrónomos que el sol sea un horno? No lo creen; pero no confiesan que el padre de mundos es forzoso que sea mundo, como de un hombre, sólo puede ser padre otro hombre aunque éste sea Jesús.
La ley, es sólo una para toda la creación: cualquier excepción, haría del creador un ser falible y mutable y éste no sería el que mantiene eternamente, la armonía sin
cambio del universo.
El sol, padre de mundos y no de 8, sino de más de 8,000, él también nació de otro mundo del que recibe vida y luz para repartir y nada desmentirá este axioma y sí lo confesarán más tarde o más temprano los astrónomos: entonces, toda la física solar aunque sea el P. Secchi, habrá cambiado: Y ya veremos entonces qué papel hacen los que manchan al sol.
El sol, mundo material y poblado de hombres perfectamente materiales, con la misma figura y miembros que los de la Tierra y de todos los mundos (salvando su grado de perfección siempre perfectible), el sol, repito, tiene como todos los mundos, valles y montañas necesarios a la variedad, la armonía y la belleza, cuyas montañas proyectan, como es lógico, sombras, según del lado que reciban la luz. Esas son esas las zarandeadas manchas que Martín Gil ha hecho célebres, y también pueden ser sus mares, en segundo término.
La mayor parte de los astrónomos, no se escandalizarán de lo anterior que para mí es la verdad escrita en el espíritu, porque es de la ley del espíritu; pero para los católicos y otros religiosos, sí será escándalo y muy grande, porque desaparece el cielo que esperan de eterna inactividad, ya que se confirma que la vida es eterna y continuada y la vida demostrada sólo puede ser el producto de la actividad del movimiento.
Mas, todos no alcanzan a esta concepción: y para ellos, el escándalo estará, en que antes, el dogma sostenía que el universo eran aquellos pedazos de tierra que ahora serán raídos y envueltos por las aguas y los hielos, para cubrir tanta sangre y tanta suciedad de la supremacía Papal solamente, como principio de las demás supremacías y luego es desmentido el dogma por la “traidora y pagana España” descubriendo este nuevo mundo y, ahora, no sólo eso, sino que se declara con esos “clavos relucientes” clavados en el cielo para adornar a la tierra, esos clavos, digo estrellas, decláranse mundos como el nuestro y con hombres y mujeres como nosotros y... “Adiós leche, huevos, pollos, lechón, vaca y ternero”: se acabó el cielo de las religiones y el Dios de ese cielo no es habido. ¿Qué le parece al señor Podestá la obra del P. Secchi y de Mareaux y de todos los astrónomos? ¿Pueden ser religiosos los que destruyen con la ciencia todo el edificio religioso, el cielo y el Dios raquítico religioso? ¿Cuál de los dos tendría la sonrisa más sarcástica, Pío IX o el P. Secchi?
Hace usted bien en defender con calor al P. Secchi; pero sepa ahora que ha defendido a Luzbel, destructor del ejército angélico, porque si no existen los cielos, tampoco los ángeles; pero sí existen los espíritus de luz y no quiero sentar aquí lo que a este respecto dice el testamento de Abraham, porque es demasiada luz y aquí sólo debo dar “El primer rayo de luz”.
IV
OBSERVACIÓN 1a-
El señor Podestá dice que, “Él no trató un pugilato” con el señor Montemayor: y sin embargo, hay demasiadas ofensas personales ya en toda la controversia y podría parar en tragedia, al seguir por ese camino.
Si el señor Podestá había de demostrar cultura y además humildad, no usaría tantos insultos y sobre todo, el colmo de los insultos que en esta réplica señala, llamando a su contrincante “Impostor” cuando esto, desde el principio, lo son los dos.
No es ser culto, ser hipócrita: y no es inculto ser duro: porque si está convencido de un principio, no ha de buscarse la forma retórica para no herir susceptibilidades, porque entonces, en la galanura, se desvirtúa la contundencia y de aquí luego, las vagas o falsas interpretaciones y queda la verdad cubierta y la luz obscurecida.
La verdad es siempre amarga y dura; pero también la medicina se aplica según la enfermedad y no es agradable, pero es útil y, hay que preferir lo útil a lo agradable.
Si habían de seguir en el pugilato y sobre todo, si no han de dar nada de su cosecha, hay bastante para juzgar inapelablemente con las cuatro exposiciones de cada uno: pero esperaré al término de ésta de usted y entonces veré, si haré lugar a una más de cada parte, aunque me inclino a esperarlos, ya que el señor Montemayor ha prometido probar la inexistencia de Dios y esto será interesante.
OBSERVACIÓN 2a-
“Conclusión”. Dos metros de composición tipográfica para repetir las mismas cosas, los mismos insultos personales y por mucho que se domina, se ve hasta en la tinta su nerviosidad y su odio impropio del hombre, pero propio del religioso fanático y clama en el deseo de ver las piras de leña de la “Santa Inquisición”.
¿Qué importa a nadie, en la controversia, su confesión “soy cristiano” y “Creo en la Divinidad de Jesucristo”? Usted no sabe lo que se dice. ¿Dice que su convicción es por un examen profundo?... Entonces, díganos: ¿qué nombre puso Jacob a la piedra que le sirvió de cabecera, en Luzza, la noche de la visión de la escala? ¿Dónde dejó Moisés esa piedra cuando la batalla en las playas del Mar Rojo y quién la encontró? ¿Qué nombre le puso éste? ¿Dónde la llevó? ¿Cuántos siglos estuvo en un punto y dónde está ahora? Porque aunque es historia ya publicada, seguramente usted no lo sabe y por eso no se avergüenza de llamarse cristiano y... católico: y repito, porque atrás lo dije ¿cuándo y cómo se ha compuesto el Jesucristo? ¿Cómo se atreve a mentar a los apóstoles de Jesús, para dar base a la Iglesia católica que nace en contra de todos los principios predicados por ellos, sobre todo del jefe del apostolado, Santiago apóstol de España y además, tres siglos después de que los apóstoles habían muerto?
¿Cree que Jesús es divino? Si lo es ¿por qué lo mataron, mejor dicho por qué lo crucificaron los sacerdotes? No importa que no fueran los sacerdotes católicos que hasta tres siglos después no existieron; eran aquellos ya cristianos de los que han heredado los católicos y usted no será capaz de desmentir el apocalipsis, cuando señala Juan que vió nacer la segunda bestia (la religión católica) de la primera bestia (la religión cristiana). ¿Cómo pues podía Jesús fundar la Iglesia católica, si nace 300 años después de su muerte, ni la cristiana, que moría por su predicaciones y era vieja ya, de cerca de 18 siglos?.
No he de dejar nada oscuro de los puntos que toco: he dicho que, sí lo crucificaron a Jesús, pero no lo mataron, aunque murió a consecuencia de las heridas; pero fue, en medio de sus hermanos los esenios, a cuya escuela o Kábala perteneció desde los 12 años; y como hay allí historia bien guardada, sabemos que Jesús ha muerto a los 88 días de la crucifixión; sabemos, que nació en Nazareth y no en Belén y no el 24, sino el 4 de diciembre, contando por nuestros meses, ¿No es verdad señor Podestá, que con esto, desaparece toda la burda trama de la Iglesia, de los niños de Belén, el descolgarse una estrella o clavo reluciente para guiar a tres Reyes?... Además, la astronomía le dirá lo que sucedería si una estrella saliera de su órbita; desmiéntese también el misterioso viaje a Egipto, la adoración, el canto de los ángeles, la resurrección y la ascensión y así la Divinidad: y lo único que subsiste es, la maldad de los sacerdotes católicos, queriendo en su intención sacrificar en todo instante a Jesús, según quieren que represente la misa.
Aun hay algo más grave que esto en la religión católica y es la obra del angélico Pío IX, en el dogma de la Inmaculada Concepción: examinémoslo jurídicamente.
Sentemos primero como principio irrebatible, que, la ley es una para toda la creación. Por tanto, para que el creador sea inmutable, establecida la ley que nadie niega y que todos quieran que no quieran, ven y palpan de siglo en siglo, en la eternidad, confiesa esa ley: que el creador no tiene parcialidad: que cada hombre es su hijo: que el progreso hace de los hombres, aquello que alcanza cada uno, por su grado de sabiduría.
Ahí está sintetizado el régimen del Universo, invariablemente y todo lo que los hombres no pueden monopolizar, como son los elementos, nos confirman: que esa ley única no tiene absolutamente ninguna excepción.
La ley de la procreación es invariable, como representación única, genuina y completa de la ley universal de la creación; y si un solo caso de excepción hubiera ocurrido como pretende Pío IX, el Creador era mutable, su ley variable, el universo una confusión y el hombre no estaba obligado al progreso y tendría razón de apedrear a su padre, parcial y comediante. ¿Queréis los cristianos y católicos que sea así vuestro Dios? Séalo; pero el Dios de las ciencias, el Dios del progreso, el Padre de todos los espíritus, no es ese: y los espíritus, libres y encarnados que trabajan como Jesús en la viña de su Padre, (que es el Universo todo, solidarizado) adoran al Creador inmutable en sus leyes, derivadas de la única y suprema de Amor, que no tiene ninguna Religión y menos la católica cristiana.
Confirmando el Universo por su estabilidad, esa inmutabilidad: no pudiendo tener excepción alguna y menos en la ley de la procreación, que de lleno representa la ley única de la creación; el sostener la Iglesia Católica, que María de Jericó, desposada con José el carpintero de Nazareth, concibió y parió un hijo sin la participación de su esposo: y, no pudiendo concebir mujer ninguna más que por obra de varón, ante toda ley divina y humana y ante toda conciencia recta, María, proclamada madre de Jesús fuera de esa ley es “adúltera”. Esto es lo que encierra el dogma de la Inmaculada, examinado a la luz plena de la razón; de cuya calumnia infame y cobarde, es responsable la Iglesia católica y cuantos confiesan sus doctrinas y comulgan en ella y es hora de decir y pedir, que se haga justicia rigurosa.
OBSERVACIÓN 3a
Vuelvo a repetir que no soy anarquista y sí “comunista con nueva ley y doctrina”: Ni
católico, ni cristiano, ni religioso de ninguna religión y sí, soy “espiritista”, pero no
espiritualista y fenomenista fantástico.
No tengo prejuicio de sociedad, de ciencia ni religión y no examino las cosas por la apariencia y en este juicio, no conozco a las partes litigantes personalmente y dudo que nunca los haya visto; lo que garantiza mi imparcialidad por los hombres y por las causas que defienden, por lo que dije al principio y repito aquí que, ni Dios levantará mis juicios. Acaso se me diga petulante, loco, orgulloso, o descabellado; pero la razón dirá, que nada de eso puede ser el que tiene a la razón por balanza y la justicia por tópico y proclama que, la ley es una y única y ataca las causas y salva los efectos que no se aferran a la causa, una vez declarada errónea. Yo hubiera deseado que los controversistas hubieran tenido este criterio en su polémica y no hubieran tocado para nada a ningún hombre, ni de la ciencia, ni de la religión y entonces, en vez de ser este juicio el “Primer rayo de luz”, habría sido el foco potente que hubiera fundido las escorias de todo lo pasado. No ha sido así y no es la culpa mía, sino del sistematicismo de los dos contrincantes y del escepticismo de uno y el misticismo del otro.
Cada uno de los dos contrincantes se ha convertido en policía literario del otro: y si Podestá descuida una fecha o persona, Montemayor denuncia la falta: y si Montemayor dice que “Buffon” es arrastrado en 1794, hace un monte como el Himalaya Podestá, de tan gran error; ¿y qué se puede decir de los errores católicos, de fechas y hechos, sólo referente a Jesús?
Puede ser, que los anarquistas rechacen este juicio. Estoy seguro, que los católicos pedirán que llueva fuego del cielo y abrase al autor del juicio. Pero unos y otros no harán más que confirmar mi juicio y ni las protestas de los unos, ni el rechazo de los otros me ha de conmover, porque juzgo a las causas por sus efectos y no juzgo a los efectos más que para el caso que se aferren a la causa: y aun no los juzgo, se juzgan ellos mismos y se sentencian irremediablemente al fin de su causa a la que voluntariamente se pegan y es justo que sufran lo que su causa sufra.
En las convicciones, hay siempre algo respetable y el convencido tendrá toda la fuerza que su razón le dé: pero si esa convicción nace por sólo la lectura de los textos, es fanático el convicto y no tiene derecho al respeto, porque no es convicto por la investigación propia: tiene derecho al respeto como hombre, pero no al de sabio, puesto que no es más que el mecánico de idea ajena: pero acaso la crítica y el juicio lo predisponga a pasar más allá de la lectura del texto y esto es lo que en verdad de verdad persigo en este juicio, que sin que lo sepan los polemistas ni sus partidos se les sigue y el mundo todo recibirá beneficio.
No estoy conforme, hasta ahora, con la forma como se tratan los contrincantes y estoy seguro que no habrá enmienda: y estoy también seguro, en que ya envuelven una tragedia los insultos personales, a lo que jamás debe llegar la discusión de los principios, que tampoco debe ser discusión, sino razonamiento.
No estoy conforme en modo alguno tampoco, con las ofensas de máximo calibre hechas al indefenso Moisés; pero me conformo menos con la nula defensa de los católicos, porque esto demuestra a las claras que hay pecado en ellos de haber adulterado a Moisés; de haber hecho mangas y capirotes a su antojo y conveniencia, de las doctrinas, de las antiguas y nuevas escrituras y consienten el ultraje al autor del decálogo, antes que romper el secreto del dogma: y esto es tanto más vituperable, cuanto injusto es apropiarse a Moisés que nada podía tener de católico y cristiano, como a Jesús, que en todas sus prédicas fue a destruir religiones. Acaso no les importa ni el uno ni el otro: como no les ha importado el profeta Elías que lo han quitado de la Biblia, tan sólo, seguramente, porque profetizó la renovación de la faz de la tierra que hoy se está operando y aquí es lo más peregrino, matan al pastor y se llevan las ovejas; desechan a Elías y existe bajo su nombre la orden del Carmelo y, ¿cómo esos hijos de Elías no reclaman por su padre?... Misterios de los Religión. ¿Y se extrañan, de que la ciencia hoy, establezca una ley para renovarla mañana? “La ciencia establece” leyes abiertas, jamás leyes cerradas o dogmáticas: y las leyes abiertas, quiere decir, que están siempre prontas a enriquecerse con un nuevo artículo que la misma ciencia, por la experiencia continuada encuentra en sus investigaciones; pero jamás la ciencia mata la ley que primero hiciera para dar el primer paso. Al contrario que la religión que condena al progreso, porque no lo puede resistir y quita de la Biblia a Elías, porque avergüenza a la Religión: ahora no defiende a Moisés, porque mata a la Religión: deja dudar de Jesús y quizás luego lo declare un mito, porque se prueba con la ciencia (y con la historia, sin “licencia de la autoridad eclesiástica”) que Jesús no es Divino: que no resucitó el tercer día ni al trescientos mil siglos como hombre, porque es contra la ley; ni subió a los cielos porque no existen y se lo pueden preguntar al P. Secchi, al abate Moreaux, a los que llamáis católicos y cristianos y, basta de observaciones, hasta esperar una contrarréplica de cada uno de los controversistas, a lo que me resigno.
Libro: El primer rayo de luz
Autor: Joaquín Trincado
%2014_30_25.png)


%2014_30_25.png)


