Sentimientos intelectuales
- EMEDELACU

- 16 oct 2023
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Los sentimientos intelectuales ya tienen mayor complicación por la extensión de fenómenos que abarca; para lo cual, basta decir que, tienen como estímulo insinuante la curiosidad.
1°. En efecto: es evidente que la curiosidad es la emoción fundamental del impulso intelectual; y sin la curiosidad nadie desea aprender ni saber nada en lo bueno ni en lo malo.
Pero como la curiosidad tiene gran conexión con los sentimientos estéticos, es imposible que haya un ser racional que no sea picado por la curiosidad.
La curiosidad nos da siempre las primeras formas del sentimiento intelectual y son estas la sorpresa, el asombro y la interrogación.
2°. La sorpresa de ver lo que no esperábamos, nos pone en el deseo de penetrar aquello que para entonces toma la imagen del misterio que hace nuestra ignorancia y nos incita a romperlo, despertando nuestra inteligencia que, al fin, rompe el misterio y viene el asombro.
3°. El asombro es como una estupefacción que nos deja admirados o confusos, creyendo y dudando de la realidad que vemos y no logramos explicarnos de momento por cualquier causa que sea; lo que provoca la interrogación.
4°. La interrogación no es siempre verdaderamente significante de ignorancia, porque precisamente el maestro interroga al discípulo; pero en los casos de duda, asombro o confusión sí, hay una incógnita que tratamos de eliminar.
De esas cuatro causas primeras, vienen varias derivadas que son de dos clases: Dinámica con carácter de estética y la estética que caracteriza el egoísmo. De cuyas dos formas, nacen y, mejor dicho, se muestran las formas Psico-sensorias y las de duda o indecisión, y así tenemos:
1ª. forma: Dinámica o estética en que, las investigaciones atraen como aventuras, experimentándose mayor placer en buscar la verdad, que en encontrarla. Es decir que, nuestro afán termina, al resolver la incógnita o romper el misterio.
2ª. forma: Estética o egoísta en que experimenta el placer de la sabiduría; que es análogo al de la fuerza física, o al de las riquezas, cuyo placer es a causa igual que el de la primera forma.
3ª. forma: Psico-sensorial que sigue este proceso siempre. En cuanto la energía impulsiva del sentimiento intelectual, se manifiesta principalmente bajo la forma de un proceso volitivo, se transforma en atención. Y la atención, hija de la curiosidad instintiva, abarca lo mismo los estímulos exteriores, que los estados internos y conscientes del sujeto.
Ahora bien: Un estímulo externo, no permanece bajo el dominio de los sentidos, sino por un acto individual que comienza por instinto o espontáneo, para acabar por ser reflexivo. Entonces se producen asociaciones sobre la imagen del objeto presente o real y las imágenes ausentes o archivadas en la memoria; no tardando en ser evocadas las emociones correlativas a las imágenes asociadas.
Si la emoción predominante de las producidas es desagradable o de repugnancia, la voluntad, desarrolla su poder represivo y suspende la acción reconcentradora de los sentidos tratando de huir del desagrado y repugnancia; es un instinto egoísta, pero es inteligente y es bueno bajo ese punto de vista. Si, por el contrario, la mayor emoción estimulada es agradable o despierta deseos, la fuerza impulsiva de la voluntad, aun se esfuerza tendiendo a aumentar la intensidad de la reconcentración.
Ambos casos son Psico-sensorios que juzgaremos buenos o malos, por el fruto, resultado.
4ª. forma: La duda o la indecisión. Siguiendo el mismo proceso buscando la incógnita interrogada, puede haber en el mismo momento partes comprensibles y partes incomprensibles, como también agradables o desagradables; pero son fenómenos internos o de conciencia
Se presentan dos ideas contradictorias simultáneamente en nuestra inteligencia, por ejemplo, la existencia y la no existencia de Dios. Científicamente, ninguna de las dos ha podido adquirir un carácter cierto por ciencia, aunque lo sea la primera por conciencia, pero no por conocimiento del Ente-Dios. Aquí el espíritu, reconcentra sobre las ideas el sentido íntimo, en concurrencia con los instintos, sentimientos, reflexiones y percepciones del alma y resultará la certeza completa o parcial, de una de ambas ideas, o sólo la duda equivalente a la indecisión; no puede haber voliciones, aunque haya procesos.
Pero si estando una idea bajo el dominio de la intención interna, sobreviene otra de distinta naturaleza y que convenga mejor a nuestros impulsos y facultades, el hombre se verá forzado a emplear una deliberación racional, para atender una de las ideas concurrentes y desechar la otra; ni más ni menos que, lo que se efectúa tratándose de los movimientos reflexivos.
La atención exige, además, como todo acto plenamente voluntario no sólo la capacidad de determinarse por estímulos o ideas, (lo cual constituye el Discernimiento) sino también el doble poder de elegir entre los motivos internos y el de realizar las determinaciones volitivas (lo que constituye la libertad).
“Pero ahora y aparte de motivos y obstáculos sobrevivientes que pueden desviar nuestra atención o interrumpirla, se ha demostrado que le son comunes todas las enfermedades de la voluntad, como la Abulia o sea la falta de correspondencia entre las determinaciones internas y su realización; la falta de poder represivo interno que limita racionalmente los impulsos; y los desequilibrios entre las energías impulsivas o represiones de la voluntad”.
“Cuando los estados Patológicos de la voluntad radican en la atención, ocurre frecuentemente que los instintos y sentimientos que espolean nuestra curiosidad son anulados por un desequilibrio entre la impulsión y la represión, ésta predomina o aquella se torna inestable; y el individuo herido moralmente por vicios depresivos adquiridos o por enfermedades hereditarias, se convierte en un dispéptico intelectual; y en pos de estos síntomas terribles sobreviene la parálisis reflexiva y la muerte del pensamiento”. Esto es lo que han sentado con carácter científico-filosófico. Pero ¿cómo se puede tomar la voluntad como causa o cuerpo, para que así pudiera caer en un estado patológico?
La voluntad, no es cuerpo; luego la patología nada puede tener que ver con la voluntad.
La voluntad es un resultado de los juicios del espíritu, el cual puede ser únicamente el que hace actos de voluntad y entonces, la voluntad, no puede ser enferma. Puede haber en el hombre la enfermedad de faltarle voluntad para todo, o ser débil en sus actos, pero esto, no podrá ser nunca enfermedad de la voluntad y aún menos ser patológica.
Hasta hoy, que los hombres sólo eran dúos no conociendo de su ser más que el cuerpo y el alma, se toleró atribuir las voliciones como actos de voluntad del alma. Pero hoy que le ponemos en primer término al espíritu, porque el progreso traído por él mismo, ya le formó el pedestal donde sentarse, no podemos ya permitir tales errores y se sienta en verdad que El espíritu lo es todo en el hombre y sin él, nada ha hecho ni puede hacer el hombre; y, por lo tanto, los actos de voluntad son del espíritu y no del alma, la que por añadidura ni aun tiene ley.
Así, pues; la voluntad, será más fuerte o más débil, perfecta o imperfecta, según la luz y progreso del espíritu, el que tendrá más o menos organizado su archivo del que ha de formar los juicios, a la par que tendrá su máquina cuerpo, en buenas o malas condiciones por infinitas causas y podrá hacer sus actos de voluntad, más o menos bien, según el estado de salud, física y moral.
Todo esto indica que, la voluntad, no puede adquirir enfermedades, porque ella no es causa sino efecto, pero efecto incorpóreo y tanto que, como el pensamiento, nadie lo mostrará más que en los efectos que él reproduce.
Aquí ha surgido una X, una incógnita que se encierra en esta pregunta.
Si la voluntad es incorpórea por lo cual no puede enfermarse, ¿cómo el espíritu siendo también incorpóreo puede enfermarse?
Vamos a contestar lacónicamente, para no entrar aquí en grandes metamorfosis. El espíritu no puede enfermarse ni se enferma jamás. Pero si se enferman los instintos de que se compone el alma que le sirve de cuerpo material; cuyo cuerpo (que han llamado Astral, Doble Etéreo y Periespíritu) le sirve por toda su eterna vida para poder encarnarse en cuerpos, con los que pueda realizar las obras de la eterna creación.
Como el espíritu por su ley, no puede desarmonizar en ese abigarrado y heterogéneo conjunto, tiene que amoldarse en todo momento a las circunstancias, tolerando a unos grupos de instintos y sujetando a otros y miles de veces no puede imponer su voluntad porque no puede prohibir, ni cohibir el saciamiento, que en algunos instintos dura larguísimos siglos, y aun muchas veces, se asimila el mismo espíritu en los instintos y es esa la causa del calificativo de demonios, que se ha dado a algunos espíritus, como el de ángeles, dado a los espíritus que han podido dominar el terrible enjambre de instintos, con lo cual han descubierto pronto su luz.
Por todo esto, decimos que, el espíritu no puede enfermarse físicamente, pero puede enfermar el mismo a un grupo de instintos, en este o aquel miembro de su cuerpo, lo que hará por odio a la vida, al trabajo, o por cumplimiento de un destino que debe purgar, con lo que a la vez declaramos que, este es el secreto de ciertas enfermedades incurables, entre ellas la falta o la demasiada voluntad.
Libro: Filosofía Austera Racional
Autor: Joaquín Trincado
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