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Joaquín Trincado

Pío IX infaliblemente falible

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 4 ene
  • 3 Min. de lectura

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Hemos tomado la primera figura organizadora del programa de la iglesia católica, echando a Dios de su asiento, porque estorbaba a su concupiscencia; vimos llegar y venir siguiendo los trabajos de sus anteriores, el famoso Hildebrando, (San Gregorio VII) y estamos ante el coloso Pío IX, imponiéndose a Dios declarándose ¡infalible!... Y da el golpe de escándalo declarando inmaculada la concepción de María, madre de Jesús hijo único de Dios…

 

Hubiérase dicho en el siglo tercero por Manuel I, o por Gregorio VII en el once, y dado al fanatismo e ignorancia y el poder omnímodo de los papas; hubiéranse recibido sin observación; pero era demasiado atrevimiento al que ni aun Hildebrando que en realidad fue infalible y absoluto en sus hechos, no se proclamó tal, ni se atrevió a sacar a María de la ley general de la naturaleza; pero hecho en pleno siglo XIX, “Siglo de las luces” y de la electricidad, es el colmo del descoco, de la soberbia y de la autocracia. 

 

Es cierto que protestaron muchos reyes y todos los librepensadores, pero no lo anularon como era el deber de los gobiernos.

 

Es cierto, que con esto se sentenció a muerte la iglesia católica, pero no era esa su intención. La intención era ahogar por última vez a los que pensaban y estudiaban; era volver a levantar los tablados para ver a las fieras despedazar a los hombres y rodear las hogueras para oler el aroma de los cuerpos quemados, lo que está probado en su famoso “Syllabus” que recopila todo lo absurdo de la iglesia que representa y la teocracia, más absurda aún, que el mismo absurdo.

 

Si rememoramos la vida juvenil de ese inflado papa por carambola y le vemos traidor en la masonería y a cuantas sociedades perteneció antes de ser clérigo y papa, tendremos el corolario de sus hechos.

 

 Ha sido el papa más soberbio que pisó el Vaticano y el más engreído de todos los papas y de todos los hombres; en su intención todo lo condenó; todo lo ató al carro de la iglesia y por su “Syllabus” y otras letras, nadie puede respirar sin permiso suyo.

 

Anunció, por una bula que oí varias veces leer que “el Anticristo había nacido y era necesario que donde quiera que se encontrara, todo cristiano, católico o no, lo aniquilase”; señaló las cosas que haría el anticristo y lo retrató como un demonio.

 

¿Lo habrán aniquilado? ¿Sería verdad que había venido ese hombre poderoso a salvar a la verdad? Si vino ¿qué hace que no acabó con esa iglesia infame y con todas las iglesias?. ¿Oh hombre amado; levanta tu voz, que te oiga yo y correré a abrazarte? ¿Traes la salvación de la verdad? ¿Vienes a redimir a la humanidad? Pues si tu no me contestas y alegras mi alma… ¡Ay, temo de mí mismo, porque me han borrado ya todos los caminos por los cuales quise buscar a Dios; al verdadero Dios!... Al Dios Amor.

 

He seguido paso a paso a la humanidad; lo he encontrado varias veces y mi alma se alegró; pero encontré siempre sacerdotes que lo echaron de su asiento y he llegado hasta el siglo de las luces en que ha sido borrado, por un Pío impío; por un mentecato que traicionó a sus compañeros como hombres y se proclamó infalible, igual a Dios; ¡Anticristo, óyeme si en la tierra estás! llegue a ti mi condenación de la iglesia católica y cristiana y con ella de todas las religiones, porque todas tienen sacerdotes perjuros y prevaricadores. (Habló a mi espíritu una voz, y me dijo: El Anticristo eres tú en representación).


Libro: Buscando a dios y asiento del dios amor

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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