Prefacio; Alfaqui Vademecum
- EMEDELACU

- 20 jun 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 25 ene

Prefacio
Estudiando el hombre o leyendo las doctrinas en su explicación, retiene en su archivo la esencia del estudio o lectura.
Pero obligarle al niño o al hombre a aprender de memoria, todos los volúmenes que la sabiduría necesita escribir para explicarse a las inteligencias, es un trabajo sin provecho y perjudicial, por lo costoso y pesado.
Mas es de necesidad que el hombre lo sepa todo y lo sabe, por la doctrina; pero no puede retener las palabras, ni conviene; porque el hombre debe tener su modo propio de explicarse, dentro de las leyes que estudia, pues así precisamente, se enriquecen los idiomas y se activa el pensamiento, y al fin, la exégesis, será la misma.
No es pues conveniente atar tan corto al niño ni al hombre obligándolo a repetir las palabras mismas de un estudio; lo que sí es necesario que el concepto sea el que en verdad y justicia corresponde a la doctrina, a la ciencia que se estudia y para eso, de la doctrina se hace un compendio en el que en unas líneas se resume la doctrina de un capítulo, como en las ciencias resumen todas ellas por una ley, unas letras o unos números que cuando sabemos su significado, por esos números o letras convencionales, desarrollamos toda la teoría de la ley o la ciencia.
Los maestros mismos, teniendo delante un texto que explican a los discípulos, no lo hacen todos con las mismas palabras: pero sí lo hacen con el mismo resultado, porque en tocando los fundamentos de la ley, todos se sujetan al mismo principio y las palabras habrán sido diferentes con el mismo significado.
El obligar al discípulo a que por rigurosa obligación, aprenda de memoria, letra a letra, toda una obra, es como si vosotros al recoger el trigo en el campo, cargáis con los haces enteros; en tanto que otros, tienen sobre el terreno una máquina trilladora y extraen el grano en poco bulto y están mucho más descansados; todos habéis hecho el mismo trabajo para segar, por lo que ya sólo os interesa el grano; pues la paja, no os pagará en su valor, el trabajo demasiado que os costó.
Preparar bien sí las inteligencias de los niños con la amplia explicación del texto y la lectura como instrucción y darles compendiado todo el estudio; la ley, los números, la esencia de la doctrina, que es el grano. Esto, les es fácil aprenderlo con descanso.
El compendio es provechoso, por la facilidad de retenerlo en la memoria, como sentencias de toda la sabiduría que tenemos en nuestro archivo y es un índice del mayor valor; porque tan pronto recordamos una sentencia, tras ella aparece, como llegada que le está, toda la filosofía o la ciencia que compendia; y una vez que el hombre ha estudiado o leído con atención una obra en los epígrafes de cada capítulo, recuerda todo el contenido y sabiduría que encierra.
¿A qué pues, sacrificar salud y hacer esfuerzos muchas veces inútiles en los niños y los hombres, en hacerles aprender libros enteros que son agradabilísimos a la lectura y la conferencia, pero desagradables y cansos hasta el hastío, cuando hay obligación mal entendida de aprenderlos de memoria?
Debo advertir aquí, lo que dije sobre esta facultad de “la memoria” en el “Conócete a tí mismo” y es que la mucha, memoria es causa de que hay vacíos en el alma y caben todos esos tratados largos; es señal cierta de que aquello, el individuo que lo puede grabar en su memoria, nunca lo supo; a éste, no necesitáis obligarlo; él se ve inclinado a aprenderlo y lo aprende con facilidad y sin cansancio a la simple lectura y lo recitará al pie de la letra; pero hará como el loro, repetir lo que se le ha enseñado; más no agregará nada nuevo, nada suyo en aquella existencia; pero en otra, ya aquello, no cabe en su memoria, porque ya está en su conciencia; y no dirá las mismas palabras del libro, pero dirá la esencia y dará sus conceptos, porque ya está arreglado en él y habrá sacado consecuencias en estado libre de espíritu; entonces lo sabe; estaba vacío de esos conocimientos; por eso los pudo aprender.
Pero entretanto que ese de buena memoria os puede hacer un discurso galano, encontraréis cien que no pueden aprender de memoria las letras pero recogen la esencia y dan seguras soluciones y en un párrafo contundente dirá más que el hombre de memoria en muchos capítulos y aun en un proverbio encerrará toda una ciencia, como está encerrada en cuyos números, o en unas letras, cuyo significado sabemos.
Sirva esta advertencia para su norma a todos los maestros encargados de la instrucción de las juventudes de la comuna y acostúmbrense a encerrar en una máxima, cada materia de estudio que ellos deben de explicar al niño y al hombre, y que aprovechen en la lectura y ejercicios prácticos, así en las ciencias, como en los oficios, cuyas bases las tenéis en el “Código” que debéis cumplir, más los reglamentos que los consejos darán, propuestas por los maestros encargados de la enseñanza; pues mi consejo es este: adquirir más práctica que teoría y preferir lo útil a lo agradable.
Una sola advertencia más os haré, y es que el nombre de espiritismo, no lo pronunciéis con ligereza, ni por cualquier cosa, sino con el respeto que merece todo el universo infinito, que en ese omnipotente nombre se representa; pero al pronunciar ¡Eloí!... jamás lo hagáis sin llevar vuestra mirada y pensamiento arriba y con la fruición del amor en el corazón y dulzura en las palabras y sea sólo para llamar y pedir y dar gracias a nuestro progenitor.
Libro: Alfaqui Vademecum
Autor: Joaquín Trincado
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