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Joaquín Trincado

Los sentimientos morales

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 23 oct 2023
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 23 nov 2023


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El sentido moral, no es como algunos filósofos lo han definido, una aptitud simple o intelectual, innata y perceptiva, que nos enseña a distinguir lo bueno de lo malo. El sentido moral es el resultado de una revolución Psicológica y cuyos factores son intelectuales, emocionales y volitivos.


La conducta, está constituida por acciones, y son éstas las que llegan a señalar la tendencia de la moralidad. Esta podrá ser inherente a la naturaleza humana y concorde con su destino, pero su verdadero rumbo marcado en el sentido moral sólo puede ser conocido mediante la experiencia. El horizonte del marino, tiene el punto del derrotero confundido entre los millares horizontes de la circunferencia que sirve de límite a la vista, pero la experiencia humana ha marcado el rumbo a la bitácora de la embarcación.


De lo expuesto se deduce que debemos continuar el análisis de las acciones humanas, cuyos caracteres físicos, biológicos, Psicológicos y sociológicos hemos examinado en el párrafo anterior, pero a continuación de que seamos buenos analistas y no ocupemos más tiempo en el análisis que lo que duran los fenómenos, porque entonces nos pasará como aquel mal músico enamorado, que queriendo dar una serenata a su amada, pasó toda la noche templando su violín, sorprendiéndole la salida del sol sin dar la serenata.


Un acto como este es el que han hecho hasta hoy los melindrosos analistas, que no se habían analizado a ellos y por esto no han analizado nada más que la forma de envolver la moral severa, con una moral figurada externa e hipócrita.


En las pasiones momentáneas hemos expuesto que todo acto humano, es el resultado de un proceso Psicológico, en el que intervienen impulsos, instintos, sentimientos y pasiones, más o menos subordinados al discernimiento, que en su lugar veremos lo que es éste y el papel que le está confiado.


Los instintos y las pasiones, revisten caracteres que impiden su concurso directo en la formación del sentido moral; el impulso instintivo de naturaleza inconsciente, no puede confundirse en el razonamiento intelectual, para regir la conducta humana. La pasión que por su energía y persistencia necesita a menudo ser reprimida, tampoco podría entrar como regulador del sentido moral.


Quedan los sentimientos entre los cuales debemos elegir por este orden: los más permanentes, los que, por su formación, más se asemejan al sentido moral, los que se explican únicamente en la vida social del individuo; para cuya elección nos valdremos de los conocimientos de la Psicología. Estos sentimientos son los que hemos enumerado con el nombre de sociales subdivididos en ego-altruistas, altruistas y morales.


Si se recuerda que estas tres clases de sentimientos sociales, son formados por la evolución de los instintos, entrando siempre en ellos los egoístas, queda explicado el tránsito indicado por Spencer, de la moral egoísta, a la ego-altruista y de ésta a la altruista social.


De todo lo expuesto se colige que podemos llamar sentimientos morales simples y fundamentales estos seis.


1° La vanidad, cuyos componentes son: el amor propio, en su forma positiva y exaltativa; la simpatía que contrapesa al interior haciéndole dejar un sobrante y el juego que gasta ese sobrante es ostentación y deseo del aplauso.


2° El pudor, cuyos elementos componentes son el amor propio también, pero en su forma negativa o depresión, y la simpatía que lo refuerza, reflejando una reprobación imaginaria.


3° La circunspección, llamada también prudencia y que puede ser o derivada del terror modificado por el amor propio, o por la reflexión o por alguno de los demás impulsos.


4° La benevolencia. Forma positiva del altruismo y cuyos impulsos elementales son la simpatía con sus emociones tiernas e imitativas, que nos hacen aproximar a nuestros semejantes, iniciándonos en esa atracción desde el hogar, mediante los afectos filiales y fraternales, y el juego o tendencia al gasto de la actividad sobrante en ejercicio que, proporcionando goces elevados, cuando es beneficioso al prójimo, no tarda en convertirse en habitual.


La explicación precedente, que es la Psicológica, demuestra la razón de los filósofos utilitarios, que hacen de los sentimientos altruistas formas disimuladas del egoísmo. “Hay placer en hacer bien a los demás” con prescindencia y sin cálculos de los provechos futuros en nuestro beneficio. Prueba de ello es la ignorancia en la ingratitud, compañera frecuente de la beneficencia.


5° La compasión. Sentimiento gemelo de la benevolencia, sin otra modificación que la producida por el reflejo de asimilación de los sufrimientos ajenos, Schopenhauer reputa fundamental este sentido, sin atender a su verdadero origen Psicológico y tomando en cuenta únicamente el dolor que es un fenómeno positivo y tiene razón.


6° La justicia, forma negativa del altruismo y cuya evolución ha recorrido varias etapas, como sigue:


a) Se ha manifestado primeramente (como hoy mismo entre algunos pueblos salvajes), el instinto ofensivo de la cólera, como una reacción contra el ataque brutal. La venganza es la consecuencia de la agresión.


b) Después, el instinto vengativo, es diferido, sometiéndose a la reflexión y dando paso a la fórmula del Talión: venganza análoga a la agresión; es decir, de efectos semejantes: “ojo por ojo y diente por diente”, es una fórmula cruel, pero que limita a la equivalencia la venganza del damnificado. Hoy ya no es necesaria esa fórmula que se imponía en tiempos bárbaros, pero se suele reproducir en Norte América frecuentemente, ya que la autorizó la ley de Lynch.


c) La formación de núcleos sociales hizo atenuar tales prácticas, en obsequio a la comunidad, formándose los primeros tribunales, que sustituyeron la venganza por la composición que compensaba el agravio con una suma de dinero equivalente. Lo que no podría en ningún caso ser justo, porque la vida, la dignidad y la fama no tienen precio.


d) La cohesión creciente de las agrupaciones sociales, convirtió el arbitraje accidental y destituido de sensación, en un arbitraje permanente, garantido por la comunidad y ejercido por un jefe, por la aristocracia o por las asambleas del pueblo. Se conserva el principio de la proporcionalidad; pero la compensación es obligatoria y puede ser impuesta por la fuerza.


e) Finalmente, el sentimiento de justicia, desarrollado históricamente, como lo dejamos expuesto comprobaba su carácter de tendencia inherente a la moralidad humana, salvando los límites de las fronteras y haciéndose universal. Esta es la única cosa que hasta hoy es ley universal verdaderamente plebiscitaria; de aquí su fuerza.


En los anales del foro Romano, hay una estupefacción demostrada por los tribunos, cuando ha llegado a aquellos tribunales un proceso por parricidio, cosa no legislada porque “no cabía en la cabeza de los legisladores tamaño delito” pero después se observa que, en las persecuciones Romanas, hubo muchos hijos que denunciaron a sus padres y no hubo un solo padre que denunciara un hijo.


En el vergonzoso siglo de las hogueras de la inquisición en España, hay algunas acusaciones de padres e hijos y de esposos a esposas, pero hay muchísimas de hijos a padres y de hermanos a hermanos; más no podemos juzgar a los acusadores como culpables, aunque sí como responsables que admite la atenuante de una influencia extraña, que ponía a todos los individuos bajo un estado Psicológico lamentable por el terror y el fanatismo religioso impuesto a costa de millones de crímenes.


En muchos otros países y en tierras aun salvajes, se aplica la pena del Talión matando al matador y robando al ladrón; lo que es injusto, por cuanto no es posible hacer las cosas repetidas o reconstruidas, como fueron ejecutadas por el delincuente.


Por fin, en la demasiado cantada Grecia, se despreciaba a los que ellos querían llamar bárbaros, no reconociéndoles el derecho de justicia. Y Roma consideraba a los extranjeros como sus enemigos.


Hemos asentado estos casos universales, para que ejercitéis la inteligencia y hagáis juicios sobre la historia de la justicia que aún no ha sido juzgada porque hasta ahora el pueblo no ha ejercido y menos posesionándose de su usurpada soberanía; es verdad que tampoco ha tenido la cantidad de moral necesaria, pero no es menos verdad que sólo vio en sus educadores y legisladores ejemplos de inmoralidad, tanta que la baja moral del pueblo, es muy superior a la de sus mandatarios y educadores y se prueba con sólo dos hechos grandes:


1°, que el pueblo tiene seis hijos por uno los plutócratas;


2°, que en las revoluciones, el pueblo respeta más que lo que él fue respetado, aun con su baja moral.


Libro: Filosofía Austera Racional, Quinta Parte.

Autor: Joaquín Trincado


 
 
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