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Joaquín Trincado

Los hombres en el primer grado de la sabiduría

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 27 jul 2023
  • 3 Min. de lectura


726. Cuando los hombres se han civilizado según los números 705 y siguientes del capítulo anterior, estarán en el primer grado de sabiduría y son estudiantes a sabios y de sabios pasarán a Maestros.


727. Cuando la sabiduría es el aula abierta por la ley de amor, que se establece con el credo Espiritismo en los mundos desde su Liquidación, (como en la tierra sucede ahora) no quedan ignorantes; quedan menos sabios; pero hay sabios para instructores y maestros para los sabios, a cuyo grado de maestros, todos han de llegar en el día largo del Amor.


728. La sabiduría es infinita; más la sabiduría necesaria para graduarse de maestro, es la que representan las preguntas del capítulo 21 con la iniciación de la Ley de Amor, la que da la omnipotencia al maestro, (que aun llega a ser omnímoda) porque obrando la ley del Creador, hace un mandato del omnímodo único, el que por ley, pone su sello a la obra del Maestro y esto es en realidad de verdad, ser omnímodo en su Padre.


729. Si de estas alturas descendemos a la mentida sabiduría que el hombre canta en la tierra, ¿no es verdad que es un insulto a la sabiduría? ¿No es verdad que no hay más civilización que la de los monstruos de guerra y las fábricas de aparatos higiénicos y preservativos, que han aminorado la población desde diez mil millones de seres conscientes y bellos, a un mil seiscientos millones, ciegos, ruines y antropófagos? ¿Dónde está pues la sabiduría? ¿Dónde la civilización? ¿Dónde la ilustración ni la educación y apenas la urbanidad y ésta, hipócrita y de fantasía?


730. Sin embargo, está la civilización y la sabiduría en la tierra, porque sin ella, no podrían existir los progresos máximos materiales que tiene, aun que malversadamente se emplean sólo para la destrucción de la humanidad. ¿Quién tiene pues esa civilización y la sabiduría? La tiene el espíritu del hombre, el que no muere ni para su acción y movimiento un solo instante y es el que idealiza y produce la imagen de la civilización y sabiduría, cumpliendo su deber de ley, aunque sabe, que los estultos, los ciegos, los retrasados, los influenciados, los prejuiciados, los que usan las tres cosas del zapatero, lo han de enlodar todo, oscureciéndolo y embadurnado lo han de aplicar a la destrucción de los cuerpos, únicos que no son responsables de nada, porque sólo son efecto de la causa responsable: el espíritu.


731. Mas llegado el momento de la sabiduría en el día del amor, como éste es fuego, calienta con la intensidad debida y matemática, esa masa opaca y pegajosa que canta el zapatero, y que los loros estultos pegaron al foco luminoso del progreso y se derrite, cayéndoles encima a los mismos embadurnadores, que se empeñan en estar al pie del foco y al fin se han hecho con esa misma masa informe y pegajosa, una bola que sale rodando hasta donde la gravedad la detenga en un mundo que estará en las condiciones de la civilización que tienen: es cuestión de la metamórfosis continuada y eterna y aquellas bolas, quieran y no, rodarán cuanto quieran, pero serán Maestros de otros menos sabios y brillarán cada uno más que un sol y que muchos soles juntos, cuando se decidirán a ser sabios.


732. La sabiduría es infinita y en cada mundo tiene un límite máximo y relativo en la posesión del Amor fraternal; pero es una cadena sin fin y cada mundo es un grado de la sabiduría y un eslabón de la cadena, en la que todos se enlazan y empieza el uno antes de acabar el otro y no se puede romper; en cambio, se pulimenta cada vez más y sus escorias y orín, son esas bolas que ruedan envueltas en la misma basura que ellos crearon para empañar la luz y oxidar el eslabón a que pertenecían.


733. Esas bolas, esos malversores, son los residuos lanzados por el corto circuito del encuentro de los dos polos, en una resistencia mal equilibrada; pero si se han deformado, no han retardado, porque llevan el material, temple y calor recibido del chispazo; y como sabemos que nada se pierde en el universo, con su propio calor, en el montón que nuevamente forman por su afinidad, se fundirán de nuevo y producirán gases metamorfoseados y todo ello es gérmenes de vida, aunque sean putrefactos. He aquí lo que constituye el primer grado de sabiduría, la que no se puede alcanzar más que en la fruición del amor; pero para su comprensión es necesario estar en la paz, en la libertad y la justicia, porque sólo así se puede ver la gran ley de los afines que nos enseña la plena luz.


Libro: Los extremos se tocan

Autor: Joaquín Trincado


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