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Joaquín Trincado

Instintos violentos (Alimentividad)

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 16 oct 2023
  • 2 Min. de lectura

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No es que sea menos violento el instinto de la conservación que el de la alimentividad, sino que aquél tiene sus frenos en los cargos del Patriarcado y Matriarcado, que quieran que no, los hombres preconciben esa tremenda carga que les acarrea la fusión del hombre y la mujer.


Pero los instintos de la alimentividad, sobre todo provocados por las necesidades irresistibles e impostergables del hambre y la sed, pone a todo ser dispuesto a jugarse la vida y honor por satisfacer el pedido riguroso de su caldera vital: el estómago.


Por millones de millones tenemos las causas y procesos judiciales de delitos cometidos por esas necesidades, que jamás debieron conocer los hombres, y no las hubieran conocido sino hubieran creado la propiedad individual; pero para que ésta no hubiera nacido era necesario que no hubieran existido religiones, porque entonces el parasitismo y los acaparadores no podían nacer.


Mas el grado de violencia de estos dos instintos en un solo caso, nos lo retrata en su desnudez Emilio Zola, en su “Germinal”. En su relato nos hace ver la pasión con que ama un joven a una niña. Nos pone en conocimiento de las luchas sostenidas para una alimentación deficientísima, hasta llegar al robo, a la trampa y al asesinato.


Nos hace asistir a una horrorosa catástrofe en el fondo de una mina, donde se encuentra aquel apasionado luchando con una muerte espantosa, en las negruras de la mina inundada y en ese estado, topa con la niña, que también había quedado sepultada.


Desde ese encuentro comparte con la niña su escasísimo alimento, viéndose precisados a comer astillas y correas, si encontraban a tientas, en sus correrías por las obscuras galerías que el agua iba invadiendo.


Han resistido días y más días en esa crítica situación y respeta el honor de la niña, hasta que perdida toda esperanza de ver la luz del sol de nuevo y viéndose morir de inanición y de angustia, por la suerte de la niña, le declara su amor y se abrazan y funden sus almas, entre el espasmo de la muerte, engendrando una vida.


Ha expirado el padre y queda en los brazos de la madre, en el momento que han roto la pared de la galería, salvando a la joven, que exige primero sacar el cadáver del padre del ser que se había sentado en sus entrañas, en circunstancias tan insólitas.


Grandes profundidades de la sabiduría encierran este caso, escrito novelescamente, pero que encierra toda la metafísica de la creación, a la par que retrata los instintos violentos del ser humano, para cuyo estudio lo he puesto.


Pero ya veis, con titular de violentos, los instintos de la alimentividad, resulta más violento el de la procreación; pero éste es de necesidad primaria y el de alimentividad, secundaria; éste no tiene freno; aquél, sí; que además del cargo grave de patriarcado que lleva aparejado, está el amor y el respeto que le es el freno suave, como lo veis demostrado en ese pasaje que nos dejó “el excomulgado Emilio Zola”.


Libro: Filosofía Austera Racional

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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