Estudio de los hechos en particular
- EMEDELACU

- 5 mar
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El estudio de los hechos en general, es fácil para todos los hombres; mas no es fácil el de un hecho en particular, porque en la singularidad va envuelta una personalidad y es necesario medir justamente los hechos, los medios, las facultades y las circunstancias, atomizando hasta lo microscópico, todo lo que se refiere al hecho, así material, corporal, moral y espiritualmente, pues en el juicio, debe recaer una sentencia que justifique o corrija al individuo; y si en vez de darle un aplauso que lo anime a ir más allá, por la mala justificación le dais una mala corrección, lo invalidáis y cometéis injusticia.
Mas, aunque los hechos requieran corrección por justicia, si dais la corrección (que al fin es castigo) y no dais los medios en amor para corregirse el hombre, no hacéis obra de justicia; pues si la justicia no va precedida y procedida del amor, a pesar de ser justicia, será injusticia; y no por la justicia, sino por vuestra falta de amor.
Os recordaré una sentencia del apóstol Santiago, en sus cartas de justicia que hace al caso y encierra toda la filosofía necesaria: “si a vosotros llega vuestro hermano, decía, estando hambriento y frío y le dijerais “Dios te ayude” mas no le dierais lo necesario a quitarse el hambre y el frío ¿de qué le aprovechará vuestro consejo? Mas dadle el consejo y los medios y haréis buena obra”.
Ya veis cómo en todos los tiempos se le han dado al mundo las enseñanzas de sabiduría, justicia y amor. Pero la maldad, el egoísmo, el yo personalísimo de los hombres, ha cometido la injusticia de juzgar, el mayor, al menor (aparentemente) y las apariencias engañan a los sentidos; los sentidos mal educados, engañan a la conciencia, que por esas causas está adormecida o anestesiada y así, al juzgar los hechos individuales, se comete injusticia.
Lo primero que hay que tener en cuenta para juzgar los hechos en particular es, la capacidad y posición que existe, entre el hecho y el actor; y si la capacidad del hecho es superior a la del actor, el actor, ha cometido imprudencia y temeridad; si la capacidad del actor es igual o superior a la del hecho y éste resultó defectuoso o incompleto, hubo en el actor, imprevisión o negligencia; pero aquí aún no se puede sentenciar por las apariencias; es necesario, (cuando ya estamos ciertos que el actor es capaz) saber las condiciones en que se encontraba, moral, psíquica y corporalmente; y si éstas eran buenas, entonces, aún no hemos llegado al caso competente para juzgar y sentenciar en justicia, pues tenemos que saber, si todas las partes que concurren al hecho material o espiritual, también estaban todas en condición de producir perfecto el hecho; y sólo cuando estamos ciertos de que todas las partes del hecho y del actor están en su plenitud de acción, entonces será responsable el actor, de negligencia o imprevisión.
Podéis corregirlo en amor dándole más luces, diciéndole: por esto, o por aquello, no se produjo el hecho y debes hacerlo de nuevo hasta que lo des por terminado y producido.
Mas no olvidar y tened presente que los hechos, jamás se producen perfectos en la primera vez que el espíritu los intenta; la causa es, que se crea una forma que no existía, pero que es forma ya, aunque sea muy rudimentaria, después de hecha la primera vez; luego, al repetirse, va cada vez adquiriendo belleza y perfección; y si el hecho que registráis y juzgáis no se había producido nunca, por muy mal hecho que resultase, merecería aplauso, ánimo y ayuda el actor del hecho imperfecto.
¿Acaso el hombrecillo de 50 centímetros, era lo que es el hombre del día séptimo, aunque aquel tenía el organismo, alma y espíritu del bello y sabio de hoy? La imagen es la misma y el hecho igual; pero aquel era el embrión del bello y sabio de hoy.
La física, la química, la ingeniería, la arquitectura, ¿fueron lo que son hoy, cuando nacieron? Aquello fue el embrión de la perfección y aún perfectible de hoy. La ley que dio Shet hace 57 siglos, (que es el Veda) aunque tiene el mismo principio, ¿es igual a la que hoy da esta Escuela que dicen, del Anticristo?... Pues sin aquella ley, no habría podido dar la de Confucio; sin el Confucio, no habría podido dar los fundamentos del Sinaí; sin la ley del Sinaí, no habría podido dar los axiomas de Sócrates; sin todo eso, no habrían podido predicar la ley de amor y libertad Jesús y Juan; y sin estos, no habría llegado hoy el espiritismo y el Anticristo, reduciéndolo todo a una sola ley de amor, a un solo credo y a un solo Dios que deja de ser Dios porque no encuadra en la sabiduría y sólo es Eloí en el infinito, el que llena la total aspiración del espíritu su hijo. ¿Por qué todas estas evoluciones? Porque de grado a grado, de escalón a escalón, hay una distancia marcada; ésta es la que hay que medir en cada hecho, para bien juzgar de los hechos en particular.
Tomemos algunos ejemplos prácticos, que nos sirvan de norma al estudio de los hechos en particular: sea el primero la construcción de un edificio el que sin tener en cuenta la distribución de él, el ingeniero no puede calcular matemáticamente su costo y su estabilidad y la requiere del que encarga el edificio.
Entonces levanta el plano divisorio y de altura y calcula el peso de los materiales y lo que el edificio ha de soportar al ser habilitado para lo que se le destina y entonces entrará a medir la resistencia de la tirantería, de los puentes, arcos, columnas y muros, porque ya tiene el máximum de peso que ha de soportar; ahora le queda la parte más delicada; la cimentación; porque sabe que si cimenta en falso, la obra caerá y excava hasta encontrar un terreno firme y allí fundamentada su obra la levanta en perfecta plomada y nivel; llegáis vosotros y os cercioráis que es así; pero he aquí que la obra se resquebraja y aun se hunde una parte y se increpa al ingeniero. ¿Es justo eso? Examinad los planos; ved si la cimentación está en ley; si las resistencias de los soportes son de ley; y si esto está bien. ¿Qué ha pasado que la obra se cayó? ¿Por qué se resquebrajó o bajó de su nivel? Aquí, las apariencias engañan. El ingeniero y todos, encontraron el terreno firme por su composición geológica para la cimentación y en ley cimentaron; pero he aquí que a poca distancia del cimiento había una corriente de agua subterránea o una caverna natural; o debajo de aquella capa geológica arcillosa, había otra más blanda y al peso cedió y cayó el edificio. ¿Es responsable el ingeniero? Si esto nunca le pasó, no es responsable; si alguna otra vez le ha pasado a él u otros y lo sabe (sobre esa misma población) sí es responsable de imprevisión, porque no debió fiarse de las apariencias; porque debió calar aquella capa dura y hubiera podido encontrar la necesidad de pilotear y emparrillar el cimiento: esta previsión, le habría dado placeres en vez de disgustos, mortificaciones y pérdidas; aquí, con todo ese caudal de conocimientos, se le puede corregir al hombre y exigirle que levante su obra, para que no se le caiga otra vez y será previsor.
Mas si ese incidente no le pasó ni conoce que a otro le pasará, la advertencia le será saludable, pero el castigo será injusto.
Lo que hay de inevitable en todas las cosas es, una oposición por parte de la materia a sujetarse a las leyes de la ciencia, porque en todos los casos existen las dos fuerzas conocidas: centrípeta y centrífuga, que las palpamos; pero no vemos la fuerza central que origina las dos por su magnetismo. Esta fuerza central, desconocida hasta que la experiencia nos lleva a hacer la ciencia o ley, nos la da a conocer por sus esfuerzos centrípetos y centrífugos la otra originaria, que debemos conocer. Entonces nos es fácil la formación de cuerpos y formas perfectos, porque tienen su base indeclinable en la primera forma original o embrionaria, que es la misma, pero llevada a la perfección, porque por la ley de la ciencia hemos sujetado el principio originario, o sea la fuerza magnética o central, sin la cual no estarían presentes las otras dos fuerzas.
Mas hay aquí, ahora, planteada, una cuestión en absoluto desconocida de los hombres y de aquí todos los trastornos y peripecias en las artes, industrias y ciencias y es: ¿Qué es esa fuerza central?
Aunque los hombres dicen que es magnetismo, no saben lo que es magnetismo, si bien dicen que es "la acción de corrientes eléctricas"; pero como no saben lo que es la "electricidad", es todo un juego de palabras hipotéticas que los encierra en un estrecho círculo en el que se asfixian y, la causa no es más que el desconocimiento de la vida que no puede existir sin el espíritu.
Lo diré pues sin formulismos enfáticos, porque los axiomas no necesitan la retórica de las hipótesis; la verdad no necesita adornos; se presenta desnuda, para verla sin la hoja que le ponen a Eva, por la que resultó mistificada.
Esa fuerza central que origina las dos fuerzas, centrípeta y centrífuga y que bien han dicho los hombres que es magnetismo formado por la acción de corrientes eléctricas, no es otra cosa que el principio universal de la vida eterna y continuada.
Este principio universal, es nada menos que el mismo Creador que todo lo domina y en todo está latente y palpable, para la sabiduría; y sólo no lo palpa y ve la ignorancia que se envuelve en la fuerza centrífuga y que al fin, quiera y no, es dominada por la fuerza centrípeta y retenida por esa otra desconocida fuerza central, magnetismo, que origina las líneas de fuerza que obran al exterior y que después de ejecutado su trabajo, vuelven otra vez a su centro, para volver a salir y así es eternamente en lo móvil y lo estático. Pero el hombre, no puede comprender al Creador y esas mismas fuerzas le incitan y le impelen con su resistencia a que lo comprenda, lo palpe y vea a lo que no se puede resistir, porque dentro del hombre está la misma fuerza central que en los objetos magnéticos busca y se atrae, como moléculas homogéneas que son y, al fin de escarmientos, ceden en el hombre las otras dos fuerzas centrípeta-alma y centrífuga-cuerpo y caen del burro de su ignorancia y se ven montadas, elevadas y alimentadas por esa fuerza central; su espíritu.
He ahí todo el secreto del magnetismo, único y no dos, y menos tres, aunque lo estudiéis en el imán, en la tosca piedra, en los animales y en el hombre, solo y en todo encontraréis la causa del magnetismo, en el espíritu: y como el espíritu es consubstancial del Creador, por lo tanto, el magnetismo es el mismo Creador, aunque lo observáis en el hombre, en la piedra y en la moderna dínamo y, sólo será el espíritu; que aunque lo veáis (aparentemente) diferir de uno a otro ser, sólo hay por causa, el grado de progreso del ser, tierra u hombre, en que el espíritu se encierra; ese es el magnetismo; esa es la fuerza central que origina las otras dos fuerzas y, no hay otra fuerza, ni otro magnetismo, que la fuerza espiritual.
Lo que hay es que, la materia, (aun la del cuerpo y alma del hombre) vive del magnetismo universal general o principio de vida etéreo, que es la vibración constante del Creador y es el espíritu universal o pensamiento eterno del creador; en tanto que, el espíritu (llamémosle impropiamente humano) es la voluntad del Creador, la acción y la vida demostrada.
Y como nuestra voluntad es la causa de los hechos y no lo es el pensamiento, así el espíritu universal, es el pensamiento del Creador, eterno como él. Pero, el pensamiento no hace las obras; requiere para hacerlas la voluntad y por esto el espíritu del hombre es la voluntad del Creador.
Ahí tenéis la diferencia existente en todas las cosas y lo que es esa fuerza central a la que llaman magnetismo, que tiene la ley del menos (pensamiento) que lo hemos de sujetar a la ley del más (voluntad) que es del espíritu, porque es el del Creador.
Mas no es posible, diréis, tener voluntad, sin antes no hubo pensamiento; nunca me podríais dar una razón mejor, ni un fundamento más fuerte para confirmar todo lo dicho, puesto que, como sin pensamiento no se puede tener voluntad y es necesario que el pensamiento sea primero, así es necesario que el espíritu voluntad del Creador, encuentre antes la materia vibrante, éter o vida universal, pensamiento del Creador, que es el magnetismo de todas las cosas, cada una en su grado y que entre todas son el magnetismo o influencia de la única vibración universal constante y eterna, que el espíritu encuentra en todas partes como eterno pensamiento, para poder ser él voluntad creativa de formas y vida. Únase, pues, el pensamiento y la voluntad para todos los hechos del espíritu, único que puede demostrar la vida animada porque, él es la vida única como consubstancial que es del Creador.
Sentamos pues, que esa fuerza central originaria de las fuerzas centrífugas que nos demuestran la vida en las formas y el movimiento, cuya fuerza central llamáis magnetismo, es el espíritu universal, pensamiento del Padre; y que, el espíritu del hombre, (porque fue individualizado siendo consubstancial con el Creador), es la misma voluntad del Creador y por esto es la ley del más o dominadora de la ley del menos, que la sujeta a la vida demostrativa.
Sentamos, por lo mismo que, el pensamiento es antes que la voluntad, porque sin ésta, no llegaría a adquirir forma y ley; lo mismo que sin el arte, no existiría la ciencia; pero que, unido el arte a la ciencia, establecen el progreso en donde se confunden ciencia y arte; así, pensamiento y voluntad, unen el más y el menos, materia y espíritu y se demuestra la vida en irrompible maridaje, una vez que el pensamiento se rindió a la voluntad, a la que él mismo concibe para tener en ella la vida demostrativa, que por sí sólo, al pensamiento no le era dado tener, porque el pensamiento sólo lleva impreso el deseo de ser y la voluntad es el ser.
Ya tenéis el secreto de ese magnetismo que tanto rompió la cabeza de los hombres, por no atreverse a entrar en la realidad de la vida, porque se contentaban con ser dúos porque, no querían pasar de ser los míseros monos u otros animalejos que no podrán jamás ser hombres, porque tienen que ser animales aunque lleguen a formar parte del alma del hombre, como lo será toda la materia que hoy palpamos; y toda la niebla, trastornos y peripecias de la vida de las ciencias y sus vacíos, desaparecen y se llenan "dando al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" o sea, dándole a la materia lo que suyo es y al espíritu lo que le pertenece, que es la vida demostrativa; los hechos de la voluntad iniciada en el pensamiento y que entre las dos forman esas corrientes eléctricas, ese flujo y reflujo, cuyo es ese magnetismo de las fuerzas centrípeta y centrífuga.
Con esto y saber medir las distancias de un grado a otro del progreso, de un estado a otro de la materia y del espíritu, ¿qué puede haber oculto al hombre? Sólo una cosa; lo que entre todos no podemos saber: el Ser del Creador. Pero en todas las criaturas puede el hombre juzgar y comprender inequívocamente con su pensamiento y voluntad, porque querer es poder.
Toquemos ahora un punto interesante de la ciencia más moderna que se tiene y no se comprende, a pesar de su alta explotación: la electricidad.
Todo el que estudia en ella, acaba por decir que es fluido; pero no sabe más. No sabe de qué proviene, ni los fenómenos que se operan en el dínamo o pila; y, sin embargo, no hay más que un paso, muy corto, pero muy trascendental y por esto no lo dan.
Este paso muy corto y trascendental es que, la electricidad, la estudian lo mismo que el alma; sólo por lo material y con grandes prejuicios sociales, científicos y religiosos; y la electricidad, (ya lo dije) es "fuerza omnipotente y madre de todo lo creado", sin la cual no existirían las formas y cuerpos de la vida demostrativa, porque es el alma universal; es el perispermo de la materia y el Periespíritu de los espíritus y así es el alma humana, porque es la vibración constante del Creador, su pensamiento, el magnetismo o fuerza central, de todas las cosas.
Ya dijeron los hombres que "la electricidad producía el magnetismo" por sus experiencias y han visto que no todos los minerales se hermanan ni en la pila, ni en el dínamo; y si de aquí partieran por el camino recto espiritualizando los principios derivados del estudio material, hubieran podido llegar a ver coyundados lo material y lo etéreo; pero cuando llegaron a este umbral, se espantaron, porque iban a descubrir también, que el alma del hombre era el mismo elemento etéreo que combina las fuerzas desarrolladas en el cuerpo del hombre y en el dínamo o en la pila; el hombre no quiso pasar del alma, por miedo a descubrir el espíritu.
Sólo un Crookes se atrevió a salir un poco y sus resultados fueron innegables, pero rebatidos irracionalmente, aunque fue prudente en denominar lo que descubrió materia radiante o pantógeno, por comparar su descubrimiento a algo material, para que aún no se asustasen los materialistas, que lo combatían. Mas la iglesia católica predicaba, "que esos inventos de la electricidad eran del demonio"; y esta declaración de esa iglesia, debía haber servido de mucho a los hombres, si ellos no estuvieran prejuiciados y debían saber que, también el demonio es espíritu, aunque según la iglesia fuese "espíritu infernal". No vieron nada de esto, porque como he dicho muchas veces, el prejuicio gravita terrible y es un rodillo aplastador sobre las conciencias. Pues bien, la aparición de la electricidad en los mundos, es decir, el dominio del magnetismo, es la aurora de la unión de las dos potencias, materia y espíritu, reinando el espíritu que se descubre cual es; juez, fuerza, potencia y sabiduría, por lo que se crea un nuevo cuerpo el más complicado y sencillo a la vez, el dínamo, que sirve de alma o resistencia entre la potencia materia y la potencia éter o espíritu, sin cuyo soplo, el dínamo, daría vueltas sobre su eje, pero no produciría las corrientes que sus escobillas extraen y mandan por sus conductores.
Toda la ciencia eléctrica os probaría esta verdad, sin el prejuicio preconcebido; y, sobre todo, si fuera posible encerrar el dínamo en el vacío absoluto y ponerla en movimiento absolutamente aislada del éter, veríais que nada produciría y sería la prueba concluyente de que produce corrientes, por la unión del más y el menos: materia y éter.
Es esa la última extracción que se le puede hacer a la tierra; pero es por causa del magnetismo remanente que le queda a cada molécula de su principio generador, tomado para su vida en el éter; de ahí y de esa extracción eléctrica, no puede pasar el hombre un milímetro más adelante sin darle cabida al espíritu. Si esto no pudiera ser, el mundo habría acabado su vida y misión; pero no sería justicia en la ley del espíritu, o de amor, porque hasta allí, sólo trabajos, luchas y sufrimientos hubo para el espíritu, para su alma y para sus cuerpos, porque sólo fue el reinado de la materia; y al entrar el espíritu a su reinado triunfante, no le basta aquella vida, aquella luz y fuerzas; y como ya están unidas las dos potencias, los dos reinos material y espiritual, demostrado en el dínamo, que señala que la resistencia está equilibrada entre las dos potencias para la vida del cuerpo y el alma del hombre, tienen el alimento suficiente a su grandeza, en la electricidad dinámica. Mas no basta para el alimento del espíritu que se sienta por primera vez en su trono, ceñido por la palma de la victoria y pide al padre, la corona de su triunfo, con que quiere regalar a su alma y cuerpo, porque triunfaron también de sus instintos y, llega la luz del Padre de su propio centro, para no extraerle más vida a la tísica tierra y enriquecerla entonces también de nueva sangre y nueva vida bien ganada en tan grandes trabajos y todo queda equilibrado; la tierra, entonces, expele todo lo inútil y enfermo; la humanidad, queda saneada porque sufrió su juicio; y al expeler la tierra sus escorias, arrastra también los detractores y puede y se establece la comuna y el espíritu se sienta en su trono y vive en la tierra y en los otros mundos hasta el infinito y todos están en comunicación. Es decir, que llegó el embrión de la sabiduría y hay que hacer sabiduría en los hombres; lo mismo que cuando llegó el arte, hubo de hacer ciencias. Estás, ahora, van a ser sólo el alfabeto de la sabiduría que sólo va a tener dos nombres esenciales: espiritismo y electricidad; dos platillos de la balanza sabiduría, por lo que los hombres todo lo pueden pesar, juzgar y sentenciar, mayormente, cuando sólo tienen que corregir resquebrajaduras del edificio antiguo, fundado sobre una falsa capa geológica; y esa experiencia científica, lo conduce al primer eslabón de la sabiduría.
Mas voy a insertar aquí una conferencia dada diez años más tarde de escribir este libro y ella, científicamente, prueba todo lo dicho.
Libro: Conócete a ti mismo
Autor: Joaquín Trincado
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