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Joaquín Trincado

El hombre es la esencia viva de las cosas vivas

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 4 ene
  • 7 Min. de lectura


Voy a dar una breve, pero firme y asentada definición del hombre, para tener fundamento de saber ¿de dónde viene?... Razonemos.

           

Sostiene el materialismo, “que el hombre es un conjunto de átomos, que se reúnen en virtud de la ley de atracción” (yo digo de afinidad) para dispersarse después de la muerte y constituir otros organismos[1] (1), por más que las religiones positivas proclaman en el hombre “un alma imperecedera y un cuerpo mortal”; aunque el panteísmo diga, que “es un destello de la gran luz, una parte del todo, que vuelve a él cuando deja de existir en este mundo”; y haya tantas discusiones de esto cuantas escuelas hay y no llegan a un acuerdo racional los sistemáticos, malgastando el tiempo en la discusión de “si el hombre es materia o espíritu, o conjuntamente las dos cosas” y todos se apoyan o buscan razones en que apoyarse, yo apoyo y confirmo(porque ya lo ha dicho William Krookes): “Solo una substancia existe en absoluto”. Llamadla “pantógeno”, éter, o cósmica, esto no me importa: en los idiomas hay muchas palabras.

           

En la antigüedad se creía diferente el hielo, el agua y la nieve y es la misma cosa en diferentes estados y veían en todo, una diversidad absoluta porque los sentidos engañan, y el estado rudimentario de los primeros hombres y su escaso desarrollo intelectual, les hacía apreciar las cosas por sus formas.

           

En el orden político-religioso hemos pasado del individuo aislado, a la familia, a la tribu, al pueblo, a la ciudad, a la nación, y de aquí, hasta el derecho común entre naciones, para llegar en día muy cercano, a la familia universal; pasamos del ídolo bárbaro y despótico por una inmensa variedad de dioses particulares y hoy llegamos al conocimiento del Dios único verdadero, Padre universal, el Dios de Amor.

           

En el orden físico y por grados, hemos visto desprenderse (metafísicamente) grandezas aun inapreciables por los prejuicios; pero palpamos la conversión del calor en luz, y la luz en movimiento; el movimiento en fuerza; la electricidad, en magnetismo; el armónico canto, en estrépito y horrísono trueno y, visto en la ciencia fría, todas estas manifestaciones mágicas en tan variadas formas y sonidos, ¿qué son? Una sola cosa: Una vibración, una partícula del infinito lago del Éter, con que yo substituyo por rigor de justicia, el “Pantógeno” de Krookes.


Inútil es pensar ya el error de las religiones positivas, advirtiendo dos principios absolutos en la creación, puesto que la ciencia nos demuestra (y si ésta no lo demuestra habría que enseñárselo con el sentimiento de la razón) que, "dos principios absolutos se excluyen mutuamente” lo mismo que dos substancias absolutas.

           

Yo os digo aquí como Jesús dijo: “Si os entendéis hablad como queráis”. Llamad espíritu, fluido universal, éter, substancia cósmica y si queréis, materia; una es la substancia, viva por esencia y activa por naturaleza, de cuya actividad proviene el movimiento; del movimiento las infinitas combinaciones; y de éstas, por consiguiente, las infinitas formas. El átomo, unido a otro átomos, forman la molécula, las moléculas afines, se atraen, se unen y forman los cuerpos; de este principio, (ley física) con sus leyes de atracción y afinidad, se formó el insecto, la flor, la piedra la montaña, los mares, los continentes, el planeta entero y el hombre; de aquí también el sistema donde gira nuestro mundo; de aquí los espacios interplanetarios y los infinitos soles con sus legiones de sistemas, mundos y humanidades, que bullen en ese inmenso torbellino, girando con la rapidez del pensamiento en todas direcciones y sin estorbarse el uno al otro, bajo la dirección de una sola ley impuesta por el Dios de Amor que está presente en todas partes, visible en la sublime hermosura de tan grande armonía.

           

Al proclamar al hombre “rey de la naturaleza”, se comete un grave error y se le saca de su verdadero ser. El hombre, en la naturaleza y dicho propiamente en el universo, es un complemento del todo universal. Sin el hombre, el universo, no existiría. Ni existiría el universo, si faltara la laboriosa hormiga, y cuando dijo Víctor Hugo: “Si llegara a extinguirse la pobre esencia de un animalillo microscópico, se extinguiría el universo”. Dijo cuánto se puede decir.

           

Lo que hay es que, el hombre tiene las funciones de ordenador, administrador si queréis de la creación y es su trabajo ordenar, poner cada cosa en su lugar, pero sin poder salirse de la ley impuesta de las cosas; y para esto, el Creador, le ha dado su luz inteligente que no tiene otro ser; y como en el Creador todo es armonía, no podía privar al cuerpo humano (que debía servir de máquina al intelecto) de lo más sublime de la esencia de lo que llamamos tierra, o materia que palpamos, pero que no deja por esto de ser materia viva, que aunque obedece a la disposición inteligente del hombre, ella tiene su ley invariable de la que el hombre no la puede apartar por capricho. Parece, que el espíritu y la materia, por razón de sus funciones, hagan cosa diferente; pero en el fondo y por camino diferente, hacen la misma cosa: el progreso. El hombre, en el intelecto, es la esencia de la vibración de la creación; en el cuerpo, es la esencia de los efectos materia de la misma vibración, que, por una ley de afinidad, (muy poco profundizada por las ciencias) se reúnen a la esencia del movimiento o vibración, (espíritu) todas las esencias de los efectos, o sea la esencia de cada cosa que hemos llegado a catalogar, desde la rústica cal, al diamante; desde el insecto, al más perfecto animal; desde la simple yerba, hasta el árbol de la quinina; en una palabra; el hombre, en espíritu y materia, en su todo intelectual y animal, es la esencia viva de las cosas vivas. Y ya he dicho, que todo tiene vida. El trueno, la música, el dolor, el resoplido de la fiera, el mugir de los mares, el terremoto horrible, el movimiento de los astros y nuestro aliento suave, todo, todo es la misma cosa; una vibración del éter, una manifestación del creador en la eterna creación; un hálito de la entera y eterna vida de todas las cosas. ¡Cómo se agranda así el concepto del universo, el del Creador universal, el de nuestro ser y destino! ¡Cómo se aclara y se comprende de una ojeada, la unidad en la infinita variedad!... Nada hay sin objeto y todo está en donde le corresponde; todo depende del todo y nada esclavo de otro; todas las cosas se son necesarias las unas a las otras y ninguna existiría sin el concurso de las demás.

           

En la igualdad, vemos las jerarquías dentro de la ley. En el sometimiento, está marcada la libertad; en la renovación continuada, la vida imperecedera; en la diversidad de funciones, la justicia; en la variedad, la armonía; en el movimiento, el orden; y la divinidad y grandeza del Padre, en todas sus criaturas.

           

Parece ser diferente el espíritu, de la materia, por la diferencia de sus funciones; pero en realidad, es la misma cosa; solo qué, las apariencias y la educación falseada, nos hace concebir diferencias para no ver la verdad; pero es necesario que así sea mientras el hombre es ignorante. Porque ¿quién osaría llevar a su olfato, la bella flor que nace en un estercolero, si sus sentidos, se persuadieran que habían de oler aquellas sustancias hediondas que dieron la belleza a la flor? Recibimos fragancia y aroma agradable y, sin embargo, es el hedor del estiércol, pero transformado por las funciones de la naturaleza; pero es la realidad, que la flor y el estiércol, son la misma cosa, y así es en todo lo que el universo tiene. Y… ¿Podría hacer todo eso, algo o alguien que no fuese en sí todo Amor?... Y puesto que aun la humanidad no conoce otro máximo superlativo de grandeza que Dios, ¿no he titulado bien a mi DIOS AMOR?

           

El espíritu, tiene a su cargo la dirección de los actos y el cuerpo la ejecución de éstos y así es como uno a otro se complementan y el uno sin el otro, no puede existir como hombre; pero luego de cumplidas las funciones de la ley; desempeñada la parte del trabajo que el espíritu se propuso para su progreso, se separan y cada cosa vuelve a su centro, (a esperar órdenes diremos) para entrar nuevamente en funciones. La parte material (cuerpo) será transformada en todos sus átomos, a propósito, para ocupar un puesto en otro cuerpo, de los que componen la inmensa variedad; y el espíritu, ocupará otro cuerpo que creará, correspondiente a las funciones que debe desempeñar en una nueva prueba de progreso y así se eternizará; siempre agrandándose; siempre ascendiendo; siempre con el deseo de la perfección que jamás alcanzará, porque lleva impreso el más eterno. De este principio que nadie puede negar sin negar la eternidad y continuidad de la vida y el eterno progreso, saqué para mi escuela el EMBLEMA: “SIEMPRE MAS ALLÁ”.

           

Pero en toda esta grandeza, siempre será la misma substancia, aunque bella y hermosa cada vez más como la flor y el diamante, aunque ésta haya salido del estiércol y aquél del fango de la mina; pero a una y a otro, el trabajo los hizo hermosa y bello; y el trabajo continuado, hace hermosos los cuerpos y bellos y luminosos a los espíritus; ésta es la ley y digo:


No hay más que una substancia; y el espíritu y la materia es la misma substancia, en diferente función en la eterna vida de evolución y progreso. Se sirven sí mutuamente y se complementan uno a otro, cumpliendo la eterna ley del progreso indefinido e infinito y, su vida es eterna, porque la substancia es eterna. El espíritu es eterno y es el ser racional y eterno ocupante de los mundos; en tanto que el cuerpo humano, es transitorio en todos los mundos; pero eternamente transformado y destinado a la vida animal progresiva y perfecta, relativamente. Recordaré, (asumiendo en una palabra lo dicho sobre el cuerpo del hombre) que, es la esencia de las cosas, producto o efecto del movimiento de la única substancia: como el espíritu es la esencia de la inteligencia, de la misma substancia: y que, así, sólo existe una substancia.


[1] Con su misma afirmación destruyen su obra.


Libro: Buscando a dios y asiento del dios amor

Autor: Joaquín Trincado

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