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Joaquín Trincado

Doctrina Religiosa

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 16 oct 2023
  • 3 Min. de lectura

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Hay una verdadera Babilonia en el sentir y afirmación de todas las religiones, respecto al alma en sus funciones y destinos y se puede colegir de nuestros estudios, en las diferentes obras sobre religiones.


Pero todas concuerdan en el castigo del alma por Dios, lo cual ha degenerado a los hombres haciéndolos insensatos, prefiriendo ser hotentotes antes que introducirse al estudio de la metafísica, para no verse esclavos y castigados. Así es el dios religioso. Cría hijos para castigarlos.


Dejamos, pues, ese cúmulo de embrollos y vamos sólo a anotar algo de lo más liberal entre la gente de religión y de renombre, pues queremos probar que aun esos, son más racionales que los espiritualistas.


El punto 4°. del párrafo 1°. de este capítulo, nos pone de manifiesto esa superioridad de raciocinio, a la par que manifiesta el mismo error que los espiritualistas; lo que confirma que éstos son hijos de las religiones.


Fenelón, en la prueba por la actividad libre del yo, se expresa con desenvoltura así. “Soy libre y no dudo de ello… He ahí ya suficiente razón para convencerme de que mi alma no es corporal. Todo lo que es materia, no se determina a nada por sí mismo, es, por el contrario, determinada a todo por las leyes que se llaman físicas, que son necesarias, invencibles y contrarias a lo que se llama libertad”.


Los términos son diferentes, mesurados: la doctrina la misma que la de los espiritualistas; Fenelón es un arzobispo. Ignora o calla por su dogma el espíritu que lo pospone al alma. Tiene la virtud de reconocer la inflexibilidad de las leyes que rigen al cuerpo, pero cae en el error, al tenerlas, por contrarias a la libertad y sigue.


“De ahí concluyo, que mi alma es de una naturaleza enteramente diferente de la de mi cuerpo”, absolutamente igual que los espiritualistas, le aplicamos el mismo juicio, con más la agravante arzobispal, sobre sus engañados feligreses.


Otro obispo, Buchner, dice: “Un cuerpo no elige sus movimientos, sino que se mueve según es impulsado; y si no hay en mí, más que el cuerpo, bien lejos de tener imperio yo sobre él, no tendría siquiera libertad”. Buchner se refiere al alma; ya da un paso bastante avanzado, desde que supone que la causa de su libertad es su alma; concuerda con “Soy libre y no dudo de ello…” de Fenelón. Son, pues, más razonables que los espiritualistas; pero son más culpables porque estos tenían conocimiento de lo que es el hombre en sus tres entidades de cuerpo, alma y espíritu. Esas leyes inflexibles les habrán tomado cuenta; pero no los habrá castigado la ley, ni Dios. En cambio, su espíritu se verá obligado a desdecirse y enderezar su error y el de los que por ellos erraron. “Ojo por ojo y diente por diente”, pero por el espíritu de cada uno. Esta es la ley establecida para siempre por el Creador, padre de los espíritus. El resarcimiento no es castigo; el pago de una deuda es de ley. Las deudas a la creación no tienen más perdón que el resarcimiento, el pago. Porque Dios (entendiendo por Dios al Creador) no hace todo cuanto quiere sino todo lo que debe.


Aquí deberíamos anotar la cantilena que tienen los espiritualistas con su instrumento y su música; más esto sólo sirvió para afirmar lo que pesa un axioma como la existencia del alma que nadie discutió, como nadie declaró, ni ciencias, ni religiones, ni los materialistas, ni los espiritualistas; a lo que llegamos nosotros ahora, sin querer, ni pretender anular nada de lo que esté hecho sea de quien fuere si entra en nuestra justa balanza. Mas creemos que ni una palabra han aventurado los hombres, (si exceptuamos al autor del Sánscrito y los que han seguido conocidos como profetas y misioneros) bajo ciertas figuras, los secretos de la creación. Porque sabían que los sacerdotes de las religiones, los mixtificaban según su concupiscencia. Pero que se descubrirían cumplidos “el tiempo, los tiempos y la mitad del tiempo”, bajo cuya incógnita Isaías envolvió los 36 siglos de 100 años que claramente se señalaban en el testamento secreto de Abraham, para que “La ley fuese conocida en toda la tierra”, viniendo entonces y hablando a los hombres los espíritus, “porque hablarán con mis espíritus, que ángeles llamáis”.


Lee aquí, para tu ilustración amado estudiante, “El espiritismo en su asiento”.


Hemos puesto ese último punto para acusar a las religiones de culpables de que los hombres no sepan lo que es su alma y a la vez nos sirva de exordio, para el párrafo trascendental que sigue, como broche de esta tercera parte, aunque volveremos sobre la misma cuestión en el último capítulo de estos cursos, al enjuiciar al Dios religioso.


Libro: Filosofía Austera Racional

Autor: Joaquín Trincado

 
 
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